Rotspanier. User manual

Iniciado por 45rpm, Diciembre 24, 2024, 01:00:08 PM

Tema anterior - Siguiente tema

45rpm

Llevaba postergando demasiado tiempo visitar a mi tía, la hermana de mi padre, en su casa museo de Barcelona. Finalmente hace unos días caí por el mercat de San Antoni y me acerqué. Subiendo al entresuelo casi tuve que apartarme para dejar pasar al aire decadente que bajaba por la escalera. Llamé tropocientas veces el timbre y al final se abrió la puerta. Y en principio escribo que se abrió porque cuando te recibe mi tía de 97 años embutida en su diminuto cuerpo de apenas 150 centímetros hay que mirar muy hacia abajo para descubrir que la puerta no se ha abierto sola. Qué tal padrina, cómo estás?  Sonríe, levanta la mirada con serena tristeza y sus ojos me dicen, quien sabe, a este paso igual también tendré que enterrarte a tí. Los muebles, pequeño modernistas, recargados de miniaturas, de maderas ondulantes atrapadas por más de un siglo en su rincón de castigo cara a la pared, no los puso ella, los heredó de sus suegros, señor y señora orgullosísimos de su renombrado apellido, descendientes de un ilustre poeta nacional cuya cita y sobre todo versos perfectamente nos podemos ahorrar. En una primera impresión, a mi pareja le pareció un ambiente perturbador. Desde la visión del repentino perturbado, para mí es un piso alucinante, un viaje a la niñez. En esta casa se van descarcharndo las únicas cuatro paredes de mi infancia que puedo revisitar.

Tras casarse, mi tía poco a poco fue asimilada al mobiliario y heredó también su alícuota de castigo cara a las paredes de las que apenas saldría. En los bajos del mismo edificio el suegro había montado la fábrica de tubos de papel que gastó por completo a tres generaciones de primogénitos, incluyendo a mi primo hermano hace un par de años, cuya muerte me fue comunicada de antemano por un ataque de lumbalgia en un remoto islote filipino mientras recreaba un, en principio absurdo, santuario de conchas de sobre la playa dedicado a la sacrosanta ociosidad. Para desplazarse a la fábrica a mi tía le bastaría recorrer esa escalera del entresuelo a los bajos por la que hay que dejar pasar tantos aires viciados. La fábrica, más que cerrada, ya clausurada por unos nietos con las elementales dosis de lucidez, hoy se pudre en los bajos enfurruñada porque sin embargo no pudo derrotar a mi tía. Con su pan se lo coma. Acaso la fábrica no ha tratado siempre a mi tía como si fuera inmortal?

Y me detengo aquí. Necesito interrumpir así, dejando entrever que sí. Que la fabricá maltrató a mi tía  y que mi tía va a ser inmortal. Que ambas afirmaciones sean mentira ni me lo planteo. Queda bien terminar así. Queda bien nunca terminar así. Continuaré.

defedef232

¿una fábrica de robos de papel en los bajos de un edificio que no sea paki o viet... vende algo sin una subvención de la cisa .cat del copón bendito?
Quitame la mierda, haz favor (con esos ojillos tan bonitos que a Pavel Ahla` le'jha daado)

45rpm

#2
Además de confirmar la buena salud particularmente mental de mi tía, yo iba de visita con el objetivo de aclarar ciertos episodios de la trama de su padre, que no biografía, porque biografía es un lujo que también le fue negado. Por lo que solemos llamar vida, mi abuelo paterno encadenó un amasijo de tramas desbalazadas, tan desfiguradas y borrosas, que a la que los desenlaces asomaban la nariz, huían por patas. Ya os adelanto que cuanto más investigo, más enredo.  Los más intuitivos vais a terminar este errático relato sabiendo más que yo, y por eso os necesito aquí aguantando mi rollo. Tomaros esta lectura como un servicio comunitario y leed, malditos, hasta que me podáis ayudar con alguna pista.

