Hilo sobre multikulturalismo

Iniciado por Dionisio Aerofagita, Octubre 13, 2006, 02:50:35 PM

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Mozart

Lamento no haber tenido tiempo para escribir algo de mi puño y letra sobre Isaiah Berlin. Pero creo que  el siguiente link vale la pena para saber más sobre su pensamiento. Son sus propias palabras.

http://www.cs.utexas.edu/users/vl/notes/berlin.html

(si te interesa el artí­culo y no te manejas en inglés puedo intentar pasarte una traducción)

Y esta reseña sobre las aparentes contradicciones en el pensamiento de Berlin, me ha parecido bastante certera, y además en castellano mondo y lirondo :)

http://revistas.colmex.mx/revistas/7/art_7_905_6199.pdf

Dionisio Aerofagita

Cita de: Mozart en Noviembre 30, 2006, 01:08:52 AM
Lamento no haber tenido tiempo para escribir algo de mi puño y letra sobre Isaiah Berlin. Pero creo que  el siguiente link vale la pena para saber más sobre su pensamiento. Son sus propias palabras.

Gracias. A ver si me pongo un poco. De momento, con la lengua fuera, sólo puedo añadir una entrada más al blog y al hilo. Por mi parte, no te preocupes por el inglés a la hora de añadir referencias. Aunque parece que no se me da bien la expresión oral en lenguas extranjeras, mi curro me obliga a leer en varios idiomas (y el inglés es el primero que hay que aprender incluso aunque uno se dedique al Labour Law).
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Dionisio Aerofagita

UNA MÁQUINA ENGRASADA... AL SERVICIO DE LO IRRACIONAL

Sin necesidad de entrar en la cuestión del determinismo, está claro que la "evolución" -no necesariamente el "progreso"- de los patrones "culturales" está fuertemente condicionada por el contexto socioeconómico y tecnológico. El pastoreo primero, la agricultura después, permitieron nuevas formas de sociedad y de ideología; la invención de la escritura abrió paso a nuevas formas de organización social al mismo tiempo que afectaba al lenguaje y seguramente al pensamiento. En un proceso muy largo, que comienza con estos cambios, y continúa con el urbanismo, el desarrollo del comercio y las grandes exploraciones del mundo, es donde se van fraguando los antecedentes de la racionalidad moderna. La sociedad moderna, sin embargo, llega seguramente a una especie de plenitud conceptual con el desarrollo de la industrialización, que introduce cambios verdaderamente revolucionarios.
Los pioneros de la Sociología (Marx, Weber, Tönnies, Durkheim) fueron testigos del parto de estas nuevas formas culturales y dedicaron gran esfuerzo a tratar de entender qué es lo que estaba pasando; la dicotomía significativa no era tanto "oriente" vs. "occidente" (dado que su interés primordial era seguramente lo que sucedía en los países "occidentales"), sino más bien -siguiendo a Tönnies-, el paso de una comunidad a una sociedad. Aunque simple y simplista, este esquema es útil para entender las transformaciones de Europa, las de sus colonias en todo el mundo y los choques interculturales que se plantean entre los grupos que se aproximan más o menos a una de estas polaridades (por ejemplo, la anomia de los campesinos tradicionales o los indígenas emigrados a los suburbios de las grandes ciudades). Siguiendo a Marx, el fundamento económico y productivo de esta nueva forma de racionalidad sería la industrialización (que luego se convertiría en "terciarización"); a grandes rasgos, su forma económica dominante es -hoy por hoy- el capitalismo (ciertamente, el "socialismo real" fue una aplicación fuerte de la racionalidad moderna, pero seguramente, sus procesos económicos se parecen más al capitalismo que a las economías tradicionales). Siguiendo a Durkheim y a Weber, respectivamente, sus formas organizativas principales son la especialización funcional y la burocracia.

El germen de la racionalidad moderna es la "conducta orientada a fines", es decir, la reflexión sobre los medios más adecuados para alcanzar un fin determinado; ciertamente, aunque no siempre los seres humanos actuamos así, esta forma de racionalidad es común a toda la Humanidad; a veces algo nos parece "irracional" sólo porque no compartimos las creencias en las que se basa la actuación: si crees que sacrificando un toro al dios de la lluvia vas a provocar tormenta, es perfectamente racional hacerlo en el marco de una sequía. Sucede sin embargo que en las condiciones antes mencionadas (industrializacion, organización burocrática de los grupos e instituciones, especialización funcional) esta forma de racionalidad se hiperdesarrolla, alcanza una eficacia inusitada y se convierte en el paradigma de la organización social. La ciencia, por ejemplo, se desarrolla como un subsistema social funcionalmente especializado para la adquisición de conocimiento, lo que parece que provoca un ajuste cada vez mayor entre las creencias y la realidad empírica que a su vez puede utilizarse como medio para alcanzar otras cosas. Aunque es imposible valorar "objetivamente" si las sociedades "modernas" son "moralmente" superiores, es indiscutible que son mucho más eficaces en la manipulación del medio que las demás. Al menos si se valora la sociedad en su conjunto, porque sus miembros, funcionalmente especializados, son inútiles considerados individualmente: un europeo aislado tiene muchas menos posibilidades de sobrevivir en la selva que un nativo de la selva aislado; pero, globalmente considerada, Europa puede hacer con la selva lo que quiera, mucho más de lo que los nativos jamás soñaron. Puesto que todos los seres humanos aprecian el éxito empírico para conseguir sobrevivir y alcanzar sus intereses diversos, el avance de la "racionalidad moderna" es imparable. Ya sea mediante procesos de colonización, dominación, difusión pacífica, emigración, exterminio, "plagio", intercambio o lo que sea, las formas culturales de la racionalidad moderna (no necesariamente las de la mal llamada "cultura occidental") están destinadas a propagarse y expandirse por todo el mundo. Hoy por hoy, no contar con ellas -para bien o para mal- es ignorar la realidad social y evadirse a mundos imaginarios.

Ciertamente, la "racionalidad moderna" fomenta, produce o determina determinados rasgos culturales. Así por ejemplo, la especialización funcional, aunque nos haga más interdependientes (como sugería Durkheim) también nos convierte necesariamente en "individualistas", en cierta medida; como describen Berger y Luckhman, cuando la sociedad es más compleja, percibimos una enorme diversidad de roles sociales e incluso cambiamos habitualmente de un rol a otro: así, la realidad social no se nos impone automáticamente como realidad objetiva derivada de la naturaleza de las cosas, sino que nuestro papel en la sociedad es un "traje" que podemos ponernos o no; terminamos por separarnos de nuestras funciones, de nuestros papeles y buscarnos a nosotros mismos, lo que implica reacciones adaptativas al individualismo. No sólo la "solidaridad orgánica" de Durkheim, sino también el colectivismo del fascismo y el "socialismo real" e incluso el análisis antropológico son formas adaptativas que sólo pueden comprenderse en un contexto que hasta cierto punto ya es -irremediablemente- individualista.

Pero lo cierto es que, a pesar de la implacable fuerza expansiva de la racionalidad moderna, ésta no determina todas las formas culturales en ninguna parte ni podrá hacerlo nunca; la "cultura" simplemente continúa su trabajo y se adapta a la nueva situación, creando y recreando nuevas formas, permitiendo subsistir patrones tradicionales en tanto no queden invalidados por la realidad, absorbiendo patrones de otros sitios, etc. Así, la dicotomía "oriente" vs "occidente" nos impide reconocer hasta qué punto la "racionalidad moderna" ha llegado ya a prácticamente todo el mundo (eso sí, en diversos grados). Los migrantes que vienen a Europa están ya perfectamente "contaminados" de este "virus", aunque por otra parte sus países atraviesan transformaciones que pueden leerse en clave de cambio comunidad--> sociedad. También nos impide ver que, aunque la modernidad es mucho más vigorosa en los países "occidentales" donde se originó, no todas las formas culturales europeas están adheridas necesariamente a esta racionalidad moderna y por tanto su difusión no es imparable ni "necesaria".
Al final, estas formas culturales, tecnológicas y organizativas que englobamos en la etiqueta son una máquina poderosa, preparada y engrasada capaz de servir a las órdenes de cualquier general, de cualquier fin compatible con su propia existencia y la de sus presupuestos. Su poder es incuestionable, pero no sabe lo que debe hacer. Esto es porque -a grandes rasgos, porque la cuestión es más complicada y tiene muchos matices-, la "racionalidad" nos aporta los medios, pero no los fines. Los fines derivan de nuestras necesidades e instintos primarios, de nuestras pulsiones, de nuestros intereses, de nuestras emociones, de nuestros sentimientos, de nuestros valores. En suma, de nuestra irracionalidad. La victoria de la racionalidad es una victoria aparente porque nuestro mundo irracional sencillamente se aleja cada vez más de los medios y se sienta en el asiento del conductor; lo que nos mueve en lo más profundo, lo que nos da sentido, en el fondo no es razón. Por más que nos cueste creerlo, el nazismo y sus desmanes fueron manifestaciones de la racionalidad moderna y también los atentados de los fundamentalistas islámicos.
Así pues, en el mundo intercultural, la "racionalidad moderna", a pesar de su superioridad empírica y de su importancia no es el criterio básico o fundamental para orientarnos. Por un lado es un presupuesto necesario, por otro lado una brújula. Pero la brújula no nos sirve para nada si no sabemos a dónde queremos ir. ¿Qué hacemos entonces?
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Dionisio Aerofagita

Si sólo aceptamos el legado del "multiculturalismo" clásico a beneficio de inventario, porque no queremos caer ni en el esencialismo cultural ni en el peligro de ocultar las valoraciones propias y ni siquiera la triunfante racionalidad moderna puede erigirse como criterio básico para orientar nuestros fines... ¿Nos resignamos a encerrarnos en valoraciones etnocéntricas? ¿Elegimos bando para un conflicto inevitable? ¿Qué nos queda? ¿La "interculturalidad", entonces?

Los "xenófilos" apenas utilizamos ya la vieja categorí­a de "multiculturalismo" y preferimos utilizar el término de "interculturalidad". ¿Qué es eso, una nueva moda? ¿Hay algún cambio de actitud real en esa nueva etiqueta? Profundizar en ello es uno de los contenidos de este blog, que trabajaremos de vez en cuando. En este momento me interesa simplemente marcar que la expresion puede tener diversos sentidos. Todos pueden ser positivos, pero no es inútil separarlos analí­ticamente para saber de qué se habla en cada caso:

    * La "interculturalidad" como hecho.- La primera dimensión de la interculturalidad es descriptiva. Se limita a enunciar lo que casi todos saben pero no todos asumen como una realidad inescindible de su tiempo. Nuestra sociedad es intercultural, en el sentido de que los sistemas, subsistemas y contextos culturales que dan sentido a las acciones son muy variados y diversos, interaccionan entre sí­: se crean se recrean, se mezclan y se confunden; dí­a a dí­a se cruzan por la calle y conviven personas cuyos "mundos de vida" divergen en distintos grados. Nuestra sociedad ya era intercultural antes de que empezaran a venir inmigrantes, aunque ello pudiera aparentemente ser frenado por ideologí­as homogeneizadoras y aunque ahora se quiera descargar el peso de la interculturalidad exclusivamente sobre los extranjeros para sentirnos seguros creyéndonos uniformes; con la llegada de inmigrantes, es todaví­a más intercultural. Asumir e interiorizar verdaderamente este hecho es indispensable para, a partir de ahí­, elaborar estrategias adaptativas inteligentes.

    * La "interculturalidad" o la "convivencia intercultural" como valor.- La segunda dimensión de la interculturalidad es valorativa y no se desprende automáticamente de la realidad, sino que es un juicio de "valor": la interculturalidad es un factor positivo. Aún siendo una experiencia no verificable, no está del todo desconectada de los hechos: en primer lugar, porque una perspectiva optimista -siempre que no sea ingenua- puede ser una estrategia inteligente para adaptarse a la interculturalidad como hecho; en segundo lugar, porque desde el punto de vista del individualismo y de la racionalidad moderna en los que estamos imbuidos, la diversidad de pautas amplifica nuestras posibilidades de actuación; nos proporciona más instrumentos para elegir, nos proporciona un mayor conocimiento social; nos permite cuestionar nuestros propios valores para reafirmarnos en ellos si funcionan o abandonarlos cuando dejan de tener sentido... Pero, todo esto ¿para qué?. Si la interculturalidad se erige como valor absoluto, entonces empezamos a encontrarnos con problemas éticos similares a los del "relativismo absoluto" y a los del "multiculturalismo". ¿Interculturalidad para qué? ¿Interculturalidad hasta dónde? ¿Interculturalidad hacia donde? No creo que casi nadie esté dispuesto a firmar la interculturalidad como un papel en blanco. Así­ pues, necesitamos algún otro criterio -aunque sea necesariamente abstracto y problemático- para enjuiciar a la propia interculturalidad.

