Βασιλεία Ῥωμαίων

Iniciado por ENNAS, Mayo 02, 2010, 07:31:54 PM

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ENNAS

Si alguna vez tuviéramos que identificar un paí­s con la Edad Media, ninguno cumplirí­a mejor nuestra definición que el Imperio Romano de Oriente -cómo éllos se llamaban- o Imperio Bizantino -cómo le designamos en la actualidad-, que abarcó desde la definitiva partición del Imperio Romano a la muerte de Teodosio el Grande en el año 5902 desde la creación del mundo, hasta la caida de Constantinopla más de mil años después en 6960.

Y de esto se escribirá en este hilo. Cosas de Bizancio sin orden ni concierto, según nos vayan saliendo historias ejemplares empezando por mi parte, con la descripción del monasterio-fortaleza de Santa Catalina del Sinaí­:



Un recinto que a partir de un cenobio fundado por Santa Helena, madre de Constantino el Grande, desarrolló su actual aspecto gracias al patrocinio de Justiniano y Teodora. Se libró de la barbarie islámica por un presunto salvoconducto escrito por Mahoma -que era analfabeto- y al la construcción de una mezquita mal orientada que no está en uso.

Gracias a éllo los monjes perviven en tierra infiel hasta nuestros dí­as, el edificio es Patrimonio de la Humanidad. Pero sus mayor valor reside en ser la más antigua biblioteca de la cristiandad y la más amplia de los primeros tiempos del cristianismo (a despecho de que la Biblioteca Vaticana sea la más extensa en la actualidad, muchas de sus obras son modernas).

Ved la página web del monasterio porque merecen la pena sus iconos por su increible realismo, casi parecen fotos:



Pero sobre todo, como ya digo su gran valor reside en los viejos escritos de los primeros cristianos, muchos de éllos nos sorprenderí­an por su escaso parecido con nuestra actual doctrina. El más principal de sus volúmenes es el Codex Sinaiticus una antigua compilación de la Biblia con añadidos como la preciosa obra "el pastor de Hermas" donde se describe toda la liturgia cristiana, misas, sacramentos, etc...

El Codex Sinaiticus es una obra egipcia, que junto con sus hermanas el Codex Alexandrinus -en la British Library- y el Codex Vaticanus -en el Archivo Secreto de la Ciudad Pontificia- muestran si bien fragmentados e incompletos una Biblia escrita en griego diferente de las actuales Biblias que utilizamos en Occidente, las cuales derivan de la Vulgata que San Jerónimo, que no consultó estos tres códices, tradujo en alguna ocasión del hebreo y en otras fusiló la edición Vetus Latina, ignorando por completo el griego que era el lenguaje del cristianismo en sus primeros tiempos.

http://www.codex-sinaiticus.net/en/

Zimm...

I found it in the street/ At first I did not see/ Lying at my feet/ A trampled rose

ENNAS

Gracias Zimmermann.

Me extenderé ahora un poco más sobre las formas clásicas de monacato cristiano en Oriente antes de la llegada del islamismo.

Siendo como eran respetados, habia rangos. Así­ tení­amos a los cenobitas reunidos en torno a un monasterio con su abad -que éllos decí­an higúmeno- su ecónomo, etc... Eran la forma menos valorada, supongo que porque al estar en una comunidad cerrada era más fácil seguir el buen ejemplo de otros monjes y someterse a disciplina.

Mucho más populares eran las lauras (de Lavra = senda) que consistí­an en eremitas dispersos que se reuní­an semanalmente para los sagrados oficios y el reparto de tareas y pertrechos. Esta forma también fue muy popular en los primeros tiempos de la cristiandad latina, véase el caso del eremita riojano afincado en Cantabria San Millán de la Cogolla. Luego los diferentes reinos germano-romanos optarí­an por una oficialización de la praxis y una eliminación de estos monjes libres para subsumirlos en órdenes controladas por el poder.

Con todo hay dos aspectos que llaman la atención en los monjes de estas lauras.


  • Primero, su natural tendencia a considerar su tiempo como corrupto en comparación con sus predecesores. Muchos son los apotegmas escritos al respecto; de la obra "El Prado" de Juan Mosco extraigo éstos:

    "En tiempo de nuestros padres eran cultivadas con amor estas tres virtudes: la pobreza, la mansedumbre y la continencia. Pero ahora imperan entre los monjes la ambición, la gula y la audacia. Escoge lo que quieras."

    "Ni ante el elogio mostramos autodominio, ni ante la crí­tica, tolerancia. Lo primero produce vanagloria, lo segundo infunde en nosotros, pobres infelices, tristeza."

    "Nuestros padres cultivaron la continencia y la pobreza hasta la muerte. Pero nosostros ensanchamos nuestros vientres y nuestras bolsas"


    Éstos eran los severos mí­sticos de Siria y Egipto, que no les quedaba por menos que reconocer su fracaso.


  • Segundo (puede que porque nuestro subconsciente se alimente del entorno que le rodea) la tendencia a identificar al demonio con un hombre. Si vení­a por las malas con un forzudo luchador etí­ope; si vení­a por las buenas, con un joven y bello adolescente; ésto es lo que me resulta más chocante, que la tentador no adoptara forma de mujer sino de un efebito.

Habí­a un tercer tipo de monjes, los más venerados que viví­an al margen de cualquier regla, era tal su renuncia a la vida mundana que se subí­an a columnas o vagaban desnudos por los bosques como los gimnosofistas. Aunque nos parezca extraño eso de los monjes en bolas, considerad que lo hací­an por su renuncia a cualquier bien material.

De entre éstos algunos alcanzaban la mayor gloria a la que podí­a aspirar un monje: la "apatheia", el más soberano desinterés por las cosas del mundo. Y volví­an a la sociedad para burlarse de las convenciones. Éstos eran los saloí­, los "locos por amor a Cristo", la base de cuyo comportamiento en poco diferí­a del célebre filósofo cí­nico Diógenes.

