Poemas...reloaded (Pozí­ como te acerques te mato)

Iniciado por Esemismo, Abril 18, 2006, 11:58:03 AM

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Esemismo

Es cierto, lo de Carlo es una virguerí­a...

¿Tú también en agosto, pozí­?...

Lloro, me pongo triste

Lloro, me pongo triste, sólo soy un cantor:
¡Si alguna vez pudiera llevar flores,
si con ellas pudiera adornarme en el Lugar de los sin cuerpo!
Me entristezco.
Únicamante como flor es estimado el hombre en la tierra:

un instante muy breve goza de las flores primaverales.  
 

Gozad con ellas, yo me entristezco.
Vengo de la casa de las finas mariposas.
Abre su corola mi canto: he aquí­ múltiples flores.
Una variada pintura es mi corazón:
¡Yo soy cantor y despliego mi canto!


Un poco de poesí­a nahuatl, algo mejor que esos haikus que circulan por ahí­...

No


Pues sí­ pues sí­, agosto contraponientes...

Carlo

#17
Cita de: lukera en Abril 18, 2006, 01:04:49 PM
...Lástima no saber francés

Lo cierto es que no me atrevo mucho a traducirlo... pero más o menos, literalmente, es esto:


Cuando viene la tarde,
cisnes negros,
o hadas sombrí­as,
salen de las flores, de las cosas, de nosotros,
son nuestras sombras.

Avanzan, el dí­a retrocede
van en el crepúsculo,
en un movimiento resbaladizo y lento.
Se reúnen, se llaman,
se buscan sin ruido,
y totalmente juntos,
de sus pequeñas alas,
nace la gran noche.

Pero el Alba en el agua
se despierta y toma su gran antorcha.
Luego sube,
En sueños sube, y poco a poco,
sobre las olas eleva
su cabeza rubia,
y sus ojos azules.

En seguida, en fuga furtiva,
las sombras se esquivan,
no sabemos donde.
¿en el agua? ¿bajo tierra?
¿en una flor? ¿en una piedra?
¿en nosotros?
no sabemos. Sus alas cerradas
Por fin reposan.
Y es por la mañana.

[seguro que alguien te lo puede traducir mejor... 
:-\ ]

lukera


No


Durante el último año de carrera trabajé de camarera en un bar. La cantidad de anécdotas curiosas (y no tan curiosas) que podrí­a contar se extiende al infinito.
Una de las que más gracia me hizo fue que un chico, tambaleándose, se acercó a la barra y pidió una copa. Le dije que si me recitaba algún poema se la poní­a gratis.


Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de dí­a
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.


Se la puse gratis, jajaja

Dark Chaves

#20
El romance del prisionero, invitastes a una copa a Anónimo, el más famoso de los romanceros. Aquí­ va otro suyo:

La mora Moraima

Yo me era mora Moraima
morilla de un bel catar.
Cristiano vino a mi puerta
cuitada, por me engañar:
hablóme en algarabí­a
como quien la sabe hablar:
«ábrasme las puertas, mora,
sí­, Alá te guarde de mal.»
«Cómo te abriré, mezquina,
que no sé quién te serás?»
«Yo soy el moro Mazote
hermano de la tu madre,
que un cristiano dejo muerto
y tras mí­ viene el alcalde:
si no me abres tú, mi vida,
aquí­ me verás matar.»
Cuando esto oí­, cuitada,
comencéme a levantar,
vistiérame un almejí­a
no hallando mi brial,
fuérame para la puerta
y abrí­la de par en par.


Esemismo

EL CUERVO 
 
 
 
I

En una noche pavorosa, inquieto
releí­a un vetusto mamotreto
cuando creí­ escuchar
un extraño ruido, de repente
como si alguien tocase suavemente
a mi puerta: «Visita impertinente
es, dije y nada más » .

II

¡Ah! me acuerdo muy bien;
era en invierno
e impaciente medí­a el tiempo eterno
cansado de buscar
en los libros la calma bienhechora
al dolor de mi muerta Leonora
que habita con los ángeles ahora
¡para siempre jamás!

III

Sentí­ el sedeño y crujidor y elástico
rozar de las cortinas, un fantástico
terror, como jamás
sentido habí­a y quise aquel ruido
explicando, mi espí­ritu oprimido
calmar por fin: «Un viajero perdido
es, dije y nada más ».

IV

Ya sintiendo más calma: «Caballero
exclamé, o dama, suplicaros quiero
os sirváis excusar
mas mi atención no estaba bien despierta
y fue vuestra llamada tan incierta...»
Abrí­ entonces de par en par la puerta:
tinieblas nada más.