Sin embargo las razonables y por tanto inoportunas sospechas levantadas por Ictineo llevan varios días distrayéndome, no logro centrarme en el asunto de servicio al prójimo que tan generosamente habréis asumido y de repente yo también siento la necesidad de disgregar acerca de la inconcebible expistencia de una fábrica de tubos de papel sin pakis de por medio en unos bajos del eixample barcelonés. Que yo haya crecido yendo regularmente a esa fábrica, por ejemplo a jugar al escondite en los cumpleaños de mi primo, no ayuda. Porque esa fábrica repleta de máquinas con la tecnología de unos autómatas del XIX, enjambres de manivelas, pistones, engranajes, y al final cizallas vomitando canutos de papel, se impregna en mi memoria como un olor insólito de infancia. Y los olores, siento, decirlo, no van por ahí dando explicaciones. Así que no. No puedo ofreceros ninguna explicación que disuada vuestras sospechas. Pero sí describir un olor lo suficientemente inconcebible para que concluyáis algo tipo... ¿a quien coño se le puede ocurrir semejante aberración? Y que presentando esa evidencia olfativa de cargo, por inimaginable, concluyáis que la fábrica nadie se la pudo inventar. Por lo tanto, que esa fábrica existió.

defedef232

esa fábrica existió, punto pelota
Quitame la mierda, haz favor (con esos ojillos tan bonitos que a Pavel Ahla` le'jha daado)

Afirmacionista

¿Tu abuelo fue un rotspanier?  :o
Es una pena, todo el mundo va a lo suyo. Menos yo, que voy a lo mío.

45rpm

Consulto a mi tía si conserva ciertas fotos que mi abuelo, días antes de morir, me había mostrado exactamente en esa misma mesa que ahora compartimos. Ese día, y a diferencia de mi, él sabía que nunca más volveríamos a conversar. Y entre otras travesuras eligió presagiar mi vida: tú vas a dar muchas vueltas, pero nada te dará mayor safisfacción que despertar junto a tu pareja y tus hijos abordando la cama. Hombre pues muchas gracias, pensé. Nótese que el vicio por los spoilers es hereditario -efectivamente, Afirmacionista, mi abuelo fue un rotspanier... particular.- Con semejante spoiler ya en mis tiernos 22 años para qué iba a tomarme la molestia de interpretar mi vida, te da tal bajonazo vitalicio que te quita las ganas hasta de redactar tus memorias, con el agravante de que 37 años después me jode admitir que en dos tercios del presagio lo clavó.

Veo un albúm con patas de vuelta a la mesa, se sienta y asoma la cabeza de mi tía por encima de las tapas verdes con los ojos súbitamente desorbitados. Sin mayor preámbulo ella solita se arranca la conversación que yo he tenido pendiente desde que palmó el abuelo: hay una historia muy fuerte sobre papá...

