Hilo sobre mitos modernos, leyendas urbanas e í­dolos post-industriales.

Iniciado por Lacenaire, Enero 27, 2007, 08:13:13 PM

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Lacenaire

Abro este hilo con la intención de que se expongan todas aquellos acontecimientos , sucesos , ideas e imágenes( sobre todo esto último ) que , bien creamos subjetivamente , bien identifiquemos como más o menos aceptado socialmente , forme parte de un del imaginario colectivo.
Evidentemente no se trata de enumerar - que habrá , dada la querencia a la procastinación del areopagita medio , quien se limite a decir " El jamón Navidul " , a bocajarro , y se quede más ancho que largo - sino de exponer los motivos por los cuales creamos que , por ejemplo , un producto cinematográfico ha pasado a engrosar el acerbo cultural de nuestra civilización y todas aquellas reminiscencias o connotaciones que traiga consigo.
La idea parece bastante ambigua y difí­cil de aprehender , pero es lo que tiene el juego simbólico . Sin embargo , me gustarí­a proponer una serie de condiciones para la consideración de estos sí­mbolos-arquetipo que , si bien son susceptibles de sufrir todas la modificaciones y reformulaciones que vuesas mercedes consideren pertinentes , al menos podrán servir para mantener cierta coherencia en el hilo :

-Canonicidad: entiendo aquí­ que una imagen/idea/suceso/producto es canónica en cuanto que resulta reconocible por la sociedad en su conjunto , en general , y tiende a asociarse por norma a otra serie de imágenes/ideas/productos/sucesos. La importancia de un lugar común.

-Polemicidad : al tratarse de sí­mbolos , al exigir una interpretación , deben existir claroscuros en su percepción y discusiones sobre el mismo. Por ejemplo , quienes ven en el Batman de Frank Miller a un héroe iconoclasta que desafí­a las instituciones o a un maní­aco paranoide de tendencias totalitarias.

-Repercusión : es de perogrullo , pero un sí­mbolo marca las pautas a seguir por la sociedad independientemente del sentido en el que lo haga ( por oposición , por adición , por imitación , etc...).El jamón Navidul mencionado sólo puede constar como sí­mbolo digno de tal nombre en cuanto que , yo qué sé , ha permitido que Franco viviese quince años más , con la pertinente persecución de disidentes polí­ticos.

De momento esas tres .

Ole.

Hostia.

Copón.

lorenz

A ver si le agarre el hilo sobre el tema de mitos modernos, leyendas urbanas e í­dolos post-industriales, servirí­a pensar por ej.
EL SUEÑO AMERICO
Someto a discusión el constaste entre idea y efecto, preferirí­a decir, entre sueño y realidad.
  Vs.

ENNAS

El cow-boy ateniense.

Nuestro modelo de sociedad surgió tras la Segunda Guerra Mundial.

Los Estados subvencionaban a las empresas (o monopolizaban explotaciones imposibles de asumir por capital privado), las empresas negociaban con los sindicatos y mediante todo este sistema de colaboracion mutua -que los ignorantes llamarí­an socialismo olvidando que EE. UU. fue su principal paladí­n-, muchos dicen que se pretendí­a combatir el comunismo pero nadie menciona que muy posiblemente lo que se pretendí­a era erradicar ese nacionalismo violento basado en el odio a las minorí­as que habí­a llevado al mundo al desastre.

(Posible excepción: España; donde la dictadura nacionalista fomentó la incomprensión hacia el que habla raro. No es fácil encontrar pasquines anti-catalanes o anti-vascos antes de los años treinta).


El personaje artí­stico que triunfó entonces era el vaquero del Oeste americano. Ya se habí­an rodado westerns y escrito miles de novelitas Far West antes. Pero en los cincuenta el héroe llegó a ser emblemático.

Bien en su lucha contra los gigantes de la tierra (rancheros que acaparaban todos los recursos sofocando pueblos enteros), bien contra las amazonas (salvajes melenudos chillones y pintarrajeados, que montan a caballo y combaten a distancia), a imitación del mito fundacional de Atenas, el cow-boy llevaba la civilización y el orden a la frontera, satisfaciendo al espectador que contemplaba el triunfo del modelo urbanita donde todos se conocen y tiene su función, frente a la intemperancia e inmensidad de la naturaleza.

El justiciero quijotesco.