Éstos santos locos, en su mayorí­a de origen sirio, fueron popularí­simos por sus extravagancias. La cosa más parecida que ha dado la cristiandad latina serí­a San Francisco de Así­s, que daba limosna a los ricos, sermones a los muertos e iba a todas partes acompañado de su inseparable Chiara, para risitas y maledicencias del vulgo.

Pero los saloí­ eran aún más excéntricos, se burlaban de los devotos, frecuentaban prostitutas, tabernas y casas de juego, hací­an daño al prójimo, ayudaban al delincuente, zaherí­an al honrado. Eran la peor acepción de la palabra subversivos. Contravení­an las reglas de la sociedad, no por crear un mundo nuevo, sino por humillarse a si mismos. Pretendí­an con su mal ejemplo, dar un toque de atención para mantener los valores establecidos.

Así­ pues, he acá que muchos siglos antes de que surgiera el surrealismo, los post-modernos, o los punkies, la iglesia cristiana ya habí­a inventado la muy rentable figura del falso rebelde.

Caidas las provincias orientales del imperio en manos de los musulmanes, la llama de los saloí­ no se extinguió sino que pasó de la mano de San Andrei el Loco1 a Rusia. Allí­ estos monjes disolutos se convirtieron en objeto de culto y veneración de los recién convertidos.

Por más señas recordad al mí­stico del siglo XIX Serguei Nilus, fámulo de Rachovsky, jefe de la Okrana -la policí­a secreta zarista- y autor del libelo "los protocolos de los sabios de Sión" de gran influencia en la corte de Nicolás II. O al propio Rasputí­n, ya a finales del imperio, en pleno siglo XX. Ambos compartí­an el ser monjes de vida disoluta, libidinosa, concupiscente y lujuriosa, pero eran apreciadí­simos en la corte moscovita, para sorpresa occidental.

Ya no os parecerá tanta sorpresa una vez que habéis leí­do sobre los Santos Locos bizantinos.

1 En realidad nunca hubo un San Andrei, es un santo ficticio, cuya obra está basada en la vida real del más famoso de los saloí­: Simeón de Emesa.

Carson_


ENNAS

Pero Carson_, mujer, me has hecho reir.

Yo suelo colgar tochos; sin ir más lejos en el hilo "Personajes curiosos..." Casi que deberí­a escribir más en el pentadáctilo, va más con mi forma de forear. Y por otra parte viendo que acá de un tiempo a esta parte solo abrí­a hilos Imparable, me he propuesto abrir y alimentar éste.

Así­ pues, sucinto ¿? repaso al cristianismo que era la base ideológica del Imperio.

No es cuestión pormenorizar todas las vicisitudes de auge del cristianismo, baste recordaros que Constantino el Grande les otorgó libertad de culto. Pensaba en construir una nueva religión nacional en torno a éllos en plan un Dios, un César, un Imperio; y se encontró con acrí­simas disputas entre los clérigos, cosa que como es de suponer, le sentó de la patada.

La más perdurable y por tanto peligrosa de estas disputas fue producto de las reflexiones sobre Dios padre y Jesucristo por parte de Arrio de Alejandrí­a, el llamado en su honor arrianismo.

No es cuestión entrar en disquisiciones sobre la Trinidad. Señalo no obstante que el arrianismo fue un motor vital de la actuación de los más acérrimos enemigos de la romanidad: los godos, que posiblemente mantení­an la herejí­a por diferenciarse de sus recién conquistados súbditos romanos.

Mucho más peligrosos resultaron los vándalos, cuyo paso del congelado Rhin junto a suevos y alanos en las navidades del año 5916, certificó el fin del Imperio Romano Occidental. Asentados en Andalucí­a, los vándalos profesaron el arrianismo y al desplazarse al Magreb consigueron hacerse con el vital puerto de Cartago, donde estaba el grueso de la flota romana.

Llevados en parte por su rapacidad en parte por fanatismo religioso, nuestros arrianos vándalos organizaban verano si y verano también expediciones punitivas desde Cartago contra Roma y el Papa. De ahí­ su mala fama que perdura hasta el dí­a de hoy.

Esos fueron los primeros grandes enemigos de los basileos bizantinos. Varias fueron las expediciones destinadas a terminar con la insolencia vándala, pero todas fracasaron hasta tiempos de Justiniano, cuyo gran general y mejor amigo, Flavio Belisario, consiguió conquistar el puerto de Cartago.

Esta victoria de las armas frente a los herejes arrianos, no podí­a ocultar el singobierno religioso que cundí­a en el interior del Imperio de Oriente, fruto del hecho de que hubiera cuatro papados, el de Constantinopla, el de Antioquí­a (cuna del cristianismo), el de Jerusalén y el de Alejandria (ciudad-capital de la filosofí­a).

Podrí­amos decir con matices, que habí­a prácticamente tres iglesias: la europea constantinopolitana, la así­ática antioqueña y la africana alejandrina. Todas discutiendo sobre la naturaleza de la Santí­sima Trinidad. ¿De dónde os créeis que nos viene nuestra expresión 'se armó la de dios es cristo'?

Siendo así­ el papa de Constantinopla Nestorio, que era un sirio criado en Alejandrí­a postuló un debate sobre la naturaleza de Cristo que le valió la condena por hereje en fechas tan tempranas como el 5940. No obstante el nestorianismo se difundió por Asia, con gran éxito en Siria, algo menos en Persia y de modo testimonial en la India y China. Caso curioso y legendario fue su aceptación entre los mongoles de Karakorum -el legendario reino del Preste Juan- en pricipio aliados y luego enemigos del clan de Gengis Khan.

Por otra parte y como respuesta contra el nestorianismo en Alejandrí­a surgió el monofisismo. Popularí­simo en Egipto y Etiopí­a -los llamados coptos- y curiosamente en Armenia. E influenciado por un profeta persa muy anterior, Mani (o Manes).

Era este tal Mani un persa que se crió en la comunidad ascética judí­a de los elcasitas (yo, ni idea, preguntadle a Yehuda) en tiempos del parto arsácida Sapor I que derrotó e hizo preso al césar Valeriano, una de las mayores desgracias del imperio tardorromano. Amén de contar con el patrocinio de Sapor, también contó con la estima de sus enemigos los césares de Palmira Odenato y su esposa la bellí­sima y legendaria reina Zenobia. Muchos le entroncan también con el cristianismo gnóstico del los primeros padres de la iglesia, anteriores al Edicto de Milán.

