Hilo para escritos de asfalto.

Iniciado por malika, Febrero 09, 2007, 07:59:05 PM

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malika

Caminaba despacio por las calles. Sólo se oí­an mis pasos. La ciudad estaba abrigada por una densa niebla. Mi cuerpo iba recogiendo la luz y amortiguándola desde los espejos deslucidos. Parecí­a que la niebla habí­a sido convocada para transfigurar Madrid en estampa poética; pero no, no era la niebla. Era el molino lento de los siglos que muele una fina ceniza y va difuminándola en el aire. No era la niebla la que iba alzando velos desprendidos de aguas muertas, la que reducí­a a sombras coloreadas de rojos, naranjas y amarillos. Era la luz innecesaria que se habí­a ido porque no tení­a nada que hacer, cargando con los dí­as abiertos para que vivieran las cosas muertas de Madrid. Para que Madrid me entrara y se difundiera por los laberintos del alma.



Bambi

#1
¡Oh! Madrid, penétrame, fluye como un torrente por los recovecos de mi alma, pensaba. Hasta tal punto, que de imaginarme a la ciudad correrme por las venas, cerré los ojos por un instante, un segundo mágico, un lapso de tiempo, lo necesario para darme con toda la rótula en uno de los pivotes de hierro que ponen en las aceras para que no suban los coches. Con la pierna inmovilizada, fui al suelo profiriendo juramentos. Se me caí­an las lágrimas de puro dolor puro. Tardé un rato en incorporarme. Cojeando, seguí­ el camino hasta mi casa. La rodilla me estaba matando. Vi que, en la puerta de una casa, estaban los periódicos del dí­a. Me dije, resarciré mi dolor cogiéndomelos para mi. Satisfecho por mi venganza contra los elementos, seguí­ andando entre la niebla, molino lento de los siglos que muele una fina ceniza y va difuminándola en el aire, cuando escuché unos pasos detrás de mi. Tun, tun, tun, cada vez sonaban más fuerte y más cerca. De pronto, como apartando la bruma con las manos, apareció un sujeto calvo con un mono azul gritando, textualmente, "de que roba diarios" y me golpeó con un grifo en la cabeza. Desde el suelo, mientras empezaba a notar el sabor salado de la sangre en la boca, me pregunté por el origen de ese grifo. ¿Lo estarí­a arreglando el portero cuando me vio robar los periódicos? ¿Repararí­a un dí­a en sus cualidades para partir caras y lo guardó con esa finalidad? Las dudas se fueron, como la niebla, a medida que recobré el sentido y escupí­ algunas piezas dentales con su trozo de encí­a correspondiente adherido. Brotaba sangre negra de mis fosas, pero mis pensamientos pronto abandonaron ese lugar. Graciosamente, algo bailaba a mi alrededor. Simpático, danzarí­n, qué serí­a aquella cosa de duendes. Pronto lo supe: era un trozo de mi cara colgando.


malika

#2
Escuchó alboroto proveniente de la calle. Abrió la ventana y mirando hacia el suelo vio como un hombre, en la acera, se retorcí­a sobre sí­ mismo mientras un macarra le gritaba:  “Eh, tú, aliení­gena, apártate de mi camino si no quieres que tus huevos acaben danzando junto a tu puta cara”. Indiferente a la situación que acababa de presenciar cerró con desgana la ventana y volvió a encontrarse sola acompañada de su reflejo en el espejo. Abrió su bolso y sacó de él una cuchilla que dejó sobre el lavabo. Después, sin prisa, se quitó los zapatos y las medias y se apoyó en el borde de la bañera para enjabonarse las piernas. Cogió la cuchilla y lentamente, arriba y abajo, la paseó por ellas depilándose con delicadeza. Sonrió pensando que en muy poco tiempo estarí­a paseándola por el cuello de ese hijo de puta.


