Vila-Matas habla de su tierra

Iniciado por el de la 13, Marzo 26, 2007, 04:35:21 PM

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Casio

Pero pasa lo mismo en pintura y otras "bellas artes".
Es inconcebible ahora mismo que un pintor alcance cotizaciones de precios internacionales si no pertenece a determinadas ganaderias, ejem  galerias, a determinados marchates,  que a su vez tienen intereses cruzados con medios especializados y expositores. En definitiva, el mito del artista independiente que se abre paso por su propia valí­a es eso, un mito cultural de occidente. Eso sí­, da un barniz idealizado a lo que no es sino, en una gran parte , efecto de mercado.   

popotez

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Yo no hablarí­a de mafias, porque eso no serí­a exacto; pero lo cierto es que Prisa controla una de las editoriales más importantes de este paí­s, desde la cual se lanzan las figuras literarias del "momento", que además luego pasan a ocupar columnas de opinión.
Como Gabriel Albiac
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Como ya ha dicho algún que otro escritor, quien no sale en El Paí­s no cuenta...
Como Gabriel Albiac

CitarPero éste es un tema demasiado escabroso... 
Como Gabriel Albiac


Dentro de un año estaremos mejor

45rpm

Cita de: Némesis en Marzo 26, 2007, 06:02:26 PM
"tres porrazos al picaporte"

Qué suerte, un piso por planta, el cachondeo era llamar al tercero tercera, tres golpes fuertes y tres flojitos. Pero lo de la llave es muy cutre... en mi barrio habí­a un preciso sistema de cuerdecita que a través del hueco de la escalera levantaba la aldaba que mantení­a cerrada la puerta...

y tan cutre. No veas la felicidad de los holandeses cuando descubrieron que esa escena cerrajera de la edad de bronce la protagonizaba un sujeto con la fotogenia de los neanderthales. "Además salió manso, mirad como no mordí­a", debió vacilar la nena ante sus compis cuando de vuelta a antwerpeen mostró la foto del safari peatonal.

Scardanelli

En "Babelia" es frecuente, por no decir imprescindible, que la reseña -favorable- de un libro escrito por un amigo de la casa la haga a su vez un amigo del autor.

(¿Vila-Matas hablará igual que escribe sus artí­culos, tirando de cita culta?)
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

NubeBlanca

Todos los "mundos pequeños" son lo puto peor. Mirad la NASA, joder.

Bic

Cita de: Scardanelli en Marzo 27, 2007, 03:08:01 AM
(¿Vila-Matas hablará igual que escribe sus artí­culos, tirando de cita culta?)

El otro dí­a le pregunté por Vila-Matas a mi hermano (el que escribe, publica revistas y cosas así­), y me comentó que habí­a coincidido con él en un bar, marcadamente bebido (Vila-Matas, no mi hermano). Por lo que me contó, tuvieron una conversación bastante desagradable, ya que Vila-Matas estaba de un humor pésimo, y por poco acaban partiéndose la cara, mejor no explico por qué. Eso sí­: aun borracho y cabreado, Vila-Matas se las arregló para dejar caer unos cuantos comentarios inteligentes. Mi hermano se quedó con la idea de que es un tí­o brillante pero antipático, aunque supone que cuando está de buen humor gana en simpatí­a, y un dí­a malo lo tiene todo el mundo.

P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

Pornosawez

Cita de: el de la 13 en Marzo 26, 2007, 05:29:54 PM
Cita de: popotez en Marzo 26, 2007, 04:56:34 PM
Pues en su tierra, por decir más concretamente en la parte de su tierra que es su puesto de trabajo, sus compañeros de trabajo firmaron un manifiesto contrario a la depuración de un compañero de trabajo que osó criticar un libro de Alfaguara, y su firma no estaba.

He encontrado otra entrevista. No dice nada de Echevarria, y la critica la interpreto mas en la linea que a él han tardado algunos años en sobarle el lomo en el Pais.

AT - Su empatí­a literaria se produce en México, mientras que en España se le cerraron los espacios y su literatura ni siquiera gustaba.