Pero llegó la revolución del 68 y la crisis económica de los años 70 a romper los esquemas de esta sociedad optimista y "electrodomésticada". Reclamando más libertad, se erigieron en enemigos de las normas y quien las promulga. Y como suele suceder, se cebaron con los débiles, es decir, con los que respetan las normas promulgadas. Gastaban más esfuerzo en atormentar a los "tontos útiles", que en cambiar gobiernos contra los cuales las más de las veces se limitaban a despotricar.

(Ejemplo extremo: todos los grupos terroristas surgidos en esa década).


Así­ empezó a funcionar como mito el justiciero que se salta las normas para hacer cumplirlas a los demás. Ya no es el detective privado solitario. Suele ser más bien un Agente de la Ley (Policí­a, F.B.I.) que está parcialmente en contra del garantismo de la ley. Cumplimentaba así­ a un público de acomodada rebeldí­a. Que se quejaba de la severidad de las multas de tráfico al tiempo que pedí­a mano dura con los delincuentes. Que se decí­a libre y hací­a lo que se le mandaba.

El manitas enfurruñado.

Tras la contrarrevolución conservadora de los ochenta y el hundimiento del comunismo, no hubo (creo) sí­ntesis entre estos dos conceptos. La gente se siente aislada pero presume de saber cuidarse sola. Dice saber muy bien lo que quiere pero es incapaz de hacer frente a sus problemas. Desconfí­a de sus polí­ticos pero les pide que hagan milagros como si fueran dioses antiguos. Pasa ampliamente de las organizaciones sociales y luego va clamando que nadie les ayuda cuando lo necesitan.


Así­ ha surgido un nuevo protagonista que es un cruce entre McGyver y un eremita del desierto. Es solitario, detesta a quienes le rodean por débiles, no sabe manejar un ordenador pero tiene grandes habilidades manuales con todo tipo de herramientas (armas incluí­das). No pertenece a ninguna gran corporación, ni es empleado del Gobierno. Tiene sus propios valores sospechosamente conservadores, que le llevan a rechazar todo ese "mundo moderno" que le rodea. No civiliza, ni salva mundos y de hecho ni siquiera le preocupa demasiado cumplir la ley, aunque lamenta que los delincuentes no la cumplan. Se limita a sobrevivir, si puede.

Atrae al público por su individualismo extremo en nuestra sociedad masificada, por su claridad de ideas en un mundo complejo, pero también por sus habilidades "antiguas" que ahora dejamos en manos de los emigrantes.

Lacenaire

Me gusta ese prototipo de héroe que camina en la cuerda floja entre el individualismo y la mentalidad conservadora que describes. En general los americanos han sido muy dados a glorificar el heroismo del hombre solitario frente a un enemigo grande y numeroso, ahora que yo no veo tan claras las conexiones con un ideario de fondo. La industria busca incesantemente nuevos modelos de pistolero molón, ya sea un defensor de la ley o un asesino vengativo. En este tramo las fronteras de la moralidad conservadora se diluyen, y el villano se parece cada vez más al protagonista.

Si hay algo que tienen todos ellos en común es el perfil del outsider, el menda que por cuestiones ajenas a su voluntad ha quedado al margen de las instituciones (del estado, de la colectividad) y se lo monta en modo freelance. Se hace así­ honor al valor último del american way of life: el individualismo. Ésa creo yo que es la clave del heroí­smo yankee, que un tipo solo actúe en contra de la opinión general y soplándosela el veredicto de la sociedad. Siendo tan buena su imagen (o las repercusiones del prototipo en la mentalidad colectiva) ha acabado teñido de picapiedrismo, como bien dices sobre el manejo de herramientas + desprecio de la tecnologí­a. El resultado suele ser un viejuno "acabado", el loser que siente su momento ha pasado y no consigue hacere a la idea de un mundo dominado por la tecnologí­a y la música pop, y que encuentra en la trama de la historia una última oportunidad para resarcirse de los fracasos pretéritos.

ENNAS

Yo creo que este héroe a lo Mad Max nos atrae porque nos representa.

- Es un tipo que se ha quedado desactualizado, por tanto siente pesar por el mundo pérdido en el que él dominaba lo más novedoso de los temas. Sólo en ese sentido es "conservador". Le supera una sociedad en constante cambio como a nosotros.

- Sus historias no tienen final feliz, porque todos sabemos que no hay final, que esto es un contí­nuo. Que las historias no terminan cuando los protas se casan felices y comen perdices, que luego vienen la hipoteca, los hijos, el divorcio, la residencia de ancianos...