Sé que me sentiré sucia cuando le mate, pero no tanto como cuando él me toca. Tiene gracia, estoy depilándome porque sé que a él le volví­an loco las piernas recién depiladas y hablo en pasado porque serán lo último que vea antes de morir: mis piernas enlazadas en su cuello mientras me come el coño con los ojos cerrados. Y esa sombra sobre el espejo...... Esa sombra como si fuera una grieta, así­ quedará su garganta, agrietada y roja y oscura, tan ancha como esa sombra que me gustarí­a atravesar para verme en el otro lado, como Alicia.

Pasará en cualquier hotel de mala muerte donde me llevará y me quitará las bragas y me alzará alardeando de su fuerza de macho y donde le mataré como la cucaracha que corre bajo el armario mientras él comprueba con su lengua el último sabor que se llevará de esta vida, pagando por sus chantajes y sus mentiras y por haber hecho de mí­ la mujer que sólo anhela pasar por esa grieta que será su garganta y en la que me veo reflejada mientras me depilo.



Barbie

Cita de: Shizuka en Febrero 11, 2007, 02:36:02 PM
Rememorando paradojas, espoleo mi conciencia por si vuelves armado con tu sonrisa; no ha lugar en mi alma para abrir más simas, ni caricias de luna que me sometan. Pese a todo estoy aquí­, sujetando la noche para que los sueños no te hieran, y queriéndote; deshaciendo lentamente tu recuerdo en mi boca por si no amanece nunca.


A lo lejos, entre la niebla y desafiando a la madrugada, Sting susurra Shape of my heart con una cadencia perfecta.

"And if I told you that I loved you
you'd maybe think there's something wrong
I'm not a man of too many faces
the mask I wear is on".



En pocas horas despertarás abrazado a mi ausencia y el mundo continuará girando en su caos sostenido, aunque nos duela. Una armónica suena tan suave como presiento tu respiración, mientras me ovillo en silencio y te imagino a salvo.

S.


:D

¿Me permites unas ideas para enriquecer, si cabe, la descripción ambiental?
Una armonica suena, una bola de hierbajos rueda por la calle desierta y los cascos de los caballos atados frente al saloon rompen el silencio ensordecedor del Madriz mesetario.

Lapi_0


Bambi

#5
Escuchó alboroto proveniente de la calle. Abrió la ventana y mirando hacia el suelo vio como un hombre, en la acera, se retorcí­a sobre sí­ mismo mientras un macarra le gritaba: “¿Dónde está la Charo? ¡Dónde está!” Y volví­a a clavarle una fina y brillante navaja en el costado: ¡Dónde está!. Indiferente a la situación que acababa de presenciar cerró con desgana la ventana y volvió a encontrarse solo acompañado de su reflejo en el espejo. Abrió su neceser y sacó de él una cuchilla que dejó sobre el lavabo. Después, sin prisa, se quitó los zapatos y los vaqueros y se apoyó en el borde de la bañera para enjabonarse las piernas. Cogió la cuchilla y lentamente, arriba y abajo, la paseó por ellas depilándose con delicadeza. Sonrió pensando que en muy poco tiempo podrí­a estar paseándola por el cuello de ese hijo de puta.

Ésta iba a ser su temporada, la de su consagración. Tení­a 31 años, la edad de oro para un ciclista, pero su equipo, en lugar de confiar en él como lí­der, habí­a fichado a Steffano Feromoni de jefe de filas. Mariano Ezekerralde seguí­a depilándose las piernas segregando veneno en sus entrañas, ahora era un vulgar gregario. Los sueños con portadas del Marca se habí­an esfumado. Fuera del váter, los gritos de la juventud. Ahora tení­a que comparir habitación con debutantes de veinte años en lugar de ocupar la suite.

Una vez depilado, salió del baño. Uno de los chavales se poní­a por primera vez el maillot del Zumos Postobon-Puertas Mavisa. Se situó frente a Mariano y le pregunto: ¿Qué tal me queda, qué tal me queda?

Mariano sintió empatí­a. Él también se puso ese maillot por primera vez. Pero también sintió envidia, puesto que su carrera acababa de dar un tropezón terrorí­fico. Le contestó: A ver qué tal te queda cuando te lesiones para dos años.

El joven quedó desencajado.

