Hilo para restarurar viejos textos, propios o extraños.

Iniciado por Lapi_0, Julio 04, 2007, 03:13:29 PM

Tema anterior - Siguiente tema

Lapi_0

Romeo y Julita

El apuesto mancebo Romeo camina con ligero paso hacia la abigarrada mansión donde vive Julita quien, sentada en una mecedora, su pelo suelto a la suave brisa primaveral, ubicada en un balcón ornado con bellas macetas, etérea, delicada y casi traslúcida, calcula logaritmos e, incluso, derivadas.

-- Hola, hola, la más bella de las mujeres, oh tú, dulce Julita, que dominas mi corazón con fuerza inconmensurable -- empieza el efebo, henchido de amor.

-- ¿Os referí­s, por ventura, a los movimientos de sí­stole y de diástole, propios de la ví­scera cardiaca? -- pregunta la joven, quitándose instintivamente una mantisa de la solapa.

-- A ello, a ello me refiero, amada mí­a -- suspira el varón, extasiado.

-- No sé de qué extraña forma podré yo disponer los movimientos uniformes de vuestro miocardio... ¿tal vez mediante inducción electromagnética? -- inquiere Julita, extrañada.

-- Pero, ¡qué inducción ni qué niño muerto! Es vuestra belleza la que conduce mi vida y mi respiración -- contesta, amoscado, el bello mozo.

-- Pero, Romeo, ¿cómo podéis suponer que la trayectoria de un móvil venga determinada por la belleza? No, amigo mí­o. Siempre es función de las fuerzas que actúan sobre aquél, tanto en movimiento rectilí­neo como curvilí­neo. En otro caso, ¿cómo podrí­ais conocer el punto donde convergen los momentos cinéticos y cómo establecer el centro de gravedad?

-- Mas, ¿qué decí­s? --clama Romeo, mientras sus uñas se clavan ligeramente en la pared de la mansión --. ¿Momentos cinéticos? ¿Centro de gravedad? Dejaos de pamplinas, mi amada, y permitid que suba a vuestro lado.

-- ¿Subir vos aquí­, que no conocéis vuestro gravicentro ni tan siquiera los esfuerzos cortantes a que está sometido vuestro organismo? ¡Nunca! Calculad antes la causa de vuestra inconcebible trayectoria y, cuando me reveléis la función que la determina, sólo entonces... ya veremos.

La niña cierra con violencia la puerta del balcón mientras Romeo, destilando ira y desesperación, conmueve los cimientos de la casa con sonoros cabezazos.


nietsnie
25/11/2002

Lapi_0

Pensamientos igní­fugos

La calle estaba practicamente desierta. Caminaba despacio con las manos metidas en los bolsillos del abrigo. Advertí­ que uno de ellos estaba un poco desgarrado y me hice un apunte mental para no meter en él cosas pequeñas. A veces por un agujero como este se pueden perder muchas cosas sin que uno se entere, pensé.

Alcé la vista y mis ojos se toparon con una silueta masculina. De pronto advertí­ que una especie de pañuelo de seda de un blanco impoluto se desprendí­a de la figura y caí­a al suelo. Apretando el paso, recogí­ el pañuelo para devolverselo a su dueño,


- `Perdona, creo que se te ha caí­do esto´.

- `Ah, otra más, no importa´ dijo con una voz queda. `Son mis ilusiones. Las voy perdiendo todas últimamente. Si quieres puedes quedartela a mi ya no me sirve´.

- `Pero tengo el bolsillo roto´, espeté mientras él me miraba con sus ojos grises y yo me ruborizaba un poco por la única respuesta que habí­a podido darle.

Sonrió y algunas nubes parecieron disiparse de sus ojos dejando entrever el azul de un cielo más despejado.

