Argentí­nea / Forlorn

Iniciado por ENNAS, Enero 24, 2009, 10:53:56 PM

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ENNAS

Durmiendo.

A veces sueño que estoy despierto dando vueltas en la cama sin poder dormir. Se me dirá que quizá lo que estoy es despierto. Yo convendrí­a en que ésto es así­ si no fuera porque cuando me levanto para ir al baño me encuentro al encender la luz con que estoy en la oficina vestido en pijama, cosa rara pues no suelo dormir con pijama; o si lo que voy es a la cocina a beber agua, al abrir la nevera me veo en la calle, pero acá no llevo pijama, llevo echado el edredón por encima a modo de capa chubasquera.

Para compensar, cuando mi subconsciente está contado un cuento al niño de mi consciente, éste le interrumpe en ocasiones por alguna rareza del relato. Este desvelo por la crí­tica cinematográfica no llega a despertarme y mi subconsciente, paciente, continúa el relato donde lo dejó, como se muestra en este ejemplo.

Camino por la calzada que hay entre los bloques de pisos que conducen a la casa en que viví­a cuando era niño, un poco por delante de mi va mi familia o eso creo ya que son un hombre, una mujer, una niña y un niño que siempre están de espaldas a mi yo estoy rezagado porque intento que un perro al que llamo Max no ande curioseando por ahí­, nunca hemos tenido perro ni se me pasa por la cabeza atarle con una cadena. Llegando al descampado de la parte trasera del edificio, de la acequia del lateral de la calzada, de una especie de madriguera salta un gatito pequeño, espero que Max no lo haya visto pero por si acaso le agarro de la correa del cuello. A pesar de su estado de alerta, Max se tranquiliza y se tumba, en esta posición se pone a orinar ¿? con tan mala suerte que salpica a un huskie con el mismo pelaje que el gatito. Éste se tumba y en represalia le cubre de orines a Max; no se si estoy aliviado o decepcionado porque mi perro no hace nada y aguanta el chaparrón sin protestar.

Mientras tanto mi familia está doblando la esquina del edificio y entra en el portal 93 yo me quedo extrañado pues esa calle solo está numerada hasta el 47 curiosamente no me llama la atención que no hayan entrado en nuestro portal el 45, sino en el anterior. Entro apurado y mientras subo las escaleras compruebo que el descansillo orientado al sur entre piso y piso tiene las ventanas tapiadas con cemento pese a lo cual entra la luz del dí­a. Al llegar a nuestro piso, el cuarto, mi familia sigue subiendo y yo me encuentro con un grupo de niños apoyados en la barandilla o la pared que son de la misma altura que yo. En el descansillo del cuarto al quinto sale hacia la calle una escalera, miro hacia el quinto y los dos puertas están tapiadas, miro hacia el cuarto y lo mismo, los niños ya no están.

Al bajar las escaleras que salen desde el quinto hacia la calle compruebo que estoy en la estructura de hormigón de un edificio, subo unas escaleras y desde allí­ veo a mi familia ya muy alejada irse hacia mi izquierda; tras bajar de mi posición y ascender giro yo también a la izquierda donde tras bajar y subir dos veces la escaleras me encuentro en una acera que hacia el sur termina en un andén, a duras penas veo a mis padres doblar la esquina. Cuando llego al andén veo una marquesina de autobuses y unas escaleras mecánicas largas por las que está subiendo mi familia. Me detengo a leer el poste y veo que tiene el emblema del metro de Londres y el nombre de la estación "Nube Blanca". Oigo un ¡vamos! y voy hacia las escaleras pero me detengo al ver a mi vecina...

Conviene aclarar que es mi vecina y no lo es. Cuando yo era pequeño, en la puerta de mi derecha viví­a Mari Carmen una chica dos años mayor que yo, en el portal de mi izquierda en la terraza contigua viví­a Azucena una año mayor que yo y en el portal de mi derecha terraza contigua a la de Mari Carmen, viví­a Paloma también un año mayor que yo.

Mi vecina tiene el pelo largo azabache y liso de Azucena y la cara de muñequita de Mari Carmen, pero la boca en vez de ser pequeñita es carnosa y sensual como la de Azucena. Se aparta el pelo con la mano derecha mientras con los ojos entornados parece mirar algo que hay en su regazo, con el pelo cayéndole como una toca, la frente despejada, parece la Virgen Marí­a. Cuando miro hacia las escaleras estás son muchí­simo más largas hay gentes con polos a rayas horizontales subiendo por ellas. Ya no veo a mi familia. Al volverme hacia la vecina veo que nos separan las mamparas de metal y cristal de la estación de menos de un metro de altas. Pienso en saltarlas. Pero entonces me despierto.

La plataforma 215.

http://www.youtube.com/watch?v=wyLjbMBpGDA

La verdad es que estaba abochornado de prestarme al juego del predicador. Le habí­a visto por primera vez en St. Stephen's Green y me habí­a parecido ridí­culo con su cara enrojecida y congestionada gesticulando y gritando "repent, repent, repent, 'cause God Almighty...". Me eche a reí­r casi sin querer y me puse a hacer el payaso a su alrededor. Sorprendentemente los dublineses empezaron a echarnos peniques. El predicador lo vio codicioso y pasándome el brazo por el cuello me dijo "Muchacho, tu y yo haremos negocios juntos".

Y allá me llevaba por la calle peatonal Grafton hasta casi el Trinity College buscando una cruce donde no hubiera ya otros pedigí¼eños: una sonriente madre que recaudaba mientras su hijo, un chiquilí­n que no tendrí­a ni diez años, tocaba asombrosamente el violí­n, alcohólicas que empujándote con el hombro te pedí­an un cigarrillo o nubes de niños rubios vestidos de gris que te perseguí­an chillando “Gotta pea? Gotta pea?”.

El reverendo mentí­a de un modo increí­ble, con toda naturalidad me presentaba como un salvaje de la Patagonia, o un zí­ngaro huido del otro lado del Telón de Acero, como un paria perseguido por los malvados sectarios Kriss o como un tuareg maldecido por un caid egipcio. Yo reí­a y hací­a reverencias a la gente como un mono de feria mientras aparentaba no saber una palabra de inglés. A la hora de repartir los magros ingresos el pastor se quedaba con la mayorí­a, pero a mi me daba para comida y alojamiento con mi parte.

http://www.youtube.com/watch?v=2getFlT1Y8s&feature=related

Me enteré por un amigo dublinés que en el puerto de Dun Laoghaire ofrecí­an un trabajo de suplencia temporal en las plataformas petrolí­feras del Mar del Norte, pagaban 1.000 libras esterlinas (unas de 1.200 libras irlandesas) por un mes de trabajo. Éramos pocos los voluntarios, supuse que por lo corto del contrato y yo fui seleccionado dentro para formar parte de la brigada de catering crew (comidas, limpieza, etc…)

Allá que partí­ con los otros trabajadores hacia el puerto de Glasgow y de ahí­ en tren hacia el puerto petrolero de Aberdeen. Ya en la plataforma pude entender porque habí­a tan pocas personas dispuestas a trabajar allá por muy bien que pagaran. Eran un trabajo durí­simo ya sólo las labores de mantenimiento. Pese a ser una mole, la plataforma daba la impresión de ser una construcción de palillos ante el permanentemente picado océano. Gruí­stas, mecánicos y operarios se llevaban la peor parte del tambaleante trabajo.

