La distinta mujer que existe en cada mujer

Iniciado por a priori, Abril 06, 2006, 11:41:11 AM

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anantic

Cita de: anantic en Abril 09, 2006, 10:34:15 PM
Édouard Manet, Carta a Mme. Guillemet, 1880, acuarela y tinta sobre papel, 200 x 125 cm.




Mme. Guillemet era la esposa de Jules Guillemet, propietario de una tienda de modas en la calle más elegante de Parí­s, la rue du Faubourg Saint-Honoré. De origen americano, muy bella, exquisitamente elegante y a la última moda, era amiga de Suzanne Manet, la esposa del pintor, pero el artista, tan admirador de la belleza femenina, estaba sin duda fascinado por la de Mme. Guillemet y por sus atuendos originales y atrevidos, en el colmo de lo chic y moderno.
La carta que vemos está escrita durante una de sus ausencias veraniegas, y entre las letras Manet reduce su recuerdo describiendo sus elegantes botines, siempre diferentes, o sus zapatos y sus medias, con un gesto coqueto.
Pero estamos ante un texto privado, y ante un lenguaje que sólo existe entre ellos. Las dos veces en las que Manet retrata a la Guillemet, deja fuera de la composición sus pies.
En 1879 Manet presenta en el Salón En barca y En el invernadero, en el que posan juntos Jules Guillemet y su mujer.

El cuadro está realizado en el estudio que Manet alquila provisionalmente a Otto Rosen (del verano de 1878 hasta abril de 1879), en el número 70 de rue d´Amsterdam. El estudio disponí­a de un invernadero o, al menos, una parte de aquél habí­a sido dispuesta como tal. Los invernaderos en la época del Segundo Imperio, se ponen de moda en las casas elegantes, como idea decorativa procedente de Inglaterra, con sus plantas y sus perfumes exóticos, con una connotación para mí­, erótica.
 
 El cuadro está efectivamente cargado de referencias sensuales, que van desde la cabeza del suave cisne azul del macetero de porcelana Ming, hasta el puro encendido y masculinamente agresivo del hombre, pasando por las flores rosas (que son posiblemente un tipo de flor bulbosa, la ixia, de la familia de las iridáceas, originarias del sur de ífrica, exótica y lujosa, que florece en verano) y las suaves plumas de avestruz del sombrero femenino.
 
 La composición está estructurada con un rigor geométrico absoluto, como el banco de madera verde, disimulado por la belleza del fondo de hojas y flores. El centro de la composición son las manos, que se acercan una a otra levemente, de Guillemet a su esposa. En la parte reservada a ella, la vegetación es abundante, misteriosa e intrincada. A la derecha del hombre, que va también elegantemente vestido, se abre rí­gida, con destellos de luz de una única planta. Que Manet utilizó el fondo para describir tanto la personalidad como la situación amorosa de ambos, con ese rostro pensativo y distante de la mujer, mientras que el marido se inclina hacia ella, es evidente si se compara con el retrato inmediatamente posterior de Suzanne Manet, sentada plácidamente en el mismo banco y en el mismo invernadero, rodeada de flores blancas.
 
 El otro cuadro en el que vuelve a aparecer la Guillemet, es Un bar en el Folies-Bergí¨re , detrás de Suzon, la camarera, y como reflejo del público en el espejo. Se la distingue perfectamente entre toda la gente que hay, pues no le faltan sus atrevidos complementos: unos guantes amarillos y un sombrero distinto.

Analizar esta compleja obra ya no creo que venga al caso, pero el universo personal de Manet es, sin duda, un homenaje al mundo femenino, en el que para él la belleza sólo significa Belleza.









Me acabo de encontrar a la Guillemet en la mina de Kaiseroda: