Miguel Hernández

Iniciado por Glategoja, Mayo 22, 2007, 11:06:25 PM

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Glategoja

Esos hombres defensores de su pobreza y su pan
harán de la tierra, harán de España un huerto de flores

El huerto del mundo entero
será en España plantado
con roble, encina, granado,
alegrí­a y limonero

Huerto que he soñado ver,
y que no veré jamás
con estos ojos, detrás
de una luz de amanecer

¡Ay, qué temprano nací­,
ay, que cegué y qué temprano!
¡Nunca seré el hortelano
del huerto que apetecí­!

Donde no haya rí­o habrá
canales de agua y granito,
que están pidiendo en un grito
el Tajo y el Ebro ya.

Acueductos con estruendo
de carros y de animales
a la grupa de los cuales
vendrán los hombres riendo.

Rednuts

Cada fascista muerto es estiércol para abonar nuestros cultivos, o algo así­ escribió una vez el gachó. Esto irí­a muy bien en el hilo ese guerracivilista que se ha iniciado a raí­z de unas declaraciones de don José Marí­a, cogido en un aparte de su botellón vespertino.
Tú no tienes convicciones porque tú eres de Málaga

Fernández

"En el frente de Madrid tuve ocasión de conocer y tratar un campesino de sesenta años que luchaba como un muchacho junto a dos hijos suyos. El anciano vibraba en la lí­nea de fuego, pleno de una juventud que le comunicaba un entusiasmo, una alegrí­a y una pureza dignas de adolescente. El pelo blanco se le veí­a negro y la agilidad y la fortaleza de sus piernas producí­a envidia en muchos jóvenes combatientes. Siempre andaba con los dos hijos de un lado para otro, y los tres unidos aguardaban a pie firme las arremetidas feroces del fascismo por aquellos dí­as famosos de noviembre. Disparaban juntos, comí­an juntos, hací­an la guardia nocturna juntos, juntos leí­an las cartas de la esposa y madre... Reñí­an como chiquillos y cada uno de los tres velaba por la vida del otro, celoso y emocionado. Los peligros y adversidades de la guerra estrechaban con más fuerza aquellos lazos de sangre que los tení­a vinculados. Juan el padre, Antonio y Francisco los hijos, se llamaban.

Cayó Francisco para no volver a levantarse de la humedad de la tierra. Juan y Antonio sostuvieron el peso de su clara caí­da en la defensa del arado libre. Los dos campesinos lloraron corazón adentro, como sólo pueden llorar los hombres varoniles. El hoyo en que lo echaron con la maternidad insaciable de la tierra, cavado con sus uñas, fue sembrado de besos silenciosos. Sonaron sus fusiles a continuación, ante un crucifijo de dientes desesperados. Al otro dí­a de la muerte de Francisco recibieron y leyeron con las cabezas unidas esta carta de la esposa y madre, campesina lejana:

«Queridos hijos y esposo mí­os: hace siete dí­as que no sé nada de vosotros y no puedo hacer más porque la congoja no me dejará vivir. Quiero que me digáis cuándo se acaba la guerra, que sea pronto cuando no haya fascismo cizañero, que me encuentro deseosa de vuestra paz y la mí­a, que temo no va a venir nunca. Por el periódico sé los héroes que habéis salido de mi casa, pero yo estarí­a más contenta con teneros en ella, aunque no dejo de estar orgullosa. Me aburro tan sola y tan vieja y tengo ganas de remendar vuestra ropa, que no sé en qué emplear mi vida, mis manos y mis agujas sin vosotros, corazones mí­os. Para no apenarme tanto me empleo en coseros ropa nueva y para Francisco ya tengo hecho un camisón con tirilla y para Antonio unos calzoncillos de lienzo fino. Para ti, Juan, llevo a medio hacer una blusa de mucho revuelo y mientras la coso pienso que no te la voy a ver puesta nunca. El azadón y el majuelo os esperan llenos de orí­n y grama. El olivar no hay quien lo cave y a mí­ no hay quien me consuele de nuestra falta. La vecina Felisa ya va de luto. Todos los dí­as salimos juntas con otras madres a esperar carta y antiayer recibió la última y le decí­an que su hijo habí­a muerto. Yo estoy en el continuo sobresalto del temor de que algún dí­a llegue a mis ojos la misma noticia de uno de vosotros. Recuerdos de Quintí­n y demás vecinos. Sin más por hoy, muchos besos y abrazos de esta que os quiere, Isabel.»

Juan y Antonio siguen en la lucha juntos, silenciosos, enardecidos, y la mujer y el campo aguardan con los brazos enlutados y abiertos."

Miguel Hernández
Frente Sur, nº 17.
Otro dí­a perfecto.

Rufo

Miguel Hernández escribió estas Nanas de la cebolla en la cárcel, cuando apenas le quedaban unos meses de vida. ¿Alguien duda de que la poesí­a sea el lenguaje del alma?


NANAS DE LA CEBOLLA
.
  ( Dedicadas a su hijo, a raí­z de recibir una carta de su mujer,
en la que le decí­a que no comí­a más que pan y cebolla)
.
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus dí­as
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Rí­ete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
.
Alondra de mi casa,
rí­ete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Rí­ete tanto
que mi alma al oí­rte
bata el espacio.
.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
rí­ete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
.
Al octavo mes rí­es
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

Ictí­neo

Cita de: Glategoja en Mayo 22, 2007, 11:06:25 PM
....

Donde no haya rí­o habrá
canales de agua y granito
,
que están pidiendo en un grito
el Tajo y el Ebro ya.
...

Hay falta el Segura, AntiEspaña, Hijosdeputa... Agua para Murcia, Ya.