Yo debí­a recoger sus monos y llevarlos a la lavanderí­a para que estuvieran listos al siguiente turno y obviamente fregar toda la suciedad que quedaba acumulada por los estrechos pasillos de la mini-plataforma de los barracones, también me tocó repintar sus paredes suspendido en el vací­o sobre un andamio, a mis pies el oscuro y rumoroso mar del que en ocasiones esperaba ver salir al kraken.

Todo era barro y grasa, humedad y salitre que se pegaba a tus ropas y tu cuerpo y no parecí­a que hubiera manera de sacarla. Incluso cuando estabas limpio el olor a puerto parecí­a perseguirte. El único rato divertido era durante la sobremesa de la comida de mi turno, cuando a los demás animados por el grog, les daba por berrear a coro patrióticas canciones irlandesas y escocesas. Aprendí­ un montón de ellas.

http://www.youtube.com/watch?v=DiEbAPxa4HA

Pero aunque sólo fuera por el dinero, mereció la pena pasar aquel mes. Ya de vuelta a tierra firme, allá en Aberdeen me sentí­ torpe andando en tierra firme, mis compañeros veteranos se rieron de mi y me dijeron que ese mareo se curaba echando el ancla entre las piernas de alguna mujer.

Así­ que después de ingresar la mayor parte del dinero en el Barclays Bank, nos fuimos de pintas por varios pub. Yo me fije en una chavala regordeta de pelo y ojos castaños llamada Ashley no solo porque coincidiéramos en dos pubs sino porque no paraba de mirarme. Era más o menos de mi edad y tení­a una voz bonita y una risa cantarina.

Fuimos a un motel, que se empeñó en pagar ella, quizá para demostrarme que no buscaba mi dinero. Ni siquiera me pidió que la llamara, le habí­a contado que yo viví­a en Dublí­n y allí­ sólo estaba de paso, para no engañarla y ella lo habí­a aceptado: “aún así­â€ â€"me dijo- “vamos a un motel”.

Volví­ a mi isla contento y feliz pero sobre todo muy, muy cansado.

ENNAS

#16
El ermitaño desencantado

Tras muchos años de vida recogida, modales distantes aunque educados y actitudes cooperativas, Anessen Valdaglerion se habí­a labrado fama de ser un buen hombre. Y eso reconcomí­a su corazón pues se consideraba indigno de tal consideración.

Así­ que un buen dí­a empezó a componer un discurso en su cabeza, una de esas exposiciones largas que Anessen no tendrí­a el valor de decir, ni sus conocidos la paciencia de escuchar:

Cuando de chico dejaba comida en el plato me decí­an mis padres "ya vendrá la guerra y comerás de todo". En aquel mundo, se nos aseguraba que antes de llegar al nuevo mileno se habrí­a agotado el aceite de roca cuyo uso como todos los lujos se nos atojaba ya imprescidible. Según crecí­ la gran amenaza eran las armas forjadas con piedras de disformidad que causarí­an a no tardar nuestra aniquilación. He sobrevivido a tantos Apocalipsis.

De joven asistí­ al regocijo que causo el hundimiento del Imperio Oscuro que los analistas, con la ceguera propia de quien se sabe sabio, imaginaban petrificado e inmutable. De entre sus fiestas y fastos destaco que acá en los Viejos Reinos Decrépitos forzaron la creación de una moneda única que los nostálgicos del Imperio Oscuro querí­an equiparable a la moneda del Imperio Nuevo. Esto suscito burlas sangrantes de aquellos sobre los que la piedad aconsejarí­a silenciar sus nombres, pero que la verdad impone recitarlos: Pedro J. Ramí­rez, Federico Jiménez Losantos, Luis Herrero, Antonio Burgos, Raúl del Pozo o Francisco Umbral reí­an a mandí­bula batiente y afirmaban tajantes que jamás la moneda única llegarí­a a valer tanto como la del Imperio Nuevo.

Fue mi juventud desdichada búsqueda de estabilidad en un mundo que de repente perdió su solidaridad paternalista. Agresividad, competitividad y éxito a cualquier precio se convirtieron en la Sagrada Trinidad del Nuevo Paradigma, era el fin de la historia conocida:


http://www.youtube.com/watch?v=Bmxyj6iInMc

Cómo seguir el discurso, se planteaba Anessen Valdaglerion, contando mis penas o exponiendo sus consecuencias. Pensémoslo. Hablaré quizá de como perdi la dignidad, la salud y la autoestima buscando trabajo o bien seguiré ficcionando un metarrelato:

Antes de caer el viejo gobierno de la segunda restauración la gente sensata afirmaba que el paí­s estaba endeudado, curiosamente lo mismo que dicen hoy en dí­a "un paí­s puede quebrar, un paí­s puede quebrar" -repetí­an como monos aulladores- "y este gobierno nos lleva a la ruina." Con la alternancia en el gobierno los monos aulladores se amansaron, ni cien dí­as llevaban gobernando y "el Paí­s de los Conejos va bien" nos decí­an. (Pero yo he visto al Pais de Mi Sueños entrar en default).

El dí­a terrible que inauguró el milenio fue aquel en que dos torres de cristal se desplomaron como un alud. En el puerto de la Tres Veces Milenaria habí­a un destacamento especial de la Guardia del Marqués de Peñaflorida, ellos también estaban preocupados, pero no estaban allí­ por el atroz atentado sino protegiendo el enví­o de la moneda única desde nuestra pení­nsula hacia el Archipiélago de los Perros.

Decí­ase entonces de la sobrepoblación que arrasarí­a con los recursos del planeta, parece ser que la población humana se ha estabilizado, eso los sabios una vez más no lo anunciaron. He sobrevivido a tantos Apocalipsis.


Y entre tanto me he hecho viejo renunciando a vivir, pensó Anessen, como una vez al dí­a, trabajo a destajo, no tengo vida, ni intención de lograrla, ni posibilidad de tenerla. ¿Y para qué?

