Entrevista con la esposa de Jamal Ahmidan, 'el Chino'

Iniciado por problemaS, Marzo 08, 2007, 01:15:07 PM

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ENTREVISTA: Juicio por el mayor atentado en España - 11-M ENTREVISTA CON LA ESPOSA DE JAMAL AHMIDAN, 'EL CHINO', JEFE OPERATIVO DEL 'COMANDO' DEL 11-M
"Jamal me dijo desde Leganés que era mejor morirse, que no se iba a entregar"

PABLO ORDAZ - Madrid - 08/03/2007

Se llama Rosa, tiene 29 años y lleva tres viuda y en silencio. La tarde del sábado 3 de abril de 2004, su pareja de toda la vida, un marroquí­ de 34 años llamado Jamal Ahmidan, le telefoneó dos veces seguidas desde un piso de Leganés. La primera vez, Rosa sólo escuchó sus sollozos mezclados con rezos y cánticos. La segunda, ella le pidió que se entregara y él le contestó: "Si me entrego os arruino la vida a tí­ y al niño. Perdóname. Sólo te pido una cosa. Que cada vez que mires al niño a los ojos te acuerdes de mí­".

Rosa supo después que, tras esa llamada, su marido aún tuvo tiempo de telefonear a Marruecos para despedirse de su madre. Una explosión cortó la comunicación. Jamal Ahmidan se acababa de suicidar junto a otros seis de los terroristas que participaron en la matanza del 11-M. Ésta es la primera vez que Rosa, mujer de El Chino y testigo protegido en el juicio que se sigue en la Casa de Campo, cuenta su vida.

Todo empezó hace 15 años. Ella acababa de salir del reformatorio y se sentó a llorar en una plaza del centro de Madrid. Un muchacho árabe, enclenque y feo, se sentó a su lado y le preguntó qué le pasaba. "Yo lo mandé a la mierda". Pero luego se hicieron inseparables. Compartieron muchas dosis de droga y temporadas en la cárcel, tuvieron un hijo que ahora tiene 12 años y hasta estuvieron separados un tiempo. Desde principios del año 2000 al verano del 2003, él permaneció recluido en la prisión de Tetuán a la espera de un juicio por asesinato. Hablaban por teléfono de vez en cuando. En una de aquellas conversaciones, Jamal le dijo: "Cuando salga, me voy a Irak". No se marchó, pero sí­ fue el principio de una deriva hacia el fundamentalismo que se acentuó cuando, ya a finales de 2003 y de regreso en Madrid, El Chino conoció a un tipo calvo con barba de chivo y apodado El Tunecino.

- "Vente conmigo, que no te va a pasar nada". "Yo acababa de salir del reformatorio, porque ya desde bien pequeña habí­a empezado a tener problemas con la droga. Estaba en una plaza de El Rastro llorando en un banco, drogada perdida porque no querí­a volver a casa. No sabí­a lo que hacer, y entonces apareció un chico feí­simo y se sentó a mi lado. Me dijo: 'niña ¿por qué lloras?', y yo lo mandé a la mierda. Insistió. 'Venga, cuéntamente que todo tiene solución'. Él llegó a las siete de la tarde y eran las once de la noche y estaba sentado en el banco preguntándome por que lloraba. Me insistió, 'vente conmigo que no te va a pasar nada', y me fui a la pensión donde él viví­a en la calle Fuencarral.Pasaron los dí­as. No me tocó un pelo. él en una cama y yo en la otra. Trapicheábamos con bolsitas de droga, es lo que siempre hemos hecho, y al mes y medio le dije: 'Bueno, ¿tú qué?, eres muy feo pero ya me estás gustando. ¿No me vas a tocar un pelo?' Yo ya empecé a notar que él era un antisistema total. Estamos hablando del 92 o por ahí­, yo tendrí­a 14 años. Era un antisistema, pero muy querido por los amigos".

- "Yo quiero morir, a mí­ no me importa". A pesar de lo que ha pasado, cuando Rosa habla de Jamal le sigue brillando algo en la mirada. "Si se estaban dos pegando en la calle, se metí­a y terminaba a bofetadas. Si a algún amigo le pasaba algo, ahí­ estaba él. Yo le decí­a '¿por qué te metes?', y él me contestaba: 'Porque yo quiero morir, a mí­ no me importa. No te puedo contar más, algún dí­a lo sabrás'. Un dí­a me contó que no iba a poder volver a ver a su madre ni a su familia porque tení­a una causa en Marruecos. 'Me acusan de haber matado a un hombre', me dijo. '¿Pero tú lo mataste?' Nunca me respondió, jamás. Lo supe por su madre cuando bajé con mi hijo pequeño de seis meses -lo tuve con 17 años recién cumplidos- a Marruecos. Él no podí­a pisar Marruecos porque lo detení­an. Yo iba para que la abuela viera a su nieto".

- La historia del asesinato. Dice Rosa que, técnicamente, no fue un asesinato. "Él iba en un taxi. Vení­a de una boda y se quedó dormido. Llevaba dos anillos de oro y uno de los ocupantes del taxi le intentó robar uno. Se despertó, se bajaron del taxi y pelearon. El otro saca un cuchillo, este se lo quita y lo apuñala. Pero no fue un asesinato a sangre frí­a. Él se pasó 18 meses en la cárcel en Madrid. Yo estaba embarazada de nueve meses e iba a verlo a Carabanchel. Cerraron Carabanchel y se lo llevaron a Valdemoro. Salió en libertad, y al tercer dí­a de dar yo a luz, lo volvieron a encerrar. Eso que dicen que cada vez que salí­a de la cárcel salí­a radicalizado es mentira. Salí­a y te decí­a: 'Me tengo que portar bien'. Rezaba dos dí­as, pero tení­a que buscarse la vida y volví­a a las mismas. Yo caí­ presa en el año 2000, también por tráfico de droga, pero estábamos separados. Él no tuvo nada que ver".

- "Me voy a Marruecos". "Un dí­a que vino a ver a la cárcel me dijo: 'Me voy a Marruecos, porque he conseguido unos millones y he cogido a uno de los mejores abogados de Marruecos. Quiero arreglar las cosas'. No sé qué hizo, lo que sí­ sé es que lo detuvieron en el Sáhara. No sé adónde iba. Desde el desierto lo subieron a la cárcel de Tetuán. Viví­a como un rey. Hablábamos por teléfono todos los dí­as. Su familia estaba pagando mucho dinero para que él estuviera bien. Cuatro o cinco presos lo protegí­an".

- "Empecé a notarle raro". Fue en la cárcel marroquí­ donde Jamal comenzó a hablar distinto. "Empecé a notarle raro. Me decí­a: 'Rosa, es que están matando a muchos inocentes, que eso no es justo', y yo le decí­a, 'pero a ver Jamal, que no se te vaya la olla', y él me respondí­a, 'es que los españoles os tenéis que levantar y salir a la calle'. y yo le decí­a 'coño, que me he tirado tres horas en una manifestación que casi me da un ataque de ansiedad en la Puerta del Sol, qué quieres que hagamos más. Nosotros no podemos coger metralletas como hacen en Palestina y liarnos a tiros, Jamal, aquí­ vivimos en democracia. Os tenéis que levantar, os tenéis que levantar'. Y luego otro dí­a me comentó: 'Cuando salga me voy a ir a Irak', y yo le decí­a: '¿A Irak, a qué?' Yo pensaba: 'Se le pasará, se le pasará'. Y se le pasó... Salió de la cárcel porque le absolvieron. La madre del chico no denunció a Jamal".

- "Sé lo que ha hecho, pero sigo enamorada". Rosa todaví­a se emociona cuando recuerda el 29 de julio de 2003. "Me llamó por teléfono y me dijo: 'Baja'. '¿Dónde?'. 'A la puerta'. Me quedé muerta al verlo, me temblaba todo. Estaba enamorada, y sigo... a ver, yo sé lo que ha hecho. Es que es muy duro decirlo. Los sentimientos no se pueden controlar. Yo sé que ha matado a todas esas personas, pero no sé hasta dónde llegaba su mente. Cuando volvió de Marruecos, yo al principio le digo que no me voy a ir con él a nuestra casa de la calle de Villalobos. Yo seguí­a en tratamiento de metadona. Pero poco a poco, volvimos a ir viviendo juntos. Creí­ que iba a dejar su mala vida. No le vi hacer ningún trapicheo. Cogí­a algunos coches, los vendí­a, se los bajaba de Alemania...".

- "Amistades". "La única amistad que le vi fue un dí­a me parece que fue con Abdelilah, el chiquitito, que está ahora imputado, Ahora es más fácil echar la culpa a todos los que están muertos. Jamal tení­a una cosa y es que convencí­a a todo el mundo, pero no por el miedo sino por su respeto, por su forma de ser. Coño, que yo le he visto llegar a Lavapies cuando salió de la cárcel, coger a todos los yonquis y llevárselos a la mezquita a rezar. Y decí­a: 'Pero bueno, osea, ¿dónde vas Jamal?' Yo muchas veces pienso, ¿serí­a un psicópata? Pero cómo podí­a ser dos cosas, lo que yo veí­a y otra tan distinta...".

- "El tal Serhane". Dice Rosa que la verdadera transformación de El Chino se produjo a finales de 2003. "Cuando llegó de Marruecos, vestí­a de manga corta y por la calle í­bamos agarrados, nos dábamos besos... Pero luego, como en septiembre o en octubre, empecé a oir a hablar del tal Serhane El Tunecino y él ya empezó a cambiar. Ya no me agarraba por la calle. Me decí­a que me cogiera el pelo en una coleta. La ex pareja de mi madre, que iba con él porque le arreglaba los coches, me decí­a: 'Rosa, hay uno que le tiene comida la cabeza, que está todo el dí­a hablando de él. Ten cuidado que le está diciendo que la española...'. Cuando llegaba a casa, yo le daba caña. Y él me decí­a: 'Tranquila, que yo sé lo que tengo que hacer'. Por entonces, el niño iba a un colegio de monjas. Tras conocer a Serhane empezó a decir que habí­a que llevarlo al colegio de la mezquita de la M-30, a la madrasa...".

- "Mi hijo sabe más que todos esos juntos". Rosa está orgullosa de su chaval. "Mira, mi hijo sabe más que todos esos juntos, más que el juez y más que todos, porque se ha pasado fines de semana enteros en la finca de Morata. Ha visto a todos... y todo. Él no quiere hablar. Un dí­a vino a casa y me dijo: 'He visto en la casa de Morata a un tipo que no me ha gustado. Uno calvo con barba de chivo que me ha dicho que yo lo que tengo que hacer es hablar árabe y empezar a rezar, y yo le he dicho: pues reza tú'. Mi niño en ese momento tení­a nueve años. Es muy listo mi niño. Jamal querí­a una casa que estuviera sola, que no tuviera nada por los lados. Uno de aquellos dí­as vino El Tunecino a casa y Jamal me mandó a la habitación. No me dejó salir hasta que Serhane se fue. En Nochevieja, lo llamé para decirle que si iba a venir a cenar, y me dijo que no sabí­a. Escuché por detrás la voz de Serhane diciéndole: 'Déjate de fiestas de cristianos y vamos a hacer lo que tenemos que hacer'. Aquel dí­a llegó a las cinco de la mañana, muy alterado, nervioso, cansado, pero pidiéndome perdón. Luego me enteré de que lo acusaban de haberle pegado un tiro a otro en una discoteca de Bilbao".

- "Los fines de semana se llevaba el niño a Morata". "Todos los fines de semana se llevaba al niño a la finca de Morata y en cierta ocasión también a un amiguito, compró unas ovejas, unas cabras... Yo lo que veí­a muy raro es que estaba todo el dí­a con el Internet, todo el dí­a, con un portatil, y una noche lo vi a las cuatro de la mañana con Bin Laden a toda pantalla, y le dije: 'Pero bueno, Jamal, ¿qué haces viendo a Bin Laden en Internet?' Ahí­ me empecé a mosquear.

Estaba enganchado, pero fue justo antes de los atentados, como dos meses antes.

- "A las doce de la mañana del 11 de marzo me dijo que se iba a Francia".

"Yo viví­a al lado de El Pozo. Cuando supe lo de los atentados, salí­ corriendo de casa con el niño para llevarlo al colegio. Yo ya estaba temblando, aunque le juro que no sospechaba nada. Aquella noche él no durmió conmigo. No sé si pasó la noche en Morata o dónde. Yo cómo me iba a imaginar. Todo el mundo decí­a 'la ETA, la ETA...'. El dí­a 12 llegó a nuestra casa de la calle Villalobos y me dijo que se iba a ir a Francia. Y yo le dije: 'Vamos a ver, alma de Dios, con lo que acaba de pasar y además vienen las elecciones, no tienes documentación... En el primer control te van a parar y tú tienes una busca y captura por haberte escapado de Moratalaz [un centro de internamiento de extranjeros sin papeles]'. 'Que me voy, que me voy, que me voy...'. Se fue y apagó el teléfono. Yo, nerviosita perdida, venga a llamarle y no me cogí­a el teléfono. Me fui a la manifestación del viernes 12 por la tarde, aquella en la que todo el mundo gritaba 'en ese tren í­bamos todos'. Yo ahora lo pienso y digo: 'Qué fuerte, con mi hermana, mojándome, qué fuerte". A Rosa se le humedecen los ojos. "Le seguí­a llamando y nada, no me cogí­a el teléfono. Ya por la noche del viernes, me contesta. 'Oye', le digo, '¿dónde estás?'. Y me dijo: 'Por ahí­...'. '¿Pero te vas a ir a Francia?' 'No, he cambido de opinión'. Me preguntó qué estaba haciendo yo y le dije que acababa de llegar de la manifestación. Me dijo: 'Joder, se han pasado los de la ETA'. Le respondí­: 'Sí­, pero como has desaparecido así­, hasta cualquiera puede pensar que has sido tú'. Y me respondió, '¿cómo?' Se quedó de piedra. Impactado. Colgó el teléfono. Tardé cuatro o cinco dí­as en volver a contactar con él.

- "Ahora van a venir a por todos los moros". "No lo volví­ a ver hasta que vino a hablar con sus hermanos. Fue el 19 de marzo y yo estaba muy asustada, llorando. 'Jamal. ¿por qué me haces esto?' Y él se reí­a. '¿Por qué estabas con el teléfono apagado?' Su coartada fue que ahora la policí­a iba a ir a por todos los moros, que estaban hablando de la conexión islamista... Se quedó en casa para celebrar el dí­a del padre y yo quise que nos llevara a la finca de Morata para montarnos en las motos que tení­amos allí­. Él no querí­a de ninguna manera. Pero yo le insistí­ tanto que fuimos a la finca. Fue a la mezquita, compramos carne musulmana y mi padre dijo que nos harí­a una paella. Nos tiramos toda la tarde en la finca. Su obsesión era que le habí­an robado las ovejas. Nos fuimos todos en coche a preguntarle a la Guardia Civil por las ovejas. Pero luego hizo una cosa extraña con la basura. Cogió toda la basura, los platos de plástico y todo, los metió en dos sacos blancos y los metió en el maletero. '¿Qué haces?', le dije. 'Nada', me contestó, 'ya la tiraré en Madrid".

- "Encendí­ la tele, vi que habí­an detenido a Trashorras. Ya nunca más volví­ a ver a Jamal". "Llegamos a casa y él se fue a dar una vuelta. Encendí­ la tele y vi que habí­an detenido a Trashorras... Ya nunca más volví­ a ver a Jamal".

El dí­a 21 de marzo, la policí­a se plantó en la puerta de la casa de Rosa. "Yo tengo mucho olfato para la madera. Me he pasado toda la vida corriendo delante de ellos. Y además, mi abuelo era policí­a. Y yo decí­a: 'Joder, ¿en qué se habrá metido Jamal?' Me llamó por teléfono y le dije: 'Oye, que estoy muy cabreada'. 'Tú tranquila'. Pero un dí­a los policí­as se pusieron a charlar con el niño y el niño les dijo que su padre tení­a un chalé en Morata y se llega por aquí­ y por allí­. Me llamó él y se lo dije. Empezó a reí­rse con una risa nerviosa. Y luego me dijo: 'Coge mi pasaporte de Ben Salah [uno falso que utilizaba a veces] y llévalo a casa de [unas personas que no quiero involucrar] y que lo quemen. Y que la agenda la quemen también. Pero tú no quemes nada'. Me intentaba proteger. Luego la policí­a cogió una segunda agenda en el bar de su hermano Mustafa".