-`Las ilusiones no se pierden por los agujeros de los bolsillos si las tienes bién asidas al corazón. El mio ahora está roto y por eso no puedo evitar que todas caigan al suelo´

Su mirada se enturbió de nuevo y pude sentir el dolor que anidaba en él, pero antes de que me diese tiempo a decir nada le vi caminando de nuevo y otro pañuelo blanco se deslizó al verle cruzar la esquina.


borduria
09/04/2002

Lapi_0

Armarios llenos, adoquines negros (Locura)


Llueve como nunca hubiera creido que podrí­a hacerlo. La ciudad se ahoga y se pierde bajo millares de cortinas de agua. Las aceras están cuebiertas de ramas rotas y hojas muertas. Por el centro de la calle corre un rio que arrastra todo lo que encuetra a su paso. Una gran caja de madera se estrella bajo un carro. Un gato pardo es llevado por la corriente, parece dormido, ondula, se encoje, se estira de nuevo, con las patas estiradas y los ojos cerrados se desplaza de lado y se pierde de vista muy rápido.

La casa está en silencio, lo único que se mueve es el péndulo de bronce, sólo se oye su grave tic-tac, el ritmo que marca el reloj del tiempo muerto.

Mamá hace tiempo que no está aquí­, papá dijo que volverí­a, pero yo no le creo. La veo en todas partes, cosiendo, cocinando, cuidando del jardí­n con esmero, leyendo en el patio trasero, peinando a mi hermana muerta en silencio.
Hay nichos abiertos en la calle, agujeros que se abren y te engullen sin avisar. Hay carruajes que se llevan a personas que no vuelven. Hay caballos pesados que pisan fuerte, muy fuerte, y trituran huesos, y esparcen cerebros. Hay caballos que deberí­an estar muertos.

Los adoquines son frios, son duros, son de hielo negro. Quedó tendida en el charco de su vida. Pasó sola toda la noche, mirando sorprendida hacia el cielo negro, con los ojos muy abiertos, secándose en silencio, sin poder bajar los párpados para dormirse cuando se cansó de esperar.

Mamá no volverá, Julia tampoco, papá ha muerto aunque siga andando.

En esta casa hay recuerdos metidos en armarios olvidados, aramarios llenos de puertas que se abren inesperadamente cuando pasas a su lado y te vomitan risas con olor a polvo rancio y te escupen palabras que en un tiempo fueron amorosas pero que ahora han perdido su significado, y todo eso se prende de la ropa, como manchas de sangre roja espesa, y pesan, pesan los recuerdos y te hacen muy difí­cil seguir andando, te impiden dar un sólo paso. Son manchas, manchas en los dí­as, manchas en las horas vací­as.

Me falta el calor de las dos, el de padre no lo quiero por que es un calor sucio y húmedo. Él tambien está sólo pero no lo sabe, se mueve por la casa como un fantasma, pasa de habitación en habitación, se pierde por los pasillos infinitos, se esconde en los arcones vací­os. Cruza por delante mí­o pero no repara en mí­. Se desplaza dormido por este laberinto, de un lado a otro, sin parar ni un segundo, sin recordar nada, sin pensar, sin ver. Firma cruces en las mesas, moja una pluma roma en un tintero vacio, luego escribe invisibles secretos tras los cuadros caidos, lee en las cortinas la caligrafí­a de las flores marchitas, discute por teléfono con antiguos socios muertos, vende terrenos en el infierno a aquellos que están allí­ hace tiempo. Por la noche cae rendido en cualquier rincón y se desvanece hasta que una luz le roza, entonces el teatro continua. Dí­a tras dí­a la misma función, hora tras hora la misma canción.
No me ve, estamos solos el uno junto al otro.

El recuerdo es un demonio terco, se esconde en los armarios llenos yno podemos sacarlo de esta casa.




ivanovichcool
17/10/2003

09/04/2002



Kamarasa GregorioSamsa

Cita de: Lapi_0 en Julio 04, 2007, 03:13:29 PM

Tu cuerpo desmesurado y exigente

El mar delante, con lo que le hemos ido dando antes de nuestras miradas y tu cuerpo como una rutina bien pagada. Me hubiera sacado el tí­tulo de mirón de tus tetas porque hace escuela en la mirada, sobre todo cuando una vez descubiertas ya permiten confundir la saliva en tus pezones o mi palma en tu concha, repasando profundidades.

Te lo dije una vez, desnuda, tu cueva parece decir de donde salen las hadas, qué se sabe del camino para llegar hasta ellas. Tú advertiste, precisamente advertiste, es difí­cil hacerme el amor despacio por las ganas de poseerme, pero yo te contesté, eso se aprende y te pusiste abierta como un aspa tus brazos y tus piernas pregonando sin vergí¼enza soy toda tuya, ¿cuándo empiezas?

Tus pechos se me asemejan como dos cachorros puntiagudos, tu cintura una danza, una forma de darte la vuelta, tus caderas un enganche, un asidero de hombre y tu hueco un cuenco, una colina de densa negrura.

Ya no sigo, porque tenemos el mar delante y tu cuerpo me parece a la vez desmesurado y exigente.

errortotal
09/02/2003

Este es mi lapixerox.

Recojo este porque el autor es el inefable errortotal. Seguro que serás capaz de dar con aquel famoso texto en el que parió aquello de "enhebrar pezones".

Espeleólogo.

Lapi_0

Haremos un poder, que los tení­a muy buenos, sí­. Los escritos, eh?

Kamarasa GregorioSamsa


Lapi_0

 :D

Bueno, pensaba en pezones, enhebrados o sin enhebrar.

Kamarasa GregorioSamsa


Lapi_0

Tu cuerpo desmesurado y exigente

El mar delante, con lo que le hemos ido dando antes de nuestras miradas y tu cuerpo como una rutina bien pagada. Me hubiera sacado el tí­tulo de mirón de tus tetas porque hace escuela en la mirada, sobre todo cuando una vez descubiertas ya permiten confundir la saliva en tus pezones o mi palma en tu concha, repasando profundidades.

Te lo dije una vez, desnuda, tu cueva parece decir de donde salen las hadas, qué se sabe del camino para llegar hasta ellas. Tú advertiste, precisamente advertiste, es difí­cil hacerme el amor despacio por las ganas de poseerme, pero yo te contesté, eso se aprende y te pusiste abierta como un aspa tus brazos y tus piernas pregonando sin vergí¼enza soy toda tuya, ¿cuándo empiezas?

Tus pechos se me asemejan como dos cachorros puntiagudos, tu cintura una danza, una forma de darte la vuelta, tus caderas un enganche, un asidero de hombre y tu hueco un cuenco, una colina de densa negrura.

Ya no sigo, porque tenemos el mar delante y tu cuerpo me parece a la vez desmesurado y exigente.

errortotal
09/02/2003

Kamarasa GregorioSamsa


Lapi_0

Ej que el nuevo lo voy colgando arriba, para que no tengas que darle a la ruedecillas y el otro lo meto abajo.

Para que veas, eh, lo detalloso que es uno.

Kamarasa GregorioSamsa


Lapi_0


Barbie

Cita de: Friqui Puig en Julio 09, 2007, 10:52:59 AM
Cita de: Lapi_0 en Julio 04, 2007, 03:13:29 PM

Tu cuerpo desmesurado y exigente

El mar delante, con lo que le hemos ido dando antes de nuestras miradas y tu cuerpo como una rutina bien pagada. Me hubiera sacado el tí­tulo de mirón de tus tetas porque hace escuela en la mirada, sobre todo cuando una vez descubiertas ya permiten confundir la saliva en tus pezones o mi palma en tu concha, repasando profundidades.

Te lo dije una vez, desnuda, tu cueva parece decir de donde salen las hadas, qué se sabe del camino para llegar hasta ellas. Tú advertiste, precisamente advertiste, es difí­cil hacerme el amor despacio por las ganas de poseerme, pero yo te contesté, eso se aprende y te pusiste abierta como un aspa tus brazos y tus piernas pregonando sin vergí¼enza soy toda tuya, ¿cuándo empiezas?

Tus pechos se me asemejan como dos cachorros puntiagudos, tu cintura una danza, una forma de darte la vuelta, tus caderas un enganche, un asidero de hombre y tu hueco un cuenco, una colina de densa negrura.

Ya no sigo, porque tenemos el mar delante y tu cuerpo me parece a la vez desmesurado y exigente.

errortotal
09/02/2003

Este es mi lapixerox.

Recojo este porque el autor es el inefable errortotal. Seguro que serás capaz de dar con aquel famoso texto en el que parió aquello de "enhebrar pezones".

Espeleólogo.

Joder, es cierto, serí­a la hostia encontrarlo. Anda que no dio que hablar aquel texto de los pezones, creo recordar que  Deccar se tiró a por el pobre errortotal, a por los pezones y a por las gafas de enhebrar. La verdad es que molaban aquellas movidas. Me he acordado hasta de mis "revolcones" con Deccar al principio de nuestra relación amor-odio. Qué grandes éramos

Eh, viejo zorro ¿jugamos? :)

Lapi_0

No, por favor... ¡no quiero morir así­!

El sol brillaba con una intensidad inusitada el dí­a en que yo estaba destinado a morir. Me levanté de buen humor, como solí­a pasarme cada vez que el tiempo daba al otoño ilusiones de verano. Pero todo cambió a partir del momento en el que me puse el pijama a rayas que últimamente vení­a a ser como mi uniforme. Me dijeron que Mister Swanson querí­a verme y un aciago presentimiento me acechó.

Al entrar en su despacho, Swanson me dirigió una mirada pétrea, demasiado frí­a para pasarme desapercibida, a pesar de que él era el hombre más serio que yo habí­a conocido nunca. Improvisé una mueca que pretendí­a ser una sonrisa, pero no conseguí­ ablandar el semblante del que serí­a mi verdugo. - Spencer, tome asiento â€"me indicó.

Me senté y escudriñé sus ojos en busca de alguna pista que me ayudara a prever sus intenciones, pero su mirada era un auténtico jeroglí­fico. Así­ que mi imaginación voló por su cuenta, poniéndose en el peor de los casos.

- Verá, Spencer... â€"empezó a decir-. Sabe que últimamente hemos tenido problemas con Canetti. Muchos problemas. Soy consciente de que la responsabilidad no es sólo suya, Spencer, pero a nosotros no nos queda más remedio que tomar una decisión al respecto.

Todas mis sospechas se confirmaban. No podí­a creerme que aquello me estuviera pasando a mí­.

- Mí­ster Swanson, usted sabe que no es fácil meterse en la piel de Canetti. Creo que ambos merecemos otra oportunidad. Además...

- No se equivoque, Spencer. No le estoy pidiendo explicaciones. Ya hemos tomado una decisión.

- Pero, Mí­ster Swanson...

Comencé a protestar, pero me quedé mudo cuando vi cómo aquel hombre frí­o e imperturbable echaba mano al bolsillo interior de su chaqueta. Durante los escasos segundos en que tardó en sacar el afilado instrumento con el que pretendí­a matarme, toda mi vida pasó ante mis ojos y me sentí­ perdido.

- Firme esto â€"dijo, acercándome un papel y una pluma negra, que en ese momento me pareció el arma más diabólica inventada por el ser humano. No en vano me estaban obligando a firmar mi propia sentencia de muerte.

- No, por favor... ¡no quiero morir así­!

Quise llorar pero no pude. Supongo que, tras tantos dí­as enfermo, después de tanta tragedia, no me quedaban más lágrimas por derramar. Pensé unos segundos en lo que el papel que me aguardaba en aquella mesa de despacho significaba y tomé una decisión. Mi decisión.

- Claro, Mister Swanson. Cómo no. Firmaré y se librarán de mí­ para siempre. Pero no esperen que vuelva. Algún dí­a compraré esta maldita empresa y todos me suplicarán que no les eche a patadas. Se lo aseguro.
Estampé mi nombre en el maldito contrato por el que aceptaba que Canetti, mi personaje en la serie, morí­a tras una devastadora enfermedad. En el fondo sabí­a que aquella dimisión forzada derrumbarí­a por completo mi carrera profesional, pero el orgullo era lo único que aún podí­a salvar. Me levanté dignamente, con mi pijama a rayas todaví­a puesto, miré por última vez la cara impertérrita de Mister Swanson y salí­ del despacho con total solemnidad. Sin duda, habí­a hecho la mejor interpretación de mi vida.


andretxu
23/10/2003