Más de lo mismo

Iniciado por Carson_, Agosto 13, 2007, 03:38:04 AM

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Carson_

“El crack-up”, de F. Scott Fitzgerald, se compone de una serie de artí­culos que la revista Esquire -de las menos prestigiosas en el momento, (serí­a entretenido realizar un estudio sobre la evolución de publicaciones que impulsaron o rechazaron a grandes escritores norteamericanos de este siglo entre sus cuentistas) â€"editó, y que póstumamente fueron reunidos en formato libro por el crí­tico norteamericano Edmund Wilson, amigo del matrimonio; se añaden al final, después de la muerte reciente del autor, dos semblanzas a cargo de Glenway Wescott y John Dos Passos.

Cuando Scott escribe “El crack-up”, se encuentra en uno de los momentos más bajos de  su vida, tanto en el ámbito personal como en el creativo. Es un hombre abatido. Además de los problemas esquizoides de su esposa, se añade la precariedad económica; por si no fuera poco,  parecí­a haber perdido definitivamente la soltura de una prosa limpia, la facilidad de narrativa, la habilidad de parir personajes que viví­an sin necesidad del creador.

En esas circunstancias, se lanzó al experimento arriesgado de mostrarse tal cual, como un ser desolado, sin heroí­smos, ni trascendencias, ni esperanzas. Su desnudez pública nunca buscó la compasión ni el exhibicionismo, presiento que fue una implosión, un ejercicio catártico. La sospecha premonitoria de que “Siempre hay de ésos a los que la autoconfesión les resulta despreciable” se cumplió a rajatabla. “Comentarios negativos, a veces crueles, sobre los artí­culos de “El crack-up” le desmoralizaron aún más”.  (Un reportero de El New York Post lo retrató como un borracho que se daba golpes contra los muebles mientras lo entrevistaba, artí­culo que irritó profundamente a Scott Fitzgerald en un momento que intentaba sacar cabeza, entregándose a la redacción de “El último magnate”.) 

En la semblanza que tanto Glenway Wescott como Dos Passos hacen de Scott Fitzgerald, prevalece un tono de condescendencia, un trato a ratos de escritor menor, enanizado por la figura crecida del gran Hemingway (éste último le escribió a propósito: “¡Olví­date de tus tragedias!”; fue a decirlo el gigantón más mimado de su época, en su estilo. Me revienta que incluso el propio Scott se sintiera muy por debajo literariamente del bravucón); se le llega a tachar de débil (en primer lugar, de ser cierto, qué relevancia literaria aporta ese dato; en segundo, más de uno hubiera tirado la toalla ante la falta continua de paz para escribir en unas condiciones mí­nimas de comodidad); veladamente â€"o no tanto- se le reprocha que vendiera su talento a la industria cinematográfica.

Yo me pregunto: qué podí­a hacer si los beneficios conseguidos por “Este lado del paraí­so” y “Hermosos y malditos” los dilapidó la pareja en pleno estado de gracia, cuando fueron jóvenes, ricos, guapos, talentosos y famosos. Eran los 20.  “El Gran Gatsby” tuvo excelentes crí­ticas pero escasas ventas, llevaba muchos años retirado de las librerí­as. “Suave es la noche” -además de comportar disputas conyugales por compartir ambos el mismo material personal de vida en común (Zelda publicó en el 32, dos años antes de “Suave es la noche”, “Save Me the Waltz”)- tampoco se vendió bien. A todo esto, se añadió la manutención de una esposa enferma crónica en los mejores hospitales psiquiátricos de la época, con cierta preocupación por parte de la propia Zelda, que le sugirió reiteradamente que la trasladara a otro lugar más modesto; sin embargo, Zelda, de natural caprichoso, también le apremiaba por la demora del enví­o de dinero para sus gastos, expresando a su vez una gratitud sincera por la generosidad de su marido.

La situación del escritor era asfixiante, un goteo constante de importunidades, sinsabores y exasperación. En algún momento Scott Fitzgerald tení­a que explotar, al menos de forma escrita. En el 39, tres años después de escribir los artí­culos de “El crack-up”, redacta una carta extensí­sima a Zelda que se supone (estoy convencida) que no llegó a enviar. Reproduzco aquí­ unos párrafos sueltos:

(...) tal como vengo haciendo desde hace una semana: cartas llenas de educados insultos de parte de tu familia.
No me encuentro bien: un pulmón ya está perdido y me rompí­ dos dedos de la mano escribiendo cuando intenté levantarme solo de mi cama-escritorio el sábado pasado (...)
   (...) Qué no darí­a yo por el derecho al ocio: ¿me has visto tenerlo alguna vez? Encontrarme bien, estar bien cuidado, tener a alguien que me compre el lápiz + papel, no tener que pensar en impuestos ni en el seguro, ni en la salud de otras personas ni en la educación de una hija. Me encantarí­a despertar una mañana y decir: Ninguna preocupación hoy, ni deudas, ni prestamistas, ni prostituciones intelectuales (...) No siento lástima por ti esta vez: te envidio (...)
   A veces eres encantadora â€"no puedo reclamar esa distinción para mí­- pero por desgracia no has dado signos de poder ser más que eso. Y ser un encanto no es suficiente.

   Éste es el Scott de los últimos años, el que fijo que no envió la carta a Zelda,  quien merecidamente tuvo cuatro años de paz al lado de una secretaria-amante-enfermera.   

Aguirre

Te contesto aquí­, lo prefiero si no te importa.
Darí­a cualquier cosa para que siempre malinterpretaran lo que escribo. Cuando se malinterpreta quiere decir que, bueno o malo, el escrito tiene un interés. En cuanto a lo de  “por aquí­â€¦â€ andan todos como estreñidos, y cuando al alguno va al vater, pide permiso y todos le acompañan. Este es un buen foro, bien ideado, con buenos foreros, lo que ocurre es que, el amiguismo, las fotografí­as y las canciones, lo han sumido en la mediocridad.
Me cuento entre la gente que le interesa tus escritos, incluso cuando no estoy de acuerdo con ellos.

El otro dí­a pensé en ti viendo una pelí­cula por la televisión. Un dí­a, tú que sabes de cine, sí­, sabes, me gustarí­a que escribieras sobre los maravillosos actores y actrices secundarios norteamericanos. 


Pura_Perez

 Yo también recordé a Carson hace un tiempo, mientras visionaba la pelí­cula...BABY JANE

Carson_

Aguirre, no sé dónde si no podrí­as responderme (no lo he plantado en ningún otro sitio). Me desgañito entre varios libros por encontrar las citas oportunas para una composición de situación y tú me hablas del foro. Coño, al menos rebáteme que Hemingway era mejor.

En cuanto a los secundarios norteamericanos -como españoles-, lo hay buení­simos. Muchos de ellos se ganan mejor la vida que muchos astros por una razón muy simple: su caché es mucho más bajo pero son requeridos para mayor cantidad de pelí­culas. No es mala idea un foro sobre ese tema. Queda pendiente.

En cuanto a ti, Purí­sima, ¿cómo me ves más propia, como Bette Davis o Joan Crawford?

Isleña

Nacer en una acomodada familia burguesa, educarse en colegios católicos y dejar los estudios para participar en la 1ª guerra mundial y pertenecer al grupo literario La generación perdida, donde también se encontraba Hemingway y el mismo Jhon dos Pasoss no eran el mejor pasaporte para dedicarse libremente a la literatura pasando de “cargas” personales como pudo ser Zelda.

Morir con 44 años alcoholizado, tampoco es contar con “todo el tiempo del mundo” para cambiar el rumbo de tu vida..

Otro Scott que a mi me gusta, es Walter Scott, bastante mas clásico nacido 125 años antes. Este también en una familia "bien", que sufrió la polio a los dos años dejandole como secuela una cojera. Supongo que para las creencias de la época en las que muchas enfermedades se curaban con el aire sano del campo  al niño le enviaron a vivir con su abuelo, donde nació su pasión por la literatura empezando por las leyendas escocesas y a partir de ahí­ la la historia y las costumbres populares de su tierra y de su gente. En ese momento nació su primera obra "cantos juglarescos de la frontera escocesa" que no tuvo ningún éxito, 3 años mas tarde lo conseguirí­a con "El canto del Trovador".