    * La tercera dimensión de la interculturalidad serí­a la convivencia intercultural como mito, como aspiración, como ideal o modelo de sociedad, como experiencia existencial. Todos los mitos son verdaderos, pero nunca de modo empí­rico, sino como formas de expresión de la experiencia humana y como pautas que la experiencia humana continuamente recrea. No sé quién dijo que los ideales son como las estrellas; uno nunca llega a ellas pero sirven de orientación al caminante. El modelo "perfecto" de convivencia intercultural es seguramente irrealizable, pero, de un lado deriva de experiencias concretas -aunque incompletas- que hemos tenido; de otro lado, conforma nuestras experiencias futuras cuando tratamos de recrear el mito desde el "érase una vez" hasta el ahora, siempre limitadamente. Para construir ese mito hay que estar atentos a la experiencia; pero creo que también hay que tener algunas ideas claras. Y para eso tenemos que buscar ese perdido valor de referencia del que hablábamos antes. Algo, aunque sólo sea un concepto abstracto que rellenar en la práctica y que nos aporte sentido hacia el que dirigir nuestro mito. Algo que nos ayude a concretar en cada caso por qué tienen que convivir las "culturas", hasta dónde y de qué manera.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Dionisio Aerofagita

Cita de: Mozart en Noviembre 30, 2006, 01:08:52 AM
Lamento no haber tenido tiempo para escribir algo de mi puño y letra sobre Isaiah Berlin. Pero creo que  el siguiente link vale la pena para saber más sobre su pensamiento. Son sus propias palabras.

Muy interesante, ese Berlin. Esos son los liberales que me gustan. Ciertamente, hay que hablar un poco más adelante de la interculturalidad en relación con el pluralismo.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Dionisio Aerofagita

¿LOS DERECHOS HUMANOS SON UNIVERSALES?

En el confuso laberinto de la interculturalidad, necesitamos un faro que nos guí­e. Sabemos que nuestros valores van a ser distintos de los de otra gente (migrantes o no, ojo) y que las puras exigencias de la convivencia, como mí­nimo, van a hacer exigible un cierto grado de tolerancia, en sentido estricto (estamos hablando de mí­nimos). Ya sabemos que la "racionalidad moderna" nos puede ayudar a andar pero que a grandes rasgos no nos marca la dirección ni el sentido. Sabemos que en la negociación cultural que inevitablemente se sucederá tiene que haber algo innegociable, irrenunciable. Creo que los llamados Derechos Humanos pueden cumplir este papel; primero porque creo en ellos fuertemente, de manera tan intensa que esa creencia está adherida a mi propia identidad, pero en segundo término, porque al mismo tiempo que nos marcan valores irrenunciables, nos indican necesidades de tolerancia (como veremos en otro momento, respecto a la prohibición de discriminación). Por otra parte, parecen provocar consenso en muchas otras personas de culturas e ideologí­as diferentes. Parecen un buen "mí­nimo común denominador" para empezar a andar.

Pero todaví­a, en nuestro ansia por encontrar referencias, podemos sentir la tentación de contemplar los Derechos Humanos como universales éticos, más allá de las diferentes culturas y así­ -supuestamente- "blindarlos" de la crí­tica sociocultural emprendida por sus detractores. ¿Son los Derechos Humanos universales, más allá de toda cultura? Bueno, ¿qué entendemos por "universal"?

Si su "universalidad" tiene que depender de que todas las personas, a lo largo de los tiempos hayan creí­do en ellos, entonces está claro que no lo son. Podemos concebirlos entonces como universales en el sentido que mencionábamos en otras entradas de "progreso" de la cultura como un todo; pero, una vez más tenemos que recordar que es imposible valorar positiva o negativamente la evolución cultural al margen de nuestros propios valores, culturalmente condicionados. Está bien que valoremos, pero siempre lo hacemos desde nuestra posición, nunca somos "neutrales", por encima del Bien y del Mal. Está bien saberlo... y seguir tomando partido. Luego hay otro problema en el que no entraremos de momento: la gente que formalmente cree en los Derechos Humanos también es capaz de vulnerarlos, cual creyente pecador, buscando la excusa apropiada o la definición del cerecho más conveniente; cómo suele suceder con las normas más básicas, su necesaria ambigí¼edad e inconcreción son la clave de su éxito y del consenso que articulan a su alrededor. Esto apunta simplemente una obviedad: estar de acuerdo en los Derechos Humanos no nos resuelve la vida, por más que nos sirva de orientación.

A mí­ me parece claro que los Derechos Humanos, tal y como se han materializado en la práctica, son un producto cultural concreto, condicionado por patrones culturales previos (la herencia de la concepción liberal e ilustrada del Hombre); también son un producto de la mal llamada "cultura occidental", es decir, de la "racionalidad moderna" y de hecho sus concrecciones tienen sentido en sociedades modernas. Lo que pasa es que, aunque a lo mejor no nos habí­amos dado cuenta, las sociedades modernas están ya casi en todas partes.

Repasando rápidamente el texto de la Declaración "Universal": ¿Tiene sentido en todas las sociedades humanas imaginables el derecho al recurso ante los tribunales competentes ante alguna vulneración de sus derechos humanos? ¿qué pasa con el derecho a elegir residencia en el territorio de un Estado si no hay Estados? ¿en qué consiste el derecho a la nacionalidad entre los aborí­genes de la selva? ¿qué pasa con el derecho a la seguridad social entre los beduinos del desierto? ¿en qué consiste el derecho a fundar sindicatos en una sociedad de cazadores-recolectores? ¿como se garantiza la instrucción técnica y profesional? ¿como garantizamos los derechos morales y materiales de autor en el caso de los goliardos medievales? Es evidente que la concreción positiva de los Derechos Humanos está culturalmente condicionada. Esto no es "malo", simplemente es así­.