Enrique Vila-Matas - El canon español forma parte de las mafias literarias instaladas hace años. Ya ha quedado y fijado con unos nombres muy concretos, que no responden a la realidad de cómo se ve en México a la literatura española y no responde tampoco a como los franceses la valoran, que tampoco corresponde para nada con el canon español. Lo que ocurre es que España está muy aferrada al realismo literario y como en la tradición española se valora sobre esto, por lo tanto yo tengo una libertad creativa mas propia de escritores hispanoamericanos que españoles. Yo me identifico más con la libertad de creación, no solo de narrativa en Hispanoamérica sino sobre todo de la poesí­a, aunque yo no escriba poesí­a.

AT - Además de la asentada tradición realista de la literatura española, esto tendrá algo que ver con las camarillas literarias.

EV - Hay momentos en que se instalan con gran facilidad por historias de poder, bastarí­a ver quien dirigí­a hace doce años el suplemento de Babelia en El Paí­s, para ver como a la sombra se instalaron todos los que ahora están instalados. Esto es lo que hace que haya académicos, escritores prestigiosos que ya no escriben, en fin… todo esto. Pero para superar eso está muy bien el extranjero, el propio Pérez Reverte, por ejemplo, un autor que hace nueve años El Paí­s lo situaba como un escritor ya no digamos de segunda fila sino de séptima. Yo no sabí­a de él más que su nombre, entonces me impresionó mucho que en la librerí­a de la Plaza de Coyoacán habí­a al menos cien Tablas Flandes. Independientemente de si escribe o no escribe bien, que esta es una polémica para otra ocasión, lo cierto es que en México, como después ocurrirí­a en el resto del mundo, tení­a lectores. Es decir, que si no llega a ser por el extranjero Pérez Reverte no tendrí­a lectores en España, porque la critica lo habrí­a machacado por dedicarse a escribir novelas tipo Alejandro Dumas. Ahora, como en el New York Times dicen que es un buen escritor, entonces ya nadie se atreve a ponerlo en duda. Y hay que reconocer, para entender esto, que el no entraba en ninguna mafia del momento. Pero bueno, siempre el que escribe bien se abre camino gracias al extranjero, a vosotros.

A veces las mafias se defienden diciendo que se convierten en mafia porque todos son muy buenos escritores y necesitan salir a flote, es una gran respuesta, mafiosa por otra parte.



Todo eso lo lleva diciendo Garcí­a-Viñó años. Por otra parte lo del realismo barojiano - adjetivemos - es totalmente cierto. Aquí­ si no se hací­an descripciones de más de doce palabras del salpullido de un burro - más Cela - no se era buen escrito. Reverte, que es el extremo opuesto, fue ninguneado principalmente por eso.

Y el Diccionario de Adioses de Albiac es mejor que todos los libros de Bernando Atxaga de acordeonistas depresivos que pintan árboles.
"España es el paí­s donde más fácilmente se puede hacer uno rico"

Carlos Solchaga

Ictí­neo

Cita de: Caverní­colez en Marzo 27, 2007, 10:01:24 AM
...
Y el Diccionario de Adioses de Albiac es mejor que todos los libros de Bernando Atxaga de acordeonistas depresivos que pintan árboles.

Ese tí­tulo hace llorar al niño jesús.









Es como la promesa de "un estilete atravesará en el segundo párrafo tu paciencia estética".

Ictí­neo

Lo que sigue es un fragmento de la voz ‘Terror(ismo)’ del Diccionario de adioses, el nuevo libro de Gabriel Albiac, que acaba de publicar Seix Barral. “Mi tramo de siglo fue imperdonable â€"escribe el autorâ€". Ahora me he quedado sin lengua: sin las claras mitologí­as que mienten una lengua al hombre. Y este Diccionario de adioses no es siquiera testamento. No podrí­a testar nada. Ninguna certeza tengo que transmitir. A nadie”. 