Postulaba una religión sincretica y dualista entre las cuatro principales figuras religiosas conocidas: Moisés, Buda, Zaratustra y Jesucristo. Él se proclamaba el quinto y último profeta. Su religión aparentemente no llegó muy lejos, harí­an falta tres siglos más para que la figura del paráclito que resume las anteriores revelaciones cobrara vida en la persona de Mahoma.

Curiosamente una vez perdidos los territorios de Oriente Medio y ífrica en manos de los musulmanes, resurge con fuerza el maniqueí­smo, tal es así­ que perduraron en China hasta bien entrado el siglo pasado. En el Imperio Romano de Oriente se propagaron haciéndose llamar paulicianos, en honor al papa de Antioquí­a Paulo de Samosata.

En medio de unas relaciones ambiguas con los Basileos iconoclastas, a veces favorecidos llegaron a fundar un estado propio con monarcas como Baanes, Sergio Ticino, Karbeas y su último lí­der Chrysocheir.

También combatieron en favor del imperio contra las hordas búlgaras... a las que transmitieron su fe. Y así­ los "queridos de Dios" (en eslavo, Bogomil) se propagaron por toda la región eslava. Y a su vez éstos influenciaron a los aliados cruzados, contra el imperio romano, dando origen al catarismo de los albigenses.

Carson_

No, hombre, no. No me referí­a a este subforo, lo extendí­a a aréopago. Pero, vamos, que lo solté tal cómo me pasó por la cabeza. Pensé: qué hace un hombre como él en un sitio como este.

Me callo ya, que en el Pentadáctilo no se permite desviar contenidos ajenos al original.

ENNAS

Anda que bueno, Carson_, muchas gracias.

Obro como perro apaleado que si ve una mano que se acerca para acariciarle se acurruca y gime por si acaso. No obstante, como señalo de cuando en cuando, recuerdo a los presentes que yo solo tengo la secundaria y de éso hace más de veinte años.

Al tema: Por tratar de que haya un atisbo de orden, hablaré del arte bizantino en sus comienzos.

Cierto es que el fundador de Constantinopla se dedicó a saquear Grecia para embellecer la ciudad con las más destacadas obras de la Antigí¼edad, hoy por desgracia perdidas en su inmensa mayorí­a.

Pero en tiempos de Justiniano y Teodora, los romanos de oriente supieron hacer de la necesidad virtud y construir magnas obras con materiales otrora considerados indignos de la majestuosidad. Faltos de recursos pero no de talento, sustituyeron el mármol por el ladrillo, crearon bellí­simos mosaicos (un arte menor en la antigua Roma) y llevaron a la máxima expresión otro arte considerado menor como la pintura mural.

Sus mosaicos se distinguí­an de los romanos antiguos por una mayor belleza de colores y riqueza de materiales, si bien seguí­an siendo tan rí­gidos como sus predecesores en cuanto a realismo y perspectiva. Cultivaron así­mismo la pintura encáustica.

Entre los muchos y bellí­simos ejemplos que habrá ocasión de comentar, hoy nos vamos a detener en Rávena. Ciudad al norte de Italia en las costas del mar Adriático, sede que lo fue de emperadores en plena decadencia del imperio por sus excelentes defensas naturales, y capital del exarcado bizantino tras la reconquista de Italia por los orientales.

Al contrario que Constantino el Grande en su ciudad, Justiniano y Teodora no rapiñaron, o al menos no en beneficio de la provinciana Rávena. Siempre tuvieron claro que los ejércitos imperiales y la administración en Italia debí­an sostenerse por si mismos por falta de numerario. Ese fue su error.

Pero al caso, Rávena ostenta así­ algunas de las más genunias muestras de arte de aquella edad oscura.

En aquellos tiempos de barbarie y cristianismo -aspectos indisolubles del fin del mundo antiguo- era de notar el gusto por la metafí­sica y el simbolismo en detrimento de los saberes prácticos. Justamente este simbolismo se reflejaba en la construcción de templos circulares -a diferencia de los alargados templos de una nave paganos- al modo de las antiguas misas cristianas donde todos se reuní­an en cí­rculo alrededor del oficiante en representación del cosmos que se suponí­a circular girando en torno a la Tierra.

Con el tiempo el racismo germánico llevarí­a a la construcción de templos que bajo su apariencia de cruz latina podrí­amos llamar mixtos: combinan el cí­rculo cristiano en torno al ábside -en donde sólo están autorizados a permanecer los clérigos y los nobles- con la nave alargada pagana donde se amontona la chusma plebeya a la que el oficiante excluye dándole la espalda. Quién sabe, quizá este desprecio, esta ruptura del antiguo igualitarismo cristiano, fuera el germen de la sociedad secularizada occidental.

Es en Rávena donde nos podemos encontrar monumentos anteriores a la dominación bizantina en los que se muestra el arte del primitivo cristianismo, así­ el Mausoleo de Gala Placidia. de modesta construcción en ladrillo en planta de cruz griega pero abigarrada decoración interior.

Gala Placidia fue la más digna hija de Teodosio el Grande, ultimo emperador de una Roma unificada. Por desgracia para Roma, Teodosio tení­a dos hijos varones a cuál más inútil, y dónde se ha visto que se nombre heredero a una mujer. Su vida es fascinante, y élla ciertamente linda:



Más imponente si cabe es el Mausoleo de Teodorico, rey ostrogodo cuya vida es heroica, de hecho forma parte de los cantares de gesta.

Es de planta circular y más que destacar la pseudo-cúpula de diez toneladas de un solo bloque de granito, llama la atención en su decoración interior su ascenso a los cielos acompañado de seres aparentemente angélicos por llevar inscrita una cruz. Existe la teorí­a de que como buen arriano, Teodorico rechazaba el culto a las imágenes y además consentí­a y practicaba los viejos cultos a los dioses germánicos. Por tanto esos supuestos 'ángeles' serí­an en realidad las valquirias 'cristianizadas' conduciendo a Teodorico hacia el Valhalla.

Ya propiamente bizantinas son las iglesias de San Vital de planta circular, en donde se encuentran los mosaicos con los retratos de la corte constantinopolitana, acá va el más bonito, el de la corte femenina. Con la emperatriz Teodosia al frente, con sus damas de compañí­a; entre las cuales figurarí­a, supongo, su compañera de profesión Antonina. (Ambas fueron prostitutas, pero Antonina consiguió enamorar al prometedor militar Flavio Belisario y por intermedio de ambos, terminaron presentando a Teodosia al futuro emperador Justiniano)



Es interesante destacar la dualidad iconográfica del Cristo sirio y el Cristo griego. Simplemete sin salir de San Vital: Podemos encontrar en sus frescos murales al modelo helenizante, un Jesús joven, rotundo, de pelo corto y barbilampiño como un Apolo. Cotrapongámoslo al modelo de los padres del desierto de un Jesús demacrado, crispado, barbudo, y con una melena que recuerda vagamente a un turbante tan tí­pico de las gentes de las arenas.




También merece mención por su excepcionalidad la iglesia de San Apolinar in Casse, alargada y con tres naves en contra de los usos, para poder combatir a la iglesia de similar planta arriana construida por Teodorico, San Apolinar Nuovo.

Agarkala

Me acabo de correr sin tocarme, con este hilo. ENNAS, cuenta lo del cisma y la cuestión del "filioque".

ENNAS

Bu... lo del filioque. Total, nada lo que hay ahí­, por lo que he visto se extiende hasta hoy, Agarkala.

Si es interesante notar que, en parte, se tomó la disposición a raí­z de la conversión de los visigodos al catolicismo. Quizá para reforzar la postura ortodoxa se incluyó el término pero parece ser que sin afán doctrinal, de hecho tomado del primer concilio 'ecuménico' (¿?) de Toledo en el 397, volvió a presentarse sin ánimo de sentar cátedra en el tercer concilio toledano -el de la conversión de los visigodos- casi dos siglos después, en 589, y aún así­, aparece y desaparece de las actas del concilio, como un Cristiano Ronaldo jugando contra el Barí§a. Vamos, que era una palabrita espectacular pero poco decisiva.

Hay quien postula que no fue más que una cláusula literaria, por aquellos entonces se hablaba muy mal latí­n y es fama que habí­a obispos que bautizaban in nomine Pater et Filiae en el nombre del Padre y la Hija, hasta que, para su compunción, algún clérigo más leido les advertí­a del error. Algo de eso podrí­a haber, se hubiera cogido el término filioque solo porque sonaba bien y se mantuvo por éso. Cuando se le presentó a la Iglesia Oriental, muy justamente protestaron ante la herejí­a doctrinaria que implicaba. (Ojo, el Papa de Roma tampoco usaba el Filioque por contrario al credo cristiano).

No obstante, todo esto pudiera formar parte de la conclusión de un tema nuevo en este hilo, próximamente en esta sala: Spania, la presencia de los bizantinos en nuestro paí­s.


ENNAS

Spania

La reconquista Justiniana cuenta al decir de los estudiosos con un claro motivo: reunificar el Imperio Romano. Sin embargo, es de anotar una segunda lectura, la defensa de la ortodoxia cristiana; pues, en efecto, siempre dirigió sus ataques contra bárbaros arrianos (vándalos, ostrogodos y visigodos).

Así­mismo hay un cierto parecido en su modo de proceder tanto en la conquista del ífrica vándala, como de la Italia ostrogoda. En ambos casos el basileus justificó su intervención en aras de defender al legí­timo rey. En el caso de los vándalos al asesinado Hilderico contra el usurpador Gelimer; y en el caso de los ostrogodos a la también asesinada reina regente Amalasunta, frente a su favorito y asesino Teodato.

De ahí­ que en las pocas informaciones que hay de la conquista de Hispania reine la confusión. Ya por aquel entonces, con la derrota de los vándalos en el 6041 desde la creación del mundo, Bizancio habí­a adquirido las Islas Baleares y el sur del estrecho de Gibraltar, con las importantes ciudades de Septem (Ceuta) y Tingis (Tánger).

La pení­nsula hispánica no era el principal objetivo de los visigodos que preferí­an asentarse en la Galia, eso habí­a permitido prosperar al efí­mero reino alano en Lusitania (al que los visigodos crujieron por orden de Roma), a los vándalos en la Bética o a los más duraderos suevos en Gallaecia. Incluso surgieron como entidades independientes en la cornisa cantábrica los vascones y los cántabros (éstos últimos en realidad hispanorromanos que se regí­an mediante un senado de ancianos con capital en Peña Amaya, actual provincia de Burgos).

Debido al constante empuje de los francos, que debí­an ser algo más brutos que los visigodos y además por ser católicos contaban con el beneplácito del Papa de Roma y del Imperio Romano de Oriente, los visigodos fueron reculando en la Galia y terminaron por trasladar su capital de Tolosa (Toulouse) a Barcino (Barcelona) primero y finalmente a Toletum (Toledo) ante la amenaza de los francos.

Como era tradición hubo en 6056 uno de los habituales problemas sucesorios entre los visigodos (ninguno de sus reyes llegó a morir de viejo en el trono), Agila I legí­timamente electo fue contestado por su futuro sucesor Atanagildo. Agila I habí­a subido al trono tras los reinados de ostrogodos  que pararon las invasiones francas de Hispania. Era visigodo y por tanto hubiera debido satisfacer a toda la nobleza local, pero su incapacidad para tomar la Bética y muy especialmente las dos grandes urbes romanas prácticamente autónomas de Corduba (Córdoba) e Hispalis (Sevilla) llevaron a la rebelión al noble Atanagildo.