De hecho, cuando nos vamos a culturas alejadas, incluso puede haber problemas de "traducción". Cuentan que cuando se traducí­a la Declaración "Universal" a la lengua maya tzetzal no habí­a una palabra auctóctona para "Derecho" y utilizaron la palabra 'ich, que por lo visto significa algo así­ como "respeto". Pero ese respeto no necesariamente implica sujetos libres e iguales entre sí­; por ejemplo, parece que se aplicaba a la institución del matrimonio, concebida claramente como desigual.

Estos problemas de traducción no implican imposibilidad de comprensión. Y en ese sentido, los Derechos Humanos Sí son universales culturales; cualquier ser humano es potencialmente capaz de comprenderlos y de asumirlos; sus concreciones son más fáciles de comprender a medida que la racionalidad moderna se expande implacablemente. Pero más importante aún es darse cuenta de que en el fondo, en la raí­z, en la base de los Derechos Humanos, proporcionándoles legitimación (porque podemos interiorizarlos) y justificándolos hay una experiencia que sí­ es común a toda la especie humana, si la planteamos en abstracto: la de la dignidad humana. Esta experiencia de la dignidad humana no siempre es preponderante, en ninguna cultura, no siempre se impone sobre otros valores, experiencias y sensaciones; pero hay datos que nos permiten deducir que, de una manera u otra ha estado presente en todas las culturas a lo largo de la historia: como el amor, como la envidia, como el miedo, como el odio, como la rabia. Esa percepción de la dignidad de otro ser humano, la llamemos como la llamemos, viene en el paquete de hardware de la Humanidad.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Dionisio Aerofagita




Decimos que los Derechos Humanos son un buen instrumento para orientarse en el laberinto de la interculturalidad; pueden ser el mí­nimo innegociable, el fundamento firme de nuestra intolerancia; y al mismo tiempo la base sobre la que nuestra tolerancia se sustenta, el sustento de la acogida a los "extraños", de la prohibición de discriminaciones. Los Derechos Humanos son una concrección moderna de una experiencia humana que creemos universal. A esta experiencia le llamamos "dignidad humana", pero esta formulación, lógicamente, no es universal. De hecho, en sentido estricto, la palabra "dignidad" se refiere al reconocimiento que merece una persona por su comportamiento o por la posición que ocupa en la estructura social. En cambio, la experiencia de la dignidad humana es la percepción del valor y el reconocimiento que merece cualquier ser humano por el hecho de serlo, al margen de cuál sea su persona, su careta en el teatro del mundo. Deriva de la empatí­a básica que puede desarrollar cualquier persona; de la capacidad de sentirse solidum, parte de una misma cosa; de verse reflejado en el otro; de la experiencia de communitas más allá de la estructura social, de la que hablaremos en la próxima entrada. Aunque la experiencia es universal, sus condiciones pueden variar. Estas son las condiciones de aceptación que propongo:

-La "dignidad humana" corresponde a todos los miembros de la especie humana, con independencia de cuáles sean sus circunstancias personales o sociales.

-La "dignidad humana" no se pierde. No varí­a según el comportamiento. Todos la conservamos hagamos lo que hagamos; nadie pierde sus derechos humanos.

-La "dignidad humana" debe ser el valor superior y no se supedita a ningún otro. Ciertamente, a veces la dignidad de unas personas y otras podrá entrar de algún modo en contradicción y habrá que tomar decisiones. Pero nunca podrá afectarse a la dignidad humana por un valor que no sea ella misma.

Estos tres principios son muy básicos, muy abstractos y no nos resuelven la inmensa mayorí­a de los problemas. Pero son un punto de partida; de hecho, hay mucha gente que no los comparte ni siquiera en abstracto.

El problema más gordo es el de definir y concretar los contenidos de la dignidad humana, porque estas convicciones, siendo importantes, no son contenidos. La experiencia de la dignidad es una especie de chispa que nos pone en funcionamiento; es como una utopí­a, como una estrella, como un Paraí­so Perdido o un Cielo escatológico; tiende a ser absoluta, ilimitada, indefinida, pero luego corre el riesgo de tropezarse contra la realidad como si ésta fuera un muro de piedra negra y frí­a. Una vez encendidos con la llama de la dignidad, hemos de esforzarnos por encarnarla, por darle forma concreta y material. Como el cartel de la imagen, es algo que sólo se atisba, pero nunca se contempla por completo, como un sueño que responde todas las preguntas y apenas se olvida al amanecer.

Los Derechos Humanos son una concreción moderna bastante buena de la dignidad, pero aún son una concreción abstracta, general, simbólica, que sigue habitando en el mundo de las ideas platónicas. Algo con lo que podemos estar de acuerdo en general, pero que luego hay que llevar a (y definir en) la batalla de cada dí­a.

No hay varita mágica que nos resuelva la papeleta, pero las ideas-fuerza siempre nos aportan alguna ayuda. Así­ que vamos a profundizar primero en la contradicción permanente que existe entre dignidad humana y estructura social, para luego pasar a sus concreciones en el fenómeno migratorio, es decir, cómo el derecho humano a migrar se tropieza con el muro de la realidad social.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Dionisio Aerofagita

EL SUEÑO DE LA IGUALDAD

Históricamente, los Derechos Humanos en su configuración moderna, derivan del pensamiento liberal, a su vez heredero en sus patrones simbólicos de la Ilustración y del iusnaturalismo moderno. Los ideales más "espirituales" de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad, siguen resonando fuertemente en nosotros y configurando nuestras ideologí­as; sus significados varí­an pero la experiencia es común. El iusnaturalismo se basaba fundamentalmente en un mito del Paraí­so Perdido, el status naturae de personas libres e iguales que, de uno u otro modo, la sociedad humana alteraba. Como todos los mitos, es inexacto desde un punto de vista empí­rico (los seres humanos han vivido en sociedad desde antes de serlo), pero como todos los mitos, es verdadero porque expresa nuestras experiencias y se encarna continuamente en ellas. Las utopí­as comunistas (anarquistas o socialistas) narraban una historia parecida, pero proyectando el mito hacia un futuro escatológico, también irrealizable en su plenitud pero que al mismo tiempo se experimenta encarnado en la realidad. El liberalismo, el anarquismo, el comunismo, el cristianismo, son capaces o fueron capaces de mover montañas porque sus mitos conectaban con anhelos profundos e innominados de las personas.