ME CAGO EN SU PUTA MADRE... PASO DE SEGUIR LEYENDO

Modernidad del terror

Terrorismo no es un vocablo intemporal. Menos aún, la expresión de un fenómeno ligado a especí­ficos acontecimientos del siglo XX. Fijar su irrupción y decurso es, así­ sucede con todo vocablo, entenderlo. Sólo.

Es, la suya, una irrupción fechada. En el diccionario. Francés.

Debates de la Convention, a lo largo de un año, entre 1793 y 1794. Irrumpe allí­, en dos variantes léxicas ligadas: terror y terrorismo. Cristaliza en dos oleadas. La primera (5 de septiembre de 1793) fija la voz; la segunda (10 de junio de 1794, o 22 Prairial del año II, si se prefiere) connota el corpus metafí­sico sobre el cual erige su sentido. Es el perí­odo cuyo retrato esbozará Victor Hugo medio siglo más tarde: "En esa tribuna, la guillotina tuvo su creador, Marat, y la inquisición el suyo, Montalembert. Terrorismo en nombre de la salvación pública, terrorismo en nombre de Roma, hiel en ambas bocas, angustia en el auditorio".

5 de septiembre de 1793, pues. El puerto de Toulon acaba de ser rendido a las fuerzas contrarrevolucionarias. Parí­s vive bajo la paranoia (pero una paranoia no tiene por qué ser ajena a realidad) del complot aristocrático en cada recodo del paí­s en llamas. Urge promulgar una legislación de guerra. Sólo que... Sólo que a una guerra de nuevo tipo, a esta guerra revolucionaria que ha reinventado la estructura del ejército y la entidad misma de lo bélico, no puede sino corresponderle una ley marcial de corte estrictamente inédito. Si la guerra revolucionaria, al integrar a la entera ciudadaní­a en un ejército reinventado como máquina de identificación nacional, inauguró eso que Clausewitz llamará guerra moderna, la guerra sin lí­nea de frente y retaguardia distinguibles, la ley marcial revolucionaria no podrá calcarse sobre la plantilla de las legalidades conocidas: porque su función, antes aún que la victoria en el terreno, no puede sino ser la de extender ese imperio de la identidad nacional por encima de cualesquiera convenciones acerca de lo público y lo privado. La ley de guerra busca sólo construir subjetividad revolucionaria: a eso llaman terror sus inventores. Un terror que, como norma de legalidad revolucionaria, debe ser siempre situado en el absoluto: un absoluto desde el cual sólo toda conciencia individual es identificada. El terror, como ley de marcial de la revolución, dibuja el horizonte de una universal guerra civil que regirá el próximo siglo y medio sobre Europa.

5 de septiembre de 1793. Convención Nacional. Proposición de ley jacobina para ejercer justicia sumaria contra los enemigos en armas que asedian a la Francia revolucionaria. Ley de guerra:

"Hora es de que la igualdad pasee sus hoces sobre todas las cabezas. Hora es de aterrar a todos los conspiradores. Pues bien, legisladores, poned el terror en el orden del dí­a".

Placez la terreur í  l'ordre du jour. Poned el terror en el orden del dí­a. Ninguna otra cosa ocupará a los revolucionarios a lo largo de esos nueve meses de guerra civil que prefiguran los dos siglos que vienen. La tesis de Gusdorf es exacta. Sí­, el terror ha estado, desde el inicio, ligado al desencadenamiento y destino de la revolución. 1793 y 1794 marcan sólo â€"pero esa marca, esa cursiva enfática, es esencial para el futuro de los siglos por venirâ€" su propia tipificación legal. Y el terror â€"Gusdorf escribe el Terror, con sustantiva mayúsculaâ€" "aparece a quienes lo han vivido, y a quienes lo estudian, como la apoteosis de esa epopeya moderna que es la Revolución francesa, sí­, pero también como su desenlace fatal" y el inicio de su crepúsculo. Es la industrialización de la muerte: la modernidad, al fin consumada.

Sin terror no hay revolución. Sin producción masiva de mercancí­a muerte (o producción masiva, al menos, de la capacidad y disposición de producirla) no hay terror. Ni historia. En la edad moderna, el terror â€"tanto como la convenida lucha de clasesâ€" es motor de la historia.