Así­ os digo a quienes escuchéis: Nunca vivais con miedo. Hacedlo vosotros que yo ya no puedo. Toda mi vida ha sido una triste renuncia, una engañifa asustado por los agoreros, ¿y para qué? Para verme solo y vencido por el paso del tiempo.

Así­ hablaba Anessen Valdaglerion.

Cuento tal y como fue enviado.

Saludos Silvana:

Bueno, esta vez llego el último pero felicidades a los dos. Acá se nos juntó todo, el San Valentí­n, los carnavales y el Año Nuevo chino, así­ que acotaron la Plaza de España (la que está al final de la Gran Ví­a, la de la estatua ecuestre de El Quijote) para celebrarlo con sus dragones de mil pies y sus tenderetes.

Ya vi vuestras fotos veraniegas en Facebook, qué envidia dais; mientras en Madrid con asombrosa precisión nos nieva todos los lunes. Te veo más rotunda y esa costumbre de mirar a cámara como si quisieras darle un mamporro al fotógrafo, hacen que te parezcas a Angelina Jolie. Me da que en España no es que fueras más joven -que también- es que estabas flaquí­sima.

Tenemos un nuevo trabajo en el que tengo que llevar escolta, tendrí­as que verlos, parece que me persiguen los Blues Brothers en un BMW.

http://www.youtube.com/watch?v=tjGfnsjdJec

Algo tengo que regalaros, así­ que os paso un enlace a uno de mis episodios favoritos de The Simpsons, en inglés que es más difí­cil de pillar (sobre todo Marge), pero con muy buenos chistes visuales.

A Streetcar named Marge

También le he escrito a vuestra hámster si sigue por ahí­. En cuanto pueda os paso otros dos cuentitos sobre fútbol.

Un abrazo a los dos. Muchos besos.




Cuando salí­ de la tienda de mascotas de la calle ívalos 1558, tuve que enfrentarme al Gran Infinito, caótico y espeluznante lugar lleno de difusos objetos de monstruoso tamaño y estrepitosos ruidos que los humanos conocen como Avenida Corrientes. Qué mal lo pasé hasta llegar al barrio de la Balvanera a la torre donde tengo mi madriguera en la calle *** primer piso, ascensor... bueno cuando funciona, lo cual sucede con menos frecuencia de la que desearí­an los inquilinos del bloque.

Hola, soy una hámster y me llamo Lis, sobreviví­ no solo a aquella experiencia traumática del mundo exterior sino también a la impericia de mis nuevos dueños.

http://www.youtube.com/watch?v=r0E-0ntoNWo

Tengo para mi que los humanos son el eslabón perdido entre aves y roedores, pues tienen una cara chata y grandes ojos como las rapaces nocturnas, pero en lugar de pico tienen dientes como nosotros que suelen mostrar mientras hacen movimientos con el cuello -como los buhos- y emiten unos sonidos agudos en stacatto con los que parecen expresar felicidad mientras me ven. Otro detalle que avala mi tesis es el de que pese a poseer manos de cuatro dedos como nosotros, del talón de las mismas les sale un espolón como a las aves.

Nada me falta pues los humanos son serviciales y parecen tener un sentido especial para detectar cuando necesito más alimento, que se me limpie la madriguera o se me cambie el bebedero. También les gusta sobremanera observarme, cosa que -como a todas las hembras desde que el mundo es mundo- al principio me avergonzaba, pero ahora que ya tenemos confianza, nada me gusta más que exhibirme como una estrella sabiéndome el centro de su atenciones y su cariño.

Por desgracia son animales diurnos y no me dejan descansar a gusto, no paran de meter ruido, se conoce que el oí­do es su principal sentido y necesitan oí­rse constantemente; de hecho, hasta tienen aparatos que hablan por ellos permanentemente conectados. Por la noche, en vez de estar alertas, se sumen en el silencio, se conoce que no temen a posibles depredadores.

De vez en cuando me sacan de mi jaula a la suya, es un lugar con muchos escondites, pero por lo general, me mantienen en mi madriguera. Por si acaso en su ausencia han dispuesto para mi una rueda que giro y giro a modo de caleidoscopio, por las curiosas formas y colores que se forman entre sus barrotes. A veces le imprimo toda la velocidad posible para, aprovechando el efecto óptico, creerme con la facultad de levitar sobre la tierra. Luego me tumbo en el interior hasta que la rueda cesa su vertiginoso ciclo. Es una experiencia alucinante, un auténtico subidón.


http://www.youtube.com/watch?v=YXRH50fvHWA

Simpar

A mi me dices luminiscuente inarmónico y no te hablo más.

ENNAS

Salud, Simpar.

Arreglado queda el desaguisado, gracias. No lo he mejorado mucho porque se me vino el tiempo encima y he desgraciado mi ordenador, actualmente lo tengo bajo mí­nimos; lo siento, otra vez será.

Gracias por colaborar.

ENNAS

La beba.

- "¿Dí­game?"
- "Soy yo, el tato. ¿Qué tal la peque?"
- "Bien. Aquí­ está tan tranquila. La he dado el bibe y le he cambiado los pañales."
- "Bueno. ¿Se porta bien?"
- "Si. Es un cielo. Le encanta mirarse en el espejo, debe ser que es chica. Y no le gusta salir a la calle, cada vez que intento ponerle el abriguito protesta."
- "Si, éso nos hace a nosotros."
- "¿No será que le queda pequeño?"
- "No, no creo, sólo tiene cuatro meses, y lo 'heredó' de los sobrinos de uno o dos años, pero si es verdad que se siente incómoda, quizá sea por lo crudo del invierno."
- "También tararea ya, yo que la veí­a muy calladita como suelen ser los negros"
- "No te creas, entre ellos hablan como cotorras, pero delante de un blanco si es verdad que se quedan mudos."
- "¿Será por aquello de la lengua materna?"
- "Qué va. Si sus abuelos no pisan la Guinea desde la independencia allá por 1968, formaban parte del ejército colonial y les ofrecieron incorporarse a las nuevas fuerzas armadas de Guinea Ecuatorial o seguir en el Ejército Español y eligieron ésto último."
- "¿Desde el sesenta y ocho? O sea, que llevan en España desde que yo nací­."
- "Mmm... no. De ahí­ les trasladaron al Sáhara, al Polisario y las pasaron putas ante la actitud de los militares locales, que eran los responsables de todos los levantamientos y revueltas porque querí­an ser marroquí­s."
- "Buah. Y ahora ahí­ les tienes, diciendo que los españoles somos culpables y que vayamos a ayudarles."
- "Si, ¿no?. Nos hicieron la vida imposible hasta echarnos y ahora la culpa es nuestra por no volver y dejarles en manos del Rey de Marruecos al que tanto querí­an y deseaban. Hace falta tener jeta."
- "No, si... de verdad... A veces da mucha vergí¼enza oí­r a los famosetes de izquierdas. Pero a lo que í­bamos, entonces élla no oye más que español."
- "Si. Ten en cuenta que su madre será negra, pero nació en Vicálvaro."
- "¿Y no sabe guineano?"
- "Pero si no hay guineano; con todo lo pequeñito que es el pais, apenas veintiocho mil quilómetros cuadrados y un millón de personas -como quién dice Zaragoza y Teruel juntas- tienen nueve lenguas distintas. Y la abuela, que es la Obama, no conoce ninguna de ellas, así­ que la madre menos, sólo habla español."
- "Bueno, como yo veo a la bebita ahí­, vocalizando... Entona unas parrafadas de vocales inconexas mientras agita los bracitos y patalea, como si fuera un derviche turco salmodiando a un dios de la alegrí­a."
- "Siiii. ¿Pero a que lo hace cuando tu no la ves?"
- "Pues si. Cuando estás delante está callada y con los ojos abiertos como platos mirando mientras la hablas."
- "Lo hace para que no te despistes. En cuanto no ve donde estás, canturrea para llamarte."
- "Aah, qué cuca."
- "Bueno, me paso por allí­ cuando salga de trabajar, a eso de las dos."
- "De acuerdo. Si quieres quédate a comer acá."
- "Vale, a las dos más o menos estoy allí­."