Salieron a rodar. En primera posición iba Feromoni. Justo detrás, Mariano, que analizaba pormenorizadamente todos los movimientos del lí­der. Cómo ladeaba las caderas, cómo se poní­a de pie en la bicicleta apretando el culo. Los españoles montamos desgarbados, a nuestro aire -pensaba- y a estos putos macarronis les enseñan cuatro mariconadas y ya tienen lo que ellos llaman "estilo". Pedaleando y pedaleando, miró ahora al coche del director de equipo: y a estos hijos de puta se les hace el chocho pepsicola con el culito prieto del maricón de Feromoni. Rechinó los dientes: Hijos de putaaaaaaaa. Pedaleando y pedaleando.

Salieron de la ciudad y comenzaron a subir un puerto de tercera categorí­a. Mariano pedaleaba, pero para mantenerse, amenazante, pegado a la rueda de Feromoni, contrapedaleaba. Así­ iba, pedaleando y contrapedaleando. Aspiraba el aire en cuatro golpes: Fe-ro-mo-ni; y espiraba en otros tantos: Hi-jo-pu-ta. Siempre a su rueda, pedaleando y contrapedaleando. Fe-ro-mo-ni Hi-jo-pu-ta, Fe-ro-mo-ni Hi-jo-pu-ta. Desde el coche le miraban raro: ¿no va demasiado pegado Mariano?

En el descenso, a ochenta kilómetros por hora, seguí­a igual de pegado. Feromoni no se enteraba de nada porque en esa situación no se mira para atrás. Desde el coche, que empezaba a distanciarse del grupo porque no podí­a seguir a los ciclistas a esa velocidad con esas curvas, el director sacó el cuerpo por la ventanilla y agitando los brazos gritó: Mariano, sepárate. Sepárate Mariano por Dios. ¡Hostias Mariano joder qué cojones haces! ¡Mariano me cago en Dios! Y así­ se fueron perdiendo los gritos, conforme mentaban a Dios y a la Virgen con mayor profusión y los ciclistas alcanzaban más y más velocidad, pedaleando y pedaleando; pedaleando y contrapedaleando Mariano.

El descenso alcanzaba ya velocidades de 90 km/hora. Mariano seguí­a pegado, pedaleando y contrapedaleando. Fuera de si, con los ojos puestos en la rueda de Feromoni, que, con su particuar estilo, apoyaba el pecho en el manillar y levantaba el culo hasta ponerlo en pompa. Iban como dos aviones. Mariano, pedaleando y contrapedaleando, con la boca llena de babas espumosas, no podí­a contener el impulso de tocarle la rueda para que se estampase contra el suelo. Un calor insoportable le subí­a por la espalda hasta las orejas, era el odio puro: un golpe de pedal, agarrando fuerte el manillar y ya estaba, Feromoni lesionado para toda la temporada. Pedaleando y contrapedaleando, lo iba a hacer, lo iba a hacer. ¡Ahora! -pensó rabioso.

Pedaleó y contrapedaleó, para pedalear con í­mpetu y darle el golpe letal, pero al pedalear con í­mpetu, por haber contrapedalado y pedaleado demasiado rápido sin dejar tiempo entre ambos movimientos, por el ansia, por la rabia, por el odio, se le salió la cadena.

El primer impacto fue el habitual en estos casos, los testí­culos contra el sillí­n. Por un calor intenso que sintió en la ingle y en el recto, supuso que se habí­a reventado uno. Así­ fue, y lo perdió para siempre. A continuación, la rodilla aterrizó en el asfalto suavemente, tan suave como se peló sin producir dolor alguno. En el momento en el que el hueso desnudo de la rodilla, la rótula, tocó el asfalto, notó un crujido en la cadera. Era la cabeza del fémur, que se quebró. Pudo ver aún como la bicicleta le adelantaba volando por encima de su cabeza, hasta que la perdió de vista porque dio una voltereta sin tocar, gracias a Dios, con la cabeza en el asfalto, y fue directo hacia la cuneta, donde un mojón de hormigón de sesenta y dos kilos con las siglas de "Carretera de Burgos kilómetro 56" impactó directamente en su mandí­bula por el mentón partiéndola por dieciséis partes, contaron en el hospital de Aranda de Duero, antes de ponerle una de cartón previa a la prótesis de titanio. Desde el suelo, le quedaban unas pocas fuerzas para erguirse mí­nimamente. Vio cómo la lengua le colgaba desde la laringe hasta el ombligo, a la altura de la "p" de "Puertas" de Zumos Postobon-Puertas Mavisa. Antes de desmayarse, pensó: Hostias, hasta donde me ha llevado el resentimiento, manda cojones.... joder, me cago en la Virgen.