La respuesta a la pregunta de si la revolución hubiera sido posible sin el terror es no: la revolución, sin el terror, no habrí­a sido. El terror es la polí­tica revolucionaria; su rito. Como bien supieron siempre los seguidores de Robespierre, para quienes el término es sencillamente sinónimo corto de Gobierno Revolucionario.

El terror institucional es condición de perseverancia de la revolución. De toda. De ahí­ el sinsentido de querer una sin el otro.

Ha nacido del desajuste entre el deber ser y el ser de la nación revolucionaria: a falta de una espontánea mutación de las subjetividades, se hace preciso recurrir a un procedimiento constrictivo que reduzca, desde lo institucional, las reticencias, e incluso retrocesos, de un sector social enquistado en el viejo mundo. Y el terror perdurará mientras la inacabada retórica de la revolución resuene: algo más de dos siglos. Con signos diferentes, y aun contrapuestos, es el sello de la modernidad en polí­tica; el paradigma sobre cuyo armazón formal se alza el Estado que sigue al derrumbamiento del Ancien Régime. El terror da, así­, automatismo institucional a una necesidad mucho más vieja: la de dominar también a aquel cuya voluntad no es susceptible de concordancia con la mí­a.

No se puede querer la revolución sin el terror (tampoco la contrarrevolución). Es la lección de los cinco años que inventaron al hombre moderno: los que van de 1789 a 1794. No se puede querer ese identificador nacional al cual la era moderna llama Estado sin querer terror. La invención del nuevo sujeto polí­tico es definida por un marco irrebasable: entre angelismo y bestialidad.

En 1795, Garat, que fue constituyente primero, ministro de justicia en 1792 y ministro del interior en 1793, en pleno Gran Terror, dará cuenta fiel de aquel vértigo confuso:

"Asombraremos a los siglos venideros por los horrores que entre nosotros fueron cometidos; los asombraremos también por nuestras virtudes. Lo que será eternamente incomprensible, para aquellos que no hayan observado el espí­ritu humano, es el contraste inaudito entre nuestros principios y nuestras locuras. Con menos virtudes y mejor lógica, habrí­amos evitado casi todos los crí­menes y todos los desastres. Fue casi siempre lo absurdo lo que nos llevó a lo horrible".

Lo absurdo. 1793. Chaumette, interpelando a la Convención: "El enemigo quiere matar de hambre al pueblo para que cambie su soberaní­a por un trozo de pan... ¡No haya cuartel! ¡No haya misericordia para los traidores! Si no les tomamos la delantera, nos la tomarán ellos; tracemos entre ellos y nosotros la barrera de la eternidad". La Convención estalla en aplausos. La barrera de la eternidad, la de la muerte, ha sido alzada como una infranqueable cuadrí­cula, en torno a cuyo trazo ninguno quedará vivo. "¡Seamos forajidos por la vida del pueblo!", exige Drouet. Muramos como tales. Lo horrible.

Muramos.

Septiembre de 1793 fija la voz, decí­a. Entre bandidaje (soyons brigands) y eternidad, religión del absoluto (la barrií¨re de l'éternité), el énfasis hors-la-loi de la apuesta terrorista marca el vértice épico de la revolución; de toda. Ningún revolucionario de mi generación ha escapado, en el último tercio del siglo XX, a la seducción de ese vivir en el lí­mite; ninguno en ningún tiempo; desde que revolucionario existe. El terrorismo sella el paso del derecho al absoluto, que es coesencial a la intuición revolucionaria.

Lo formularé en una primera tesis: el terrorismo es la forma especí­ficamente ilustrada del monoteí­smo; transcripción polí­tica que, donde Dios, pone Estado. Comte consagrará esa conjugación inseparable entre terror y Estado, en términos que no pueden sino juzgarse elogiosos: "El orden material exige, con toda necesidad, o el uso del terror o el recurso a la corrupción".

