Venciendo prejuicios (I): baile moderno

Iniciado por Bic, Octubre 23, 2006, 12:34:47 PM

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Bic

Estos últimos dí­as me he encontrado en varias situaciones en que la realidad me ha sorprendido (para bien) y ha superado mis prejuicios previos. Os cuento la primera:

1) Por diversos motivos que no vienen a cuento, mi pareja y yo fuimos a un espectáculo de danza contemporánea llamado "Voices", de la compañí­a Bonachela. Googleando me enteré de que el tal Bonachela es un coreógrafo barcelonés que se hizo famoso en el Reino Unido (tanto por obras "sesudas"
como por ser coreógrafo de Kylie Minogue), y que acaba de fundar su propia compañí­a.

Prácticamente nunca habí­a visto un espectáculo de danza, así­ que no sabí­a muy bien con qué me iba a encontrar (me vení­an a la cabeza la escena del ballet paquetero de Top Secret, el ridí­culo baile del casero del Gran Lebowsky o, en el buen sentido, la escena de danza inicial de "Hable con ella"). Me temí­a un espectáculo incomprensible, interesante a ratos pero aburrido en general, ya que no tengo culturilla en este campo como para apreciar técnicamente el baile.

El espectáculo empieza con los seis bailarines (tres hombres y tres mujeres, todos fibrosos y en forma), vestidos de calle y bailando frenéticamente sin música: sólo se oye un persistente ruido callejero. Se me hace difí­cil interpretar lo que estoy viendo, más allá de lo obvio: seis figuras agitando espasmódicamente las extremidades, a veces de forma armoniosa y a veces brusquí­simamente. Tras cuatro minutos así­, empiezo a pensar que mis peores temores se confirman.



Sin embargo, pronto empieza a sonar una extraña melodí­a con tam-tames y una viola. No es exactamente melódica, pero sí­ bonita. Y los movimientos de los bailarines se hacen más lentos, más... Sensuales. Se dividen en tres parejas hombre-mujer que van cambiando, la atención se centra en una cada vez. Se abrazan, se acarician, huyen uno del otro, cambian de pareja, se repudian, se atraen.

Al principio intento interpretar lo que veo de forma "lógica": el tipo rubio seduce a la bajita del pelo negro, pero acaba volviendo con su pareja inicial, la pelirroja... Pero al cabo de un rato dejo de buscarle lógica interna al espectáculo e intento dejarme llevar por "lo que se sugiere", a ver qué pasa. Y mientras se retuercen voy dejando de ver sólo seis tipos saltando y empiezo a notar ternura en los abrazos que se dan, rechazo en cada empujón que se propinan, tristeza y melancolí­a al mirar a la pared, al acurrucarse en el suelo.

No es exactamente que cada gesto tenga un significado, sino que la forma de moverse (junto con la música) me provoca una emoción. 


Y coño, mola.



Quince minutos de pausa y llega la segunda parte: bajo una proyección gigante de unos guardias coreanos marcando el paso, los bailarines de antes, ahora vestidos de blanco, van apareciendo uno tras otro. Ahora el rollo que llevan ya no es tan sensual como antes, sino violento, brusco, cabreado. Se iluminan pequeñas porciones del suelo, en secuencia, y los bailarines sólo se mueven sobre el suelo iluminado, como si fueran pasando de celda en celda, lo que junto a la parafernalia coreana y la música desasosegante de fondo crea un ambiente pelí­n claustrofóbico pero espectacular. De música, suena una canción extraña ("Rendezvous with death"), interrumpida en un momento por el discurso de un refugiado kurdo. La sensualidad de antes es ahora dolor.

Y coño, mola.



Así­ que salí­ de allí­ muy contento, la verdad: aún sin saber nada de danza contemporánea pero habiéndomelo pasado lo suficientemente bien como para, probablemente, volver a probarlo un dí­a de estos.

P &
L

P.S: Parte II: El Chivi.
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.