Quiero que el Gobierno se haga cargo de mi hija

Iniciado por Bic, Abril 25, 2007, 09:52:50 AM

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Lapi_0

Carlo, no es cuestión de interés, es cuestión de tiempo, dedicación y sentido común.

Es que interés se me queda corto y mercantil. A Lacerén le veo más acertado (bastante más).

Carlo

Que no pretendo llevar razón... sino aportar un punto de vista.

Los padres educan. La sociedad también. No en vano, por mucho tiempo que se dedique a los hijos, es mayor el tiempo que la sociedad les acompaña. Lacenaire, imposición de lí­mites es sinónimo de disciplina.

No obstante, observo un fenómeno curioso en las respuestas: la división de opiniones entre aquéllos que tienen hijos en edad adolescente, y los que aún no los tienen.

Lapi_0

En ese sentido, estoy en tierra de nadie, que aun solo tiene 11 años.

Carlo

Cita de: Lapi_0 en Abril 25, 2007, 06:28:38 PM
En ese sentido, estoy en tierra de nadie, que aun solo tiene 11 años.

Con esa edad son unos soles  ;)

Lapi_0


Lacenaire

Cita de: Carlo en Abril 25, 2007, 06:27:21 PM
Que no pretendo llevar razón... sino aportar un punto de vista.

Los padres educan. La sociedad también. No en vano, por mucho tiempo que se dedique a los hijos, es mayor el tiempo que la sociedad les acompaña. Lacenaire, imposición de lí­mites es sinónimo de disciplina.

No obstante, observo un fenómeno curioso en las respuestas: la división de opiniones entre aquéllos que tienen hijos en edad adolescente, y los que aún no los tienen.

Hombre , yo hijos no tengo por motivos obvios.

De todas formas hay que distinguir entre imposicion de limites y disciplina. La primera se refiere a lo que pueden o no pueden hacer y la segunda a lo que les pasara en el caso de desobedecer la primera. Se pueden imponer limites sin necesidad de recurrir a grandes castigos. A mi me parece mas importante la firmeza ( asegurarse de que cumpla el castigo , sea cual sea ) , siempre habiendo informado de antemano de las consecuencias , que la escalada punitiva. Que hay profesores y padres que tienden a la desmesura en este aspecto , muchas veces sin tan siquiera haber dicho al chaval que es lo que ha hecho mal y lo que le esperaba de desobedecer , y solo contribuyen a reforzar en el ninyo las nociones de arbitrariedad e inmoralidad.

Rufo

Yo tengo una de 12 y tengo que reconocer que efectivamente es un sol.

El de 6 lleva el mismo camino.

Iba a decir que he tenido suerte pero la verdad es que el 90% nos lo hemos currado mi señora y yo. Dejémosle al azar un despreciable 10 por ciento.
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

Glategoja

Alguien ya propuso algo sobre el tema en las primeras páginas, aunque luego nadie más haya seguido por ese camino. Y es que hay algo que se os pasa por alto a casi todos. Que las enfermedades existen, también aquellas que afectan a la conducta, y los niños no son ajenos a ellas precisamente, por mucho que se las suela pasar por alto.