¿Esta experiencia sólo existe en el mundo occidental? Que yo sepa, no indica la conexión aunque tal vez la sugiere, el antropólogo Victor Turner, con sus ideas sobre la communitas y la estructura. Al principio se dedicó a examinar ritos de paso (sobre todo de iniciación) africanos, con apoyo de materiales europeos y descubrió cosas interesantes de esas personas en tránsito. Para convertirse en alguien, era preciso morir y nacer de nuevo; uno tení­a que desprenderse previamente de todo lo que tení­a, de todas sus posesiones y de su posicion social y acabar desnudo, como la diosa Inanna, que se iba desprendiendo de su regalia mientras descendí­a a los infiernos. Inmersos en esta pobreza "evangélica", se diluí­an las diferencias estructurales entre los iniciandos, que en ese momento eran todos iguales, pura materia prima humana o tabula rasa que transformar en una "persona" futura. Cuando los seres humanos se reducí­an a pura materia prima, cuando estaban "de paso" se atisbaba que eran todos iguales en lo más profundo. Terminados los ritos, se creaban profundos lazos de solidaridad entre ellos, que Turner comparaba con instituciones "occidentales". En otro trabajo posterior, se zambulle en otro tipo de ritos; primero los que llama de "inversión de status": no sólo las personas se renuevan y vuelven a nacer sino que cada cierto tiempo (normalmente, cí­clicamente, al terminar el año), la sociedad entera (y con ella el universo) vuelve a renovarse, está de "paso" y todo se pone patas arriba: los hombres y las mujeres intercambian papeles, los ricos son pobres y los pobres son ricos; los poderosos son ultrajados por los débiles; esto sucede de una manera u otra en ífrica, en la India, en todas partes; así­ son idealmente las saturnales, el año sabático judí­o y el jubileo: los esclavos son liberados, las deudas se perdonan, las tierras vuelven a sus antiguos poseedores (o los cojos andan, los ciegos ven...) Yo dirí­a que algo de esto subsiste en nuestros excesos navideños, un poco esclerotizados por la estructura: nuestros banquetes gargantuescos nos retrotraen a la Edad de Oro; quizás, nos acordamos por un momento de que somos humanos, fingimos que nos quitamos la careta que llevamos en sociedad y miramos a los de abajo a los ojos (y tal vez a algún pobre le toque el Gordo); eso nos permite un contacto, siquiera superficial con nuestras raí­ces, que nos permite mantener la cordura en el dí­a a dí­a. Turner también nos hablaba de los ritos de "entronización", también presentes por doquier en las más variadas culturas: cuando alguien va a convertirse en Rey, a menudo el Pueblo lo vilipendia y lo agrede, haciéndole recordar que su poder proviene en último término de Ellos, del pueblo amorfo e indefinido de seres iguales, otorgándole fuerzas para gobernar; yo dirí­a que coincide con el cuento del rey mendigo, ese homeless que algún dí­a regresará de las cruzadas, de ítaca o de los páramos de Arnor para derrocar al tirano. Por último, Turner recuerda a todos esas personas y grupos que aparecen en sociedades más complejas y que pretenden vivir permanentemente en el estado de los iniciandos, en un "paso" perpetuo hacia un más allá: los milenaristas, los movimientos de renovación religiosa en oriente y occidente, que frecuentemente cuestionan las bases mismas de estas estructuras sociales: la familia y la propiedad, mediante dos extremos que se tocan: el ascetismo y el desenfreno, que pretenden en cierta medida que su movimiento se extienda a la Humanidad entera.

Con todo este material, Turner elabora una sugerente teorí­a: la sociedad humana es una continua dicotomí­a entre communitas y estructura. La communitas es esa experiencia de una humanidad amorfa de seres iguales en dignidad, al margen del reparto de papeles de la vida: esta es la experiencia universal de la dignidad humana, que aparece sobre todo para la comunidad propia pero que tendencialmente abarca a todos; en ella se basa y se legitima toda sociedad: de ella viene el cambio social y también su mantenimiento. La estructura viene en cambio constituida por las formas de organización social, normalmente derivadas de necesidades adaptativas, que organizan la propiedad, el parentesco, los status y que muestra una realidad empí­rica de personas desiguales pero que en sus discursos legitimadores se remite siempre a la comunidad. Cuando la estructura se vuelve esclerótica y pierde el contacto con esta experiencia, el Rey se convierte en el Tirano y surgen los profetas, los héroes, los milenaristas, los revolucionarios, que ponen el mundo patas arriba en pos de esa igualdad soñada; pero sin estructura no hay sociedad y pronto vuelven a apuntalarse nuevas estructuras sobre estas raí­ces depuradas. La communitas es el cuerpo de Ymir, el cadáver de Tiamat: pura materia prima sobre la que los dioses construyen el mundo.

Estamos condenados a vivir en una permanente contradicción entre esos anhelos de libertad, igualdad, fraternidad, que nos remiten a sociedades mí­ticas, primigenias o futuras y la realidad empí­rica de nuestras sociedades. Ya pasaba desde san Pablo, que alterna sus discursos favorables al sometimiento de las mujeres y los esclavos con el "ya no hay hombre ni mujer, esclavo ni dueño.. todos somos uno..." Esta misma contradicción la vivimos en cierto modo con los Derechos Humanos, nuestro fondo legitimador moderno: en concreto y por ejemplo, la estructura de nuestra realidad social está condenada a enfrentarse con el derecho humano a emigrar.

Pero ya nos ocuparemos de eso en la próxima entrada. De momento me limito a desearles una feliz inmersión en el caos primordial. Con navidad o sin ella, nunca está de más buscar cualquier excusa -festiva o no- para adentrarnos en la communitas y acordarnos que, además de todo lo demás, somos humanos y todo eso.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Dionisio Aerofagita

Siguiendo el hilo del blog, he dejado de tratar de momento el tema de la interculturalidad (o el multikulturalismo) y he empezado a tratar temas de derechos humanos, así­ que dejo de colgar aquí­ las entradas, por el momento. O sea, que pare por un tiempo de poner cosas en este hilo no implica que haya dejado de colgar cosas en el blog, y pueden seguirlo en su sitio en blogger si lo desean.

Más adelante habrá que volver con eso de la interculturalidad: yo que sé, por ejemplo atender a Berlin y a Giovanni Sartori; mirar si hay diferencias entre la interculturalidad y el pluralismo liberal o son lo mismo. En tal caso, seguramente lo siga colgando por aquí­.