No queda muy claro cual de los dos llamó a los bizantinos en su ayuda, lo que si se sabe es que los imperiales remontaron el Betis (Guadalquivir) hasta Sevilla y allá se plantaron para que los vieran bien ambos ejércitos, los realistas de Agila I y los rebeldes de Atanagildo en el verano del 6059. Los bizantinos se abstuvieron de combatir en aquella batalla pero siguieron allí­ sembrando dudas en las dos facciones visigodas mientras desembarcaban y se fortificaban en el puerto de Malaca (Málaga) primer enclave imperial en la pení­nsula.

Asesinado que fue Agila I, su rival y sucesor Atanagildo se encontró con que los bizantinos desembarcaron una segunda expedición en Carthago Spartaria (Cartagena) a la cual convirtieron en su nueva capital. Se tiene también constancia de su presencia en Basti (Baeza), con lo cual se supone que el núcleo central de la provincia de Hispania incluirí­a el camino de desde Carthago Spartaria, pasando por Basti, Acci (Guadix)e Illiberris (Granada) terminarí­a en Malaca. Así­mismo es conocido el  asentamiento de los bizantinos en Assidonia un enclave comercial tan importante que mucho después de perderle los bizantinos los musulmanes le llamaron ciudad y con su nombre islamizado, Medina Sidonia, ha llegado a nuestros dí­as. Dentro de que toda esta ciudad gaditana es conjunto histórico-artí­stico y bien de interés cultural, quiero destacar por lo extraño una impresionante escultura de un dios con cornamenta de ciervo que hay en la entrada lateral de la iglesia de Santa Marí­a la Coronada. No se ni quién la llevó allí­, ni que representa (¿al dios celta Cerunnos?)



Por último se sabe de la presencia bizantina en Segontia, localidad desconocida que pudiera corresponder con los actuales predios de Baños de Gigonza, a mitad de camino entre las actuales Medina-Sidonia y Arcos de la Frontera.

Estos son todos los puntos conocidos de presencia cierta de bizantinos en la pení­nsula. Da la impresión de que Bizancio solo formó en Spania una liga de ciudades (civitates) levemente defendidas por tropas de frontera (limitanei) acantonadas en sus fortalezas (castra). Hay quién atribuye a la provincia todo el territorio comprendido al sur del Guadalquivir y el Segura, e incluso prolongan las posesiones del litoral desde Denia por el noreste hasta Portimí£o por el Oeste. A mi me parece mucho terreno, ya quedó explicado que Córdoba y Sevilla no parecí­an acatar a los visigodos, pero eso tampoco quiere decir que reconocieran a los bizantinos.





No os voy a explicar cual es cada puerto, pero otro off-topic como el de Medina-Sidonia. Besipo es la actual Vejer de la Frontera un pueblo muy bonito de ver aunque de difí­cil acceso pues está situado en lo alto de un cerro.



En verdad los bizantinos no añadieron monumento alguno a los ya de por sí­ prósperos puertos y ciudades interiores de la Bética y la Carthaginense. Se limitaron a administrar la zona y sacar provecho del producto más preciado el Garum Era este garo una salsa-base griega hecha de la fermentación en salmuera de ví­sceras del atún, muy popular entre los romanos que la mezclaban con todo lo habido y por haber. El garo de la Bética era el más apreciado y por tanto el más caro,  ya que además del atún utilizaba a un esturión autóctono del Guadalquivir hoy en dí­a ya extinto. (El esturión es un pez que como el salmón, nace en los rí­os, pasa su vida adulta en el mar y vuelve al rí­o que nació para desovar).

De a poco, los visigodos fueron empujando a los bizantinos contra la costa, casi sustituyéndolos pues el gran rey Leovigildo, el que más apretó a los imperiales, fue también el que adoptó las vestimentas y usos de la corte bizantina. Menos de un siglo después de la conquista de Septem (6053) por los imperiales, Sisebuto conquistaba y arrasaba la capital de la Spania bizantina Carthago Spartaria en 6128, en los tres años siguientes caerí­an todas las demás ciudades al abandonar los últimos contigentes del ejército imperial todos los puertos del estrecho, más por la delicada situación en Oriente -donde los Persas se habí­an hecho con Siria y conquistado Jerusalén, cortando la comunicación con Egipto- que por el empuje visigodo.

Tan solo las Baleares seguirí­an siendo nominalmente bizantinas, aunque tampoco la corte constantinopolitana pusiera mucha atención en el archipiélago. Consta el primer raí¯d de los musulmanes en las islas en el año 6214, cuatro años antes de la célebre Batalla de Guadalete, pero el dominio musulmán no se harí­a efectivo hasta dos siglos después, en tiempos del emirato omeya, en el 6416 (tres años antes de la llegada al poder de Abderramán III), Bizancio perdió las Baleares, su último reducto en el Mediterráneo Occidental.

ENNAS

El eterno batiburillo de Oriente Medio tuvo uno de sus momentos álgidos en el séptimo siglo del calendario latino.

El basileus Mauricio habí­a intervenido en la guerra civil persa en favor del depuesto Cosroes II que, en agradecimiento, le habí­a cedido parte de Armenia. Pero él mismo fue derrocado por el usurpador Focas, que en su ambición al trono bizantino abandonó los Balcanes a su suerte provocando la invasión de los pueblos eslavos acaudillados por los ávaros. Cosroes II, fiel a su benefactor romano, combatió a Focas haciéndose no sólo con las provincias por él cedidas sino con toda la Siria incluyendo la cuidad patriarcal de Antioquí­a.

Mientras tanto en la Arabia Feliz crecí­a una leyenda. Más allá de las adornadas biografí­as islámicas, compréndese que Mahoma fue un joven huérfano criado por su adinerado tí­o Abu Talib. Que en su juventud trabajó un poco de todo como pastor y caravanero hasta casar con la acomodada viuda Jadiya que le dió dos hijos y cuatro hijas. No fue hasta los cuarenta años que empezó a tener visiones y predicar.

Nada se oponí­a a éllo. En principio entre las gentes del desierto era habitual ver a hombres y mujeres entrar en trance y recitar en verso. Mahoma era un profeta más, apreciado pero no decisivo. Hasta que se le ocurrió decir que habí­a que destruir a todos los í­dolos del santuario de la Piedra Negra en La Meca. Epicentro de la prosperidad de la ciudad por lo que podrí­amos llamar turismo religioso.

Intentaron los mequí­es convenir en el culto a Alá pidiendo que se respetasen las estatuas de Sus tres hijas-diosas. En principio, Mahoma parecí­a avenirse, pero ésa misma noche soltó su fundamental "No hay más dios que Alá" indicando con éllo que Éste no habí­a tenido descendientes. Cosa que le hubiera granjeado la enemistad de los cristianos, y le valió el odio de sus convecinos que le desterraron.

Fue un destierro pertinaz y cruel, repudiado por su clan, Mahoma ganó adeptos entre las personas neutrales en la disputa que se apiadaron de su sufrimiento. Allí­ perecieron Abu Talib, Jadiya y todos sus vástagos excepto Fátima. Amargado, resentido, derrotado, Mahoma huyó a Yattrib renombrada como Medina a los cincuenta y dos años de edad.

Para aquellos entonces la situación de los bizantinos era poco menos que desesperada. El exarca de Cartago, Flavio Heraclio Augusto, se habí­a proclamado emperador en tan tristes horas deponiendo al usurpador. Pese a intentar ajustar una paz con Persia, Cosroes II envalentonado, habí­a conquistado Jerusalén arrasando la iglesia del Santo Sepulcro, saqueando la Vera Cruz y usándola de escabel en su trono de Ctesifonte. Habí­a invadido el granero del imperio, Egipto. En compañí­a de su aliados ávaros, eslavos y búlgaros sitiaban Constantinopla.

Al basileo Heraclio no le quedaba otra sino combatir a los persas, fiando Constantinopla a la solidez de sus murallas y la impericia de los ávaros en los sitios, Heraclio no sólo levantó el sitio a la capital imperial, sino que reconquistó las plazas perdidas y fue más allá, en la batalla de Ní­nive con la ayuda de sus aliados jázaros -pueblo turcómano de religión hebrea, el único estado hebreo hasta el siglo XX- infringió tal derrota a los persas que nunca más levantarí­an cabeza. Cosroes II fue depuesto y su efí­mera gloria denostada. Pero los bizantinos no estaban mucho mejor.

Mientras tanto, habí­amos dejado a Mahoma en Yattrib-Medina. Y desde allá construyó un imperio. Si bien los musulmanes destacan la primera batalla contra los mequí­es como decisiva -Mahoma para celebrar la victoria expulsó a un clan judí­o de Medina-, olvidan mencionar que un año después las fuerzas islámicas fueron derrotadas por los mequí­es -lo que no quita para que Mahoma lo 'celebrara' expulsando a otro clan judí­o-.

Llevados por su inquebrantable fe, los 'imparables' musulmanes intentaron invadir Jerusalén. En una batalla injustamente olvidada la batalla de Mu'tah y en que los musulmanes como veréis mienten como bellacos.

Empiezan diciendo que solo combatí­an a la tibu árabe cristianizada de los Ghassanidas, afincada en la actual Siria y aliada de Constantinopla contra los persas. Olvidan que el propio Mahoma en el Corán afirma que el objetivo era Jerusalén.

Luego, mentira sobre mentira, dicen que los romanos presentaron un ejérciro de entre 200.000 y 300.000 hombres. Figurémonos. Incluso en tiempos de su mayor esplendor el ejército bizantino no pasaba de los 300.000 efectivos. Y Heraclio tení­a que combatir a los longobardos en Italia, a los ávaros en los Balcanes y mantener la frontera con una agotada pero vindicativa Persia.

No obstante, uno de los grandes méritos de Heraclio habí­a sido dividir al imperio romano en themas, demarcaciones territoriales militares formadas por campesinos-soldado al más puro estilo republicano. Ése fue su gran aporte militar. Una vez más, la superioridad de la infanterí­a que defendí­a sus predios frente a la caballerí­a pesada persa o ligera musulmana.

Los romanos vencieron sin paliativos a los musulmanes en Mu'tah, tres de los mejores generales islámicos perecieron en combate. Mahoma, esta vez furioso de verdad, no se limitó al habitual expediente tras cada batalla de expulsar a un clan judí­o, directamente los hizo exterminar en su presencia.

Pero fue el canto de cisne romano. Mahoma terminarí­a conquistando La Meca, esta vez para alivio del pueblo judí­o, se sintió tan henchido de satisfacción haciendo derribar las 365 estatuas de La Ka'aba, que se olvidó de cebarse con éllos.

A su muerte toda su obra se hubiera ido a pique por mor de los profetas y profetisas que decí­an continuar su obra, pero el primero de los califas (en árabe, sucesor) rashidún (en árabe, correctamente guiados), su fiel amigo de la infancia y leal seguidor de su fe, Abu Baqr, elegido con la oposición de Alí­ el esposo de Fátima, puso coto a la disgregación y lanzó a los recién conversos contra sus enemigos comunes.

Persia se hundí­a en luchas dinásticas y no pudo sobrevivir a la oleada islámica incluso en batallas en las que los persas contaron con la ayuda de los propios bizantinos.

Dos años después, ya bajo el califa rashidun Omar Ibn Al-Jattab, elegido con la oposición de Alí­ el esposo de Fátima, del clan de los Quriash y en principio feroz detractor de Mahoma, El propio basileus Heraclio tuvo que ver como al final de su exitoso mandato los musulmanes le volví­an a arrebatar sus dominios asiáticos y se expandí­an por Siria y Egipto.

Diez años después, fallecido hace tres el emperador Heraclio, un rico mercader llamado Otmar Ibn Affan fue proclamado califa con la oposición de Alí­ el esposo de Fátima. El anciano vió su mandato ensombrecido por la rapiña de su visir y sus últimos dí­as vilipendiados por los fanáticos militarotes islámicos de las ciudades-fortaleza de Al-Kufa (Iraq), Al-Basra (Basora, Iraq) y Al-Fustat (El Cairo, Egipto) que le aherrojaron y exigieron la abdicación, a lo que él en un último gesto de dignidad se opuso hasta el dí­a en que el propio Alí­ entró en La Meca, dí­a en el que casualmente, Otmar fue asesinado por un esclavo, sin que Alí­ tuviera nada que ver, según él.