V

Miro al espacio, exploro la tiniebla
y siento entonces que mi mente puebla
turba de ideas cual
ningún otro mortal las tuvo antes
y escucho con oí­dos anhelantes
«Leonora » unas voces susurrantes
murmurar nada más.

VI

Vuelvo a mi estancia con pavor secreto
y a escuchar torno pálido e inquieto
más fuerte golpear;
«algo, me digo, toca en mi ventana,
comprender quiero la señal arcana
y calmar esta angustia sobrehumana »:
¡el viento y nada más!

VII

Y la ventana abrí­: revolcando
vi entonces un cuervo venerando
como ave de otra edad;
sin mayor ceremonia entró en mis salas
con gesto señorial y negras alas
y sobre un busto, en el dintel, de Palas
posóse y nada más.

VIII

Miro al pájaro negro, sonriente
ante su grave y serio continente
y le comienzo a hablar,
no sin un dejo de intención irónica:
«Oh cuervo, oh venerable ave anacrónica,
¿cuál es tu nombre en la región plutónica? »
Dijo el cuervo: «Jamás ».

IX

En este caso al par grotesco y raro
maravilléme al escuchar tan claro
tal nombre pronunciar
y debo confesar que sentí­ susto
pues ante nadie, creo, tuvo el gusto
de un cuervo ver, posado sobre un busto
con tal nombre: «Jamás ».
 
X

Cual si hubiese vertido en ese acento
el alma, calló el ave y ni un momento
las plumas movió ya,
«otros de mí­ han huido y se me alcanza
que él partirá mañana sin tardanza
como me ha abandonado la esperanza »;
dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XI

Una respuesta al escuchar tan neta
me dije, no sin inquietud secreta,
«Es esto nada más.
Cuanto aprendió de un amo infortunado,
a quien tenaz ha perseguido el hado
y por solo estribillo ha conservado
¡ese jamás, jamás! » 


XII

Rodé mi asiento hasta quedar enfrente
de la puerta, del busto y del vidente
cuervo y entonces ya
reclinado en la blanda sederí­a
en ensueños fantásticos me hundí­a,
pensando siempre que decir querrí­a
aquel jamás, jamás.

XIII

Largo tiempo quedéme así­ en reposo
aquel extraño pájaro ominoso
mirando sin cesar,
ocupaba el diván de terciopelo
do juntos nos sentamos y en mi duelo
pensaba que Ella, nunca en este suelo
lo ocuparí­a más.

XIV

Entonces parecióme el aire denso
con el aroma de quemado incienso
de un invisible altar;
y escucho voces repetir fervientes:
«Olvida a Leonor, bebe el nepenthes
bebe el olvido en sus letales fuentes »;
dijo el cuervo: 
«¡Jamás! »

XV

«Profeta, dije, augur de otras edades
que arrojaron las negras tempestades
aquí­ para mi mal,
huésped de esta morada de tristura,
dí­, fosco engendro de la noche oscura,
si un bálsamo habrá al fin a mi amargura »:
dijo el cuervo: 
«¡Jamás! »

XVI

«Profeta, dije, o diablo, infausto cuervo
por Dios, por mí­, por mi dolor acerbo,
por tu poder fatal
dime si alguna vez a Leonora
volveré a ver en la eternal aurora
donde feliz con los querubes mora »;
dijo el cuervo: 
«¡Jamás! »

XVII

«Sea tal palabra la postrera
retorna a la plutónica rivera,»
grité: 
«¡No vuelvas más,
no dejes ni una huella, ni una pluma
y mi espí­ritu envuelto en densa bruma
libra por fin el peso que le abruma! »
dijo el cuervo: 
«¡Jamás! »

XVIII

Y el cuervo inmóvil, fúnebre y adusto
sigue siempre de Palas sobre el busto
y bajo mi fanal,
proyecta mancha lúgubre en la alfombra
y su mirada de demonio asombra...
¡Ay! ¿Mi alma enlutada de su sombra
se librará? ¡Jamás!


Aunque deberí­a de haberlo puesto en el de pesadillas...


Carlo


El deseo
procura archipiélagos vivos,
desmesura radiante, verdor,
sangre amazona.

Y sólo encuentra enjaulada furia.
Muslos abandonados
sin salario de espuma.

Ana Emilia Lahitte


fil



NO VOLVERÉ A SER JOVEN

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella querí­a
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.