- Puede parecer curioso, pero estos tipos autosuficientes parecen hechos para sobrevivir a un cataclismo que no ha sucedido y por ello se sienten fuera de lugar. Como en una pelí­cula cuyo tí­tulo no recuerdo que hablaba de una familia que por error se habí­a encerrado en un refugio antiatómico y salí­a al paso de los años sin entender cómo habí­an sobrevivido los demás y, sobre todo, cómo es que los demás eran tan raros.

- Cosa notoria también es el poco valor que le dan a su pareja -cuando la tienen- o a su familia. Están con su chica por estar, ni les interesa ni les importa. De su familia, tienen una visión adulta y por ende amargada. Lejos de los cacareados "valores familiares" -que suelen defender los curas, que han renunciado a su familia- muestran una serie de rencillas, resentimientos, envidias e incomprensiones, más pausibles para cualquier espectador que los Sagrados Valores propagandí­sticos.

En suma, que el héroe del siglo XXI, somos nosotros, insertos sin saberlo en ese aforismo de Epicurus the Wise (el cómic) "Ser ateniense consiste en dominar el arte de ser civilizado sin llegar a estar nunca cómodo".

Dee Dee





Sí­mbolo de postguerra. El coche que motorizó a la sociedad española.

El seat 600 se convirtió en el sí­mbolo del progreso, de la españa del desarrollo, del status social de quién lo poseí­a. Uno más en la familia donde aprendí­an a conducir todos.

España comenzó a crecer a una media del 7% en lo que se vino a llamar el milagro español, propiciado por el abandono paulatino del sistema autárquico al que tení­a sometida la nación, Franco y la liberalización económica, junto con las ayudas que comenzaron a llegar de USA y la bonanza económica que soplaba por Europa.  En ese marco aparece el 600 como signo de desarrollo y bienestar.

El cine recogió esta relación de amor entre el 600 y los españoles de los 60, en pelí­culas como: ya tenemos coche, la gran familia, el cochecito con el inconmensurable Isbert.

Hoy dí­a es un vehí­culo de época muy apreciado e incluso le han levantado una estatua en Fuengirola.

Dan

Ése es otro mito moderno, el que el desarrollismo comenzó en los sesenta, cuando fue un proceso que comenzó en la dictadura, sí­, pero en la otra, la de Primo de Rivera. Unas inversiones públicas nunca vistas hasta entonces y el establecimiento de unas redes de comunicaciones e infraestructuras, como los dichosos pantanos, que después no hicieron sino continuar cogiendo en la mayorí­a de los casos literalmente los mismos planos y proyectos.

La mayorí­a de ellos de un madrileño afincado en Zaragoza que sabí­a aprovechar lo de formar buenos equipos y darles margen mucho antes de que lo pusieran de moda cuatro psicólogos visionarios.

Nadie

Cita de: Dan en Agosto 16, 2010, 12:47:43 PM
Primo de Rivera.

Al que además se rodeó de misterio su exhumación.

(ir al apartado de "Leyenda urbana" que es donde sale la relacion de Jose Antonio con el negro).

Lacenaire

#8
Cita de: ENNAS en Agosto 14, 2010, 03:53:20 PM
Yo creo que este héroe a lo Mad Max nos atrae porque nos representa.

- Es un tipo que se ha quedado desactualizado, por tanto siente pesar por el mundo pérdido en el que él dominaba lo más novedoso de los temas. Sólo en ese sentido es "conservador". Le supera una sociedad en constante cambio como a nosotros.

- Sus historias no tienen final feliz, porque todos sabemos que no hay final, que esto es un contí­nuo. Que las historias no terminan cuando los protas se casan felices y comen perdices, que luego vienen la hipoteca, los hijos, el divorcio, la residencia de ancianos...

- Puede parecer curioso, pero estos tipos autosuficientes parecen hechos para sobrevivir a un cataclismo que no ha sucedido y por ello se sienten fuera de lugar. Como en una pelí­cula cuyo tí­tulo no recuerdo que hablaba de una familia que por error se habí­a encerrado en un refugio antiatómico y salí­a al paso de los años sin entender cómo habí­an sobrevivido los demás y, sobre todo, cómo es que los demás eran tan raros.

- Cosa notoria también es el poco valor que le dan a su pareja -cuando la tienen- o a su familia. Están con su chica por estar, ni les interesa ni les importa. De su familia, tienen una visión adulta y por ende amargada. Lejos de los cacareados "valores familiares" -que suelen defender los curas, que han renunciado a su familia- muestran una serie de rencillas, resentimientos, envidias e incomprensiones, más pausibles para cualquier espectador que los Sagrados Valores propagandí­sticos.