Queda el hilo, entretanto, a su disposición para lo que les venga en gana.

Por cierto, una recomendación. He leí­do hace poco dos capí­tulos del libro de Kupper, A, Cultura, la versión de los antropólogos, Piados, Barcelona, 2001: I Guerras de Cultura y II. Cultura, diferencia, identidad. Me ha parecido BUENíSIMO en su tratamiento del multiculturalismo. Punto de vista antropológico, sin desprecios culturales, pero con una crí­tica firme e irónica al multiculturalismo barato y su exaltación de la diferencia. Cosas interesantes sobre los "estudios culturales" que habrí­a puesto en mis entradas si las hubiera sabido. En definitiva, muy recomendable para los interesados en estos asuntos.


Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Ií´ Merí¢

Leí­ con atención acerca de lo que ha escrito sobre cultura, civilización y, sobre todo, los ejemplos que utiliza, más que sus eruditas citas. En todos los ejemplos me asombró que siendo español, poco o nada conozca de las culturas mesoamericanas, de sus motivaciones y la obligación de permanecer en el ostracismo zoológico en el que se mantienen y han sido mantenidas por razones meramente económicas. El Multiculturalismo es un sofisma o un "sueño guajiro", ya que la cultura significa cultivar determinados usos y costumbres que permiten a determinado grupo adaptarse a las condiciones especí­ficas de su hábitat, para aprovechar los recursos materiales, humanos y financieros disponibles, pero en la mayorí­a de los casos es para explotarlos, es parte de la teorí­a darwiniana o darwinista de la "supervivencia del más fuerte"; por lo tanto existirán tantas culturas como formas de adaptación existan y se defenderán a capa y espada (literalmente) hasta que dejen de serles útiles. Es evidente, que la principal caracterí­stica de la especie humana es intentar comprender lo que nos rodea, pero esto incluye que si lo comprendemos lo aceptamos y si no, lo destruí­mos. Voy a exponer un ejemplo interesante que me consta como mexicana: En la Sierra Lacandona habita un grupo indí­gena (utilizo la expresión como naturales de la región o aborí­genes) denominado Lacandones; en los años 60 aproximadamente, llegó un antropólogo holandés apellidado Bloom a estudiar los usos y costumbres de este grupo étnico; para los años 70, a principios, este grupo se habí­a convertido en el foco de atención de los eruditos investigadores nacionales e internacionales. Cuando muere el antropólogo, se descubre que no sólo fue a investigar, sino que se afincó como tantos finqueros alemanes que existen en la zona los cuales destruyeron y siguen destruyendo la selva y lo que se les ponga enfrente, que jamás hizo un estudio serio, pero los legendarios lacandones más inteligentes que bonitos, aprovecharon la situación y con una extraordinaria habilidad mostraban a los turistas sus usos y costumbres ancestrales, incluyendo su miseria...lo maravilloso de este caso, es que cuando fui como una de tantas turí­stas antropológicas, el cacique de la zona, llevaba puesto unos magní­ficos lentes oscuros (gafas) Rai Ban...su humilde jacal (chabola) tení­a suelo de cemento...catres como camas...muebles de madera bien tallados, pero viejos...televisión a color...tostador de pan...equipo de sonido...y una magní­fica camioneta último modelo en la entrada de su casita...llevaba una túnica muy blanca y tenis Nike...viajaba en avión, pero jamás en clase turista y sabí­a hablar el inglés mejor que el español. Ante mi admiración me dijo: Mis hijos (varones) están estudiando en la capital...otro está haciendo su maestrí­a en administración en M.A.T..., pero si no tiene quien le ayude en su casa, le enví­o a una de mis hijas, son requetetrabajadoras y su sueldo me lo deposita a esta cuenta...Este tipo de anécdotas se han ido repitiendo en mi vida, en Chiapas, donde se encuentran los Lacandones, Tzotziles, Tzeltales, Chamulas y otros tantos...en la región Otomí­ (Estado de México principalmente), y en algunas zonas Raramuris (Chihuahua). Sin ir tan lejos, para mi, ya que vivo en la Ciudad de México, una de las más pobladas del mundo, coexisten todas las etnias en un grado de miseria impensable para un habitante de Madrid (soy hija de madrileños), pero lo que más les sorprenderí­a es que entre ellos no se ayudan, ni siquiera se mezclan, ni aprenden bien el español, siempre hablan sus diversas lenguas y lo más sorprendente es que no buscan empleos, ya que ganan mucho más de la limosna y muchos de ellos son propietarios de ejidos...VIVA MÉXICO MíS QUE SURREALISTA, DARWINISTA...Pero para que acaben de quedarse con el ojo cuadrado, en México, en todo México, el peor insulto que se dicen entre los indí­genas y mestizos es "INDIO"; el segundo insulto es "NACO", que significa "inculto", bajo, ignorante, corriente, por lo que es aplicable a cualquier sujeto de cualquier posición económica o de cualquier color (aunque preferentemente se les dice a los morenos, ya que son los más discriminados), pero la "RAZA", es la raza y todos somos raza, aunque unos son más que otros. La legislación mexicana prohibe la discriminación, pero México es el paí­s donde todo se discrimina, pero todo va en función de la economí­a...Don sin Din...Naquí­n...con Din, Don. Así­ es el mundo desde que es mundo. Por último, México no es un paí­s Centroamericano ni mucho menos Sudamericano, ya que nos encontramos en el hemisferio norte y los Americanos, no todos son Estadounidenses, ni los mexicanos, centroamericanos y sudamericanos somos todos iberoamericanos aunque seamos mayorí­a, sino latinoamericanos, es más propio y los canadienses, se cuecen aparte. Con toda esta arenga quiero decirle que la lucha de clases, sólo la han disfrazado de lucha étnica; a fin de cuentas es la lucha por la sobrevivencia y más en el caso de los que somos emigrantes o hijos de emigrantes que jamás dejaremos de ser los "invasores" y en el paí­s de nuestros padres los "sudacas", en resumen: "LOS APESTADOS DE LA TIERRA", pero como siempre he dicho: "VIVA LA REVANCHA DEL SUBDESARROLLO", A APESTAR ANTES QUE MUERTOS...Y lo último, último que me gustarí­a decirles a los xenophobicos españoles es que recuerden primero, que somos hijos de cuarenta razas y padres de otras cuarenta, ya que las mayores emigraciones registradas la historia del mundo ha sido de españoles, empezando por Colón y luego por Hernán Cortés con su huí­da a México, lo que provocara la conquista, aunque en realidad la consumasen los enemigos indí­genas de los mexicas, mal llamados aztecas; en el siglo pasado, la gran emigración de españoles que provocó la Guerra Civil y poco más tarde la todaví­a mayor emigración de los años 60 hacia la parte de Europa más desarrollada; aunque en México, particularmente, la emigración de españoles fue constante hasta que España ingresó a la Unión Europea y ahora que son muy civilizados se dan el lujazo de discriminarnos, luego de haberse aprovechado hasta la saciedad de nuestros recursos, pero en fin..."El burro siempre habla de orejas", que aprovechen. Ií´ Merí¢.