JAIME GIL DE BIEDMA






California


Éste es de un poeta mexicano;
lo leí­ el otro dí­a y me gustó...


Sunset Drive Suit



De las pocas mujeres que amé, ninguna tuvo
tatuado el nombre al aire, o el brillo de una alhaja
pendiente del ombligo ni de un labio. Eran tiempos
lacónicos entonces. No habí­a rosas rojas
al sur de alguna espalda, ni brazos con espinas
y cóccix estampados con negros ideogramas,
ni ángeles ocultos y terribles dragones
en un pubis de trigo dorado por el sol.
Las mujeres tení­an cierto aire de tragedia
romántica del siglo de los yuppies. Estaban
al acecho de todo posible candidato
a ser El buen partido, un hombre de negocios
con éxito y futuro, e ilustres apellidos
para dar a tres hijos pesados y a una hija
que tuviera el encanto y la gracia de su madre.
No llevaban tatuajes visibles, ni lucieron
un piercing de orgulloso y pulsante desafí­o.
Sus marcas eran otras, más hondos los estigmas
grabados en sus médulas con agujas violentas
y tintas minerales que no fueron capaces
de quitar con la pócima amarga de la vida.
Era tiempo bruñido en azúcares de plomo
el que lastraron. Ellas buscaban imposibles
amores cristalinos en barras de caoba,
en salones del tedio o abajo de las sábanas
en tránsito hacia el dí­a, igual que las muchachas
que muestran sus diseños al viento que destroza
sus pasos de pantera, y miran con el í­mpetu
tribal de su artificio los ojos inyectados
de prí­ncipes efí­meros. Las mujeres que amé
se aherrojaron con otros, inscribieron alianzas
en sus dedos nupciales, y tatuaron sus almas
detrás de unos postigos con lentas hipotecas
de un sueño que agoniza en alcázares en vela.
En su piel hay dibujos de la máscara Revlon
antiarrugas, de pobres resultados y ricas
fragancias de algo tenue y etéreo, humo de orquí­deas,
vapores de borgoña, gotas de girasol
que dejan al salir del cautiverio.


Jorge Valdés Dí­az-Vélez

Scardanelli

Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

Scardanelli

Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

perdidiya

Anoche cuando dormí­a

Anoche cuando dormí­a
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluí­a
dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí­,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí­?
Anoche cuando dormí­a
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tení­a
dentro de mi corazón;

y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormí­a
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucí­a
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hací­a llorar.
Anoche cuando dormí­a
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tení­a
dentro de mi corazón.
Machado


perdidiya

 
INJURIA EL POETA AL AMOR

Amor, con flores ligas nuestros brazos;

los mí­os te ofrecí­ lleno de penas,
me echaste tus guirnaldas más amenas,
secáronse las flores, vi los lazos,
 
 
 
 
 
 
y vi que eran cadenas.

Nos guí­as por la senda placentera
al templo del placer ciego y propicio;

yo te seguí­, mas viendo el artificio,
el peligro y tropel de tu carrera,
 
 
 
 
 
 
vi que era un precipicio.

Con dulce copa al parecer sagrada,
al hombre brindas, de artificio lleno;

bebí­;
quemose con su ardor mi seno;

con sed insana la dejé apurada
 
 
 
 
y vi que era veneno.

Tu mar ofrece, con fingida calma,
bonanza sin escollo ni contagio;

yo me embarqué con tal falaz presagio,
vi cada rumbo que se ofrece al alma,
 
 
 
 
y vi que era un naufragio.

El carro de tu madre, ingrata diosa,
vi que tiraban aves inocentes;

besáronlas mis labios imprudentes,
el pecho me rasgó la más hermosa
 
 
 
 
y vi que eran serpientes.

Huye Amor, de mi pecho ya sereno,
tus alas mueve a climas diferentes,
lleva a los corazones imprudentes
cadenas, precipicios y veneno,
 
 
 
 
naufragios y serpientes.


José Cadalso


perdidiya

LO FATAL
 
 

 

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, 

y más la piedra dura porque ésa ya no siente, 

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, 

ni mayor pesadumbre que la vida consciente. 

Ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto, 

y el temor de haber sido y un futuro terror... 

Y el espanto seguro de estar mañana muerto, 

y sufrir por la vida y por la sombra y por 

lo que no conocemos y apenas sospechamos, 

y la carne que tienta con sus frescos racimos, 

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, 

y no saber adónde vamos, 

ni de dónde venimos... 


Rubén Dario