Desencuentros

Iniciado por Andreas Kartak, Junio 12, 2008, 11:30:16 AM

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Andreas Kartak


A principios de Agosto el calor lo envuelve todo, como una melena de fuego que difumina las ideas, perla los cuerpos de sudor y agita la respiración. Parece que el sol se ha abierto como una gran flor, y al atardecer las calles vuelven a su memoria de pueblo, y los ciudadanos amparan al fresco su tertulia, añorando las sillas de anea. Los niños, que siempre van a la carrera, se marcan con heridas de bicicleta cada Agosto, como los anillos de los árboles. Hay cola en la parada del autobús, y los ciudadanos tienen ese aspecto de refugiados que da las dos manos ocupadas y una sombrilla de playa.

A principios de Agosto creemos que Agosto y vacaciones son sinónimos, y que no se acabarán nunca. Creemos que Agosto se quedará siempre, fijo, inalterable, como un rey absoluto, como el calendario de Explosivos Riotinto olvidado en una casa cerrada. Seguimos creyendo eso cuando vienen las primeras lluvias y las ultimas medusas. A la altura de Navidad, aun creemos que es un Agosto extraño el de este año. Agosto, desde principios, nos toma de la mano y nos lleva a la fantasí­a de creer en hoteles maravillosos, compañí­as aéreas puntuales, playas desiertas y carreteras idí­licas. Agosto, por principios, es un mentiroso, pero se le disculpa, como al escorpión de la fábula, porque es su naturaleza, ensoñadora, de deseo, de vida, quien nos engatusa. Todos los años.

A principios de Agosto se nos llenan las manos de buenos deseos, los paseos se llenan de bicicletas y las bolsas de libros en edición de bolsillo. Se nos llenan los pies de arena, en esas noches de llamas y luna llena, de viento rojo a ras del suelo. Se nos llena el alma de ardor guerrero, pensando que si, ahora si, será en Agosto, cuando por fin el deseo se cumpla, y sienta sus manos en mi espalda, con la tranquila quietud de lo extraordinario.

A principio de Agosto, el sorteo de los deseos y las ilusiones aun no se ha celebrado. Todos mantenemos firmes en la mano nuestras papeletas, abiertas las expectativas, pendientes las miradas.

A principios de Agosto, todo es probable.

Pero es en Septiembre cuando ocurre lo imposible.

Lapi_0

Muy guapo tu agosto; pero le falta la siesta, eh?

Andreas Kartak

Es verdad.

Pero para siestas, las de antaño. De pared encalada, cortina que se moví­a al hilo de la brisa y cabecero de latón.

Andreas Kartak

Las prisas son malas consejeras. El dia de mi quinto aniversario de bodas, mi marido ( ese al que desde hace tres años me refiero como mi ex, junto con algún calificativo) me regaló un encendedor en el que habí­a hecho grabar, en cursiva inglesa, la leyenda "Festina lente". Apresúrate despacio. Es difí­cil hacerlo cuando se te exige todo y ya, en el trabajo, con los niños, con la familia. La jodida prisa. Puedo culpar al tráfico, al calor, a la incompetencia, a la burocracia. Pero la única responsable es la prisa. Me lleva en volandas por el pasillo hacia el ascensor, como me lleva a los brazos de hombres de quienes, por no recordar, han quedado como marcas irreconocibles en el pomo de la puerta. Intentando saciar mi hambre de afecto, me he tirado de cabeza al fastfood de intrascendentes, superficiales, casados y todos ellos, sin excepción, brillantes luciérnagas de la prisa. Pulso cuatro veces el botón del ascensor, mientras valoro si bajar las cinco plantas a pie causará algún daño colateral. Puede que se me descoloque la falda. ¿Y si me tuerzo un tobillo con estos endiablados tacones?. Vayamos a la seguridad: hoy no me cabe en la agenda siquiera morirme. Ni mañana. Ni la semana que viene. Para sufrir alguna lesión o cerrar definitivamente la PAD, tengo que esperar, al menos, al 2005, salvo que el proyecto de Moreiras siga acumulando retrasos, los suecos  decidan no hacerse un attache con su escroto - los suecos...tan limpios, tan pulcros, tan nórdicos, tan comedidos, tan cronometrados, tan cabrones - y terminemos dando el arte final en la primavera del 2009. Y el ascensor que no viene. Pague usted lujo asiatico para estar esperando en el descansillo como si esto fuera el Ministerio de Agricultura. Por fin se abre.

Huele a limpio. Siento al entrar la misma sensación que cuando mi madre abrí­a los cajones de la ropa de cama, con su trufado de jabones de lavanda. Siento en verde la totalidad del cubí­culo, que se abre, se hace trasparente.

En la esquina está él.

Su olor.

Su mirada.

Su camisa es de un blanco que ya no existe.

El olor. No es su olor. No es un perfume. Es un estado de placidez. Es una noche con azahar. Es el tacto de la arena fria en la mañana, cuando la playa es virgen.

Cierro los ojos.

Respiro.

Es su planta - me dice, desde la inmensidad del ascensor -...La planta baja.
No - replico, en un susurro, mientras salgo al pasillo- Es la vida... Una vida perra.

Andreas Kartak

Z empezó a escribir su biografí­a galante. Ofuscado por la imagen de un Valle Inclán, dandi y modernista, la escribí­a, como una Sonata de Estí­o de provincias, entre las lí­neas del Código Civil. Con letra minúscula, contaba sus gardenias y sus alcobas, a razón de una página por dia, cohabitando con la propiedad del enjambre de abejas, el tesoro y el deslinde de fincas.