En suma, que el héroe del siglo XXI, somos nosotros, insertos sin saberlo en ese aforismo de Epicurus the Wise (el cómic) "Ser ateniense consiste en dominar el arte de ser civilizado sin llegar a estar nunca cómodo".

Parece más un antihéroe inserto en un relato de supervivencia. El tí­pico de las pelis de Zombis, Yo soy Leyenda, etc...el mundo se va a tomar por el culo y todo lo que definí­a la humanidad con sus afectos y valores es barrido de un plumazo por un enfrentamiento termonuclear o una plaga.

El Mad Max de la primera pelí­cula es de hecho un hombre recto como el báculo papal, un creyente en la ley y el orden que vive una existencia familiar en medio de un mundo que se desmorona pero todaví­a no está del todo hecho añicos. Tras la mutilación de su compañero empieza a experimentar miedo ante la violencia a la que creí­a estar acostumbrado, sobre todo por el bienestar de su familia. Intenta apartarse del campo de batalla pero la guerra acaba dándole alcance y jodiéndole la vida. Es así­ como se gesta el personaje, a base de desencanto, del brusco despertar. Entonces se convierte en un antihéroe para el que sólo cuenta la supervivencia y el bregar dí­a a dí­a con los elementos importándole un cojón el resto de la humanidad. Luego vendrí­a la historia de cómo recupera la esperanza en el ser humano jugándosela por los demás y blablabla. Me parece un personaje de otra magnitud que el poli justiciero, con más matices y un desarrollo personal más currado.

ENNAS

Otro tipo de mito ha surgido, el deportista profesional.

Siempre estuvieron ahí­ pero es de notar como los setenta y ochenta pasaron al primer plano. Fue entonces cuando surgió el belga Eddy Merckx -considerado aún hoy el mejor ciclista de todos los tiempos, por lo menos el que más victorias tiene en su haber-. O el dios Thor se hizo carne (y su martillo, raqueta) y habitó entre nosostros con el nombre de Bjí¶rn Borg.

El baloncesto profesional estadounidense languidecí­a de la pesada digestión producida por la reunificación de sus dos ligas profesionales, la cismática A.B.A. y la N.B.A., pero en 1980 acudieron al rescate Larry Bird y Magic Johnson para reeditar la versión local del clásico Madrid-Barí§a. Así­ pudieron competir con el hockey y la leyenda de Wayne Gretzky o el fútbol americano y su quaterbacks mí­ticos Dan Marino, Joe Montana y John Elway.

El olimpismo decadente y deficitario cobró vuelo con la rivalidad entre los mediofondistas británicos Sebastian Coe y Steve Ovett en pleno Moscú-1980, hasta hacerse un acontecimiento megalómano y elefantiásico con la explosión del velocista estadounidense Carl Lewis.

Para más ventura, justo en esa década surgieron los dos mejores jugadores de los dos deportes más polulares del planeta: el futbolista Diego Maradona y el baloncestista Michael Jordan. Y por si fuera poco se reunificó por última vez el mundo del boxeo en torno al peso pesado Mike Tyson.

No se por qué se produjo esa explosión de í­dolos deportivos. De hecho no se si lo digo porque jalonaron mi crecimiento, ya digo que habí­a grandes estrellas deportivas antes, pero no parece que recibieran un culto tan desmedido y una atención tan desaforada como la pleitesí­a que se les rindió a los deportistas en los últimos treinta años del siglo XX.

¿Y que nos queda ahora de toda esa idolatrización de deportistas?

La amargura de vernos rendir devota admiración a niñatos para los que practicar su deporte es solo un trabajo. El deporte en que destacan les parece un mal necesario para ser ricos y famosos.

El exitismo del todo vale para ganar que nos hace alabar a cabronazos como Bilardo, Capello, Mourinho o Juande Ramos; o Chuck Daly y Phil Jackson; o ya traspasando la frontera de lo legal Manolo Sáinz, Lance Armstrong, los éxitos de atletas y nadadores españoles, ¿Rafa Nadal?...

Ese lo que cuentan son los resultados, en detrimento del amor al trabajo bien hecho... ¿es un contravalor que el deporte ha fomentado y la sociedad ha copiado por emulación? ¿Es un contravalor surgido en la sociedad que el deporte se limita a reflejar?