En este punto debo dejar a mí tía fuera de su órbita con las palabras en la punta de la lengua y os adelanto la chirriante versión que me había contado mi padre: durante la guerra civil, tu abuelo cayó preso de los nacionales y lo metieron en un tren para mandarlo quien sabe adonde. Al instante de partir, tu abuelo saltó desde la ventana del vagón y se escondió bajo sus ruedas. Dejó traquetear hasta el último vagón por encima de su cabeza, pemaneció unos mitutos recostado entre railes, se levantó, se sacudió el uniforme, y emprendió una caminata de dos semanas por bosques y descampados hasta alcanzar la casa de sus hermanas en Barcelona, que así lo vieron llegar, llenas de asco, agarraron por las hombreras al sargento republicano fugitivo y lo metieron en la bañera junto a su pelotón de chinches, piojos y garrapatas. Esta historia, conociendo las dotes histriónicas de mi padre, solo podía ser profundamente cierta y sin embargo exagerada. Pero en su momento me cautivó tanto que a base de postergar aclaraciones mas creíbles de su hemana, mi tía se me ha hecho casi centenaria y todavía la tengo ahí aguantándose su versión. Pero... veamos. Hay que ser nieto muy indecente para tratar de desmontar esa versión audaz y heroica del entrañable abuelico de uno burlando a una tropa de fascistas como solo vemos en las películas. Cuando nací mi abuelo ya vivía en nuestra casa, crecí con él. Crearos la imagen de un abuelo ideal, afable, solícito, crónicamente apuntalado en su muleta, sentado siempre en su balancín, que se ríe contigo y con el correcaminos del coyote, que te enseña el mate pastor, que te  presenta a Verne, a Swift, a Stevenson a Cervantes y hasta a Dante. Cuesta encajarlo con ese personaje de aventuras cuyas historias sin embargo devoraba. Crearos la imagen de un auxiliar contable con elegante caligrafía acogido en la casa de un hijo que a diferencia de mi tía jamás lo llamaba papá. Crearos la imagen de un padre calamitoso que se ganó el resentimiento de su hijo y una madre, mi abuela, que no estuvo por la labor.  Crearos la imagen de mi abuela Carlota embarazada del tercer hijo subida a una escalera para arreglar el depósito del water. Crearos la imagen de Carlota resbalando y dejando por los suelos un estropicio de dos víctimas, dos huérfanos de 3 y 5 años, y un viudo apenas cumplidos los 30. De tal quisa se las traen los putos desenlaces cuando finalmente meten la nariz por las tramas de mi abuelo. ¿No debría inconcluir así, con esta imagen de un héroe anónimo y trágico que ya no puedo seguir creando?

Afirmacionista

Como decían en "El hombre que mató a Liberty Valance":
"Cuando la leyenda se convierte en realidad, publica la leyenda".

Pues eso es.
Es una pena, todo el mundo va a lo suyo. Menos yo, que voy a lo mío.

45rpm

#7
Gracias por el sabio consejo, Afirmacionista. Una buena persona debería cortar aquí. Un buen nieto sellaría los dichos legendarios sobre sus abuelos y se recrearía en ellos, se autopublicaría la novelita, y una vez asumiera que nadie vino al mundo con suficientes tragaderas para leerla, ni siquiera sus... oh tragedia! los abuelos fallecieron demasiado pronto, se olvidaría de joder con veleidades literarias. No parece mi caso. Pero veamos. Sociópata no soy porque me noto ciertos remordimientos. Por ejemplo. Unos cuantos párrafos antes os he mentido patéticamente. ¿Recordáis cuando os he pedido que me ayudarais a resolver el caso?  Un intento sonrojante de reclamar vuestra atención. Me avergüenzo. Lo reconozco. No necesito la ayuda de nadie porque no necesito desenredar ninguna trama. Y quizás a estas alturas debería sincerarme y aclarar de qué va esto. No va de novelilla histórica.  Suficiente culpa tengo con revolver la memoria de mis abuelos como para meterme en la de toda una generación. No va de narrativa épica, ni de héroes ni de antihéroes. No pretendo entreteneros, seguro que tenéis cosas más amenas que leer. Tampoco va de melodramas familiares. Si antes he emocionado a alguien le pido mis más sinceras disculpas, no era mi intención. Por supuesto tampoco va de autoficción, ya tengo psicóloga en casa. Os he reescrito el título. Rotspanier a secas podría confundir. A que suena a marca alemana de batidoras de cocina, minipimers y ollas a presión. Eso mola. Y en principio me parece bastante acertado porque pretendo explicar el funcionamiento de otro cacharrillo de cocina. Voy a publicar el manual de instrucciones de la mollera encapsulada en nuestra carcasa craneal para tomar decisiones ante situaciones banales. Y este relato no hace literatura, sino de manual técnico basado en el i+D a cargo de mi abuelo. Repito, sobre comportarse ante dilemas banales, no extremos. Porque situaciones extremas no hay. Una situación extrema es tan solo una banalidad dándose unos aires, unos vientos, unas tramuntanas de grandeza a la que deberíamos bajarle los humos. Pensad en mi abuelo un instante antes de saltar del tren. Si se quedaba en el tren bien podría terminar en un campo de prisonieros franquista con juicio de por medio y condena, con suerte, a trabajos forzados. Si saltaba y lo pillaban huyendo podría llevarse un par de balazos de los guardias, con suerte, en el culo. En ese momento aparentemente crucial para su destino, ¿qué se coció en su mente? Nadie lo sabe, excepto yo. Sí, lo sé. Jamás me lo contó. Pero lo sé porque soy 2/3 de la proyección de mi abuelo, según confesión implícita en sus últimas palabras. En exactamente dos terceras partes nuestra alma, nuestra mente, nuestros miedos, nuestros deseos, coinciden. Y el tercio que desconozco tampoco lo sabía él. Porque más o menos un tercio de su mente tampoco sabía qué cojones estaba haciendo cuando decidió lanzarse por la ventanilla del vagón. Por eso puedo revelar que mi abuelo entendió que no afrontaba una decisión límite, sino profundamente banal. Puesto que la guerra, particularmente la guerra civil española, había decretado la vida y la muerte y matarse entre hermanos como un asunto banal, entonces los ciudadanos reclutados a filas quedaron eximidos de tomarse su propia superviviencia con demasiada importancia. De pie en el vagón, el abuelo entendió la intrascendencia del instante, su mente se iluminó y acertó a dar el salto que burló prisión, condena a muerte, balazo en la nuca. Toda la gama de represalias fascistas con la guerra ya terminada.