Ahora si Alí­ Ibn Abi Talib fue elegido califa sin que él mismo se opusiera al nombramiento. El suyo fue un mandato desdichado. Nada avanzaron los musulmanes y por el contrario se enzarzaron en una horrí­sona guerra civil. El honesto pero fanático Alí­, en sus asambleas públicas veí­a como sus seguidores le contradecí­an y abandonaban mientras prosperaba el gobernador de Damasco Muawiya Ibn Abi Sufyan (más tarde primer califa omeya con el nombre de Muawiya I) en base a un mandato más tradicional de despotismo y munificencia.

En la batalla de Siffin que duró tres dí­as los rebeldes de Muawiya se salvaron de la derrota implorando la compasión de sus enemigos. Ésto dió pie a la creación de una comisión que estudiara la solución al conflicto. Para Alí­ supuso su final, de sucesor indiscutible del Profeta, a someter su mandato a conciábulo. Mientras tanto se deliberaba sin llegar a un acuerdo, los primeros terroristas-suicida de la historia hicieron su aparición. Dos jariyitas (en árabe, separados) se juramentaron en La Meca para asesinar a los dos próceres con el resultado de que Muawiya sobrevivió por poco al atentado en Damasco y Alí­ murió en el atentado de Al-Kufa.

La lucha no se reanudó, Hasan, hijo de Alí­ y hombre profundamente espiritual abdicó de su mandato de califa en favor de Muawiya I. Puso cerco el Omeya a Constantinopla que se defendió con la providencial aparición del fuego griego.

Otro hijo de Alí­, Huseyn, trató a la muerte de Muawiya de hacerse con el poder apelando a los militarotes de Al-Kufa, estos se riéron de él y a la vuelta de tan infortunado periplo Huseyn y sus setenta familiares fueron masacrados por el ejército califal en Kerbela (Iraq).

Agarkala

#12
uno de los habituales problemas sucesorios entre los visigodos (ninguno de sus reyes llegó a morir de viejo en el trono)

Yo dirí­a que Chindasvinto, el abuelo terrible, lo logró. Aunque claro, subió al trono con 79 años y se murió con 90.

Por cierto que Leovigildo no sólo adoptó la vestimenta y el ritual de la corte bizantina, sino que fue el primero en acuñar moneda con su efigie y su nombre en sustitución de los del Basileus, que hasta la fecha aparecí­a en las monedas visigodas.

zruspa

Qué majo el hilo. Dejo aquí­ el enlace a un librico de Florenski muy majo también.

LA PERSPECTIVA INVERTIDA
EDICIONES SIRUELA, S.A.

CitarLa perspectiva invertida nació de las clases que Florenski impartió entre 1921 y 1924 en la sede de la gran utopí­a educativa de los constructivistas rusos: los Talleres Superiores Artí­sticos y Técnicos del Estado (VKhUTEMAS). Familiarizado con los experimentos cubistas de Picasso, y trabajando desde el corazón mismo de la vorágine de la vanguardia rusa, Florenski procedió a una radical deconstrucción de los presupuestos cientí­ficos de la perspectiva geométrica. Con argumentos que proceden de la geometrí­a, de la óptica fisiológica y de la historia del arte, demuestra que la perspectiva monofocal heredada del Renacimiento es una expresión simbólica, artificialmente construida y lentamente asimilada a lo largo de cuatrocientos años de historia. El argumento toma en Florenski un personalí­simo derrotero, el de un alegato de la capacidad simbólica del arte y una defensa del contenido espiritual de la perspectiva invertida de los iconos.

Enlace al tocho, para quien le interese:

http://books.google.es/books?id=K928yFRS5ggC&printsec=frontcover&dq=la+perspectiva+invertida&source=bl&ots=u6Hy5db7l9&sig=F6AbQeWSakh98UKa74bLlpw176c&hl=es&ei=JvlOTJukJsOG4gaGobmfCA&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=5&ved=0CDAQ6AEwBA#v=onepage&q&f=false

ENNAS

Setecientos años antes de la Reforma luterana, cuando aún faltaban doce siglos para las secularizaciones que son la gran gloria del siglo liberal, un basileus bizantino se atrevió a tocar las propiedades de la Iglesia.

Trátase de León III apodado el Isaurio por proceder de los Montes Tauros (sureste de la actual Turquí­a con Siria). Militarote competente pero inculto, defendió con gran éxito el imperio romano de las acometidas del califato omeya. Pero la propaganda torticera, que ya por áquel entonces existí­a y estaba en manos de la Iglesia, le acusó de supersticiososo y de pretender emular a los musulmanes, e incluso llegar a una convivencia con éllos prohibiendo el culto a las imágenes.

Se inicia así­ la célebre Querella Iconoclasta que durante un siglo traerí­a de cabeza al imperio y, de rebote, la renovación de un Imperio Romano occidental en la persona de Carlomagno. Cierto es que el basileo León III puso excusas difusas para justificarse, pero su intención era tan honesta como la de Lutero, los filósofos de la Ilustración o los liberales decimonónicos: terminar con la polí­tica de manos (y tierras) muertas que propiciaba el monacato eclesiástico.

En efecto, no es nuestro basileus el primero que se preocupó por la excesiva acumulación de bienes y personas poco dispuestas a defender a su patria que atesoraba la Iglesia. Se sabe que dicho motivo fue el que condujo al emperador-filósofo Marco Aurelio a dictar autos contra los cristianos (apenas una veintena de muertos), esos perroflauta de la época que se negaban a servir al imperio o a integrarse en la sociedad civil romana. Ironí­as de la vida su hijo, el inepto, paranoico y degenerado Cómodo, se ganó los parabienes de la cristiandad por no seguir la polí­tica de persecución de su padre, más por estar encoñado de la cristiana Marcia, su concubina favorita, que por otra cosa.