Dionisio Aerofagita

Muchas gracias por sus comentarios, vamos a comentarlos a su vez.

Cita de: Ií´ Merí¢ en Enero 06, 2007, 07:06:16 PM
En todos los ejemplos me asombró que siendo español, poco o nada conozca de las culturas mesoamericanas, de sus motivaciones y la obligación de permanecer en el ostracismo zoológico en el que se mantienen y han sido mantenidas por razones meramente económicas.

No sé por qué le sorprende. Nunca deberí­a sorprenderle la ignorancia, y, en cualquier caso, no tengo noticias de que el resto de los españoles acostumbre a conocer de las culturas mesoamericanas, de sus motivaciones y de la obligación de permanecer en el ostracismo, etc, etc., lo que en cualquier caso es una valoración suya que habrá que someter a la prueba del relativismo y considerar una perspectiva de la realidad, antes que la realidad misma, de manera dogmática. Me han dicho tantas veces "no sé como puedes ignorar la CLARíSIMA REALIDAD esta... blabla", de manera contradictoria (para unos es clara una cosa, para otros es clara otra), que prefiero escuchar qué es lo que me tienen que contar para ver qué puedo aprender y no preocuparme de lo imprescindible que era tocar su cacho del elefante (esto va por el cuento de los siete ciegos y el elefante).

De lo que sí­ tengo noticias, también como español, es de los procesos de maximización de las diferencias culturales para crear y recrear identidades polí­ticas, que es de lo que me parece que usted me habla. Ciertamente, es una perspectiva crí­tica del multiculturalismo que hay que abordar y que creo que he tratado, siquiera superficialmente en las entradas, aunque volveré a ella más adelante en el blog con la cuestión de la identidad. Yo soy muy desconfiado con esto de las diferencias creadas frente a las realidades materiales, por ejemplo, recientemente aquí­:
http://weblogs.madrimasd.org/migraciones/

Pero eso no implica que las identidades no valgan nada o no tengan sentido o sean un simple mecanismo de engañabobos sin consistencia ninguna. El reto de un buen materialismo es saber aprehender la importancia de los elementos simbólicos en la vida del ser humano.

Citar
la cultura significa cultivar determinados usos y costumbres que permiten a determinado grupo adaptarse a las condiciones especí­ficas de su hábitat, para aprovechar los recursos materiales, humanos y financieros disponibles, pero en la mayorí­a de los casos es para explotarlos, es parte de la teorí­a darwiniana o darwinista de la "supervivencia del más fuerte";

Su teorí­a sobre la cultura es una de tantas. Comprenderá que después de leerme varias no la tome como una realidad uní­voca.

Citar
Con toda esta arenga quiero decirle que la lucha de clases, sólo la han disfrazado de lucha étnica;

Pero, insistiendo en ese materialismo no ingenuo y simbólico, no hay que menospreciar el poder del sí­mbolo:

http://tiempos-interesantes.blogspot.com/2006/08/hobsbawm-y-el-pas-de-los-trabajadores.html

Citar
[...]y ahora que son muy civilizados se dan el lujazo de discriminarnos, luego de haberse aprovechado hasta la saciedad de nuestros recursos, pero en fin..."El burro siempre habla de orejas", que aprovechen.

Comprendo que este tipo de argumentos algunas veces calan algo en los xenófobos, porque utilizan sus mismos instrumentos de categorización de la realidad: categorización, construcción social de grupos, asignación de méritos y responsabilidades en función de la pertenencia al grupo. "Los españoles robaron el oro", "los españoles emigraron", "los musulmanes invadieron España" y cosas así­.

Yo tengo que confesarle que prefiero que cada palo arrime su vela y opto por la responsabilidad individual y no grupal. Lo que tenemos que ver es quiénes somos cada uno, qué es lo que queremos y cuáles son las consecuencias de los que queremos. Y las consecuencias de la discriminación son terribles para los discriminados y para la sociedad en su conjunto. Para mí­, eso es lo que importa. Porque aunque los españoles no hubieran emigrado a ningún sitio, seguirí­a siendo de justicia tratar a los extranjeros con dignidad. Aún así­, ya le digo que como poética o mí­tica lo entiendo y tiene su sentido. Es como el libro del Leví­tico, que manda a los judí­os tratar bien a los extranjeros porque "vosotros también fuisteis extranjeros en Egipto".
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Pornosawez

#26
Vamos a ver, voy a ponerme materialista radical.

Primero, es imposible definir la cultura en estancos. Esto es, ni las definiciones de los lingí¼istas, ni las de los polí­ticos, ni las de los antropólogos son conjuntos cerrados. Todas las culturas viven en un cambio perpetuo, nunca ha existido un estadio original nada más que en la mitologí­a de las gentes asociadas.

La lengua como cultura es una ficción, puesto que no parte de un sistema racionalista de creación. Esto es, es la costumbre la que la forma y con apenas medidas reformuladoras llega a nuestros dí­as. No se puede hablar de una cultura española asociada a la lengua, ya que serí­a visto como un método colonizador de otros paí­ses. Lo mismo en el sentido menor, con las lenguas minoritarias, como el vasco. Una persona puede vivir en su piso de Bilbao rodeado de cultura americana mediante DVD y hablar vasco, y otro individuo en un caserí­o sin conocer el vasco llevar una cultura de un estilo más vasquista. Por otra parte, los lí­mites de las lenguas sólo pueden ser establecidos por los necios, ya que desde el XIX el ser humano tiene unas posibilidades de expansión que aniquilan los viejos estancos con los que fantaseaban los jerarcas nazis. Hay más gente que sabe vasco en Argentina que en ílava.