No, no, Carles. Qué me cuentas. Papá no peleó mucho en la guerra civil.

¿Lo veis? No soy tan mal nieto. He sostenido la leyenda hasta aquí. Es mi tía la que no se aguanta más destapar la verdad.

Afirmacionista

Sr. Cualquiera, suelte ya la cuenta de 45rpm.

Antes de que nos cuente que a Miguel Gila no lo fusilaron en la guerra.
Es una pena, todo el mundo va a lo suyo. Menos yo, que voy a lo mío.

SrCualquiera

#9
1. Líbreme Dios de toda culpa a este respecto. En los últimos días he llegado al discernimiento casi absoluto de que calladito estoy más guapo.

2. No por ello dejo de valorar más que cualquier otra cosa cuando otros coforeros sufren sus propias idas de olla y se unen en espíritu a ese empeño.

3. Por otro lado, el hecho de que el ingeniero no haya dicho nada, me hace pensar en cierta forma de discriminación, y que lo que yo estoy sufriendo con el ingeniero no es ninguna tontería, sino un caso casi "palpable" de violencia de "género" literaria.

Como no voy a seguir ahondando en esta idea, pues me la sopla bastante, en el descubrimiento de que nunca me gusto más a mí mismo como cuando estoy en silencio y observando, hay una mina de oro, y si alguna vez recomiendo alguna serie o cosa parecida será porque se me ha escapado, y no porque haya habido voluntad alguna por mi parte.

defedef232

violencia couplé o de género ínfimo
Quitame la mierda, haz favor (con esos ojillos tan bonitos que a Pavel Ahla` le'jha daado)

