Personajes curiosos, trascendentales y olvidados de la Historia

Iniciado por Agarkala, Noviembre 06, 2008, 12:22:50 PM

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Jerónimo de Ayanz y Beaumont, nacido en Guenduláin (Navarra) en 1553, era el segundón de una noble familia navarra, por lo que dedicó su vida a la milicia. Enrolado en los tercios de Flandes, debido a su fuerza descomunal obtuvo fama y fortuna, llegando incluso a ser mencionado en una obra de Lope de Vega.

Pero era hombre emprendedor e ingenioso, y ante Su Majestad Felipe III presentó con éxito un traje de buzo, una bomba de achicar agua, una desalinizadora para que los barcos tuvieran agua potable a partir del agua de mar y... atención... un proyecto de submarino (a los españoles se nos dan bien los sumergibles, a lo que se ve) con pinzas para recoger objetos del exterior.



Todas estas "patentes de invención" que le otorgó el monarca por desgracia fueron considerardas por sus eminentes aplicaciones militares, secretos de estado, motivo por el cual nuestro aventajado navarro no obtuvo el reconocimiento internacional que merecí­a.

Si le valieron estos y otros muchos estudios -entre otros unos sobre la deriva magnética de las brújulas y otro sobre antiguas explotaciones mineras- para conseguir el cargo de Administrador General de las Minas del Reino. Pensemos que entre otras explotaciones de la época estaban el Cerro Rico del Potosí­ o Guanajuato y Zacatecas pues nos ayudará a calibrar cabalmente la enorme importancia del puesto.

Y fue allí­ donde este auténtico hombre del Renacimiento que vivió en pleno Barroco -era también músico y pintor- consiguió sus mayores logros: Molinillos cónicos, balanzas ultra precisas, un sistema para desaguar las galerias inundadas haciendo uso de la mecánica de fluidos medio siglo antes de que las primeras leyes sobre la presión atmosférica se enunciara...

Pero lo más sorprendente, lo más inmenso, es que un siglo antes de que los británicos patentaran la máquina de vapor, Jerónimo Ayanz ya la empleaba en las minas de plata de Guadalcanal (Sevilla) tanto para desaguar galerí­as inundadas como para renovar el aire viciado de las mismas:



Si, estimados lectores la máquina de vapor tal y como hoy la conocemos es un invento español, que se perdió por el secretismo militar de la época.

Para más saber sobre la vida de este prohombre, que contrariamente al tópico de la época que pinta una España atrasada y cerril, era innovador y emprededor:

http://alioramus.wordpress.com/2008/12/05/jeronimo-de-ayanz-y-beaumont-el-espanol-que-supero-en-genialidad-a-leonardo-da-vinci/
http://www.nodulo.org/ec/2005/n039p24.htm
http://www.alpoma.net/tecob/?p=303


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Justa entre las Naciones.



Irena Krzyżanowska nació cerca de Varsovia en 1910 por aquellos entonces tierras del Imperio Ruso. Siendo su padre médico, ella empezó a ejercer como enfermera para el Departamento de Bienestar Social en la Polonia libre que en realidad era una dictadura del General PiÅ,sudski, héroe de la primera guerra mundial.

Tras el reparto nazi-soviético, Irena ya apellidada Sendler por matrimonio, siguió como trabajadora social en el ghetto judí­o de la ocupada capital polaca. Allí­ junto a sus compañeras a las que poéticamente se ha dado el nombre de 'Batallón de íngeles", emprendió de acuerdo con la resistencia una campaña para tratar de sacar al mayor número posible de niños judí­os del ghetto y reasignarlos a familias u orfanatos católicos en espera de tiempos mejores.

No era labor exenta de dificultad, pues nadie podí­a salir del ghetto y nuestras enfermeritas polacas recurrí­an a métodos dignos de un presidio: escape por las alcantarillas, cavando éllas mismas túneles como si fueran recios mineros del carbón, camuflaje entre los pertrechos, etc... Amén de eso, pese al humanitarismo general de los católicos polacos por la suerte de sus convecinos judí­os -no en balde Israel ha distinguido a casi 7.000 polacos por refugiar y ayudar a sus correligionarios- no podemos dejar de señalar la presencia de unos tales, se estima que apenas un 2 ó 3 por ciento de la población polaca, afines y simpatizantes de los nazis, que se dedicaban a denunciar a todo polaco que auxiliara a los judí­os, con la pena de muerte subsiguiente.

Con todo Irena Sendler fue la más espectacular, salvó del orden de 2.500 criaturas, de las que llevaba registro para poder devolver a sus padres pasado el tiempo de terror nazi. Obviamente tanto afán la llevó a ser descubierta, encarcelada y torturada por la Gestapo en 1943. Nada dijo en los interrogatorios y condenada a muerte, salvó su vida por la irrupción en el último momento de un soldado alemán que la requirió para un postrer interrogatorio. El dicho y anónimo soldado resultó ser un partisano polaco que le facilitó la huida pagando con su vida pues fue inmediantamente fusilado.

Escondida, con los brazos y las piernas quebrados, pero no inactiva siguió trabajando por la causa. Tras la barbarie nazi, aún hubo de enfrentar el resquemor de la dictadura comunista polaca, meros tí­teres de Stalin, no obstante para Irena lo más doloroso fue constatar que no podí­a devolver a "sus niños" a sus legí­timos padres, casi todos habí­an perecido en el campo de exterminio Treblinka II, menos conocido pero no menos horrible que otra vergí¼enza del género humano sita en suelo polaco, Auschwitz-Birkenau.

Con el tiempo, la distensión de la guerra frí­a y las investigaciones de los cazadores de nazis, los niños hebreos salvados fueron autorizados a abandonar Polonia con destino al recién creado Estado de Israel. Es más, la propia Irena Sendler fue reconocida por el Yad Vashem, organismo encargado de estudiar el Holocausto con el tí­tulo que encabeza el post Justa entre las Naciones en 1965. Y la dictadura polaca como cosa excepcional le autorizó a viajar fuera de las fronteras para recibir el premio.

Casi centenaria, Irena Sendler falleció en Varsovia en 2008.

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Alvar Núñez Cabeza de Vaca gentilhombre natural de Jerez de la Frontera, era descendiente por parte de padre del conquistador de las Canarias, Pedro de Vera, y por parte de madre de un héroe de la batalla de las Navas de Tolosa, que ganó su fama al conquistar a los almohádes de Miramamolí­n una colina sobre la que habí­a una calavera vacuna, que terminó dando nombre a su ennoblecida estirpe.

Hay dudas sobre la fecha de su nacimiento; se dice que 1490 como más probable o entre 1490 y 1495. Sin embargo, atendiendo a que decí­a haber embarcado para las Américas en 1527 con tan sólo veinte años, hubiera podido nacer en 1507.

En su infancia pertenecí­a al séquito de clientes del gran noble del sur de Andalucí­a y el Algarve, el conde de Medina-Sidonia; tuvo una educación esmerada: lenguas, matemáticas, fí­sica (que así­ le decí­an a la medicina) y su inseparable correlato la astrologí­a, geometrí­a y cartografí­a. También adquirió formación militar en el sur de Italia y reprimiendo la revuelta de los Comuneros en Sevilla.

Como hombre de noble alcurnia fue nombrado alguacil mayor de la expedición del gobernador Pánfilo de Narváez, un veterano dirigente conocido por ser el hombre enviado al continente infructuosamente para detener la expedición de Hernán Cortés al imperio azteca. Cinco carabelas con seiscientos hombres, más ataví­os, pertrechos y caballos partieron de Sanlúcar de Barrameda el 15 de junio de 1527. Pero antes de llegar a La Española ya habí­an perdido dos naví­os, sesenta personas y veinte caballos por las tormentas.

Tras un periodo de reorganización en Santiago de Cuba, cuatrocientos hombres en cinco barcos menores arribaron un 15 de abril de 1528 a las costas de la Florida, se cree que en las cercaní­as de la actual Tampa Bay. Buscando el territorio llamado Apalache, de donde los indios decí­an que procedí­a el maí­z y el oro, desembarcaron trescientos hombres. Los múltiples islotes de los cayos de Florida y las pantanos de los Everglades diezmaron a la expedición, que entre el hambre, las enfermedades y que los indios les raleaban a flechazos perdió a otros sesenta hombres.

Consternados por no tener noticias de las embarcaciones y con un tercio de la expedición en estado de postración lamentable, Pánfilo de Narváez decidio reembarcar a la tropa en cinco naví­os construí­dos ex-profeso en septiembre de ese mismo año. A la altura de noviembre, terminaron por desperdigarse en la desembocadura del Mississippi incapaces los frágiles e improvisados bajeles de remontar el caudaloso rí­o.

En un islote del golfo, terminaron su vida el gobernador Pánfilo de Narváez y sus tripulantes devorándose unos a otros. Menos de un centenar de naúfragos dispersados fueron reunidos poco a poco por Cabeza de Vaca el la Isla del Mal Hado (con seguridad: Galveston, Texas) Donde tras un año de esclavitud, consigueron llegar a tierra firme.

Carentes de todo, no les quedó más remedio que vivir al servicio de los indios, aprender sus lenguas y costumbres, y en suma, tratar de serles todo lo útiles que se pudiera mientras iban cayendo poco a poco. Pocas veces bien y las más de las veces malviviendo, fueron avanzando cambiando de tribu en tribu en dirección al oeste durante seis años. Alvar Núñez guardó en su memoria todos los pueblos con sus lenguas usos y costumbres. Todo éllo lo relatarí­a en un compendio acertadamente titulado "Naufragios" que puede leérse por internet:

http://books.google.es/books?id=NgjXjiqdWboC&dq=alvar+nu%C3%B1ez+cabeza+de+vaca+naufragios&printsec=frontcover&source=bn&hl=es&ei=dxRMTOCgIZG7jAev7NDDBQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=4&ved=0CCYQ6AEwAw#v=onepage&q&f=false

Tribus matriarcales, otras donde se admití­a la homosexualidad, vacas de cuernos cortos y grandes crines (búfalos), enemistades de las tribus o bien tribus de distinta lengua que viví­an juntas, todo lo recogerí­a el hombre al que podrí­amos considerar el primer antropólogo de campo de la historia. Terminó por llegar al actual Rí­o Grande labrándose fama entre los indios de hechicero, a pesar de que el propio Alvar Núñez, hombre piadoso, asegura que tan solo rezaba a Dios por la salud de los pacientes y que Éste era el que hací­a las curaciones.

Y así­ siguió haciendo camino hacia el noroeste desde la actual Texas al golfo de California, llevándo tras de sí­ una multitud de indios que lo seguí­an enfervorizados por sus milagros. En 1536, volvió a tener contacto con los asombrados españoles a la altura del rí­o Sinaloa. Sólo cuatro hombres sobreviví­an de la espedición original: el propio Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Andrés Dorantes de Carranza, Alonso del Castillo Maldonado y el negro Estebanico, natural de Marruecos.

Agasajado en Méjico por el Virrey Antonio de Mendoza y el propio Duque Hernán Cortés, Alvar Núñez volvió a tentar al destino regresando a España en 1537. Fue capturado por corsarios franceses y liberado por una flota portuguesa.

Durante sus tres años de vuelta escribió "Naufragios" y se ganó el cargo de Segundo Adelantado del Rí­o de La Plata, puesto para el que embarcó en diciembre de 1540. Para no variar la expedición naufragó a la altura de la isla de Santa Catalina (actual estado de Santa Catarina, Brasil, entre los estados de Rí­o de Janeiro y Sí£o Paulo) Una nueva expedición terrestre cargada de aventuras, en las que descubrió las cataratas del Iguazú, le demoró un año en llegar al fuerte de Nuestra Señora de la Asunción (la actual capital paraguaya).

Era aquel puesto el "paraí­so de Mahoma" donde cada español tení­a un harén de indias para su refocile y centenares de indios a los que explotaban inmisericordemente. Con todo ello trató de terminar Cabeza de Vaca, bien imponiendo castigos ejemplares, bien haciéndose traer mujeres españolas al mando de la Adelantada Mencia Calderón. Éso le granjeó primero la enemistad de los españoles muy principalmente del ambicioso Domingo Martí­nez de Irala, verdadero dueño del cotarro y luego su destitución y encarcelamiento en abril de 1543.

En marzo de 1544 fue enviado a España para ser juzgado por "abuso de poder", fue desposeí­do de sus cargos y condenado el destierro en la colonia española de Orán. Decisión que recurrió y fue revocada en 1551, aunque ya para entonces Alvar Núñez habí­a pérdido su hacienda, sino el honor. Sus últimos años transcurrieron en la oscuridad. No volvió a ocupar cargo alguno pese a que hay quién considera que llegó a ser juez del tribunal supremo de Sevilla en 1552 (un poco extraño eso de ser juez y condenado al mismo tiempo). Hay quién dice que tomó los hábitos, algo más sensato pues estaba arruinado. E incluso se duda sobre la fecha de su muerte, en 1557, 1559 o 1560 y donde tuvo lugar el deceso -Sevilla,Valladolid o su localidad natal Jerez de la Frontera-.

Agarkala

Ese libro lo leí­ yo en su dí­a, es francamente interesante.

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BronisÅ,aw Piotr PiÅ,sudski nació en las cercaní­as de Vilnius, actual capital lituana que en noviembre de 1866 pertenecí­a al Imperio Ruso, en el seno de una familia szlachta. Es decir, que eran nobles polacos que podí­an remontar su ascendencia al siglo XIII, durante él que el Gran Ducado Lituano-polaco quebró el estado de los monjes-guerreros de la Órden Teutónica.

Por su noble origen era un ferviente patriota polaco, afanoso por recuperar la independencia perdida a manos de infames conciábulos entre los temibles imperios militares vecinos de la desdichada Polonia durante finales del siglo XIX: Austria-Hungrí­a, Prusia y Rusia. Pero, pese a su noble origen, era partidario del Partido Socialista. Con todo es mucho más conocido su hermano pequeño, héroe nacional de la independencia polaca, Jozef Klemens, mariscal durante la Primera Guerra Mundial y jefe de estado de la República durante el periodo de entreguerras.

Junto a sus contactos polí­ticos tramó en 1887 un fallido atentado contra el zar Alejandro III en compañí­a de Alexander Ilich Ulianov, otro hombre también oscurecido por su famoso hermano 'Lenin'. Su pena fue el destierro a la Isla de Sajalin en el Pací­fico. Allí­ trabó amistad con otro recluso deportado, el etnógrafo marxista Lev Yakolevich Sternberg, junta al cual se dedicó a estudiar la cultura de los Ainu.

Eran los Ainu un pueblo aborigen repartido entre la isla de Sajalin (Rusia) y, bajando a lo largo del archipiélago de las Kuriles, la isla de Hokkaido (Japón). No son japoneses, o al menos éstos hacen distingos entre los Ezo (nuestros Ainu) y los Waijin (nombre que se dan los japoneses a si mismos). Pero como toda la isla de Hokkaido fueron incorporados al Imperio Nipón durante la Restauración Meiji -1868 en adelante-. Los japoneses no les tuvieron muy en cuenta hasta hace poco y les fueron marginando, cosa que los Ainu trataron de paliar adaptandose a los usos y costumbres nipones.

Fueron objeto de especulación, precisamente porque a raí­z de la labor antropológica de Bronislaw Pilsudski, ideologí­as racistamente interesadas intentaron vender la milonga de que se trataba de un pueblo indoeuropeo. En puridad, los Ainu parecen estar emparentados con los nativos de Okinawa (otra isla largo tiempo bajo soberaní­a japonesa, si bien está al sur del paí­s), el Tibet y el archipiélago de las Andamán en las costas de Birmania y Tailandia. Tení­an tres idomas o dialectos propios a dí­a de hoy casi extintos si bien, en honor de los japoneses, hay que decir que están intentando revitalizar el Yukar para salvarlo de su desaparición.

Dicho Yukar es el idioma de sus mitologí­as, que todo Ainu entiende independientemete de que en sus idomas-dialectos no consigan entenderse, al parecer el japonés tiene problemas al transcribir el idioma a sus grafí­as. Pero lo más curioso no es esa discordancia, sino que no parece estar emparentado con ninguna lengua del Lejano Oriente. Se le considera un idioma aislado. Teorí­as más modernas, sugieren que estos Ainu pudieran estar emparentados con los primeros pobladores de América, los Jōmon, que habrí­an cruzado un por entonces solidificado por el hielo estrecho de Bering.

Fue precisamente nuestro homenajeado de hoy Bronislaw Pilsudski quién primero registró, grabó y publicó diccionarios de la cultura Ainu. Amén se esforzó por crear escuelas para los niños Ainu para enseñarles entre otras maravillas de la modernidad, a hablar en ruso. Incluso abandonó la objetividad que se le supone a un antropólogo casándose con una Ainu con la que crió a un hijo, Sukezo y una hija, Kiyo.

Desgraciadamente en 1905 estalló la segunda guerra ruso-japonesa. Los rusos querí­an una salida al mar a través de Port Arthur (actual Lí¼shunkou), localidad china cercana a la pení­nsula coreana y los japoneses querí­an expandir su dominio en Corea hacia Manchuria.

A despecho del recelo de los Ainu, y posiblemente dejándose llevar por su alma polaca, Bronislaw trató de arrancar a sus pupilos de las garras del Imperio Ruso solicitando ayuda al Japón para sus convecinos. Éstos como es de suponer le recibieron encantados y también sorprendidos con ese geigin "de naturaleza amable e inocencia infantil" que se les poní­a de su parte. Japón ganó la guerra, pero los Ainu, como ya dije, no fueron muy bien tratados.

Bronislaw regresó a Europa y tras varias vicisitudes, terminarí­a con su vida en Parí­s en mayo de 1918 arrojándose al Sena. Sin embargo, su progenie Ainu continuó. Y por estas cosas de la vida, a dí­a de hoy los únicos descendientes varones del nobiliar apellido polaco Pilsudski, que puede profundizar su linaje al siglo XIII, son los bisnietos de Bronislaw, que resultan ser japoneses residentes en Yokohama.

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Robert Owen nació en Newtown, Paí­s de Gales, en 1771. Hijo de un hilandero y una planchadora, pudo no obstante, recibir una mí­nima intrucción -leer, escribir y la cuatro reglas de la aritmética- hasta los diez años gracias a sus pudientes abuelos maternos.

A partir de ahí­ pasó a trabajar en telares como aprendiz, primero en Stamford, después en Londres y por último en Manchester. No tení­a ni veinte años, cuando ante la invención de los telares mecánicos de Arkwright, decidió pedir un crédito e invertir en un negocio propio de hilado del algodón. Tan exitoso fue que se convirtió en un respetado hombre de negocios, socio accionista de la Chorlton Twist Company y miembro del grupo ilustrado Manchester Literary and Philosophical Society.

Como quiera que a la Chorlton Twist le obligaba a viajar en busca de nuevos ingenios, conoció al sur de Escocia a Robert Dale que poseí­a una factorí­a impulsada por molinos de agua llamada New Lanark, que pese a su modernez tecnológica, empleaba a su trabajadores de un modo feudal y precario, pagándoles en cupones que habí­an de gastar en las tiendas propias del patrón de la localidad.



Ya por áquel entonces 1799, Owen se distinguí­a por su buen trato a los obreros y con ayuda de algunos conocidos de la sociedad ilustrada, el filántropo cuáquero William Allen, o el filósofo liberal Jeremy Bentham, juntaron dinero para comprarle la factorí­a a Robert Dale. No debió ser en principio una operación hostil, tanto más cuanto que Robert Owen estaba en relaciones con la hija del señor Dale, que se convertirí­a en su esposa y madre de sus siete hijos.

Pero los planes de Owen si que chocaron con sus socios capitalistas. Propuso reducir la jornada laboral a 10 horas y no emplear menores de diez años en la factorí­a. Impulsó la creación de guarderí­as para los bebés de las madres trabajadoras del molino, escuelas primarias para los crí­os, y reducción de jornadas para los aprendices adolescentes para que pudieran ampliar sus estudios. Amén de éllos creo seguros médicos para sus empleados incluso cuando éstos ya fueran ancianos que hubieran dejado de trabajar.

Todos estos cambios, auténticamente revolucionarios para la época, los consiguió de a poco después de muchas peleas, dimisiones y destituciones, recompra de sus acciones y otros tejemanejes de culebrón. Y ojo, jornadas de diez horas y crí­os de once años trabajando.

Para que veáis como se las gastaban en el Antiguo Régimen, ese tan espiritual que algunos añoran.

Pese a la reducción de plantilla y horas trabajadas, la factorí­a algodonera de New Lanark se convirtió en la más próspera y mejor administrada de Inglaterra durante veinticinco años. Robert Owen, exitoso empresario, puso también gran empeño en educar a los más jóvenes y desfavorecidos no solo en intrucción básica como la que él mismo habí­a tenido, sino en apartados más amplios como formación técnica o música, curiosamente se negó a que en sus escuelas se dieran clases de religión.

Ésta es la página del molino-pueblo-factorí­a, patrimonio de la Unesco, que vive de las visitas turí­sticas por si queréis echar un vistazo:  http://www.newlanark.org/

El éxito de New Lanark y el cooperativismo, fue tal que durante la guerra anglo-estadounidense de 1806, pese a no tener algodón que trabajar pudo seguir pagando a sus empleados por no hacer nada. Todo esto llevó a su imitación en otras zonas de Inglaterra, a una ponencia en el Parlamento de Londres a la que Robert Owen fué invitado para exponer sus métodos y en suma a la admiración de casi todos. Casi, porque la Iglesia de Inglaterra empezó a malmeter contra la irreligiosidad de Owen.

En 1809 fué obligado a introducir la religión en sus escuelas, y suprimir las actividades más lúdicas, o trasformarlas en asignaturas de pago. Owen dimitió, formó una nueva sociedad y recompró New Lanark. A partir de ahí­ se lanzó por la senda del idealismo puro y duro, la factorí­a siguió funcionando aún, pero Owen, que no era muy culto, iba diciendo a las claras una sí­ntesis del pensamiento baconiano.

Habí­a publicado varios libros prácticos sobre gerencia empresarial, mas húbose que esperar a 1813 para ver publicada su obra fundamental en el plano teórico: “A New View of Society”. En élla, Robert Owen formulaba que el hombre es preso de errores por ignorancia heredados del pasado y que esos yerros podí­an resumirse en tres: la propiedad privada, la religión y el matrimonio concertado. Escandalazo por todo lo alto. Ya no es que Robert Owen fuera irreligioso, es que era blasfemo e impí­o.

Por añadidura y más desgracia para nuestro galés, creí­a que las mujeres habí­an sisdo sistemáticamente ninguneadas, y su peticiones para hacerlas miembros de pleno derecho de la sociedad, chocaron abiertamente con el habitual machismo ultramontano de los ensotanados.

Intento fundar comunas conforme a sus ideas, pero no le fue bien y dilapido en éllas sus caudales, muy particularmente en New Harmony (Indiana, EE. UU.) dónde como comentó el anarquista estadounidense Josiah Warren, el problema y origen de su fracaso era precisamente la falta de privacidad.

En 1834, unificó los primeros e incipientes sindicatos en el Grand National Consolidated Trades Union, en cuyo congreso surgió por primera vez la palabra socialism, que acabarí­a imponiéndose a su equivalente francés societisme.

Cada vez más debilitado, no solo por la canalla clerical, negra enemiga del mundo, sino también por el arrinconamiento al que se veí­a reducido por parte de los "socialistas cientí­ficos" (Marx entre éllos) que lo tildaban de idealista e ingenúo, sus proyectos fueron quedando en el olvido.

O al menos fue cayendo en el olvido él, el inventor del cooperativismo, el hombre que creí­a que la Revolución Industrial no serí­a completa sino iba acompañada de un cambio moral que suprimiera las supersticiones del pasado, el tipo que dió pábulo a surgimiento del socialismo, aunque luego renegara de él. El patrón que se preocupaba por sus empleados y no quiero mirar a nadie.

En suma, un grande, Robert Owen.

Para más saber:

http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/IRowen.htm
http://robert-owen-museum.org.uk/
http://www.robert-owen.com/

Agarkala


Kamarasa GregorioSamsa


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“Sabiendo que nuestros Gobiernos tienen por norma de conducta el despilfarro y que las defraudaciones y los latrocinios se cometen a diario y quedan impunes. (…) Que contesten esos suicidas morales que formando cí­rculos han rodeado a todos lo gobernantes para lucrar a la sombra de las grandes empresas. Ellos son los responsables de la ruina del paí­s, ellos que han hecho levantar palacios con los dineros del pueblo para habitarlos después de la catástrofe, encastillados en su asqueroso egoí­smo, o que con las arcas repletas desparraman a manos llenas en el viejo Continente el oro que malversaron.” La miseria en la República Argentina, 1900. Alfredo Lorenzo Palacios Beltrán.


Cuéntase que don Aurelio Palacios, uruguayo él, polí­tico él, terrateniente él, supo hacer fortuna en Buenos Aires y Santa Fe; tuvo dos queridas, la uruguaya doña Ana Beltrán que le dió nueve hijos, y doña Dolores Almada de quién tuvo cinco vástagos más, amén de los cinco herederos oficiales de su legí­tima esposa la argentina Marí­a Costa Smith. No obstante en 1890, viendo llegados sus dí­as, Don Aurelio decidió reconocer a sus diecinueve hijos, lo que no fue óbice para que los crí­os de doña Ana Beltrán pasaran estrecheces económicas viviendo de alquiler en la calle Charcas 47411 actual barrio de Palermo, el más rico de Buenos Aires.

Uno de sus hijos con Ana Beltrán, por nombre Alfredo Lorenzo, nacido en Buenos Aires el 10 de agosto de 1880, habí­a iniciado ya la secundaria en el Colegio Nacional Central y, bajo los auspicios del padre Federico Grí¶te, fue desde sus trece años editor de la revista del Cí­rculo de Obreros Católicos, "La juventud". Sin embargo, nuestro Alfredo Palacios, que si bien reconoce la influencia primera del cristianismo...

“En el socialismo me inició mi madre a los 11 años. Ella puso en mis manos el Nuevo Testamento, con el sermón de la montaña, y llegó a apasionarme la figura de Jesús. Luego hice mí­as las palabras del doctor Juan B. Justo, fundador del Partido Socialista que decí­a: ‘Socialismo es la lucha en defensa y por la elevación del pueblo trabajador que, guiado por la ciencia, tiende a realizar una libre e inteligente sociedad humana basada sobre la propiedad colectiva de los medios de producción, o sea la tierra, las máquinas, los medios de transporte’.”

...no dejó de salirmos un anticlerical, empezó a meter vocabulario poco cristiano en su revista instando al proletariado a buscar satisfacción a sus demandas acá en la tierra y no en el cielo. Siendo así­ que para cuando se matriculó en la facultad de derecho de la Universidad de Buenos Aires en 1895, ya era socialista acérrimo, de hecho se afilió al Partido Socialista en 1896. Se licenció en 1900 con la tesina "La miseria en la República Argentina", que fue rechazada por atentar contra las instituciones.

Montó su propio despacho de abogados, a cuya puerta rezaba:

D. Alfredo Lorenzo Palacios, abogado
Atiende gratis a los pobres

Presentado a petición expresa de emigrantes italianos por el Partido Socialista a las elecciones de 1904 por la circunscripción del barrio portuario de La Boca, consiguió dado el curioso sistema de voto unipersonal2, la proeza de salir elegido con 830 votos del colegio electoral; en una campaña basada en ir bloque por bloque dando discursos en castellano (así­ le dicen los argentinos al idioma que hablan, si les oyen los de Valladolid...) y xeneize (variante dialectal genovesa del italiano). Se convirtió con éllo en el primer diputado socialista de América.

Rápidamente se hizo notar con el tí­pico programa socialista de paro, despilfarro y corrupción de la época, consistente en conseguir el descanso dominical, el entonces llamado sábado inglés (trabajar media jornada), leyes de pago del salario en moneda y no en cupones, leyes de accidentes laborales, leyes para la incorporación de la mujer al trabajo y subsiguiente creación de guarderí­as y centros de primaria para sus hijos, ley del voto femenino y un largo etcétera entre el que me gustarí­a destacar su fiera oposición a la Ley de Residencia, que pretendí­a expulsar del paí­s a todos esos emigrantes europeacas que sólo van a Argentina a robar.

No siempre lo consiguió, quede claro, pero cuando se obtuvo, todo el mundo tuvo una referencia para este pionero de los derechos sociales en la Argentina. Así­mismo se le solí­a criticar por la "turba sectaria" que lo jaleaba (y de paso, abucheaba a los demás próceres) hasta las puertas del Parlamento. Profesor que lo fue de Historia de las Instituciones por su universidad (de la que fue expulsado por sus enseñanzas) y fundador de la Cátedra de Derecho Laboral tanto en la U.B.A. como en la Universidad de La Plata:

"La abogací­a no es aprendizaje de trampas; a los jóvenes debe hacérseles amar a la justicia, sostén de los débiles, estí­mulo de los fuertes, base de la moral y fundamento de la patria"


A continuación, una pequeña lí­nea del tiempo:

1904-1908 Diputado al Congreso, que es disuelto por el Presidente de la Nación.
1912-1915 Diputado a Cortes. Dimite por contravenir los estatutos del Partido.
1925 Decano de la Facultad de de Ciencias Jurí­dicas y Sociales (U. La Plata)
1930 Decano de la Facultad de Derecho (U. Buenos Aires)
1931-1943 Senador Nacional durante la "década infame" del dictador Uriburu. El senado es disuelto por un golpe de estado.
1941-1944 Presidente de la Universidad de la Plata, depuesto por el golpe de estado peronista.
1955 Antiperonista militante, es nombrado Embajador en el Uruguay de sus ancestros tras el derrocamiento del caudillo.
1956-1957 Forma parte de la Convención Constituyente, se le atribuye el artí­culo 14b3.
1961-1962 Senador nacional, de nuevo un golpe de estado le deja sin empleo.
1963-1965 Diputado, fallece el 30 de abril, en la austeridad (vale decir pobreza).

Para saber más:

http://blogsdelagente.com/bibliotecapalacios/2010/06/29/alfredo-lorenzo-palacios/
http://www.portalplanetasedna.com.ar/palacios.htm
http://www.elhistoriador.com.ar/biografias/p/palacios.php
http://www.rodelu.net/perfiles/perfil57.html
http://www.derecho.uba.ar/derechoaldia/old/nota.php?ided=93&idsec=17&nota=1675


“Yo en todas las ocasiones dije lo que mi conciencia dictaba, con severidad, pero con ánimo sereno, sin agravios y sin expresiones hirientes. Fue por eso que conseguí­ leyes que mejoraron las condiciones sociales de los trabajadores y ése era mi más preciado deseo; un legislador que sólo hace oposición y no deja ninguna construcción legislativa, realiza una labor incompleta”. Entrevista concedida en 1963 por Alfredo Lorenzo Palacios Beltrán.


1 Los argentinos numeran las calles a la americana, contando los metros que dista el portal del inicio de la calle.
2 Sólo el candidato más votado por el colegio electoral era electo congresista de la circunscripción. Era una copia del sistema electoral estadounidense. Sólo se empleó en esas elecciones y la "culpa" la tiene Alfredo Palacios.
3 Artí­culo 14 bis de la Constitución argentina.
El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mí­nimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial.

Queda garantizado a los gremios concertar convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes gremiales gozarán de las garantí­as necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical y las relacionadas con la estabilidad de su empleo.

El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable. En especial, la ley establecerá: el seguro obligatorio, que estará a cargo de entidades nacionales o provinciales con autonomí­a financiera y económica administradas por los interesados con participación del Estado, sin que pueda existir superposición de aportes; jubilaciones y pensiones móviles; la protección integral de la familia; la defensa del bien de familia; la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna.

ENNAS

Forsan et haec olim meminisse juvabit La Eneida, Libro I, lí­nea 203. Virgilio, siglo I d.C.


La Pimentel condotta al patibulo. Doménico Boschetto, 1863.

Hija de nobles portugueses, Eleonora Fonseca de Pimentel nació en Roma en junio de 1752 y se crió bajo la protección de la corte del Reino de las Dos Sicilias. Niña prodigio, como muchos otros niños de las cortes del Siglo de las Luces, a los catorce ya era traductora de latí­n y griego y maestra en retórica y oratoria. Frecuentó desde entonces, en su calidad de poetisa los ambientes literarios de la corte napolitana.

A la sazón reinaba -que no gobernaba- el reino meridional el tercer hijo de Carlos III de España, un gordo, carnal, voluptuoso y analfabeto hombre conocido para la historia como Fernando IV de Nápoles y III de Sicilia. Desposó con la archiduquesa austrí­aca Marí­a Carolina de Habsburgo, valedora y amiga de nuestra Eleonora en tanto que ambas tení­an la misma edad, y dueña y señora del reino cuyos Consejos de Estado presidí­a ante el desinterés de su marido.

Eleonora por su parte casó ya tarde con veinticinco años, a petición de la Reina, por aquello del qué dirán, con el militar napolitano Pasquale Trí­as de Solí­s de cuarenta y cuatro años. Éste se dedicó a practicar sus ejercicios marciales con su nueva esposa; vamos, que la tundí­a a golpes. Tuvieron un hijo que murió a los dos años a cuya memoria Eleonora dedicó sus mejores poesí­as. También tuvo un aborto, consecuencia de una de tantas palizas de su marido, que la llevaron a pedir la separación.

¡Escandalazo por todo lo alto! En el juicio salió toda la miseria del militarote a relucir, odiaba que su esposa fuera culta y leida, la tildaba de atea, y se jactaba de intentar quitarle las ideas de la cabeza a base de encierros y guantazos. Peor defensa no pudo elegir, la verdad. El tribunal, cosa rara en la época, dió la razón a Eleonora y le concedió el divorcio.

Reintegrada a la vida social de la corte napolitana en la última década del Siglo de las Luces, incluso allá en la atrasada y pobretona Dos Sicilias los nobles ilustrados pedí­an reformas conducentes a la mejora de vida del "pueblo". Con convicción Eleonora Pimentel se sumó a estos ilustrados y junto a éllos adoptarí­a los puntos de vista de los jacobinos franceses.

http://www.escritorasypensadoras.com/fichatecnica.php/300

En principio la real pareja no poní­a objeciones a esta reforma desde arriba, pero un hecho puntual, el ajusticiamiento en Francia de la hermana pequeña de la Reina Marí­a Carolina, la célebre Marí­a Antonieta, llevó a la monarca napolitana a la exhasperación contra la Revolución Francesa y sus partidarios.

Como sucederí­a en nuestra pení­nsula, el pueblo llano al que los Ilustrados querí­an beneficiar, se mostró refractario a sus mejoras y furibundos partidarios del Antiguo Régimen. Allá surgieron, entre la chusma de más baja estofa napolitana, los Lazzaroni, que se dedicaron a linchar y ajusticiar a los nobles ilustrados.

Eleonora Pimentel se salvó de la ira popular porque estaba presa por escribir su "Oda a la Libertad". Francia exportaba revolución y no solo intelectualmente, sino también por las armas, así­ doblegó a la dividida pení­nsula italiana en pleno, formando repúblicas afines.

En nuestro caso -gracias a éllo Eleonora fue liberada- en enero de 1799 se proclamó la República Partenopea pese a los denodados esfuerzos del almirante inglés Horatio Nelson que sólo pudo conducir al exilio en Sicilia a la familia real. Eleonora se significó por su labor de propaganda, llegando a fundar y editar élla solita treinta y cinco números del periódico "Il Monitore Napoletano".

No obstante, la triste y desdichada República tení­a en contra a las clases populares por las que supuestamente hací­a la Revolución y apenas controlaba las plazas fuertes de la capital continental, Nápoles. Mientras en Sicilia, en su capital Palermo los reyes mantení­an el reino apoyados por Lord Nelson. Éste no actuaba sólo por mandato del Almirantazgo inglés, obraba una razón personal pues era el amante de la esposa del embajador inglés en la corte, Emma Hamilton, considerada por los historiadores como la primera top-model de la Historia.


Emma Hamilton caracterizada como Ariadne por la retratista francesa Elisabeth Vigée-LeBrun.

Interesante historia también la de esta plebeya galesa, de increible belleza en su juventud, refinada y pulida por el embajador inglés en las Dos Sicilias con el que contrajo un matrimonio que disgustó a la clase alta inglesa, y que ya alcohólica y gorda supo enamorar al gran héroe inglés ante la complacencia o consentimiento de su anciano marido. Amiga personal de la Reina, como Eleonora, con muchí­sima desvergí¼enza los ingleses la atribuyen la página más negra del historial de su Héroe Nacional.

Y es que habéis de saber que si bien la República Partenopea no aguantó ni medio año, realistas y revolucionarios pactaron una rendición honorable en julio de 1799. Lord Nelson fingió acatarla muy a su pesar, casi a regañadientes; a pedido del embajador William Hamilton y por respeto a él, concedió en que los cabecillas de la República, hombres (y mujer) de buena familia y posición fueran exilados en barco evitando así­ el derramamiento de sangre.

Embarcados que fueron en la bahí­a de Nápoles los insurrectos, Nelson traicionó su palabra y los hizo prender. 99 de éllos, entre los que figura nuestra Eleanora Pimentel, fueron torturados, sentenciados en tribunales ad hoc que Nelson instituyó entre sus propios subordinados y ahorcados sumariamente.

No se conformó con eso, sacándose la careta, desembarcó a los Royal Marines de la Armada y procedió a una brutal y sanguinaria represión sobre la población napolitana, de la que ningún registro se guarda, porque el que es pobre es pobre. En suma, el Terror llegó a Nápoles no de la mano de los revolucionarios sino del celebrado adalid antinapoleónico.

En su dí­a, esto le valió a Nelson el repudio del Parlamento inglés y a Emma Hamilton las más crueles burlas.


Notad como la caricatura parodia el retrato de Emma como Miranda a cargo de George Romney.

Nelson hallarí­a su redención (y a decir de los ingleses la Gloria Eterna) al morir en Trafalgar. No ocurrió así­ con nuestras chicas, Emma Hamilton, nacida Hart, pese a tener una hija del Lord nada recibió, ni de Nelson -obvio pues sólo era su amante- ni de su marido que testó en favor de un sobrino; murió en Francia alcoholizada a donde huyó para evitar la prisión por deudas.

Eleonora Pimentel de Fonseca fue ahorcada en agosto de 1799 en la Plaza del Mercado de Nápoles. De nada le sirvió su antigua amistad con la Reina, el no tener hechos de sangre en sus manos, el haberse desvivido por un pueblo llano que de élla renegó, el ser de noble cuna... Nada de éso la salvó de la cruel represión, de la gran mancha en el historial de Nelson, que incluso a dí­a de hoy los ingleses silencian1.

La leyenda dice que en el último instante Eleonora, digna, acertó a recitar un verso de la Eneida.

1.-  Como se callan su derrota ante Villeneuve, el aparentemente tonto almirante francés en Trafalgar, que sin embargo le habí­a mojado la orejita a Lord Nelson ocho meses antes rompiendo el cerco de Toulon.

ENNAS

Héroes de la Revolución.

El acá retratado, nacido un 28 de marzo de 1750 en España, en Caracas concretamente, tuvo por nombre Sebastián Francisco de Miranda y Ravelo y Rodrí­guez de Espinosa, siendo su papá un comerciante de paños canario y su mamá una criolla caraqueña de acaudalada familia.

Esta es la historia de un aventurero en el Siglo de las Luces, harto fácil de rastrear pues el hombre siempre llevó un diario de su vida que a dí­a de su muerte en un presidio gaditano el 14 de julio de 1816 alcanzaba los sesenta y tres volúmenes.

Por él sabemos que tras recibir esmerada instrucción en la Real Universidad de Caracas, desplazóse a sus veintiún años a la Madre Patria. Acá compra el cargo de Capitán de Regimiento y participa en acciones para la defensa de las colonias españolas en el Norte de ífrica. "Blanco de orilla" que se decí­a entonces, sudaca que decimos hoy, destaca sobre todo por su tendencia a la insubordinación frente a los pejigueros mandos militares españoles.

Pero en esas acciones militares conoció al general criollo Juan Manuel de Cajigal y Montserrat (Santiago de Cuba, 1739), que lo ascendió a ayudante de campo y se lo llevó consigo al Regimiento Aragón. Y quiso la casualidad que el Gobernador de Louisiana y olvidado héroe de la independencia de los Estados Unidos, el malagueño Bernardo de Gálvez y Madrid, contara con esta unidad en la conquista de Pensacola (Florida) vital para cortar a los ingleses el acceso al Caribe.

Como todo momento es bueno para joder a los ingleses, los españoles siguieron colaborando con los colonos norteamericanos conquistando islas del Caribe en poder de la Union Jack. Nuestro Francisco de Miranda, bien, ahí­ cumpliendo con su deber y por su esmerada educación, conociendo a notables intelectuales de otras lenguas.

Ahí­ empezó el problema. Los de siempre, ésos que ustedes saben, los Negros Enemigos del Mundo que se creen que España es suya, La Santa Inquisición de la Puta Madre Iglesia, en suma, hallaron que nuestro jóven era masón, librepensador, libertino, ateo e ilustrado.

http://www.calodges.org/ncrl/miranda.html

Salvado de lo peor por su valedor el General Cajigal, pero ya fugitivo de por vida, en 1783 Francisco de Miranda pasa a los Estados Unidos y al año siguiente (sorpresas te da la vida) a Inglaterra, donde empieza a ser seguido por los servicios diplomáticos españoles bajo la acusación de traidor.

Razón tení­an. En ese plazo, Miranda habí­a pasado de militar de carrera español a abanderado de la independencia de las colonias americanas españolas.

Resignado y al tiempo curioso, parte en 1785 hacia la corte del Káiser prusiano Federico el Grande en Postdam. Durante los siguentes cuatro años, es prácticamente indescriptible su periplo por ciudades (y estados) de Europa. Pero a ojo de buen cubero he deducido que pasó al Imperio Austro-Húngaro, de allá a diversas ciudades-estado italianas, cruzó el Adriático y llegó a personarse en Constantinopla para tirar rumbo norte en el Mar Negro. Allá en el Imperio Ruso, en apenas un año, Francisco de Miranda se granjeó la confianza de la zarina Catalina la Grande y, y por ende, de su espelendorosa corte.

Y con un salvoconducto diplomático de la zarina, para rabia de los españoles, siguió su errabunda vida en búsqeda de apoyos para la independencia de la América española en 1790 por los reinos escandinavos, las ciudades libres alemanas, Paises Bajos y Flandes (por aquel entonces posesión austrí­aca) y la Francia pre y post revolucionaria.

http://lionel.mesnard.free.fr/le%20site/Francisco-de-Miranda.html

Corre el año 1792, Miranda ha vuelto a Inglaterra y le come la oreja a Pitt el Joven con planes para la liberación de América cuando, vaya usted a saber por qué, decide volverse a la convulsa Francia como girondino convencido. La amenazada República le contrata como asistente del General Charles Franí§ois Dumoriez, ex jefe de los servicios secretos realistas (Le Secret du Roi, de los que ya os hablé) reconvertido en ferviente revolucionario.

Contrariamente a lo que nos figuramos el ejército revolucionario francés era bastante competente y se hicieron con el Flandes austrí­aco pese a la intervención prusiana. No obstante, una derrota permitió a Dumoriez sacarse la careta y mostrarse como el realista que era. Juzgado su pobre segundo, nuestro Francisco de Miranda como traidor, una buena defensa propia le libró de la guillotina, más no de presidio hasta la caida de Robespierre.

Pese a su buena onda con Napoleón, négose a participar en contra de los liberados haitianos, y decidó volver a Inglaterra en 1798, ya con planes más maduros para establecer una República de Colombia, con capital en una ciudad a fundar en el itsmo de Panamá -que se llamarí­a Colón- y que abarcara toda las posesiones españolas en América con un sistema bicameral regido por dos cónsules.

Más idas y venidas entre Francia e Inglaterra, del propio Miranda y de la relación entre revolucionarios y británicos le llevan volverse a Estados Unidos en 1805. Y en apenas un año monta su primera expedición para liberar Sudamérica: un fracaso sino fuera porque usó como emblema una bandera española con una franja azul.

http://francisco-de-miranda.blogspot.com/2010/11/significado-de-nuestra-bandera.html

Pese a la Proclama de Independencia de 1811, los realistas españoles no están ni mucho menos derrotados en el Caribe. Un coontrataque apenas un año después permite al buena pieza de Simón Bolivar entregar a nuestro héroe a los españoles a cambio de un salvoconducto para él.

En 1813 fué llevado preso a la Madre Patria donde falleció.

Leéos todos los enlaces, pues en medio de tanta acción y aventura, los detalles no coinciden, se le inventan aventuras románticas, se le pone de amiguete de las grandes figuras de aquel tiempo fascinante... Pero hay algo cierto, no como protagonista pero sin duda participó en la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la pérdida de las colonias americanas.

http://www.abcpedia.com/biografia/francisco-de-miranda.htm





Destripaterrones

#27
Por cortesí­a del War Nerd(no es una traducción literal):



Benjamin Grierson, profesor de música en la vida civil y oficial de carrera del ejército unionista. Se da la circunstancia de que, para servir en la caballerí­a, tuvo que superar un miedo visceral a los caballos provocado por la coz que uno de éstos le dio en la cara cuando tení­a ocho años, y por la que estuvo a punto de morir.

Al estallar la Guerra de Secesión, Grierson se alistó voluntariamente como ayudante de campo del general Prentiss, y en el curso de la guerra fue ascendiendo sucesivamente hasta general de brigada.

Grierson comandaba el 10º de Infanterí­a de Illinois, pero las luchas por el poder entre los generales Grant y Prentiss, en las que se vio inmiscuido, y la alcoholemia del coronel Cavanaugh, provocaron su traslado al 6º de Caballerí­a, que aquél comandaba.

Su primer cometido en su nuevo puesto consistió en combatir a los guerrilleros sudistas en Tennessee, objetivo que cumplió con suma eficiencia y en el que se distinguió por su caballerosidad, sobre todo entre las señoras de Tennessee (por raro que suene).

Su fama se debe principalmente a la conocida como Incursión de Grierson, integrada en la Campaña de Vicksburg, en el teatro occidental de la guerra. El propio James McPherson dijo que ésa fue la más gloriosa incursión de caballerí­a de la guerra. Se trataba de una maniobra de diversión, con la que Grant pretendí­a cubrir sus propias maniobras al sur de la ciudad. También envió a Sherman a Snyder´s Bluff, donde fue fácilmente rechazado, así­ como otras expediciones, que realizarí­an escaramuzas, todo con el objeto de que Pemberton, comandante de la plaza, no tuviera una idea clara de que posiciones debí­a reforzar.

Abel Streight condujo una de estas expediciones, en dirección este/sudeste por Alabama hasta Cedar Bluff, casi en la frontera con el Estado de Georgia, donde fue interceptado por Nathan Bedford Forrest, fundador del Klu Klux Klan y comandante militar de gran nivel, que inspiraba pavor en los oficiales nordistas. Sin embargo, esto permitió a Grierson librarse de la amenaza de Forrest, con lo que tuvo ví­a libre en su incursión. No se sabe con seguridad, pero es de suponer que dicho sacrificio, y sus consiguientes beneficios, fueron planeados, concediendo al oficial de más reputación el privilegio de "librarse" de Forrest.

Grierson salió de Tennessee a mediados de abril de 1863 con alrededor de 1700 hombres procedentes de los regimientos de Caballerí­a 6º y 7º de Illinois y del 2º de Iowa. Desde el principio cabalgó por territorio enemigo, por lo que tuvo que utilizar distracciones para despistar a los potenciales soplones que se encontrarí­a durante la ruta: cuando cruzaba un rí­o, lo hací­a por al menos tres sitios distintos; cuando realizaba un ataque, enviaba jinetes en todas direcciones para que los paisanos que los vieran pensaran que se trataba de una fuerza numerosa.

Grierson tení­a un talento especial para confundir al enemigo respecto a su orientación. A veces uní­a a los hombres más débiles o enfermos con los prisioneros y los caballos de sobra para dar la impresión de enviaba patrullas, cuando en realidad los enviaba a casa. También se le dio bien el difundir rumores falsos para confundir al enemigo.

Su treta más famosa fue la de vestir a parte de sus hombres de gris, con lo que podí­an pasar por tropas irregulares confederadas, lo cual serví­a para proveerse de mucha información provechosa.

Estos ardides le hicieron conseguir lo imposible: dirigir operaciones de guerra con éxito en zonas civiles del enemigo. Hay que recalcar que los civiles sudistas no estaban acobardados, sino que consideraban al ejército nordista, y especialmente a su caballerí­a, un hatajo de cobardes. La mayorí­a de comandantes habrí­an solucionado este "problema de percepción" quemando pueblos y colgando a paisanos sin ningún motivo. Grierson nunca lo hizo.

Grierson, (en cierto modo) un blandengue que detestaba hacer llorar a las mujeres del lugar y que no dejaba que sus hombres se propasaran ni que registraran los edificios privados, aprovechó la hostilidad que le profesaban los civiles para enviar un montón de avanzadillas en direcciones falsas, con lo que los soplones del lugar proveyeron de un montón de información falsa al Ejército Confederado.

Grierson siguió avanzando hacia el sur por el Estado de Mississippi, destrozando a la milicia de Pontotac, primera población de cierta importancia en la ruta, y a la vez siendo ignorado por las partidas del Ejército regular confederado, que consideraban que se dedicarí­a a sabotear lí­neas férreas, que podrí­an ser rápidamente reparadas, considerando su fuerza como irrelevante e inocua.

Nadie se dio cuenta del verdadero objetivo de Grierson, la diversión para Grant, pero además su incursión sirvió para que los nordistas vieran que el Sur estaba sobremovilizado, con lo que el territorio habí­a quedado vací­o e indefenso. Grierson evitó los potenciales saqueos y violaciones a los que una situación así­ podí­a dar lugar. Sherman, alrededor de un año después, comprobarí­a la situación del Sur, y no serí­a tan escrupuloso.

Grierson era tan escrupuloso, y tan eficiente, que cuando, a diferencia de lo normal, querí­a evitar que los civiles enviaran información, se las arreglaba para hacerlo sin colgar a nadie, simplemente colocando piquetes en las salidas del pueblo.

Los hombres de Grierson capturaron el ferrocarril este-oeste en la estación Newton, donde, dado que no pasarí­a nada incruento, se les permitió saquearlo. Tras el saqueo, volaron el tren y siguieron hacia el sur.

Al final, los confederados consideraron la amenaza de Grierson lo suficientemente seria para destinar fuerzas regulares a perseguirla. Aquí­ se marca la diferencia entre un buen oficial sin imaginación que se limita a ser tácticamente eficiente y un genio como Grierson. El primero habrí­a considerado que el trabajo ya estaba hecho, y se hubiera rendido. Grierson, por el contrario, siguió con su táctica de engaños y tretas al enemigo en su propio territorio.

Grierson se encontraba entre las fuerzas de Pemberton que le seguí­an hacia el sur, y una fuerza confederada comandada por Wirt Adams. Así­, Grierson se dirigió hacia el sur dando la impresión de ir a encontrarse frontalmente con Adams, para fintar hacia el este, fuera de su alcance. La caballerí­a de Adams le persiguió, impidiéndole unirse al conjunto de las fuerzas nordistas de Grant, así­ que siguió hacia el sur, continuando su incursión, en la que, gracias a sus tretas y maniobras evasivas, no necesitó hacer un solo ataque frontal hasta el final.

Éste se producirí­a en el puente sobre el rí­o Tickfaw, de camino hacia Baton Rouge, que estaba en manos nordistas y que por ello era el destino alternativo que habí­a elegido Grierson. Grierson ordenó un ataque frontal que fracasó, por lo que probó otra táctica: dos hombres abriendo fuego y cubriendo a cada hombre atacando cuerpo a cuerpo. La incompetencia de sus enemigos, que para impedirle, o al menos retrasarle, el paso no quemaron ni destruyeron el puente, posibilitó su éxito.

Así­, Grierson completó su incursión de 600 millas en territorio enemigo, sufriendo muy pocas bajas, e inflingiendo diez al enemigo por cada una de las suyas, además de destruir gran cantidad de material logí­stico, y sobre todo de cumplir con la totalidad de sus objetivos tácticos y estratégicos. Sobre todo, fue la demostración de que una unidad de caballerí­a podí­a vivir del saqueo, sin suministros, por largo tiempo, lo que motivó a Sherman, y de que el Sur estaba indefenso ante estas incursiones.

Cuando la guerra terminó, Grierson, como todos los oficiales, bajó en el escalafón. Comandando un regimiento durante las Guerras Indias, demostró ser mucho más que un incursionista. Era uno de esos oficiales que pensaban que no bastaba con otorgarles la libertad formal a los negros y que éstos simplemente convivieran con sus antiguos amos.

Se presentó voluntario y fue designado coronel del 10º Regimiento de Caballerí­a, que Sherman habí­a ordenado formar con veteranos negros del Ejército de la Unión. Estaba formado al uso de la Guerra de Secesión: oficiales blancos mandando a soldados negros. Se le destinó a Kansas a proteger la lí­nea ferroviaria Kansas-Pací­fico de ataques indios, más tarde a Oklahoma, por entonces territorio indio, y finalmente a Dakota. Éste no era un destino envidiable. Aunque el conflicto racial se consideraba superado, el 10º no fue bien tratado: el coronel Hoffman, comandante del Fuerte Leavenworh, a donde habí­a sido destinado, les dejó claro que allí­ no se les querí­a, ordenándoles acampar en un pantano situado a una milla del fuerte. Para dejarlo más claro aún, prohibió a los soldados negros formar a menos de 15 yardas de sus compañeros blancos. Grierson dio la cara por sus hombres y mantuvo una acalorada discusión con Hoffman delante de las tropas. Como Hoffman era el comandante de la plaza- y aún más importante, como sus hombres lo apoyaban, nadie querí­a a los negros entre ellos-Grierson presionó para trasladar a sus tropas a otro enclave, Fuerte Riley, lo antes posible.

Respecto a las Guerras Indias, se habla muy mal de Sheridan, el comandante en jefe en aquel teatro de guerra, acusándolo de racista y exterminador, pero lo cierto es que, si bien lo segundo es verdad, lo primero es, cuando menos, incierto. Es poco probable que Sheridan abrigase sentimientos racistas contra los indios, más bien entendí­a la victoria bélica como el total exterminio del enemigo, algo común en esos tiempos y en ese escenario. Sheridan era partidario de la guerra total.

Grierson no lo era, lo cual era meritorio en esas circunstancias. Tení­a como objetivo probar que los soldados negros podí­an ser tan buenos como cualquiera, pero por otro lado simpatizaba con los indios, que eran el único enemigo ante el que sus soldados negros podí­an demostrar su valí­a. Tuvo que afrontar tanto la lucha bélica contra los indios, como la polí­tica contra los oficiales que detestaban y querí­an eliminar la presencia de negros en el Ejército estadounidense. Al mismo tiempo, era partidario de respetar los derechos de los indios, a los que defendió tanto como pudo.

Grierson lo siguió intentando, intentando que las reservas indias se establecieran en los mejores sitios que pudo encontrar, haciendo que sus soldados negros fueran respetados y procurando que la toma de tierras a los indios fuera lo menos brutal posible. Sheridan lo tomaba por un blandengue, y muchos lo tomaban por loco por negarse a trasladarse de allí­, con ese regimiento de negros destinado en la llanura helada de Dakota. Permaneció allí­ hasta 1890, lo cual no está mal considerando que la situación no tení­a solución.

Murió en 1911, y su cuerpo yace en el cementerio de Jacksonville, Illinois.

Quien quiera la versión amena:
http://exiledonline.com/war-nerd-ben-grierson-actual-hero/
"El felipismo es un fenómeno muy curioso, una mezcla de liberalismo en lo económico, de populismo en lo polí­tico y de leninismo en lo concerniente a la vida interna del partido"- Pablo Castellano