Las cosas que nos perdimos.

Ésta que acá véis es la Torre Espacial.



Al sur de la ciudad de Buenos Aires, fueron surgiendo villas construidas para los nuevos y pobre emigrantes, españoles e italianos principalmente. En una de ellas, Villa Soldati -llamada así­ en honor de su filantrópico fundador- se pensó, siguiendo la moda arquitectónica ochentera, construir un complejo para atraer el turismo y el negocio en una zona depauperada. Ése fue el Parque Interama, de capital suizo (actual Parque de la Ciudad). Como otros recintos modernos construí­dos en zona pobre lleva tras de sí­ su propio fracaso económico. A los porteños se les hací­a cuesta arriba viajar al peligroso sur de la ciudad con sus pequeños y aducí­an que el parque era muy extenso y con las atracciones desperdigadas, al estilo de un parque temático actual, muy distinto de los parques de atracciones de entonces con sus juegos pegados unos a otros.

El recinto y sus escasas atracciones fueron tirando hasta el default del 2001. Dos años después se cerró. Con todo, la Torre Espacial habí­a cerrado mucho antes. Nunca pudo hacer que sus miradores-restaurantes fueran rotatorios, aunque hay quien dice que éso ni siquiera estaba en el proyecto. Uno de sus seis cabestrantes está flojo, y la torre al menos en su altura, oscila; como puede comprobarse viendo el agua filtrada entre su doble cristalera de ventanales. Quizá sea porque a pesar de sus cuarenta metros de cimientos fue construí­da sobre un antiguo vertedero. De sus cuatro ascensores programados, sólo llegaron a funcionar dos; a dí­a de hoy obviamente ni éso y hay que chuparse casi una hora de subir escaleras herrumbrosas a oscuras para llegar al primer mirador.

Porque la Torre Espacial es el edificio más alto del subcontinete. Tiene 228 metros de altura y se la llama con ternura 'Excalibur' porque parece una espada incrustada en la tierra. Dos de sus miradores están situados en la cazoleta de la espada a más de ciento ochenta metros, y hay un tercero en el pomo a doscientos veinte metros.

Ved parte de un reportaje de Telefe sobre el actual estado de la torre:

http://www.youtube.com/watch?v=jjBX0n-fRyU

Si encontrara tomas desde el mirador enfocando al Oeste, me encontrarí­a con el estadio de Nueva España:



Construí­do a finales de los ochenta para ser el hogar del, en áquel entonces, pujante Deportivo Español. Un equipo de poco mérito, incluso en su mejor época con dos terceros puestos en la liga argentina, no pasaban de ser un Real Valladolid. Pero habida cuenta la gran cantidad de españoles que habí­a en la capital argentina, se acometió la construcción de un recinto para 38.500 personas. Era un proyecto excesivo, muy por encima de la capacidad real del club que se descapitalizó en el intento hasta terminar quebrando.

Obra en su descargo, ya dije, el gran número de españoles que llegaron en la segunda mitad del siglo XX, no penséis en términos polí­ticos (Argentina era una dictadura desde mediados de los setenta), sino económicos. Buenos Aires era una ciudad moderna y cosmopolita, muy distinta de las atrasadas y pueblerinas Madrid y Barcelona. Lo qué cambian los tiempos. En parte por el default encubierto de la dictadura en 1981. Pero ya se sabe, si de algo presumen los 'intelectuales' de derechas es del buen ejercicio económico de estas dictaduras, sea la argentina o la española (qué gracia éso de que éramos la décima potencia mundial cuando al primer año después de Franco tení­amos que reconocer una inflación del 275%).

Con todo sabed que las fotos del estadio son antiguas, que en 2009 se concedió al Deportivo Español, popularmente los gaxegos, la explotación del recinto y sus socios se movilizaron para pintarlo y adecentarlo. A dí­a de hoy 'los rojillos' pululan en la Primera Nacional B -la segunda B argentina-, con bastante mal balance de resultados, otra temporada así­ y descienden (allá se calcula por peor promedio a lo largo de tres temporadas).

Si desde el estadio remontaráis hacia el estuario por la autopista Veinticinco de Mayo, irí­ais a dar al puerto de La Boca. A su norte, en la base de isla formada artificialmente que a dí­a de hoy es una reserva ecológica, se encuentran los astilleros de la Marina "Domecq Garcí­a" actualmente gerenciados por Tandanor. Eran fruto de un proyecto de colaboración con la empresa alemana Thyssen Nordseewerke, también a principios de los ochenta. Los germanos construyeron dos submarinos de la clase TR-1700, que remolonearon en entregar a los argentinos hasta pasada la Guerra de las Malvinas; además, proporcionaron las piezas para que en los astilleros porteños montaran dos nuevos submarinos que nunca llegaron a ser completados:



El astillero cuenta con una plataforma anfibia que permite alzar los buques desde la orilla a tierra firme como mayor orgullo técnico. A nivel económico, el default le benefició pues la bajada brutal de los salarios le permitió ser competitivos de nuevo. Su mayor logro es haber conseguido el contrato para reparar algunos naví­os de las Armadas chilena y peruana, de lo que esperan conseguir que su homónima argentina les conceda la reparación de los suyos, al menos los submarinos que al dí­a de hoy enví­an a revisar al Brasil. Argentina sólo cuenta con tres submarinos en su flota y los dos 'más modernos' son los TR-1700 con veinticinco años de servicio.

Siguiendo por el canal que separa la isla artificial del continente, en donde se ubica la supermoderna y ultrafashion Puerto Madero, nos podemos encontrar con el Casino de Buenos Aires. Dado que en la ciudad está prohibido el juego, a álguien se le ocurrió montar un garito flotante imitando a las barcazas de fondo plano que surcaban el Mississippi.



Al final del canal se encuentra la Dársena Norte, de donde parten los hermosos barcos de la compañí­a Buquebus. Surgida en principio como una lí­nea de ferries entre Buenos Aires, Colonia de Sacramento (la ciudad uruguaya que está frente por frente con la capital argentina), Montevideo y Punta del Este -localidad de verano de la gente bien-, se distinguieron por la incorporación de catamaranes, muchos de ellos de los astilleros de la célebre compañí­a australiana Incat, constructora de los barcos más rápidos del mundo.

Tal es así­ que uno de sus buques, el 'Catalonia' con capacidad para novecientas personas, tiene el récord de velocidad en travesí­a transatlántica conseguido al cubrir la ruta entre Manhattan y Tarifa en tres dias, nueve horas y cincuenta y cinco minutos, a unos cuarenta y cinco nudos por hora (83 km/h).



¿Y qué hací­a por allí­? Pues veréis, Buquebus también tuvo que clausurar sus servicios, no tanto por el default como por la avaricia de sus nuevos socios españoles que querí­an patrocinar un puente aéreo entre Buenos Aires y Montevideo y no querí­an a la flota rápida local haciéndoles la competencia. Con todo y por no desaprovechar tan modernos y eficientes barcos, Transmediterránea los trasladó a España a cubrir trayectos propios, a alguno de ellos aún se les puede ver en el puerto de Algeciras, sirviendo en la ruta del Estrecho, o al propio 'Catalonia' efenctuando la ruta entre Barcelona y Mallorca.

Aún así­ a mi me gustan más los catamaranes pequeños como el 'Juan Patricio' de doscientas cincuenta personas y con poca capacidad de carga:



Una visita virtual que te ofrece la propia compañí­a Buquebus:

http://www.buquebus.com/bqbPaseoVirtual/juanpatricio/juanpatricio.html

Concluyo hablando del subte, que a los usuarios porteños tiene a mal traer por lo elevado de sus tarifas y el mal servicio que presta. Siendo así­ que cuando acá en Madrid intentas coger el Metro con algún conocido argentino, este empieza azorado a proponer soluciones alternativas, que si vayamos en bus, que si en taxi, ¿no podemos ir andando?. Cualquier cosa menos el transporte subterráneo, casi hay que llevarles a rastras. Asombrados se quedan cuando ven, no ya el plano y sus transbordos, sino que los convoys llegan antes de los diez minutos de espera.

Y es que el plano del subte de Buenos Aires parece un manojo de puerros atado puesto en perpendicular al estuario. Apenas hay conexiones entre lineas, salvo en las cercaní­as de la costa. Con todo la lí­nea A tiene su magia especial, de hecho la cuidan para los turistas. Es fama que fue una de las primeras del mundo, construida en 1913, y que aún conserva con las debidas reparaciones los vagones originales comprados en Bélgica, con su delicioso estilo de hace un siglo.



Otro si, sus estaciones son por el estilo, con puntales metálicos remachados y paredes de azulejo, por no hablar de sus estaciones fantasma:



Es lástima que yo nunca haya estado en Buenos Aires, porque todo esto me gustarí­a verlo.


ENNAS

Mentiras y gordas.

Crónicas del otro mundo.
J.A.I. Benarés 25/04/05

Nuestro entevistado, el escritor Horacio López Usera (Montevideo, 1961), es un gigante una o dos cabezas más alto que los demás. Se acerca con su atuendo de turista occidental en la cuna del Buda, chanclas, bermudas y chaleco del Coronel Tapioca. Dimos con él por casualidad, mejor dicho dió el con nosotros mientras filmabamos el reportaje de la ONG Namaskar, se nos acercó imponente hablando español con el peculiar acento del Rí­o de la Plata. Hechas las presentaciones, accedió a concedernos una entrevista.

P. ¿Cómo un uruguayo en tan lejanos parajes?
R. Bueno, yo podrí­a preguntarles como tantos españoles por acá. Estoy por turismo, nada espiritual ni cosas de esas, simplemente observar culturas distinas. Hice plata en mi juventud y me puedo permitir estos viajes sabáticos.

P. ¿En su juventud ya era tan alto?
R. Y bien, siempre fui más alto que los demás. Recuerdo que mientras los demás pibes querí­an ser como los delanteros del Peñarol, como Cubilla, Rocha o el anglo-ecuatoriano Spencer, yo querí­a ser arquero, mi í­dolo era Ladislao Mazurkiewicz, que fue declarado mejor arquero del Mundial del 70, fí­jese por delante de Yashin, Banks, Maier o Zoff. No vea lo que lloré cuando Peñarol lo traspasó al Granada español. Luego crecí­ aún más y recién ahí­ se concluyó mi sueño de ser futbolista.

P. ¿Y entonces probó el baloncesto?
R. Qué remedio. La cosa estuvo en que parecí­a ser bueno, me hicieron una prueba por Bohemios y me quedé.

P. Bohemios, un nombre premonitorio.
R. Si (risas). Quién me lo iba a decir entonces. Aunque podí­a sospecharlo, debuté muy joven y ya a los quince años era internacional con la absoluta uruguaya de básquetbol. De eso se siguió que me becaran para los campus de verano de las universidades estadounidenses.

P. ¿Cómo le resultó abandonar su pais tan joven?
R. Y bueno, bien. Aprendí­ muchí­simo allá, eran hiperprofesionales y cuidaban todo al detalle, la nutrición, los entrenos, la preparación psicológica, la motivación, e incluso la prevención contra el dopaje y las dependencias.

P. ¿Se quedó en Estados Unidos?
R. No, pasé algunos años pero regresé a Uruguay, era fijo en las convocatorias de la selección. Visto con perspectiva...(dudas) ...no vale la pena arrepentirse, pero a mi vuelta me fue mal. Estábamos en plena dictadura y al parecer mi pelo largo y mis ideas resultaban molestas, así­ que me recluyeron por posesión de estupefacientes.

P. ¿Estuvo preso mucho tiempo?
R. No. Me soltaron pronto, era más un escarmiento, un 'andate con ojo', que otra cosa. Además me necesitaban para el preolí­mpico.

