Abolición del trabajo

Iniciado por NubeBlanca, Enero 18, 2007, 01:43:17 AM

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nuagazezo


NubeBlanca

Cita de: nuagazezo en Enero 27, 2007, 12:40:14 AM
Me pareció que esto vení­a a cuento.

Vaya:

CitarEn su apogeo como civilización, lograron construir una sociedad perfecta: en su mundo no existí­a el hambre, ni el trabajo aburrido, ni los abogados, ni la enfermedad, ni la democracia. Se llamaban los metalampos.

Otros con medias tintas. Mira que sólo a trabajo le ponen un adjetivo. Como si todos los demás fueran males absolutos sin discusión, no así­ el trabajo, un malcito cuando es aburrido nada más. Entenderás que a partir de ahí­ deje de leer.



NubeBlanca

Aquí­ hay tema. Socialismo o muerte.


LA UTOPíA DE WILDE

George Orwell


Reseña de El alma del hombre en el socialismo, de Oscar Wilde, publicada en el Observer el 9 de mayo de 1948.
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La obra de Oscar Wilde está siendo recuperada intensamente en los escenarios y en las pantallas, y conviene recordar que ni Salomé ni Lady Windermere fueron sus únicas creaciones. Su obra El alma del hombre bajo el socialismo, publicada por primera vez hace casi sesenta años, ha envejecido bien. Su autor no era un socialista en el sentido activo de la palabra, pero sí­ un observador bien dispuesto e inteligente. Aunque sus profecí­as no se han cumplido, el transcurso de los años no las ha condenado a la irrelevancia.

La visión de Wilde sobre el socialismo, que en su época debí­a ser compartida por mucha gente menos clara que él, es utópica y anarquista. La abolición de la propiedad privada, dice, posibilitará el desarrollo completo del individuo, y nos liberará de "la sórdida necesidad de vivir para otros". En el futuro socialista no solo no habrá miseria ni inseguridad, tampoco existirá la esclavitud del trabajo, ni la enfermedad, ni la fealdad ni el desperdicio del alma humana en fútiles peleas y rivalidades.

Libre elección
El dolor dejará de ser importante: por primera vez en su historia el hombre podrá realizar su personalidad a través de la alegrí­a y no mediante el padecimiento. El crimen desaparecerá, pues no habrá razones económicas para delinquir. El Estado dejará de gobernar y se mantendrá simplemente como un órgano para la distribución de los bienes necesarios. Todos los trabajos desagradables serán realizados por máquinas, y todo el mundo será completamente libre para elegir su trabajo y su manera de vivir. El mundo se poblará de artistas, cada uno de los cuales buscará la perfección en la forma que le parezca mejor.

Leer hoy estas optimistas previsiones provoca bastante tristeza. Por supuesto, Wilde sabí­a que en el movimiento socialista habí­a tendencias autoritarias, pero no creí­a que fuesen a imponerse. Con una especie de ironí­a profética, escribió: "No puedo creer que haya hoy ningún socialista que proponga que por las mañanas deba ir un inspector de casa en cada casa para obligar a cada ciudadano a levantarse y trabajar durante ocho horas". Esto, lamentablemente, es exactamente lo que propondrí­an numerosos socialistas de hoy en dí­a. Evidentemente algo ha fallado. El socialismo, en el sentido de colectivismo económico, está conquistando el mundo con una rapidez que apenas habrí­a parecido posible hace sesenta años, pero la utopí­a, en todo caso la utopí­a de Wilde, no está más cercana de lo que estaba. ¿Dónde está la falacia?

Si analizamos la obra de Wilde, se observa que el autor hace dos suposiciones bastante comunes, pero no justificadas. Una de ellas es que el mundo es inmensamente rico y que el problema estriba en la mala distribución de las riquezas. Iguala las cosas entre el millonario y el barrendero, parece decir, y habrá de todo para todos. Antes de la revolución rusa esta creencia estaba muy extendida -una frase muy repetida mencionaba la existencia de "hambrientos en medio de la abundancia"-, pero era totalmente injustificada, y sobrevivió tan solo porque los socialistas pensaron siempre en los paí­ses occidentales desarrollados, e ignoraron la terrible pobreza de Asia y ífrica. En realidad, el problema del mundo en su conjunto no es cómo repartir la riqueza que existe, sino cómo aumentar la producción, pues sin ello la igualdad económica sólo significarí­a la miseria común.