Se asentó en el romanticismo siendo muy considerado y seguido como ejemplo para otros escritores en la novela histórica. Decidió estudiar derecho y ejerciendo como juez buscaba tiempo para dedicarse a lo que realmente le gustaba, escribir.

Muchas de sus obras han sido llevadas al cine  y aunque son menos conocidas yo tengo dos obras suyas, que de viejas ya casi no son sepias si no ocres sus hojas, son La maga de la montaña y Los desposorios de Triermain.

Mañana 15 serí­a su cumpleaños, cumplirí­a 236 años. Su cuerpo desapareció en la noche de los tiempos, su obra vivirá hasta el fin de los dí­as.

Carson_

Perdona, ¿de quién hablas? El Google es muy engañoso, Scott Fitzgerald nunca se alistló a ningún ejército, ni participó en ninguna guerra. Sí­ quedan recuerdos escritos suyos del joven que quiso alistarse.  Quien habla de "La generación perdida", es que no individualiza.

Morir con 44 años tampoco es contar "con todo el tiempo del mundo"  Dios, a eso le digo sutilidad.


Carson_

Te diré más, diste a Scott y te salió el otro, Walter.

Isleña

Querida Carson, en el primer caso hablaba de Francis Scott Fitzgerald, nacido en Minesota, Estados Unidos, creo que es al que te refieres tu, por que es muy difí­cil que haya dos, nacidos en el mismo lugar, escribiendo las mismas obras y casándose con la misma mujer asi que debe ser el mismo al que te referí­as y si, el participó como soldado en  la I Guerra mundial, eso, si buscas en el google, efectivamente sale.

Hablaste de como se referí­a a el Jhon dos Pasoss y si lees bien, también el perteneció al mismo grupo literario que decidió llamarse así­, al igual que Hemingway y otros mas.como Faulkner, Hawks

El otro del que te hablo, es Walter Scott, del que te dije que que poseo un libro antiquí­simo, que nació antes, en Edimburgo, Escocia y con unas obras que nada tienen que ver. Lo único en lo que coinciden, aparte de ser escritores es en el apellido Scott. Y no, no dí­ a Scott para buscar algo que conozco.

Precisamente no es que el google sea engañoso, es que hay que saber leer y tal como tu haces, documentarte, pues para eso sirve mucho y bien, sabiendo que es lo que buscas, claro. Por lo tanto y una buena ayuda es escribir lo que necesitas correctamente y de forma completa. Aunque es tan fabulosamente bueno,q ue con una simple palabra de puede dar miles de páginas que la contengan y ahí­ tu decides.

Así­ que no me digas mas (como tu dices) de lo que hago y como lo hago, que ya lo sé yo y de primera mano, por lo tanto, con conocimiento de causa.

jondias

¡¡Jondias!! ¿Tenemos pelea? ¿y con barro? ¿estarán mojadas las camisetas?

Rednuts

¿Puedo unirme al club este privado que tenéis de Revolución de los Novatos? Tengo tirantes y unas gafas de concha remendadas con esparadrapo.
Tú no tienes convicciones porque tú eres de Málaga

Isleña

Jondias!!!, pues no, no tenemos pelea ni siquiera sin barro y eso que a mí­ me encantarí­a verla, no participar en ella.

Carson es sin duda para mí­ una de las mejores foreras, además de admirar sus conocimientos tanto en cine como en literatura, Si ocurre quizás que ambas somos apasionadas expresándonos. Claro que cada una tiene sus propias pasiones.  :D

Eso, Redneck, acércate tu como veterano e indí­canos pautas ( que las sigamos o no ya es otro cantar)

jondias

Cita de: Isleña en Agosto 15, 2007, 10:12:03 PM
Jondias!!!, pues no, no tenemos pelea ni siquiera sin barro y eso que a mí­ me encantarí­a verla, no participar en ella.

¿Es porque le haces a pelo y a pluma? ¿O solo a pluma?

Isleña

Jondias, quien no te entiende ahora soy yo. Plumas? Pelos? ambos dos? te falta lo de picos para que sea un viejo programa de televisión.

Me lo explicas, por favor?