- "Me dijo que era mejor morirse, que no se iba a entregar".

"El 3 de abril, me llamó desde el piso de Leganés pero no era capaz de hablar. Sólo me dijo que era mejor morirse, que no se iba a entregar, que era mejor morir. Yo de fondo oí­a mucho cántico, mucho rezo y conmigo habló poco. La que peor lo pasó fue su madre. Estaba hablando con ella cuando estallaron las bombas. A su madre le dijo que se iba al cielo con Dios por todos los infieles, que los infieles tendrí­an que pagar por sus pecados, que los 70 elegidos estuviéramos a su lado el dí­a de nuestra muerte. Y nada más. Y se inmoló. La policí­a me dijo que encontró en sus bolsillos fajos y fajos de billetes..."

"A mí­ el 25 de marzo me habí­an venido a detener ocho polí­cí­as. Me llevaron a comisarí­a, me hicieron maltrato fí­sico, me interrogaron desde las cinco de la tarde a las cuatro de la madrugada. Me decí­an: 'Te vas a comer 1.000 años de cárcel, no se cuántos por cada muerto', y yo les decí­a 'que no sé nada, que no sé nada'. Eso los jefes de grupo. Hasta que llegó el comisario gordo y dijo: '¿No veis que no sabe nada?

' Desde el dí­a 25 hasta el dí­a del suicidio no volví­ a hablar con él. Porque yo tení­a el teléfono apagado. No querí­a que me llamara nadie ni hablar con nadie. Tení­a miedo. Lo encendí­a, veí­a que no habí­a nada y lo apagaba. De pronto, aquel sábado escuché en la televisión: 'Hay unos terroristas encerrados en un piso de Leganés...'. Y pensé: 'Ya está, es él'. Me llamó mi cuñada, la mujer de Mustafa, y fue ella la que me dijo que eran ellos los del piso, y que iba a intentar que fuese Mustafa para convencerlo de que se entregase... Y ya dejé el teléfono encendido. Y me llamó. La primera vez llorando, llorando, sin poder hablar, y yo le decí­a: '¿Jamal eres tú, Jamal eres tú...?'. Y a la segunda le dije: 'Por favor entrégate'. Y él me dijo: 'Si me entrego, os arruino la vida a ti y al niño. Perdóname todo. Sólo te pido una cosa: cada vez que mires a los ojos al niño, acuérdate de mí­'. Y me colgó el teléfono. Luego llamó a su madre.

- El 'comando' terrorista. "El jefe de todo era el comecocos, Serhane, y el que montó todo, Jamal, de operativo y de todo, pero yo estoy segura de que él no quiso ensuciarse las manos y dejó que fueran otros los que pusieran las bombas... Yo, a los únicos que conocí­a era a los hermanos Oulad, el Rachid y el Mohamed, y si ellos han muerto ahí­ ha sido por seguir a Jamal, porque eran sus recaderos...".

- "Lo de ETA son sandeces". Cuando se le pregunta por ETA, Rosa lo tiene claro: "Esos son gilipolleces y sandeces. Él cada vez que ha estado en la cárcel se ha dedicado a ganar dinero, porque ganaba dinero en la cárcel con el trapicheo, con los moritos, pegándose con unos y con otros, protestando por las injusticias carcelarias. A mí­ nunca me habló de ETA y nada de nada de nada".

"Ahora me siento fatal. La gente de mi trabajo me está apoyando mucho, pero yo sigo en la misma casa. Tengo que aguantar ver cómo los moros en la calle se arrodillan ante mi niño, y le dicen: 'Tú tienes que ser como tu padre, tú tienes que ser como tu padre...'. Ven a su padre como a un mártir, y el pobre niño alucina, él no quiere estar aquí­. Nos vamos los fines de semana por ahí­. Lo que yo no entiendo es que si yo soy un testigo protegido qué coño estoy yo en la casa. A mí­ me dicen los amigos de Jamal: 'Mira la puta, fumando, con un cigarro en la mano, a tí­ Bin Laden te tení­a que llevar a un campo de Afganistán...'. Ahora se han enterado de que le hemos cambiado el nombre al niño...".
No vemos las cosas como son, sino como somos.