Supongo que habréis oí­do hablar alguna vez de los niños hiperactivos. No, no me refiero a los niños coñazo, aunque éstos también lo sean en grado extremo. ¿Habéis conocido de cerca algún caso en particular? ¿No?, entonces no os haréis una idea de lo que es hasta que lo veais con vuestros propios ojos. No os voy a aburrir describiéndoos pormenorizadamente la sintomatologí­a de estas criaturas, si acaso os dire muy de pasada que se trata de un trastorno de la atención, siendo una de las principales caracterí­sticas de estos pacientes que están continuamente haciendo cosas, que no suelen terminar nunca, porque antes ya se les han ocurrido otras y así­ se pasan el dí­a, las semanas, los meses y los años. No lo pueden evitar, ni es fácil conducirlos. De hecho, es practicamente imposible. Fijaros, el primer caso que yo vi fue cuando aún era estudiante. Precisamente fue en mi primer dí­a de prácticas de pediatrí­a. Lo tí­pico, te sueltan en una consulta a solas, te dicen que llames al primer paciente de la lista, el que sea, y que intentes pasarle consulta, a ver cómo te desenvuelves. Al acabar le pasas el paciente al médico de verdad, y luego discutimos el caso. Pues bien, llamo al primer niño de la lista, acompañado por su madre, y se desata la tormenta. Al niño de 3 años lo traí­an porque un dí­a a su madre le entró un apretón, y no tuvo más remedio que irse al servicio cinco minutos. En ese tiempo el niño se hizo con las llaves de la puerta que estaban guardadas en un lugar muy alejado de su alcance. Abrió la puerta sin que se oyera nada, salió al rellano y se tiró por el hueco de la escalera abajo. La madre oyó que desde muy lejos un niño pedí­a socorro, socorro. La voz se parecí­a a la de su hijo. Salió corriendo con el culo al aire, lo buscó por todas las habitaciones, hasta que vio la puerta abierta, y se lo encontró colgando milagrosamente de uno de los peldaños de la escalera, a punto de terminar de caerse. Consiguió agarrarlo a tiempo. Esa no era la primera jugarreta, ni probablemente la número cien pese a su corta edad. Si bien fue la que ya les decidió por fin a poner el nano en manos de un médico, porque lo de ese demonio no era ya normal. Y, efectivamente, no lo era. Pero volvamos a la tormenta. En los escasos minutos que duró mi tentativa de entrevista, el vástago de Belcebú (o si no, bien lo pareciera) consiguió destrozar por completo la consulta ante mi incapacidad para evitarlo ni con la ayuda de su madre. Se ve que las batas blancas aún reducí­an más su escasa capacidad de atención. No dejó ni uno de los trastos que habí­a sobre mi mesa en ese lugar, puso la camilla patas arriba, se cargó un cristal del armario, un muñeco de micky mouse que tení­a pinta de haber soportado las travesuras de miles de infantes fue incapaz de superar tan dura prueba. Y, lo más trágico, por lo visto alguna enfermera de la planta acababa de comprarse un pajarito, y no se le ocurrió otra cosa que dejar la jaula esa mañana en la consulta, para luego llevárselo a su casa. No quedaron ni las plumas. Y, mientras intentaba salvarle la vida al pobre animal, el niño se comió la hoja de anamnesis donde antes intentaba escribir lo que su madre me contaba sobre su pequeño demonio de Tasmania, mientras yo procuraba contener la crisis de nervios que sentí­a a punto de estallar.

Imaginaros en la que me vi para explicarle a mi tutor cómo habí­a podido quedar la consulta en tal estado tras mis primeros cinco minutos de prácticas. Y cuando se lo tuve que explicar a la dueña del pajarito ya fue para morirse.

Normalmente, los padres con hijos así­, aún estando medicados, al final no tienen más remedio que poner barrotes en todas las ventanas, decorar la habitación del niño como en las celdas acolchadas de los psiquiátricos, y poner cerraduras en todas las puertas de la casa, donde deben dejar encerrados a los niños cada vez que se ven obligados a perderlos de vista siquiera cinco minutos, aunque sea para ir al servicio. Porque en caso contrario nunca saben lo que va a suceder.

Vamos, que no todo es culpa de los padres. Hay casos patológicos que nadie puede controlar. De hecho, el 25% de estos niños de mayores acaban siendo delincuentes. Finalizando sus dí­as en prisión, o muertos de forma violenta. Todo ello pese a llevar un tratamiento adecuado desde el punto de vista médico y psicológico, y tal y cual.

Rufo

Perdón por la autocita: página 1

Cita de: Rufo en Abril 25, 2007, 11:01:52 AM
Habrí­a que conocer bien el caso, pero así­, a simple vista, también serí­a menester una valoración psiquiátrica de la criatura.
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

Fernández

Cita de: Glategoja en Abril 25, 2007, 08:14:43 PMEn los escasos minutos que duró mi tentativa de entrevista, el vástago de Belcebú (o si no, bien lo pareciera) consiguió destrozar por completo la consulta ante mi incapacidad para evitarlo ni con la ayuda de su madre.

Parece un caso un tanto extremo, normalmente el Ritalin o el Adderall los pone un poco más manejables.
Otro dí­a perfecto.