Llegado a las formas de adquirir la propiedad, comenzó el relato de sus más í­ntimas fantasí­as. En la posesión recordó aquella noche en la que, emulando a Sacher, se entregó como esclavo a una enigmática rumana, en cuyos ojos se reflejaba el lodo de siglos de tristeza.

En la prescripción de las acciones, llegó el fin, que escribió con decisión.

Tiro el Código al fuego y se ahorcó, en su propia salita, con una cuerda de piano.


Andreas Kartak

Ya han cesado los disparos. Sobre las calles, restos de maletas, cuerpos caí­dos como marionetas sin cuerdas, el olor de la pólvora reciente. Quedan en mis ojos Jacob, que querí­a despedirse, Anna y Raquel, cogidas de la mano, el pequeño Isaac, sobrecogido por los gritos. Aquel teniente, rubio, casi imberbe, que ordenó disparar a la ventana de los Savertst, cuando Abraham salió a la misma con los brazos en alto. No queda nada, salvo el burbujeo de la tetera sobre el fuego de mi casa. Puede que sea el único rastro de vida en este, que fue, ghetto de Varsovia.

Lapi_0

- Pepe... A que no me encuentras?

- Marí­a... A que no te busco?

Andreas Kartak

C,

No me ha dado tiempo a contarte que mi alma no le servirí­a ni a un perro. Que fui yo quien robó aquel monedero. Que a veces lloro sin saber el motivo y que me llenan de inquietud los fluorescentes que parpadean. No me ha dado tiempo a contarte que soy un alcohólico en potencia, que mira de soslayo las botellas y que, ni siquiera se atreve a dar el paso y ser un perfecto alcohólico, ni que sólo soy feliz cuando nado. No me ha dado tiempo a confesarte algunas mentiras ni algunos recuerdos que hacen que se me erice el vello, sitios de la memoria a los que no quiero mirar, frases que dije y que todaví­a retumban. No me ha dado tiempo a hablarte de mi afición al desorden, de mis manias, de mis victorias.

Antes de que me diera cuenta ya me habí­a corrido, C. No me ha dado tiempo.

Crunch

Cita de: Lapi_0 en Junio 12, 2008, 12:30:19 PM
Muy guapo tu agosto; pero le falta la siesta, eh?
La siesta es lo más de lo más

Andreas Kartak

La siesta merece un conjunto escultórico en toda ciudad de más de 50.000 habitantes.
Y otro, dedicado a La Vacuna, en poblaciones de más de 20.000.

Andreas Kartak

Las tres vueltas de campana del coche me han parecido, no se, como si las estuviera sufriendo otro, como si estuviera viendo una pelí­cula muy realista, con olor de gasolina y el sabor metálico del miedo y la sangre corriéndome garganta abajo, pero sin aceptar que soy yo quien se ha abierto la ceja, quien se ha cortado la mejilla, quien se aplasta una  otra vez contra el cinturón de seguridad. Los ruidos se han atenuado, y ni siquiera siento dolor.

Nadie habla. No quiero morirme.

Andreas Kartak

A R. le sorprendió lo simple del sobre. No traí­a ningún membrete, ni vení­a envuelto en los celofanes de la mensajerí­a. Un sobre, con su nombre manucrito. Una letra elegante, tinta azul, trazo pausado. En su interior, una nota: "Jámas te he olvidado, ni te olvidaré aunque viviera cien vidas". Elegante, azul, pausada.


R. se asomó al ventanal de su despacho, con la nota en la mano. Pegó la frente al cristal y notó el frio y sus sienes palpitando. Hizo entrar a su secretaria: "Marisa...Anula todas las citas de esta semana....Tengo que salir de viaje".


En ese mismo instante, C. terminaba de cerrar el último sobre. Como todas las semanas, cien cartas, con cien notas idénticas, con cien destinatarios de su letra elegante, azul, pausada.

Dolordebarriga

Precioso minicuento éste.

Tu, gracias;

Dolordebarriga
"Yo siempre documento lo que digo"

Andreas Kartak

Agradecido el cumplido.

Andreas Kartak

Tu falta me ha dejado el peso del mármol sobre el pecho, la soledad de los pasillos del hipermercado, la amistad de los camareros y la conmiseración de las taquilleras de cine cuando venden entradas por unidad a los solitarios.

Me has dejado como hoja en remolino, como paraguas en la consulta de un dentista, sin Dios ni amo. Recuerdo aquella tarde, la de la despedida: el sol entraba por el ventanal del salón, dándole un aspecto de Sante Chapelle doméstica. Sobre la mesa camilla, un papel con elegantes trazos, propios de una educación esmerada y una personalidad pulcra. De los trazos se podí­a concluir una personalidad enérgica, confiada en sus posibilidades y con voluntad de prosperar, sin miedo a romper con el pasado. Su profundidad harí­a a un grafólogo pensar en un ser llamado a las más altas magistraturas. Cierro los ojos y veo la nota con la claridad de un oftalmólogo....3, 13, 21, 27, 36, 42. En ese momento me ensoñé con juegos de lógica, claves secretas, un giño borgiano que me hací­as.

De la cabalí­stica a la infamia: tres dí­as de espera más tarde descubrí­ que era la combinación de la Primitiva, con cinco aciertos y complementario, que te habí­a permitido dar portazo.