En segundo lugar, Wilde supone que es sencillo conseguir que todos los trabajos desagradables sean realizados por máquinas. Las máquinas, dice, son nuestra nueva raza de esclavos: una metáfora tentadora, pero engañosa, pues existen numerosos trabajos -en general, cualquiera que requiera una gran flexibilidad- que no pueden ser realizados por ninguna máquina. En la práctica, incluso en los paí­ses más mecanizados, una inmensa cantidad de trabajos aburridos y agotadores son hechos de mala gana por medio de músculos humanos. Y esto implica necesariamente que haya alguien que dirija el trabajo, horarios fijos, salarios diferenciados, y toda la reglamentación que horroriza a Wilde. El socialismo de Wilde solo podrí­a realizarse en un mundo no sólo mucho más rico,  sino también más avanzado técnicamente que el actual. La abolición de la propiedad privada por sí­ misma no da de comer a nadie. Significa únicamente el primer paso de un perí­odo de transición que está condenado a ser trabajoso, incómodo y largo.

Fraternidad
Pero esto no quiere decir que Wilde estuviera totalmente equivocado. Lo malo de los perí­odos de transición es que la dura perspectiva que generan tiende a volverse permanente. Esto es lo que parece que ha ocurrido en la Rusia soviética. La dictadura supuestamente establecida para unos objetivos determinados ha echado raí­ces y ha permanecido, y ahora parece que el socialismo signifique campos de concentración y policí­a secreta. Por lo tanto, el panfleto de Wilde y otros escritos similares â€"Noticias de ninguna parte, por ejemplo - tienen su valor. Puede que pidan lo imposible, y que a veces parezcan anticuados y absurdos â€"al fin y al cabo toda utopí­a refleja inevitablemente las ideas estéticas de su propia época-, pero al menos miran más allá de la era de las colas para comida y las peleas entre partidos, y le recuerdan al movimiento socialista su objetivo original y semiolvidado de la fraternidad humana.

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V.O. sin subtí­tulos aquí­.


Bette

Si es un laburante la dignidad no envejece nunca


http://www.youtube.com/v/1f8-QdpL1SU

California

Cita de: Bette en Febrero 23, 2007, 09:54:29 AM
Si es un laburante la dignidad no envejece nunca


http://www.youtube.com/v/1f8-QdpL1SU


jajajaja

hoy voy a ir a currar con espí­ritu renovado... qué impacto!

por cierto, ese señor era Brian Ferry, no? O Luis Aguilé... es que los confundo...

Rednuts

Gran hilo. Sólo hablábais de cosas interesantes cuando yo no estaba. El Manifest Gegen die Arbeit lo tengo yo por ahí­, pero por supuesto no llegué a leerlo. Qué pereza.

Cita de: NubeBlanca en Enero 27, 2007, 02:40:11 AM
Cita de: nuagazezo en Enero 27, 2007, 12:40:14 AM
Me pareció que esto vení­a a cuento.

Vaya:

CitarEn su apogeo como civilización, lograron construir una sociedad perfecta: en su mundo no existí­a el hambre, ni el trabajo aburrido, ni los abogados, ni la enfermedad, ni la democracia. Se llamaban los metalampos.

Otros con medias tintas. Mira que sólo a trabajo le ponen un adjetivo. Como si todos los demás fueran males absolutos sin discusión, no así­ el trabajo, un malcito cuando es aburrido nada más. Entenderás que a partir de ahí­ deje de leer.




Respecto a las medias tintas, recuerdo que en mis tiempos fanzinerosos (era joven, necesitaba el dinero) rondaba por ahí­ una iniciativa polí­tica radical, que abogaba por una completa inacción respecto a cualquier cosa con el objetivo de lograr un mundo mejor. Por supuesto el partido no se llegó a fundar, o no hubiera sido consecuente.

Tú no tienes convicciones porque tú eres de Málaga

zruspa

Si estuviera todo tan claro...

Rednuts

Tú no tienes convicciones porque tú eres de Málaga

zruspa


Rednuts

Tú no tienes convicciones porque tú eres de Málaga