Razón y Terror pasan, a partir de ahí­, a constituirse en coordenadas de la nueva religión del absoluto en que ha venido a constituirse la revolución, como suplencia de los viejos monoteí­smos caducados. "La fuerza del pueblo y la razón son la misma cosa", proclamará Héraut de Séchelles, fijando un horizonte que no deja espacio judicial ya a más pena que la sentencia de muerte: esa higiénica depuración de lo monstruoso, de lo irracional más aún que de lo perverso. "Me he atrincherado en la ciudadela de la razón; saldré con el cañón de la verdad para pulverizar a todos mis enemigos", anuncia, el 1de abril de 1793, un Danton que, antes de ser desechado él mismo por la máquina revolucionaria, exalta, inconsciente y firme, los fundamentos últimos del terror: "Cuando un naví­o está por naufragar, la tripulación arroja al mar todo cuanto lo expone a perecer. De igual modo, todo cuanto pueda dañar a la Nación debe ser borrado de su seno".

Terror es, histórica y lexicográficamente hablando, sinónimo de Gobierno Revolucionario. Es, en rigor, la doctrina anticipada por el discurso de Robespierre del 5 nivoso del año II (25 de diciembre de 1793):

"... Los defensores de la República adoptan la máxima de César; creen que nada se ha hecho mientras algo queda por hacer...
"La teorí­a del Gobierno revolucionario es tan nueva cuanto la Revolución que ha traí­do... Esta expresión [Gobierno revolucionario] no es para la aristocracia más que un motivo de terror o un texto de calumnia; para los tiranos, un escándalo sólo; para muchas gentes, nada más que un enigma...
"La finalidad del gobierno es dirigir las fuerzas morales y fí­sicas de la nación hacia la finalidad de su institución.
"La Revolución es la guerra de la libertad contra sus enemigos: la Constitución es el régimen de la libertad victoriosa y apacible.
"El Gobierno revolucionario precisa de una actividad extraordinaria, precisamente porque está en guerra... El gobierno constitucional se ocupa principalmente de la libertad civil...
"El gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la protección nacional; a los enemigos del pueblo, no les debe más que la muerte...
"El gobierno revolucionario... está apoyado sobre la más santa de todas las leyes, la salvación [salut] del pueblo; sobre el más irrefutable de los tí­tulos: la necesidad".

Sobre esa sinonimia, que hace del terror la forma especí­ficamente democrático-ilustrada del Estado virtuoso, se estructura la bien ponderada propuesta de Robespierre en febrero de 1794, conforme a la cual "si el resorte del gobierno popular en la paz es la virtud, el resorte del gobierno popular en revolución es, simultáneamente, la virtud y el terror: la virtud, sin la cual el terror es funesto; el terror, sin el cual la virtud es impotente".

Conjugados en una estrategia racionalmente planificada, terror y virtud no son sino perspectivas desde las cuales dar constancia de un único sujeto polí­tico: el Estado revolucionario, el Estado burgués, el Estado moderno, el Estado democrático en su más moralizadora severidad, puesto que "el terror no es otra cosa que la justicia pronta, severa, inflexible; y, por tanto, una emanación de la virtud". La virtud misma, racionalmente desplegada al servicio de la especie humana. De ahí­, pues, que el terror sea "menos un principio particular que una consecuencia del principio general de la democracia aplicada a las más urgentes necesidades de la patria".

El terror es la democracia. Cuando democracia es aún epopeya. El momento épico de la democracia.

Y la épica, y la epopeya, mienten. Siempre. Bajo el destello de la guillotina como en la fulguración de las espadas. "Se ha dicho que el terror era el resorte del gobierno despótico. ¿Se asemeja, pues, el vuestro al del despotismo? Sí­. Como la espada que brilla en la mano de los héroes se asemeja a aquella con la cual van armados los satélites de la tiraní­a".

Dos racionalidades mutuamente excluyentes se confrontan sobre el teatro de la historia emergente. No dejando lugar a componendas. En esta irrebasable lógica de guerra, se aniquila o se es aniquilado. Todo lugar para el lamento sobra; es el canon a pagar por la aurora del nuevo mundo. Puede tacharse a Robespierre de cualquier cosa, menos de ambigí¼edad en su formulación. "Que el déspota gobierne por el terror a sus sujetos embrutecidos; tiene razón como déspota. Domad por el terror a los enemigos de la libertad, y tendréis razón como fundadores de la república".