Lacenaire

Cita de: Glategoja en Abril 25, 2007, 08:14:43 PM
Alguien ya propuso algo sobre el tema en las primeras páginas, aunque luego nadie más haya seguido por ese camino. Y es que hay algo que se os pasa por alto a casi todos. Que las enfermedades existen, también aquellas que afectan a la conducta, y los niños no son ajenos a ellas precisamente, por mucho que se las suela pasar por alto.

Supongo que habréis oí­do hablar alguna vez de los niños hiperactivos. No, no me refiero a los niños coñazo, aunque éstos también lo sean en grado extremo. ¿Habéis conocido de cerca algún caso en particular? ¿No?, entonces no os haréis una idea de lo que es hasta que lo veais con vuestros propios ojos. No os voy a aburrir describiéndoos pormenorizadamente la sintomatologí­a de estas criaturas, si acaso os dire muy de pasada que se trata de un trastorno de la atención, siendo una de las principales caracterí­sticas de estos pacientes que están continuamente haciendo cosas, que no suelen terminar nunca, porque antes ya se les han ocurrido otras y así­ se pasan el dí­a, las semanas, los meses y los años. No lo pueden evitar, ni es fácil conducirlos. De hecho, es practicamente imposible. Fijaros, el primer caso que yo vi fue cuando aún era estudiante. Precisamente fue en mi primer dí­a de prácticas de pediatrí­a. Lo tí­pico, te sueltan en una consulta a solas, te dicen que llames al primer paciente de la lista, el que sea, y que intentes pasarle consulta, a ver cómo te desenvuelves. Al acabar le pasas el paciente al médico de verdad, y luego discutimos el caso. Pues bien, llamo al primer niño de la lista, acompañado por su madre, y se desata la tormenta. Al niño de 3 años lo traí­an porque un dí­a a su madre le entró un apretón, y no tuvo más remedio que irse al servicio cinco minutos. En ese tiempo el niño se hizo con las llaves de la puerta que estaban guardadas en un lugar muy alejado de su alcance. Abrió la puerta sin que se oyera nada, salió al rellano y se tiró por el hueco de la escalera abajo. La madre oyó que desde muy lejos un niño pedí­a socorro, socorro. La voz se parecí­a a la de su hijo. Salió corriendo con el culo al aire, lo buscó por todas las habitaciones, hasta que vio la puerta abierta, y se lo encontró colgando milagrosamente de uno de los peldaños de la escalera, a punto de terminar de caerse. Consiguió agarrarlo a tiempo. Esa no era la primera jugarreta, ni probablemente la número cien pese a su corta edad. Si bien fue la que ya les decidió por fin a poner el nano en manos de un médico, porque lo de ese demonio no era ya normal. Y, efectivamente, no lo era. Pero volvamos a la tormenta. En los escasos minutos que duró mi tentativa de entrevista, el vástago de Belcebú (o si no, bien lo pareciera) consiguió destrozar por completo la consulta ante mi incapacidad para evitarlo ni con la ayuda de su madre. Se ve que las batas blancas aún reducí­an más su escasa capacidad de atención. No dejó ni uno de los trastos que habí­a sobre mi mesa en ese lugar, puso la camilla patas arriba, se cargó un cristal del armario, un muñeco de micky mouse que tení­a pinta de haber soportado las travesuras de miles de infantes fue incapaz de superar tan dura prueba. Y, lo más trágico, por lo visto alguna enfermera de la planta acababa de comprarse un pajarito, y no se le ocurrió otra cosa que dejar la jaula esa mañana en la consulta, para luego llevárselo a su casa. No quedaron ni las plumas. Y, mientras intentaba salvarle la vida al pobre animal, el niño se comió la hoja de anamnesis donde antes intentaba escribir lo que su madre me contaba sobre su pequeño demonio de Tasmania, mientras yo procuraba contener la crisis de nervios que sentí­a a punto de estallar.

Imaginaros en la que me vi para explicarle a mi tutor cómo habí­a podido quedar la consulta en tal estado tras mis primeros cinco minutos de prácticas. Y cuando se lo tuve que explicar a la dueña del pajarito ya fue para morirse.