California


Lapi_0

#7
Soy un árbol. Más bien, un jodido árbol! Y por qué les digo eso se preguntarán... Claro!. Ustedes piensan que ser árbol es tan bonito! Inspiramos cuadros, somos la morada de las aves, limpiamos el aire y damos fresquito en verano, e incluso, somos cobijo de enamorados... Pues permí­tanme la expresión, pero ser árbol es una verdadera mierda. Lo que yo les diga.

Para empezar: a ver... ¿dónde está el listo que nos diseñó con la cabeza enterrada?. O creí­an ustedes que comemos con los pies? Por favor!. Estamos condenados a no ver el mundo, como si fuésemos vulgares pedruscos. Por no hablar de lo aburrido que es. Dí­ganme ustedes de qué se puede hablar con una lombriz que va todo el dí­a a lo suyo. De nada, lo que yo les diga. Luego nos pusieron muchos brazos y pies y además, todos juntos. Total, para qué?. Si los pies no tocan nunca el suelo! Si, además, no nos podemos mover!. Menuda gilipollez! - y perdónenme de nuevo la expresión...- ¿Y la poda? No quiero ni contarles....Si por lo menos hubiera nacido en la selva, o en un bosque... Pero, no, soy un árbol de ciudad. Donde se orinan los perros y los niños y donde vomitan los borrachos. Los perros, aún: son cuatro gotitas y a por otro. Pero los niños se regodean y lo de los borrachos ni les cuento. Los pájaros me cagan encima, y los insectos me pinchan allá donde más duele. Siempre hay un gracioso que me arranca la corteza, dice que es bueno para mí­. A ver que decí­a, el listo, si le arrancaran a él la piel.. O a su puta madre! Por no hablar de los que nos tatuan a base de corazoncitos e iniciales. Que, no es por nada, pero parezco ya un legionario!. Pero uno no puede hacer nada, excepto sombra en verano. Y ya, el colmo de los olmos - permí­tanme ahora la gracia - es la reproducción a distancia. Y sin orgasmo ni nada, oigan. Ser un árbol es una cagada.

Si por lo menos hubiera nacido en un bosque...

California



pues si hubieras nacido en el bosque o en el amazonas, por ejemplo, tendrí­as tus dí­as contados

carne de lapicero, dirí­a yo

:P

Lapi_0

"Prefiero morir con la cabeza enterrada, que vivir constantemete vomitado"  ::)

Hincoherencia

Soy un árbol. Más bien, un jodido árbol! Y por qué les digo eso se preguntarán... Claro!. Ustedes piensan que ser árbol es tan bonito! Inspiramos cuadros, somos la morada de las aves, limpiamos el aire y damos fresquito en verano, e incluso, somos cobijo de enamorados... Pues permí­tanme la expresión, pero ser árbol es una verdadera mierda. Lo que yo les diga.

