50 libros al año - Una propuesta

Iniciado por Imparsifal 2.0, Enero 09, 2007, 01:29:00 PM

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Ariete

Tejemaneje, allá por el 2003 ya comentamos esa trilogí­a, creo que también le gustó a Bic Cristal y a Olivia. A ver si estamos a lo que hay que estar.

En la 2º y 3º parte probablemente murió algún renacuajo que el niño tení­a en un frasco, alguna rana serí­a diseccionada con resultado de muerte y varios ciempiés sirvieron de alimento a otros bichos. No sé si con eso te bastará.

Tejemaneje

Resulta curioso cómo Gerald Durrell es capaz de contar todo eso transmitiendo la ingenuidad de un niño, casi como si interpretase un papel infantil, y el tipo fuese un bebedor descomunal que acabó con el hí­gado hecho polvo. En esos casos pensé que era obligado escribir una profunda obra existencial y afirmar en cada esquina "escribir me duele". Hay que ver cómo son las cosas.

Bic

Yo sigo en mis dí­as de descanso forero (volveré en Año nuevo con una pequeña reorganización y con el inicio, por fin, de los seis meses de botoncito), pero salgo de mi cueva para recomendar los librillos que he leí­do en estos dí­as...

- "Noches blancas", de Dostoievsky



Hay muy pocos libros que me hayan hecho saltar la lagrimita literalmente... Sólo recuerdo haber llorado a poco viril moco tendido con "Los amores difí­ciles" de Italo Calvino, aunque le sigue de cerca este "Noches blancas" que releo de vez en cuando de modo un tanto masoca. Y es que la historia de este soñador idealista y solitario y su breví­simo romance es realmente preciosa y jodidamente triste.

Soy un soñador. Hay en mí­ tan poca vida real, los momentos como este, como el de ahora, son para mí­ tan raros que me es imposible no repetirlos en mis sueños. Voy a soñar con usted toda la noche, toda la semana, todo el año.

Yo te bendigo por el instante de alegrí­a que diste al transeúnte melancólico, extraño, solitario... ¡Dios mí­o! ¿Un instante de felicidad no es suficiente para toda una vida?




- "¡Voto a brí­os!", de Terry Pratchett



Un curioso libro de la serie de Mundodisco, con los Guardias de Ankh-Morpork como protagonistas. Una absurda isla emerge en el océano entre Ankh-Morpork y Klatch, y la guerra entre Occidente y Oriente parece inevitable. Xenofobia, disturbios callejeros, el asesinato de un dignatario árabe (por parte de un misterioso "segundo tirador del montí­culo") que puede precipitar la guerra... Un cruce de novela bélica, de género negro y de actualidad, tan divertida como el resto de la serie y con algún momento especialmente memorable (todo lo referente al Des-organizador electrónico del capitán Vimes es sencillamente antológico).

Como nota al pie: el tí­tulo original del libro era "Jingo". De ahí­ a "'Voto a brí­os" hay un salto que se me escapa...





- "El juguete rabioso", de Roberto Arlt



Sigo poco a poco con mis lecturas argentinas, y le ha tocado el turno al muy recomendado por Bolaño Roberto Arlt. Esta novela suya que he leí­do me ha encantado: es la primera que escribió, allá por 1926, y se supone que es en parte autobiográfica. Narra de forma áspera y algo deprimente la adolescencia (de los 15 a los 18 años) de un joven pobre con vocación de ladrón: en las cuatro partes de la novela alterna entre el robo de bajos vuelos, el trabajo repulsivo y mal pagado, los intentos infructuosos de aprovechar de algún modo constructivo su inteligencia y, finalmente... En fin, ya lo veréis.

Me quedo con una frase muy hijaputa y que en su contexto (que no voy a chafar) resulta extrañamente apropiada:

Hay momentos en nuestra vida en que tenemos necesidad de ser canallas, de ensuciarnos hasta adentro, de hacer alguna infamia, yo qué sé... de destrozar para siempre la vida de un hombre... y después de hecho eso podremos volver a caminar tranquilos.

P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

El Miserable

El que dice Ferdinand me lo voy a comprar para mí­.

Y necesito ayuda.

No sé nada de Terry Pratchett. No sé que es Mundodisco. Creo que un libro de este tipo podrí­a ser un buen regalo para mi hijo mayor (10 años), que lee mucho. También creo que yo también lo leerí­a. Me gustarí­a que me dijérais qué libro es el ideal para comprarle.

Intentadlo, por favor, aunque sepáis -porque os lo comunico desde ya- que yo, sobre T. P., lo que diga el Dan.

Muchas gracias.

E.M.

P.D. Sobre "Vida y destino": me cago en los nombres rusos.

Rednuts

Además de que, como dicen por aquí­, Mi familia y otros animales es un libro muy gracioso pero para leer en diagonal como hilo en el que irrumpe Lorenzo, el resto de obras de Durrell yo sólo las recomendarí­a para aquellos que, en el otoño de su vida, ya se la han pelado todas las veces que se la tení­an que pelar, ya se han leí­do todo lo que tení­an que leer, y caen en la cuenta de que a mediados del siglo XXI ya han retirado de la parrilla televisiva las matrimoniadas. Por otro lado, con Terry Pratchett siempre aconsejarí­a comenzar por Mort.
Tú no tienes convicciones porque tú eres de Málaga

Dan

#1955
Terry Pratchett tiene Alzheimer.
Si querí­ais una comprobación evidente de que no hay Dios, Justicia, ni Orden, ahí­ la tenéis.

El crí­o no sé si pillará las gracias enrevesadas, EM, pero tú seguro. Pasa como con los Astérix, que después los lees un poco mayor y pillas más referencias. Después más... y más... y cada vez es más entrañable.
Y sí­, lo de los nombres rusos es una mierda follonera.

Pensándolo mejor, es bastante posible que el crí­o, con poco despierto que sea, se parta el ojal incluso más que nosotros. Porque las imágenes son la repera. Después ya sacará la crí­tica social y todo eso.

El Miserable

Cita de: Dan en Diciembre 26, 2007, 11:12:41 AM
Terry Pratchett tiene Alzheimer.
Si querí­ais una comprobación evidente de que no hay Dios, Justicia, ni Orden, ahí­ la tenéis.

El crí­o no sé si pillará las gracias enrevesadas, EM, pero tú seguro. Pasa como con los Astérix, que después los lees un poco mayor y pillas más referencias. Después más... y más... y cada vez es más entrañable.
Y sí­, lo de los nombres rusos es una mierda follonera.

Pensándolo mejor, es bastante posible que el crí­o, con poco despierto que sea, se parta el ojal incluso más que nosotros. Porque las imágenes son la repera. Después ya sacará la crí­tica social y todo eso.

¿Para cuándo ediciones de las grandes novelas rusas del XIX 'just for dummies'?

E.M.

Dionisio Aerofagita

ílvaro Cunqueiro: UN HOMBRE QUE SE PARECíA A ORESTES
La venganza procrastinada

Con honrosas excepciones, la literatura española no tiene una gran tradición imaginativa y fantástica; decí­a Unamuno que “Nuestro ingenio castizo es empí­rico o intelectivo más que imaginativo, traza enredos entre supuestos perfectamente verosí­miles, no nacieron aquí­ los mundos difuminados en niebla, los mundos de hadas, gnomos, silfos, ninfas y maravillas.  Pueblo fanático pero no supersticioso, y poco propenso a mitologí­as, al que cuadra mejor el monoteí­smo semí­tico que el politeí­smo ariano”. Los amantes de la imaginación, la fantasí­a y el mito huimos a menudo a literaturas extranjeras (incluyendo a la literatura iberoamericana en castellano) o acaso seguimos el rastro de sierpes y trasgos en las tradiciones orales de las regiones periféricas, más alejadas de esta aburrida sobriedad castellana.

Una de esas honrosas excepciones es  ílvaro Cunqueiro, nacido bien lejos de la casta Castilla, en la más neblinosa y mágica Galicia. Todo un personaje, por cierto: galleguista, falangista, gastrónomo y quizás un poco timador. Eso sí­, su fértil imaginación no se orienta a una fantasí­a grave y épica, a las afectadas composiciones que los escaldos dedican a ensalzar las hazañas de sus señores; Cunqueiro se parece más a las fabulaciones de las clases populares, seguramente más inverosí­miles, pero al mismo tiempo más pegadas a la tierra. A mi juicio, sus historias capturan perfectamente el espí­ritu jocoso y desmitificador, al mismo tiempo que asombroso y oní­rico, de los cuentos populares. He leí­do dos libros de Cunqueiro y los dos están dominados por el humor; por un peculiar â€"y un poco retorcido- sentido del humor que impregna completamente sus historias, narraciones esperpénticas y desenfadadas que no llevan a ningún sitio.

En este caso, por exigencias del guión, la “fantasí­a seria” está presente, pero en clave de parodia, de manera que Orestes puede llevar su espada vengadora “envuelta en lana pura sin hilar, engrasada con aceite de la lámpara de un templo famoso, después de que hubo bebido en él, en noche de luna llena, una lechuza glotona”. El guión lo exige porque esta novela se trata de una especie de anti-tragedia. Una parodia de la Orestí­ada de Esquilo, cargada de referencias apócrifas a esta obra sobre la venganza de Orestes, el hijo de Agamenón. Si en toda tragedia griega la historia se ve arrastrada irremisiblemente hacia un destino funesto e implacable, en este caso este sino épico y trascendental se ve continuamente aplazado y las poses dramáticas de los personajes pierden brillo hasta convertirse en payasadas sin sentido, confundiéndose sus aspavientos teatrales con el flujo informe, variopinto, absurdo, banal y soez de la vida cotidiana, que finalmente los termina devorando. Todo sucede en un peculiar espacio-tiempo en el que las distancias y los años se adaptan, como sucede en los sueños, a los intereses del narrador: el mundo de la antigua Grecia convive pací­ficamente con referencias cristianas y bizantinas, con la España rural y con elementos puramente modernos, como las carabinas y los sillones giratorios.

No hay moralejas evidentes en esta mascarada burlesca, gracias a los dioses. Por eso cada uno podemos sacar las conclusiones que nos salgan de las narices. A mí­, por ejemplo, me parece que el tema del libro es el contraste entre los ideales mí­ticos y el flujo multiforme de la vida, batalla que la vida siempre termina ganando. Todos los personajes de la novela (o al menos casi todos), de una u otra manera, se esfuerzan en vivir conforme a los patrones estereotipados del mito, del drama, y todos se encuentran con algo muy distinto de lo que esperaban. Orestes envejece por los caminos, dirigiéndose indolente hacia una venganza, quizás inevitable, pero continuamente procrastinada. Toda su ciudad natal lo espera; todos son esclavos de una dramática venganza que nunca llega y mientras tanto siguen ensayando sus posturas y discursos, cada vez con menos ganas, como los actores de una tragedia que nunca se representa. Muertos de miedo ante la inminencia de un destino inevitable, los reyes establecen una dictadura paranoica y obsesiva, centrada en la llegada de Orestes, lentamente desgastada y disuelta en el discurrir de la vida cotidiana (¿alusiones veladas al régimen franquista, a finales de los años 60, por parte de alguien que habí­a dejado ya de ensalzarlo?) Los personajes de la ciudad, cada uno a su manera, creen construir sus vidas alrededor de Orestes, pero van siendo devorados por la vida, como el dramaturgo Filón el Mozo, que espera incesantemente la llegada del héroe para terminar, por fin, su obra maestra. Este contraste entre las fantasí­as heroicas y la “realidad vital” â€"a veces también fantástica- se aprecia también en la multitud de historias cortas que salpican a modo de disgresiones este relato tramposo de una historia que nunca termina de suceder, así­ como en el largo entremés de doña Inés, representante de la literatura romántica y cursi, que se enamora de todos los viajeros que pasan por su castillo, viendo quizás en todos ellos el rostro nebuloso de un -siempre impuntual- Orestes.

En general me ha gustado mucho este libro, con su peculiar combinación de imaginación desbordante y humor esperpéntico. Las continuas disgresiones â€"similares a las del “realismo mágico”- y los cuentecitos incorporados sin venir “a cuento” pueden distraer un poco al lector, pero son la verdadera salsa de esta historia-trampa. El lenguaje se usa con cierto ingenio, sin que ello dificulte la lectura. Los personajes, definidos con pocas pinceladas de trazo grueso y humorí­stico, resultan interesantes y se les coge hasta cariño en su patetismo.

Lo peor de la novela es seguramente la casi total ausencia de patrones narrativos (salvo en los relatos pequeños), que provoca la sensación de que todo esto no es más que un delirio imaginativo sin pies ni cabeza. No hay principio, nudo ni desenlace y cualquier otro esquema que esperemos encontrar en las historias está distorsionado y difuminado; las historias pequeñitas se acumulan sin ton ni son, variando ocasionalmente el estilo narrativo sin motivo aparente; no hay en realidad protagonistas y los saltos narrativos no se recomponen fácilmente, como sucede en otras historias donde el orden se altera para que sea el lector o espectador el que reconstruya el esquema. Las historias que estamos acostumbrados a leer o escuchar suelen hablarnos de una transformación, de un cambio. Aquí­, aunque haya cambio, da la sensación de que no pasa nada, salvo el tiempo (y éste de manera difusa); o mejor dicho, suceden muchas cosas pero todas, o casi todas, son irrelevantes y no llevan la historia a ningún sitio. Se cuentan porque sí­ y apenas se hilan con tronco común, no cumplen función alguna en el contexto global de la novela.

Por supuesto, todo este dislate narrativo es intencionado por parte del autor. De hecho, aunque ya he visto el mismo “defecto” en otra obra de Cunqueiro, que no tiene nada que ver (“Las crónicas del Sochantre”), en este caso encaja perfectamente con el tema central de la venganza aplazada: no sucede nada, así­ que simplemente “la cámara” se centra lentamente en unos u otros detalles del mismo cuadro (en este caso, por lo menos de El Bosco). Pero la intención no es lo que cuenta al escribir una novela, sino el resultado y cuando uno destruye todos los esquemas que hacen reconocibles las historias y monta una especie de juego postmoderno de espejos deformantes, aunque el texto sea divertido y esté bien escrito, como en este caso, el lector se quedará con la sensación de que falta una pieza importante en el puzzle. Tal vez un escritor verdaderamente genial (y Cunqueiro me parece muy bueno, pero no es uno de los grandes maestros de la literatura universal), hubiera podido fingir el mismo sinsentido manteniendo oculta una estructura narrativa que conectara por debajo con lo que esperamos al leer toda historia; al fin y al cabo, la literatura es artificio, construcción y por tanto engaño.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Oddball

Sigo con mis regalos,

¿esto no será un poco de chicas?



A mi es que me suena que alguna ministra o algún Caldera de la vida y/u otro ministro de poco fuste viril puso este en una de esas entrevistas giliperiodí­sticas en las que te preguntan que libro tienes en la mesilla de noche y tal, lo cual me da un mal rollo de que te cagas.


P.D.: Las crónicas del Sochantre es un libro coponudo.

Lacenaire

Eso lo veo últimamente bastante en el metro. Mal fairo (te parta).

California

Cita de: Pete Sematary en Diciembre 26, 2007, 03:49:31 PM
Sigo con mis regalos,

¿esto no será un poco de chicas?



A mi es que me suena que alguna ministra o algún Caldera de la vida y/u otro ministro de poco fuste viril puso este en una de esas entrevistas giliperiodí­sticas en las que te preguntan que libro tienes en la mesilla de noche y tal, lo cual me da un mal rollo de que te cagas.


P.D.: Las crónicas del Sochantre es un libro coponudo.


Hombre, Odd, los libros estos de Salamandra suelen ser para chicas (de las que no leen mucho)

Dan

A Oddie Ouan me lo respetas, que tiene una edad, ¡y una trayectoria!

California

Cita de: Dan en Diciembre 26, 2007, 10:33:47 PM
A Oddie Ouan me lo respetas, que tiene una edad, ¡y una trayectoria!

Y encima ha dicho "coponudo"... Banéale antes de que sea demasiado tarde y se nos amaricone del todo.

Oddball

Joder, que racha llevo, la virgen.

Porque encima hacemos el martes por la noche la chufa del amigo invisible, y me da una cuñada un paqueto, y cojo y lo abro, y me encuentro el último de Fedeguico, y salta el cuñado "coño, si ese es mi regalo de reyes!" y resulta que la otra se habí­a hecho la picha un lí­o con los papeles, por lo que al final y tras el recoloque de libracos, me he quedado sin narrativa punk y por el contrario con el adefesio ese del Crichton de "Estado de miedo", que menos mal que mi cuñada es una chica muy previsora y lleva dentro un ticket para poder cambiarlo.

¿Lo cambio por el de Vasili Grossman o por el de Beevor sobre Grossman?

California