P. ¿Era Vd. la estrella del equipo?
R. Y si, pero no solo por mi talento, sino por mi actitud, digamos que yo era un profesional rodeado de aficionados. Yo creí­a que habí­a que superarse a diario, los demás que habí­a que hacer lo menos posible, eso me ganó fama de conflictivo. Tení­amos buen plantel, ahí­ estaban Perdomo o Báez, dos ametralladoras, estaba Peinado, lo único es que eramos bajitos; yo con mis dos metros ejercí­a de rebotero y goleador. Jugaba más cerca del aro sólo por ser uno de los más altos.

P. ¿Y la competición?
R. Fue durí­sima pese a no estar EE. UU., ya clasificada como organizadora de las Olimpiadas. Pero estaban el Brasil de Óscar Schmidt, la Argentina de Campana y Milanesio, el Panamá de Frazer, Puerto Rico con Mincy y Piculí­n Ortiz, Cuba o el Canadá de Reutins y Wiltjer. No eramos ni de lejos los favoritos pero conseguimos clasificarnos.

P. Y en aquellas olimpiadas de Los íngeles'84 ¿cómo les fué?
R. Empezamos bien dando la sorpresa al derrotar a Francia y perdimos contra la España de Epi y Fernando Martí­n, más por culpa de los árbitros que porque ustedes fueran superiores. Curiosamente nos veí­amos capaces de todo, pero terminamos cuartos tras EE.UU., España y Canadá, lo cual selló nuestra suerte; en cuartos nos cruzamos con Yugoslavia y terminamos sextos en la competencia general. Sin embargo...

P. ¿Si?
R. (sonrí­e tí­mido) No está bien que yo lo diga pero terminé de máximo goleador del campeonato, por delante de Michael Jordan y Drazen Petrovic, aquello me abrió las puertas de Europa.

P. ¿Por qué no la NBA?
R. En aquellos tiempos incluso en EE.UU. la NBA era una coto lejano e inaccesible, era más fácil jugar en un equipo español o italiano. Yo, junto con el brasileño Schmidt tuve la suerte de ir a JuveCaserta que tení­a muy buenos jugadores italianos, Dell'Agnello, Exposito, Gentile. Fuimos un gran equipo y llegamos a jugar por el tí­tulo; por desgracia eramos el único equipo del sur (Caserta está un poco al norte de Nápoles) así­ que los equipos lombardos nos hací­an cuantas perrerí­as podí­an.

P. ¿Qué más recuerda de su estancia en Europa?
R. Poco más, la verdad es que solo estuve dos años, luego me volví­ a sudamérica, a jugar la liga argentina con Ferro Carril Oeste y después la brasileña con el Franí§a. Con ambos me proclamé campeón de Sudamérica, como ya lo habí­a hecho con los albimarrones de Bohemios en mi juventud.

P. ¿Hubiera querido jugar en España?
R. Y si, el Real Madrid era un coloso del básquetbol europeo. Pero la única oferta me llegó en mi juventud; era del Barcelona, o más exactamente del empresario catalán que negociaba el pase de Maradona al club español, justo coincidió con mi detención por la dictadura. Pero jugué en España, en el Mundobasket con la selección. No nos fue muy bien.

P. Y desde entonces...
R. ¿Desde que dejé el baloncesto? pues acá me tiene viajando y escribiendo. Tengo la suerte de que en mi familia eran todos periodistas, crecí­ ente artí­culos, crónicas e imprentas y eso me facilita la adaptación. digamos que ahora sigo la tradición familiar.

Grandes verdades sobre el Diseño inteligente

1.- Las cinco razas fundamentales.

     No hubo un principio, Dharma-brahmán siempre ha estado ahí­ y siempre estará. Es el todo y todas y cada una de las partí­culas elementales, es la raza primigenia y a la vez está presente en todas las razas. Un sólo defecto se le puede señalar a Dharma-brahmán, es inconstante, heracliteano, siempre en contí­nuo cambio y movimiento, rara vez ofrece formas estables. Sin embargo el creó los primeros organismos autorreproductores, éso que llamamos vida.

     Sin embargo, esta vida generó unos desechos que Dharma-brahmán aprovechó para crear la segunda raza inmortal Ura-Panthalassa. Tal es el nivel de indigencia de la inteligencia humana que saben que los mares son agua salada y sus neuronas básicamente agua salada y aún no han visto la relación entre una cosa y otra. Ura-Panthalassa decidió a su vez informar de inteligencia a algún ser vivo.

     Fue así­ como surgió la tercera raza fundamental Ennoia-Hydrozoa, responsable de todos los organismos complejos pluricelulares del universo. Ennoia-Hydrozoa vive en Ura-Panthalassa, en todos los cuerpos celestiales donde ésta está presente y ambas forman parte de Dharma-brahmán.

     Entre todas decidieron poblar los espacios secos con algo más que micro-organismos y crearon a la cuarta y quinta raza Ent-polen y Ur-ctónica, encargadas de hacer surgir, entre otras cosas, los primeros organismos mortales inteligentes.

     Pero para poder hablar del surgimiento de la raza humana, antes debemos pasar por Tlí¶n, un planeta que orbita en torno a Vega, con una raza mortal inteligente, los tlí¶n.

2.- Excerpto no incluí­do finalmente en la Segunda Enciclopedia de Tlí¶n.

     Sucedió en aquel siglo XLVIII que hubo intensa disputa entre los filólogos del hemisferio boreal y los del austral sobre la primací­a de las palabras. Los sustantivos, clamaban los septentrionales; los adjetivos, sostení­an los meridionales. Y en siendo así­ que las enconada discusiones entre filólogos pueden terminar incluso a espadazos por un dativo, el Consejo Supremo del Planeta decidió montar un experimento en un planeta habitable exterior para zanjar tan encendida polémica.

    A algunos pársec de distancia se encuentra la estrella doble Sol-Némesis, el primero es una estrella amarilla que sustenta vida en varios de sus planetas o en los satélites de los mismos, si bien sólo ha alcanzado niveles desarrollados en el tercer planeta, Gaia. Por desgracia su desarrollo se ve lastrado cada sesenta y dos millones de años gaiainos por el perihelio de Némesis que desestabiliza los cuerpos que orbitan en la nube de Oort enviándolos al centro del sistema solar y causando cataclismos en el pequeño planeta. Fruto de la maligna actuación de la enana marrón, Faetón fue destruí­do dejando tras de sí­ tan solo un cinturon de asteroides o la Luna abandonó su orbita originaria entre Sedna y Xena para pasar a ser el satélite de Gaia.