Don Pésimo

Otro Scott no por olvidado menos ilustre fue Cuck Scott Old (Aberdeen 1688-Edimburgo 1746), que en su primera juventud, a raí­z del matrimonio con Lilybeth Sheepydale, ilustrada doncella de familia noble pero arruinada por su radical toma de partido en contra del tratado de unión con Inglaterra de 1707, pasó de semianalfabeto esquilador de ovejas a referente de la crí­tica literaria escocesa de su siglo. Hay rumores acerca de los motivos que lo lanzaron a la voraz y sistemática lectura de la biblioteca de su familia polí­tica, desde sus problemas en el trato con las ovejas (carecí­a del don de apaciguarlas, más bien todo lo contrario, cosa que hací­a imposible el esquilado) que podrí­an haberlo llevado a replantearse su futuro profesional, hasta explicaciones maliciosas acerca de la causa de sus interminables horas de ocio, que pasarí­an por la reluctancia manifiesta de su esposa ante sus deberes conyugales, circunstancia que la mantení­a siempre alejada de la casa familiar con la excusa de que alguien debí­a encargarse de revisar cuadras y pajares. Fuera como fuese, Scott, dotado de una prodigiosa memoria seguramente cultivada y ejercitada a fuerza de memorizar los nombres de las ovejas con las que habí­a tratado (habí­a llegado a ser famoso en su medio profesional por su capacidad de distinguir el nombre y rostro de cada uno de los animales a su cargo sin confundirlos jamás -"el trato regular con ellas hace que cada una sea única para mí­", dejó escrito en su hoy inencontable autobiografí­a-), llegó a convertirse en una biblioteca ambulante, capaz de recitar capí­tulos e incluso libros enteros, y eso fue lo que lo llevó naturalmente a iniciarse en la entonces balbuceante crí­tica literaria, primero en el Aberdeen Sheepshagga Herald, publicación periódica del gremio ovejero local, más tarde en el Aberdeen Evenig Post, el hoy desaparecido primer diario vespertino de Escocia, para finalmente ser fichado como estrella emergente por el Scotsman de Edimburgo, ciudad a la que se trasladó y en la que a pesar de su éxito en los cí­rculos intelectuales inició un proceso de decadencia primero aní­mica e intelectual y finalmente fí­sica que todos los estudiosos coinciden en atribuir a la añoranza de las ovejas (en Aberdeen, si bien ya no las trataba profesionalmente, siempre las tení­a a su alcance en el entorno más inmediato) y a la negativa de su esposa de trasladarse a Edimburgo, alegando una vez más ocupaciones en cuadras y pajares así­ como reales o imaginarias enfermedades y trastornos poco definidos tales como fiebres sofocantes, escoceduras indeterminadas y luxaciones inverosí­miles.
Fue en el tránsito de su momento de gloria a su destrucción como ser humano cuando escribió la novela que le dio una relativa fama en cí­rculos heterodoxos (que desgraciadamente no pudo disfrutar ya que fue póstuma), The Sheepman’s Daughter, considerada como una prematura y rara reacción más conceptual que formal al entonces dominante neoclasicismo racionalista, una especie de premonición de lo que décadas después serí­a el más desatado romanticismo pero con insólitas pinceladas rupturistas que tendrí­amos que esperar a las vanguardias del siglo XX para volver a encontrar en la literatura europea. La fragmentación del yo del narrador, la difuminación de la frontera entre humanidad y animalidad, el trasfondo sexual casi freudiano avant la lettre de lo que en su literalidad parece simplemente una recreación en prosa de las églogas de Virgilio hacen de esta extraña novela una pieza singular. La única traducción al castellano que se conoce se debe a Lázaro Carnero, joven contertulio del cí­rculo de Lorca, Dalí­, Buñuel y compañí­a en los años 30, pero jamás se volvió a editar, aunque pueden encontrarse algunos ejemplares en bibliotecas universitarias e incluso en librerí­as anticuarias, aunque a veces a precios bastante disparatados. Si cuando tuve entre mis manos el ejemplar que leí­ hace ya bastantes años hubieran existido los medios de hoy en dí­a, la hubiera escaneado antes de devolverla para ponerla a disposición del Areópago, pero desgraciadamente, si quieren seguir mi consejo, tendrán que espabilarse ustedes por su cuenta.
Me cago en el Sistema Solar

Bambi

luxaciones inverosí­miles. :D