Normalmente, los padres con hijos así­, aún estando medicados, al final no tienen más remedio que poner barrotes en todas las ventanas, decorar la habitación del niño como en las celdas acolchadas de los psiquiátricos, y poner cerraduras en todas las puertas de la casa, donde deben dejar encerrados a los niños cada vez que se ven obligados a perderlos de vista siquiera cinco minutos, aunque sea para ir al servicio. Porque en caso contrario nunca saben lo que va a suceder.

Vamos, que no todo es culpa de los padres. Hay casos patológicos que nadie puede controlar. De hecho, el 25% de estos niños de mayores acaban siendo delincuentes. Finalizando sus dí­as en prisión, o muertos de forma violenta. Todo ello pese a llevar un tratamiento adecuado desde el punto de vista médico y psicológico, y tal y cual.

Yo he tenido tres en mi clase aqui , con papeles ( es decir , que no se les dice hiperactivos por ser brasas ) y un Negativista-desafiante , que son infinitamente peores ( te lo juro por mi vieja ). Lo curioso es que normalmente se suele recomendar , junto a la terapia conductal y farmacologica , un regimen disciplinario especial en casa . Suelen ''dominar'' a los padres , quienes en un alto porcentaje reconocen haber dejado al buen tuntun al crio. Entre las medidas : mantener una normativa explicita y asegurarse de que el chaval sea consciente de ella para , cuando se hagan sentir las consecuencias , evitar excusas , protestas , chantajes , etc... tambien un criterio univoco por parte de los padres ( que los perciba como una unidad ) y sobre todo nunca , nunca saltarse el castigo prometido .

Los padres del negativista desafiante pasan como el culo . Reciben docenas de llamadas por parte del colegio y nunca se han personado para hablar con el tutor . Es mas , el chaval decia tener siempre suenyo porque ''su hermana pequenya no le dejaba dormir '' y traia las manos destrozadas al colegio ( aqui en invierno , con - 40 grados , si el chaval no lleva guantes se puede apreciar un cambio brusco y alarmante de color a partir de la munyeca , con las manos enrojecidas y agrietadas  hasta sangrar en determinados puntos como junturas de las falanges , nudillos , etc...) , lo cual no indica precisamente un alto grado de atencion paterna. Esto no viene al caso pero en una redaccion llamo al protagonista Mr.Sniffmore Crack . Cachondo es , al menos.

Los hiperactivos son absolutamente incontrolables. PJ ( uno de ellos ) no hace absolutamente nada. Pero nada , nada. Tenia yo que estar todo el dia junto a su pupitre para obligarle a copiar los enunciados de los ejercicios escritos en la pizarra ( cosa que casi nunca lograba ) y estar pendiente de el continuamente , lo que me ha ganado su antipatia. La unica manera de hacer que trabaje - porque no va a pasar a 7o curso ni jarto vino - es obligandole a quedarse en los recreos y permanecer a su lado cual cabra montesa , vas a hacer los deberes por mis santos cojones.Ahi si que funciona , no veas como aprende el jodio cuando le aprietas las tuercas. La unica vez que he visto a la madre ha sido limpiando la taquilla del chaval , que rebosaba mierda ( el suelo del pasillo estaba empapado de un jugo que salia de la misma) , y que pasaba , por lo demas , como el puto culo ( se conoce que el colegio le dio un toque en plan , '' limpie usted si no quiere obligar a su hijo a hacerlo '') . A mi mi senyora madre me calaba los guantes y me hacia limpiarlo a golpe de colleja.

Y lo mejor es lo de la chica ( hiperactiva ) . Sus padres estan divorciados y reconocen con condescendencia que , cuando la madre le obliga a hacer los deberes , se va a casa de su padre ''para estar mas comoda '' , donde el susodicho le deja estar a sus anchas. Otra que no pasa a 7o.

NubeBlanca

Éstos, afortunadamente, conocen el cannabis entre los 13 y los 15 y se quedan mucho más suaves.

Glategoja

Cita de: Rufo en Abril 25, 2007, 08:29:15 PM
Perdón por la autocita: página 1

Cita de: Rufo en Abril 25, 2007, 11:01:52 AM
Habrí­a que conocer bien el caso, pero así­, a simple vista, también serí­a menester una valoración psiquiátrica de la criatura.

Ya hablaba de alguien por las primeras páginas, jejejejeje.