De la actitud rapaz de la Iglesia nada mejor que la vida y obra de San Dámaso, llamado por sus enemigos el "calientaorejas de las viudas", por su habilidad para conseguir que éstas adineradas legaran todos sus bienes a la Iglesia en detrimento de sus hijos y legí­timos herederos. Apenas cincuenta años después del Edicto de Milán, San Dámaso optó al Santo Solio de Roma y se lo ganó, sobornos de por medio, al antipapa Ursino que, no satisfecho por el resultado, provocó una revuelta entre sus partidarios que se reveló sangrienta.

En un simpar ejemplo de mansedumbre cristiana, los partidarios del trigésimo séptimo Papa de Roma y su rival (que no fue ni el primer ni el último antipapa), se enzarzaron en batallas campales a puñaladas en las que las calles de Roma ardieron con saldos de más de ciento veinte personas diarias muertas en las algaradas, para escándalo del Prefecto de Pretorio, que se veí­a incapaz de contener la masacre, y de cualquier lector que lo lea. En dos años murieron más cristianos matándose entre si, que los que habí­an muerto durante los tres siglos de supuesta persecución a que habí­an sido sometidos por los romanos.

Pero el premio lo merecí­a, ni más ni menos que el obispado de Roma, el Papado que decimos hoy con unas jugosí­simas rentas procedentes de donativos y herencias, que convertí­an a su titular en el hombre más rico del Imperio, bella muestra ésta también de la pobreza cristiana.

¡Ah, la santidad de aquellos cristianos primitivos que tanto gusta de recordar la actual y degenerada Iglesia Católica! Mateo 7, 20.1

Al caso, León III prosperó en su polí­tica contra las manos muertas y la acumulación de riquezas en los monasterios buscando la supervivencia de un imperio amenazado. Su hijo, más culto, intentó dar un giro intelectual a la practicidad de su padre y ahí­ se perdió. Téngase en cuenta que por aquellos tiempos ser más culto significaba estar versado en teologí­a y retórica, ser un charlatán en suma. Fue así­ que el debate se encendió, cayó en el campo que más quieren los sacerdotes, la metafí­sica. Constantino V siendo un buen emperador para sus súbditos y temible rival para los musulmanes quedó asociado para la historia con su apodo de Coprónimos. Si, habéis acertado, "nombre de mierda" es su alias.

"Nombre de mierda" llama la Iglesia al hombre que mientras combatí­a a los árabes fue traicionado por un partidario de las imágenes. "Nombre de mierda" llamaba la Iglesia al basileo que reconquistó plazas a musulmanes para la cristiandad en Oriente Medio. "Nombre de mierda" según los curas es el tipo que contuvo los búlgaros y repobló los Balcanes de cristianos. "Nombre de mierda" obviamente sin el apoyo de la Iglesia, reorganizó al ejército imperial y aún más, de estar defendiéndose en todos los frentes, los bizantinos pasaron a la ofensiva haciendo retroceder a infieles y paganos.

Ése fue "Nombre de mierda". Mateo 7,20.

Constantino V fue sucedido por su hijo León IV, al que habí­a casado con la gran Irene de Atenas, ambos le hicieron abuelo de un niño que serí­a el futuro Constantino VI antes incluso de la subida de León al poder.



León IV fue más tolerante que su padre con los iconódulos, posiblemente por influencia de Irene pero su corto reinado de apenas cinco años, permití­o a ésta ejercer de regente durante la minorí­a de Constantino VI, que ascendió al trono imperial cuando apenas contaba con nueve años. Pero cuando llegó a sus dieciséis, su madre disgustada por sus querencias iconoclastas, lo destituyó y se proclamó Basileus (¿?). La primera y única mujer en la historia del Imperio Romano que se atrevió a dirigirlo con el cargo de Emperatriz Emperador.

Constantino VI se rebeló, qué menos, contra la usurpación de su madre y si bien en principio consiguió recuperar el trono, su debilidad fí­sica -fue incapaz de tener hijos ni con la legí­tima ni con la querida- y mental -sus propios partidarios le traicionaron y le entregaron en bandeja a su madre que lo hizo cegar (que gran madre la devota Irene, ¿verdad? Mateo 7, 20)- le arrebataron el trono para siempre, pues murió a consecuencia de las heridas que le infligieron al sacarle los ojos.

Y aquí­ tenemos a Irene Sarantapechaina, Basilissa del Imperio Romano, la dirigente que -iconódula devota- puso fin a la querella iconoclasta, pero que por ser mujer, fue rechazada por el Papa de Roma que se negó a reconocerla y prefirió nombrar un César por su cuenta y riesgo. ¿Mateo 7, 20?

La coronación de Carlomagno como Emperador fue un ejercicio de mala fe por ambas partes. El Papa presentó al rey franco la "Donación constantí­nea" un supuesto testamento de Constantino el Grande por el cual los territorios controlados por los bizantinos entre Roma y Rávena le habrí­an sido donados a la Iglesia Católica. Ya en aquellos entonces se sabí­a que el documento era falso. Si, me estoy poniendo pesadito, pero Mateo 7, 20. Por su parte Carlomagno, el paladí­n de la cristiandad, convino en que no era de recibo presentarse con sus siete esposas a la coronación, así­ que eligió solo una, su propia hermana carnal, amante de aquel Roldán que cayó en la batalla de Roncesvalles. Ahí­ es nada.

Irene no tuvo un buen fin, fue depuesta y condenada al destierro en la isla de Lesbos, donde falleció un año después. Pero a su manera fue una gran mujer y élla me dara pie a la próxima entrega: grandes mujeres bizantinas.

No creáis sin embargo, que la iconoclasia causara un gran daño al arte bizantino. Simplemente se dejaron de pintar figuras humanas. Pero las alegorí­as prosperaron, la Cruz, el Trono Celestial, el Cordero de Dios o el írbol de la Vida pasaron a ser los motivos más queridos. A nivel arquitectónico, las decoraciones geométricas prosperaron como muestran ésta modesta capilla iconoclasta en la actual Capadocia turca.




1 Por sus frutos les conoceréis.