    Sin embargo, precisamente esta sentencia de muerte que cada millones de años cae sobre la vida en el planeta Gaia, fue lo que convenció a los cientí­ficos y técnicos de Tlí¶n a realizar allí­ su experimento, la creación de una raza artificial1 inteligente y su posterior estudio del desarrollo del lenguaje. Para ello y a modo de campo de pruebas experimental, habilitaron la vida en la cara vista de Marte y llevaron allá a especí­menes gaianos, tanto terrestres como acuáticos, animales o vegetales. A uno de esos especí­menes, el Homo Habilis, le manipularon genéticamente hasta construir la raza artificial Homo Sapiens, a la que dejaron en aquel paraí­so terrenal marciano desarrollándose y desenvolviéndose. Así­ pues la raza humana que se se llama a si mismo terrí­cola es en realidad marciana.

    Los Tlí¶n evolucionaban entre los humanos sin hablarles, esperando a ver como esta raza hí­brida de tlí¶n y homo desarrollaba sus propias pautas de lenguaje. Procedentes de un planeta de baja gravedad eran notablemente más altos que sus creaciones, miden entre tres y cinco metros. Pronto se dieron cuenta de que en el controlado y restringido ámbito vital marciano no iban a poder observar a sus criaturas al natural. Éso sumado a los enormes gastos de mantenimiento que planteaba mantener ocupada la cara vista de Marte, les indujo a trasplantar a los Homo Sapiens al planeta Gaia y abandonar a su suerte al resto del hábitat terrí­cola recreado en Marte.

    Les urgí­a también las prisas por obtener el resultado, así­ que a despecho de que la evolución natural2 de Gaia ya hubiera creado por si misma una raza inteligente, los Hombres de Neardenthal, decidieron desdeñarles y reubicar a su raza artificial. Pues en el fondo, heracliteanos como eran, consideraban que la pugna entre las dos razas llevarí­a -cuando menos- a la mejora de una de éllas y si acaso llegaran a un entendimiento de convivencia separada, ambas razas junto con otras muchas estaban sentenciadas por Némesis en apenas cien mil años gaianos.

    Los Tlí¶n asentaron su base gaiana con sumo esmero en las costas de una isla de la que sabí­an, por sus simulaciones, que en parte por los deshielos en parte por la erupción de uno de los volcanes que la rodeaban, quedarí­a cubierta en sus dos terceras partes por las aguas; es la isla que los humanos llaman Creta. Y pusieron a su creación inserta en el entonces vergel norteafricano que hoy es el desierto del Sáhara.

     ¿Y el experimento lingí¼í­stico? Sorprendente en un principio: La raza artificial consideró que el sintagma en torno al cual modular el lenguaje no era ni los sustantivos ni los adjetivos, sino los verbos. Ésto dejó la querella de los filologos de Tlí¶n en tablas. Durante un tiempo, no obstante los tlí¶n permanecieron entre nosostros, siempre más altos y siempre callados, a veces adornadas sus escafandras con motivos de animales terrestres, admirando la flexibilidad y complejidad de los idiomas humanos.

     Pero descubrieron consternados que los humanos, en su afán de comunicarse, en vez de hacer cada vez más complejos sus lenguajes para adoptar las nuevas voces, los simplificaban. Ahí­ fué, hace aproximadamente dos mil años, cuando decidieron abandonar el planeta sin avisar a su creación de la próxima llegada de Némesis y su hálito destructor.

    Algo que sólo demasiado tarde los humanos estamos empezando a sopechar y entender. Nuestra suerte está echada.

1 Artificial porque no es fruto de ninguna de las Cinco Razas Fundamentales todas ellas inmortales, sino de una raza mortal inteligente.
2  Evolución natural que como recordaremos es el fruto de la interacción de las Cinco Razas Fundamentales.



ENNAS

El quincho.

Mis últimas vacaciones las pasé en el pueblo intentando reformar la antigua corte de las ovejas. Era un viejo e irregular edificio; planta baja más una entreplanta en su parte más alta, de tejado agrio1. Hubo que tirar todo el tejado y el entramado de maderas podridas que lo sustentaban, así­ como remover vigas y puntales. Lo peor empezó cuan hubo que sacar las losas del suelo. Entonces comprobamos que no eran losas sino piedras de más de doscientos quilos que hubieran debido servir de cimiento o sillar para otra casa que nunca se construyó, pues la nuestra es la que está más al oeste del pueblo.

Tras este trabajo muchas las recolocamos con ayuda de una pinza romana2. Revocamos la pared y cortamos las planchas que harí­an de superficie para la teja. Justo entonces, aquella noche, llovió de una manera brutal, la cuadra quedó inundada; el agua que llegaba por los tobillos, no daba abasto a salir de élla. En plena noche y en bañador y zapatillas de deporte tuve que salir para abrir nuevos desaguaderos. Terminé completamente calado. Al dí­a siguiente el arroyo Valberzoso habí­a crecido un metro y sus aguas eran de color arcilla.

Curiosamente, con sólo las planchas de madera, no habí­a entrado agua en la corte. Proseguimos el retejado tan deprisa como pudimos pues el edificio, hecho a ojo, forma dos prismas irregulares; dependiendo de en que pared estés y si es interior o exterior, cambian las medidas. Ya antes tuvimos que recortar o clavar varias planchas con la ayuda de un calibre láser3 pero, animados por el éxito de su aguante a la galerna, cortamos y recortamos tejas hasta completar el trabajo.

Suelo decirme que trabajo más en mi pueblo que en la capital. Pero también es cierto que allá como tres veces al dí­a de manera desaforada y bebo lo que no está en los escritos, frente a mi habitual abstinencia capitalina y hasta se me despierta el deseo por las no muy descocadas mujeres de la zona, al menos comparadas con las de Madrid. En fin, que me siento fuerte y vivo.

1 Agrio: de pendiente pronunciada e irregular.
2 Aparato parecido a una tenaza gigante que se ajusta o afloja por medio de un sólido cable metálico para coger la piedra, mientras que el gancho del otro extremo se ajusta a una grúa o polipasto para alzarlo o descenderlo con facilidad.
3
Éste no le tení­an los romanos.

27 de abril de 2018.

Hoy cumplo medio siglo y el mundo ha cambiado mucho y no parece que para mejor. Todo se desató cuando los estadounidenses celebraban el Dí­a de la Independencia hace ahora seis años. Los chinos habí­an estado trabajando en el proyecto ShÄ« Shí¬ shí­ shÄ« shǐ.Teóricamente consistí­a en la puesta en órbita de un satélite meteorológico geoestacionario. En la práctica, a dí­a de hoy nos seguimos preguntando como ningún sistema de espionaje o de alertas advirtió de lo que se avecinaba.