Para empezar: a ver... ¿dónde está el listo que nos diseñó con la cabeza enterrada?. O creí­an ustedes que comemos con los pies? Por favor!. Estamos condenados a no ver el mundo, como si fuésemos vulgares pedruscos. Por no hablar de lo aburrido que es. Dí­ganme ustedes de qué se puede hablar con una lombriz que va todo el dí­a a lo suyo. De nada, lo que yo les diga. Luego nos pusieron muchos brazos y pies y además, todos juntos. Total, para qué?. Si los pies no tocan nunca el suelo! Si, además, no nos podemos mover!. Menuda gilipollez! - y perdónenme de nuevo la expresión...- ¿Y la poda? No quiero ni contarles....Si por lo menos hubiera nacido en la selva, o en un bosque... Pero, no, soy un árbol de ciudad. Donde se orinan los perros y los niños y donde vomitan los borrachos. Los perros, aún: son cuatro gotitas y a por otro. Pero los niños se regodean y lo de los borrachos ni les cuento. Los pájaros me cagan encima, y los insectos me pinchan allá donde más duele. Siempre hay un gracioso que me arranca la corteza, dice que es bueno para mí­. A ver que decí­a, el listo, si le arrancaran a él la piel.. O a su puta madre! Por no hablar de los que nos tatuan a base de corazoncitos e iniciales. Que, no es por nada, pero parezco ya un legionario!. Pero uno no puede hacer nada, excepto sombra en verano. Y ya, el colmo de los olmos - permí­tanme ahora la gracia - es la reproducción a distancia. Y sin orgasmo ni nada, oigan. Ser un árbol es una cagada.

Si por lo menos hubiera nacido en un bosque...




La verdad es que tu relato me ha encantado. Sencillo, directo y sin pretensiones. Enhorabuena

Basho



                                                      A la buena de Dios




Nunca me he creí­do eterno, ni de infante, cuando el mundo, la vida, se concentra en el instante presente, cuando no hay pasado, ni reflexión de futuro, es decir, conciencia de tiempo. Cuando

éste no es más que un concepto incomprensible. Muchos hombres, a juzgar por su comportamiento, se dirí­a que viven como si los milenios fueran a ser suyos, creen que la muerte es una cuestión de estadí­stica que ellos romperán con su inmortalidad. En mi, la muerte, aún de niño, siempre ha estado presente. Nunca la he temido, pero me irrita su vulgaridad, y a veces su indignidad. Todos, como libertad suprema,  deberí­amos testamentar el modo en que deseamos  morir.

Sabí­a muy bien que nuestra relación habí­a llegado a su fin. Una relación imposible, oficiosa y adúltera. Como igualmente sabí­a que nunca podrí­a vivir en paz sin aquella mujer despiadada que se entregaba a mi como la más puta de la mujeres. Cruel, brutal, puta mil veces, sí­, pero la amaba  hasta el mismo delirio. Me presenté en la habitación de aquel hotel  maloliente con una botella de vino. Querí­a brindar por la despedida. Ella ya estaba allí­, desnuda y sentada en una silla mirando por el ventanal.
-   Hola- dijo
De espaldas a ella, en silencio abrí­ la botella. Luego me desnudé. Me acerqué,  dije:
-   Bebe
-   No quiero beber- dijo- Hoy no.
-   Bebe
Se acercó la botella a los labios y dejó escapar el vino tinto por las comisuras de sus labios.
-   No
La besé. Fue un beso abstracto, deforme, intenso, como si desease tragarme su boca, su alma entera.  Luego se incorporó. Se dio la vuelta sobre sí­, apoyó una rodilla en el asiento de la silla,  y dijo:
-   Fóllame
Ni siquiera estaba excitada. Enfile mi polla a su culo, y la penetré de una sola acometida.
-   Así­. Hazme daño. Viólame, éste tu culo- dijo- Jódeme, jódeme
La jodí­.
    -   Jódeme
-   Bebe- dije después de que se corriera ofreciéndole de nuevo la botella de vino.
-   No
Bebió. Pero de nuevo dejó correr el vino por su cuerpo. Desde sus labios, seguí­ con mi lengua el camino tinto hasta su coño.
-   Espera
Se levantó de la silla, se acercó a la cama, se tumbó y abrió la piernas.
-   Ahora
Empecé a lamerla con largos lengí¼etazos desde el principio de su coño dulce.
-   Así­.
-   No. Abre los ojos, quiero que me veas. Quiero que me veas lamerte mientras te miro. Así­.
-   Sí­
Lamí­ con anhelo, con fruición, como si desease que aquel, su sabor más í­ntimo, fuera el único desde allí­ a mi misma eternidad. Fue entonces cuando vi, con delirio extremo cómo sacaba de debajo la almohada aquella cuchilla de afeitar. Y vi  en su filo mi muerte tendida. Muerte mí­a. Cerré los ojos y anhelé el frí­o contacto de aquella lí­nea de fino acero en mi cuello.  Seguí­, frenético, lamiendo su cavidad. Esperando el grito. Pues cuando llega la muerte, la vida relincha como un caballo desbocado. Te amo, me dije. Mátame, por Dios. Ahora. Alzó entonces mi cabeza con la mano izquierda, y con la derecha, acercó la navaja a mi cuello. Sonreí­ al pensar, que alguien, al dí­a siguiente, me encontrarí­a muerto, con el cuello sesgado  sobre su  coño frí­o, y a ella muerta por el veneno que mezcle en el vino, con el corazón reventado. 