Los polí­ticos usan la cultura como arma arrojadiza para obtener prebendas tanto individuales como colectivas. No la comprenden, no pretenden entenderla; es sólo un medio para cambiar una infraestructura económica determinada. Esto en el sentido contemporáneo; los polí­ticos mitólogos, los filósofos que llama Espinoza, pueden vivir creyendo el mito y basar su vida en él. No hablarí­amos de polí­tica; religión entonces.

La cultura de los antropólogos, la que se podrí­a llamar cientí­fica, es simplemente una selección de rasgos culturales que se establecen como ficción útil para etiquetar de manera determinada a un grupo. Es una ficción formal, y sólo podrí­a ser válida - y esto, por favor, es esencial entenderlo - en caso de aislamiento del grupo, y con diversos matices más subjetivistas que materialistas (se desechan rasgos para realizar un conjunto cultural completo al gusto del antropólogo; elemento común dada la caradura de muchos de ellos). Hablar de culturas especí­ficas en continentes mundializados como podrí­a ser Europa o el Medio Oriente es simplemente basura. ¿Dónde acaba España y finaliza Francia culturalmente? ¿Y Alemania? ¿Y Polonia? Estos métodos, que podrí­an funcionar en tribus aisladas como he comentado, son imposibles en contextos de contacto constante entre grupos humanos. No sólo en la modernidad, sino también en épocas antiguas (¿Donde empieza lo Minoico y termina lo Micénico?

Aniquilados estos tres puntos de vista, el último, el filosófico, es sólo la comidilla de los Hegelianos radicales que pretender establecer una mixtificación idealista de la cultura para crear una mitologí­a para la nación alemana. Hablar desde el punto de vista idealista de cultura es la esencia del nacismo. No admite otra interpretación ni otro matiz. Aquí­ son representantes fidedignos todo el 98 desde el punto de vista español, unidos a los pater de los nacionalismos, fervientes germanófilos.
"España es el paí­s donde más fácilmente se puede hacer uno rico"

Carlos Solchaga

Dionisio Aerofagita

Cita de: Caverní­cola en Enero 07, 2007, 06:11:21 AM
Primero, es imposible definir la cultura en estancos. Esto es, ni las definiciones de los lingí¼istas, ni las de los polí­ticos, ni las de los antropólogos son conjuntos cerrados. Todas las culturas viven en un cambio perpetuo, nunca ha existido un estadio original nada más que en la mitologí­a de las gentes asociadas [...] Por otra parte, los lí­mites de las lenguas sólo pueden ser establecidos por los necios, ya que desde el XIX el ser humano tiene unas posibilidades de expansión que aniquilan los viejos estancos con los que fantaseaban los jerarcas nazis [...] La cultura de los antropólogos, la que se podrí­a llamar cientí­fica, es simplemente una selección de rasgos culturales que se establecen como ficción útil para etiquetar de manera determinada a un grupo.

Pues sí­, estoy bastante de acuerdo. Eso es lo que he intentado explicar en otras entradas, especialmente en la que se titula "el esencialismo cultural".

Por otra parte, también me parece cierto ese uso interesado, con finalidades polí­ticas y económicas de la identidad y de la cultura que señalas; este fenómeno es común, creo yo, a todo el mundo moderno y me parece que en cierto modo es inevitable, aunque tal vez ser conscientes de los mecanismos por los que opera nos puede ayudar a librarnos de sus consecuencias más perniciosas.

Ahora bien, podemos caer en la tentación de explicar la configuración de identidades exclusivamente en clave de "intereses"; así­ tendrí­amos una explicación materialista bastante simple y poco fina. Como intentaba decir antes, una buena explicación materialista no puede obviar el poder de los factores simbólicos en la definición de los intereses. Las identidades colectivas se van construyendo y reconstruyendo sobre la base de procesos reales de interacción (comunicativa, social, económica, polí­tica); a veces esta construcción es fomentada o propulsada desde instancias polí­ticas y esta actividad puede ser muy relevante, aunque difí­cilmente puede construir algo "sobre la nada"; como mí­nimo la identidad nueva tiene que surgir de procesos reales fomentados por las élites, pero que no pueden controlar totalmente. Al final, estas identidades creadas sirven de criterio de definición de los intereses materiales mismos, que no suelen remitirse únicamente al nivel individual, por cuanto las personas no actuamos como meros individuos; así­: los intereses "de España", los intereses "de Cataluña", los intereses "de la Unión Europea", los intereses "de mi familia", los intereses "de mi pueblo", los intereses "de la clase trabajadora", los intereses "de las mujeres" derivan de construcciones ideológicas de la identidad colectiva, que siempre deben implicar alguna forma de mitologí­a grupal.

La mitologí­a, por cierto, no siempre es algo negativo; es un rasgo humano seguramente tan irrenunciable como la cultura, de la que forma parte. Los mitos son la Caja de Pandora: pueden contener todos los males de la tierra o todos los bienes, según la versión.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Ictí­neo

Yo que he vagado durante meses entre abertzales y entre rusos (en épocas distintas, ejem), que nopodí­an evitar bañarse con la opinión e influencia de otros seres culturales -básicamente griego-judaicos- puedo decir:

Existe una cosmovisión rusa y una cosmovisión boinoetarra. Y son la polla.
Lo siento por Caver, pero las parcelas existen -en el sentido simbólico de Dionisio- y él no debí­a dejarse bañar por el posmodernimo de negarlas.

Pornosawez

Cita de: Ictí­neo en Enero 07, 2007, 02:34:27 PM
Yo que he vagado durante meses entre abertzales y entre rusos (en épocas distintas, ejem), que nopodí­an evitar bañarse con la opinión e influencia de otros seres culturales -básicamente griego-judaicos- puedo decir:

Existe una cosmovisión rusa y una cosmovisión boinoetarra. Y son la polla.
Lo siento por Caver, pero las parcelas existen -en el sentido simbólico de Dionisio- y él no debí­a dejarse bañar por el posmodernimo de negarlas.

La propia existencia de parcelas es la esencia de la postmodernidad: Los puntos de vista relativos. Para mí­, como girondino, sólo hay una cultura: la humana.
"España es el paí­s donde más fácilmente se puede hacer uno rico"

Carlos Solchaga