El terrorista no es un mí­stico de la revolución. Es su asceta. Aquel que cuida de que el relámpago no preserve al crimen; aquel que vela para hacer caer su llama sobre las altas testuces arrogantes; aquel que sabe que revolucionar es depurar, purificar. Ante todo. Y "el gobierno de la Revolución es el despotismo de la libertad contra la tiraní­a".

El terror es, así­, esencialmente, una apuesta administrativa. Administrar, sin desfallecimiento, la virtud; a eso restringe su árida entrega terrorista el revolucionario. Y a la constancia inconmovible de que, en esa administración incorruptible, "no les es debida protección social más que a los ciudadanos pací­ficos; y no hay más ciudadanos en una República que los republicanos".

O terror o corrupción.

Y la cabeza del Incorruptible rueda en la guillotina.

Wolfe

Cita de: Vila-Matas
En lo que respecta a Madrid, hoy dia la siento mas lejana. Es el contrario de Barcelona: no ha cambiado para nada, aun recuerda a la Madrid franquista. El paisaje urbano es -lo digo a sabiendas que estoy exagerando- fascista.

No sólo habla de su tierra, habla también de la de los otros. Debe hacer bastante tiempo que este tipo no se pasa por Madrid, me temo.

Puestos a citar catalanes hablando de Madrid, yo me quedo con Sabino Méndez, el letrista del Loquillo de los viejos tiempos, y además en El Paí­s:

Cita de: Sabino
Prefiero que mi hijo crezca en el desorden y apertura de Madrid que en un mundo de realidades oficiales irreales como el de Barcelona.

Bic

Cita de: Sabino
Prefiero que mi hijo crezca en el desorden y apertura de Madrid que en un mundo de realidades oficiales irreales como el de Barcelona.

Yo no es por nada, pero me da que de "realidades oficiales irreales" (aunque diferentes) Madrid también anda bien servida...

P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

belzebu

#26
Hum, si dice que Barcelona "aún recuerda a la Madrid franquista", supongo que es Barcelona la que tiene un paisaje urbano fascista.

Es lo que entiendo en el plano semántico, aunque en el sintáctico "El paisaje urbano es..." concuerda con "En lo que respecta a Madrid...". En todo caso, es una concatenación de frases bastante ambigua y pésima para un escritor prelogsiano.

Rectifico: concuerda también con "Es lo contrario que Barcelona...". Faltarí­a un punto y coma antes de "el paisaje urbano" para saber a qué ciudad se refiere.

el de la 13

Cita de: California en Marzo 26, 2007, 07:48:20 PM
Cita de: el de la 13 en Marzo 26, 2007, 06:59:39 PM
Cita de: el de la 13 en Marzo 26, 2007, 05:29:54 PM
Cita de: popotez en Marzo 26, 2007, 04:56:34 PM
Pues en su tierra, por decir más concretamente en la parte de su tierra que es su puesto de trabajo, sus compañeros de trabajo firmaron un manifiesto contrario a la depuración de un compañero de trabajo que osó criticar un libro de Alfaguara, y su firma no estaba.

He encontrado otra entrevista. No dice nada de Echevarria, y la critica la interpreto mas en la linea que a él han tardado algunos años en sobarle el lomo en el Pais.



He encontrado mas tela.

(...)En cuanto a Bolaño no sabí­a que hubiera dicho eso. Sé que él, con un indudable gusto literario, hablaba muy bien de Suicidios ejemplares, un libro que en Italia, la semana pasada, ha recibido unas crí­ticas buení­simas en las que se llega a hablar de genialidad. Y yo me pregunto por qué, cuando en España, hace ya doce años o más, apareció el libro, sólo Ignacio Echevarrí­a, Masoliver Ródenas y Mercedes Monmany, tres crí­ticos, avisaron de la calidad del libro. ¿Y los otros crí­ticos dónde estaban? Pues leyendo a Gándara, Llamazares y Muñoz Molina, poniendo los cimientos de una literatura de la repetición.