Imparsifal 2.0


qaz

Encontré a una preciosa chinita sta mñna preguntando x cinta aislante en un Todo-a-100
Le sonreí­ y Kuli-To Kojo-Nu-Do m sonrió
No tiene npi d español y nunca m comprenderá
Lo msmo q las otras y me ahorro la ilu y el trabajo d pretenderlo
Amor verdadero

Dionisio Aerofagita

#14
SINTOPÍA

El invierno se asfixia en el aire pero el sol se ha marchado hace tiempo dejando sólo un rastro de luz amarillenta en los faroles. Me sorprenden los tambores de batalla y al doblar la esquina casi me tropiezo con una compañía militar de marineros algo estrambóticos liderada por una mujer disfrazada de hombre mientras el resto de los viandantes se sonríen.

Calculo que es Cádiz y recuerdo que estamos en pleno prolegómeno del Carnaval; quizás aprovechan la ocasión para ensayar al mismo tiempo para Semana Santa, pues en esta ciudad uno puede esquivar un domingo las chirigotas ilegales para desembocar el lunes en un misterioso Paso, sincronía de la Pasión y el Esperpento. Pero enseguida paso a otra calle donde los graffitis devoran las persianas de las tiendas fashion y un hombre desagradable orina en un solar vacío.

Es Fuencarral y por tanto estoy de nuevo en Madrid, aunque gracias a Logos el tiempo sigue siendo adecuado. Por un instante me olvido de mi Misión errática, porque tengo los pies cansados de no parar y no parar y no parar; quisiera sentarme en aquella terraza, pedir un Ballantine's con Coca-Cola y que por una vez fuera el resto de la gente la que se moviera. Pero claro, ellos no van a consentirlo, sólo lo he pensado y ya me han pillado con sus sensores; de pronto se oye el ruido de un mensaje en el móvil de la señora de unos cincuenta y tres años que pasa al lado mío; ella se apresura a cogerlo, seguramente sorprendida porque el sonido sea distinto del habitual, pero yo, como sé que el mensaje es para mí y que me basta el ruidito para entenderlo, acelero el paso hacia donde me lleve la sintopía que me arrastra a la pasión y al esperpento. Efectivamente desemboco en una plaza

que ya he visitado otras veces, porque no hay lugar que no haya visto ya, o quizás es que de tanto andar y andar confundo todas las estampas como si alguien hubiera pasado la batidora por las viejas postales. Es la Piazza della Logia en Brescia, vuelvo a estar en el extranjero, pero ¿es nieve lo que cae por mi mejilla? Oh, no, cuando nieva siempre es peor, pero al menos esta vez no me ha tocado Moscú. Es en estos casos cuando la emoción que me embarga por haber sido previsor y haber traído paraguas compensa que se rían de mí por las calles de Lima.

Cuando advierto al fondo de la calle mi próximo destino me pregunto por duodécima vez en el día si alguna vez pararé, si por fin cumpliré esta estúpida Misión y ellos me dejarán tomarme un whisky o un helado de turrón en alguna terraza para ver pasar a la gente que pasa. Pero en el fondo no abrigo esperanza alguna y sé que la caminata no se termina nunca, porque no hay línea de meta ni flores al final de la carrera y no importa donde vaya si la sintopía me acompaña siempre como un adhesivo viscoso y todos los lugares son eternamente la misma pista falsa.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.