45rpm

#11
Sostiene el Sr. Cualquiera que se me va la olla. Que más quisiera. Ojalá se me fuera la olla bien lejos y me dejara en paz! Lamentablemente la olla se me va pero se me vuelve y de nuevo se larga pero se revuelve y volando va pero volando viene y por el camino no se me entretiene. Luego elige quedarse callado y bonito esperando a ver cuando empieza el acoso y los tomates de la audiencia a mi relato.... Interesante. Tenía planeado desarrollar el tema abusos más adelante, ahora tocaba escuchar a mi tía. Pero veo que en esta sala se respetan poco los turnos de las ancianas casi centenarias y hay un par a punto de tomarse el protagonismo y lanzarse las sillas por la cabeza por un rifirrafe de presuntos abusos... literarios. Aquí mismo invocaría a mi padre para poner orden, doblexperto en abusos -sufridos- y sobreactuaciones, aún sabiendo que me metería en más problemas. Porque si le suelto carrete a mi padre se roba la escena, los focos y el relato entero. A diferencia de mi abuelo, cuyas batallitas había que extraerle con fórceps y en contadas ocasiones reveló amargamente, mi padre se explayaba en las suyas tantas veces como hiciera falta y también todas las que ya no hacía falta, aderazadas con sobredosis de comedia y dramaturgia nunca suficientes. Así que si os parece respetemos el turno de mi tía y ya luego que venga mi padre a ponernos tiesos.

Papá fue reclutado por el ejército republicano en la primera leva. Rápidamente alcanzó el grado de sargento pero antes de cumplirse el primer año de guerra se piró a Francia. Ahí emprendió algunos negocios comerciales que la ocupación alemana mandó a pique. Papá se arruinó. Más adelante fue detenido junto a un compañero por los nazis y los metieron en un tren. Viajaban en un vagón de mercanias, todos de pie, apretados como ganado junto a otros tantos excombatientes republicanos refugiados en Francia. El tren alcanzó un túnel y se detuvo. A pápa y a su amigo les olió a chamusquina todo aquello, y aprovechando la parada en la oscuridad saltaron por la ventana y se escondieron bajo las ruedas del vagón. Tras permanecer varias horas encajados entre los raíles el tren reemprendió la marcha. Se incorporaron, caminaron agazapados y a tientas por el túnel temiendo lo que pudiera esperarles en su boca. A rastras alcanzaron la salida, se levantaron y corrieron sin que nadie los pillara excepto la helada noche. El peor recuerdo que papá guarda de su aventura fue ese frío que caló en sus huesos.

El estupor y la babita cáidos aquí, por visualizar a mi abuelo burlando no a una tropa de catetos besa rojigualdas sino a la maquinaria de guerra más perfecta e implacable que diera el sigloXX, creo que son míos. Aunque una súbita mosca merodeando detrás de mi oreja, también. De repente, mi idolatrado abuelo, ¿un desertor republicano?. Y a bote pronto elijo que mi tía ya chochea.

SrCualquiera

Por alusiones, cuando dije que se te había ido la olla lo dije como un sincero elogio. He leído la historia con interés, y si estás tramando una novela o es algo que te ha venido de golpe con la visita a tu tía, no lo sé, pero te animo a que nos sigas contando.

Respondí a la broma de Afirmacionista con lo que pretendía ser otra broma, si te ha molestado esa injerencia no tenía intención de desvirtuarlo.

45rpm

Cita de: SrCualquiera en Enero 06, 2025, 11:42:47 PMPor alusiones, cuando dije que se te había ido la olla lo dije como un sincero elogio. He leído la historia con interés, y si estás tramando una novela o es algo que te ha venido de golpe con la visita a tu tía, no lo sé, pero te animo a que nos sigas contando.

Respondí a la broma de Afirmacionista con lo que pretendía ser otra broma, si te ha molestado esa injerencia no tenía intención de desvirtuarlo.

Abro paréntesis:
Gracias. Ya entendí que no había mala intención. Pero ya me sirve cualquier intención, uso las intervenciones para alimentar el relato, sentiros libres de ignorar o de opinar los que os dé la gana y a lo que os responda no le déis mayor importancia. Como narrador interpreto un papel, mis estados de ánimo son ficticios. Los hechos narrados sin embargo son verídicos, por ahora. No descarto que evolucione a lo inverso, que hacia final me identifique con el narrador, asuma un tono emocionalmente plano, y comience a inventar sucesos.
Cierro paréntesis.