Pues encuentro que tiene bastante sentido lo que dice, el de la 13, al menos lo que se refiere a sus juicios literarios; lo de las ciudades me la suda un poco...

Y este último párrafo es bastante cierto. Recuerdo perfectamente la plasta que se dio desde El Paí­s con Gándara y Llamazares... ¿Y dónde están ahora? Gándara creo que se dedica a la literatura infantil, que es la que da de comer... y ¿Llamazares? Ni puta idea, tal vez quedó sepultado bajo las aguas, como su pueblo de León.

Esto, California, iba en la linea de lo que apuntaba Popota. Cuando le dieron una patada a Echevarria, (eso es, a uno de los pocos tios que dijeron que lo suyo valia la pena) por poner en su sitio una mierda de Atxaga publicada por Alfaguara, por lo que dice Popota, parece que él ni siquiera firmo el manifiesto de solidaridad.

Y que estí  muy bien piar contra las mafias literarias del Pais, pero por tu madre, no te vendas por ser "uno de ellos".

Sus voy a hacer una pubricidad mala.

Wolfe

Cita de: Bic Cristal en Marzo 27, 2007, 10:20:33 AM
Cita de: Sabino
Prefiero que mi hijo crezca en el desorden y apertura de Madrid que en un mundo de realidades oficiales irreales como el de Barcelona.

Yo no es por nada, pero me da que de "realidades oficiales irreales" (aunque diferentes) Madrid también anda bien servida...

P & L

No voy a negar que los polí­ticos madrileñazos también intentan imponer "realidades oficiales", como todos. La diferencia está en las tragaderas del receptor. Aquí­ si discrepas de la versión oficial no te conviertes automáticamente en un "mal madrileño" o incluso en un "no madrileño", pese a que te llames Mariano Madroño Oso y tu familia lleve viviendo 5 generaciones seguidas en Chamberí­ o Lavapies.

el de la 13

Cita de: bocanegra en Marzo 27, 2007, 10:23:25 AM
Hum, si dice que Barcelona "aún recuerda a la Madrid franquista", supongo que es Barcelona la que tiene un paisaje urbano fascista.

Es lo que entiendo en el plano semántico, aunque en el sintáctico "El paisaje urbano es..." concuerda con "En lo que respecta a Madrid...". En todo caso, es una concatenación de frases bastante ambigua y pésima para un escritor prelogsiano.

Rectifico: concuerda también con "Es lo contrario que Barcelona...". Faltarí­a un punto y coma antes de "el paisaje urbano" para saber a qué ciudad se refiere.

Ya dije que la traduccion es mia, Boccanigra. Y hecha asi escondiendome en la oficina. Puede faltar todo. Te pongo el original. Es el paisaje urbano de Madrid el que recuerda a si mismo 40 años atras.

Barcellona í¨ di moda in Europa, ma non í¨ pií¹ europea come prima. Il nazionalismo, in questo senso, í¨ stato catastrofico. La cittí  í¨ diventata provinciale e meno aperta al mondo. Uno dei temi pií¹ dibattuti dai politici nazionalisti catalani í¨ se dobbiamo avere una nostra squadra nazionale di hockey su pattini. íˆ sempre pií¹ malvisto non essere nazionalisti. Câ€™í¨ perfino chi si sorprende se qualcuno ha preoccupazioni diverse. D’altro canto, essere di moda in Europa ha provocato una brutale invasione di turisti, trasformando la mia cittí  in una specie di Firenze. Quando esco per strada, passo la giornata ad aiutare turisti con le loro mappe. Quanto a Madrid, la sento ogni giorno pií¹ lontana. íˆ il contrario di Barcellona: non í¨ cambiata per niente, continua a ricordare la Madrid franchista. Il paesaggio urbano í¨ - lo dico pur sapendo di esagerare - fascista.
Sus voy a hacer una pubricidad mala.