El caso es que aquel 4 de julio de 2012 el cohete chino en un aparente accidente estalló a trescientos quilómetros de altura, cuando sobrevolaba norteamérica, apenas cuarto de hora después de haber sido lanzado. Una sola bomba atómica estalló en la ionosfera causando un pulso electromagnético que paralizó toda el subcontinente norteamericano desde el Cí­rculo Polar írtico hasta el Trópico de Cáncer.

Sólo el norte de Alaska, el territorio Nunavut y Groenlandia se salvaron; al sur, los estados limí­trofes mexicanos en la frontera con Estados Unidos también cayeron, el resto de México se salvó, como se salvó Cuba, más por su retraso tecnológico que por otra cosa, muchos paraí­sos fiscales del norte del Caribe -Bahamas, Bermudas, Caimán- también quedaron aislados con el consiguiente batacazo financiero.

Innúmeras fueron las personas que tuvieron por sepulcro un ascensor o un avión comercial. La maquinaria y los sistemas informáticos de todas las empresas quedaron parcial o completamente inutilizadas. No hubo comunicaciones de ningún tipo con el exterior durante un semestre. Pero lo peor fue la total desarticulación de los sistemas de misiles, aviación, marina y blindados terrestres estadounidenses. Pese a la premura con la que las tropas yanquees desplegadas en Europa, Oriente Medio y Corea organizaron su regreso a la patria, el Ejército Chino ya estaba allí­. Y se habí­a hecho cargo del paí­s.

Tras remolonear hablando de un accidente infortunado, el Gobierno Chino se sacó la careta pasado el verano. Allí­ el mundo entero pudo comprobar, gracias a una retransmisión mundial posibilitada por la importación de material desde China, como el cruel mariscal de campo del Ejército Popular Tsan-Chan, obligaba al presidente Barack Obama a firmar un ignominioso tratado reconociendo A) la deuda de billones de dólares contraí­da por Estados Unidos con China y B) regodeándose con el recuerdo del célebre general Grant, la rendición incondicional de los Estados Unidos.

Se dice que el contingente de Tsan-Chan en norteamérica sigue siendo de millones de soldados, lo que alivia la presión demográfica china. Y que su prioridad ha sido trasladar todas las ojivas nucleares a territorio chino. Ante esto poco pueden hacer los paí­ses vecinos.

Porque aún hay vecinos, Canadá se recupera poco a poco ante el desinterés asiático. Y en los viejos estados sureños, al amparo de los restos del otrora dominante ejército estadounidense ha surgido una Confederación de los Estados Unidos, que incluso utilizan el viejo emblema de la bandera de Georgia, presidido por una mujer, Tribecca Williams. La antigua frontera entre EE. UU. y México es una tierra de nadie envuelta en sangrientas disputas de todo tipo, raciales o religiosas. De vez en cuando se impone alguna facción (hubo una República Libertaria en Dallas y otra en Fresno, o Repúblicas Cristianas en Albuquerque, Ciudad Juárez, Laredo y Phoenix; una República Negra en el dowtown de Los íngeles, o un Imperio Latino entre Durango, Monterrey y Tampico) todas éllas se proclaman dueñas de todo el territorio, muchas veces simultáneamente, con las consecuencias previsibles: lo normal es que sea una zona de violencia endémica donde los señores de la guerra se financian con el escaso petróleo y el abundante narcotráfico, algo parecido a Afghanistán el más próspero hoy en dí­a de los paí­ses islámicos, precisamente por el narcotráfico, quién lo iba a decir.

Pues la droga es legal en los tres protectorados chinos del norte de América. Señal de que la aquiescencia de los conquistados se fundamenta en su embrutecimiento. La pequeña Nueva Inglaterra es el nexo de comercio con el atlántico; todo el antiguo Midwest y la costa del Pací­fico -excepto la desventurada California- han sido transformados en el inmenso granero arrocero y porcino de Nueva China; en el medio está el Protectorado del Rust Belt, dedicado como antiguamente a la industria pesada.

En Europa, la llegada masiva de inmigrantes estadounidenses nos ha procurado un aumento de población, que ha mejorado nuestros servicios terciarios pues son gente comerciante y emprendedora; así­ mismo ante la amenaza de otra Bomba del Arco Iris, los expertos militares americanos han diseñado un plan de defensa aparentemente fiable para el Ejército Unificado Europeo e implementado Planes de Emergencia Transnacional. También hemos recibido con afecto la llegada de los ciudadanos del desaparecido Estado de Israel, que huí­an del asolado Oriente Medio, al que se le han agotado las reservas de petróleo.

China, India -tras la anexión de Pakistán, Bangladesh y Ceilán- y Rusia -que ha recuperado todo su antiguo territorio soviético-zarista- son superpotencias. Europa y América del Sur zonas libres. ífrica y Oriente Medio auténticas pesadillas. El Lejano Oriente entre el índico y el Pací­fico mira con aprensión pero se somete a sus poderosos vecinos.

El Mariscal Tsan-Chan insiste en que este es el orden natural de las cosas, que el predominio europeo es un error de la historia, que históricamente lo normal es que Asia sea la dueña del mundo. Muchos le dan la razón. Pero el mundo está peor ahora. Y ésto lo dice uno tantos bobos que se refocilaron de la caí­da del imperio estadounidense.

ENNAS

El baile de debutantes.

Elena vaciaba los cajones de las tragaperras mientras yo barrí­a y limpiaba las papeleras por hacer algo mientras terminaba el cubata. No es que fuera mi trabajo, yo en realidad era un cliente, el último que se quedaba de entre los habituales.

Me habí­a aficionado a beber y fumar poco antes, para parecer mayor, como sustitutivo de mis inexistentes relaciones con las mujeres. Todas las que conocí­a, incluida Elena, eran amigas y no sabí­a como entrarles. A mis compañeros del colegio les mentí­a a conciencia con falsas historias de conquistas sexuales, habí­a que disimular pues era el principal tema de conversación no se hablaba de otra cosa en los pasillos, en el patio, de camino al cole, a todas horas.

Elena era una de las propietarias de una cervecerí­a de tamaño considerable para la zona, ocupaba todo un lateral en los bajos comerciales de un bloque de pisos, cuando lo normal era que los locales de los bares no pasaran de ser un angosto pasillo. Llegaba a la hora de las comidas y seguí­a hasta el cierre a eso de las once de la noche.

Un buen dí­a me pidió que la ayudara a recoger, pues tení­a prisa y como hay confianza, se convirtió en costumbre que yo repusisera las neveras, y limpiara el local, baños incluidos, y echara los cierres, mientras ella cuadraba las cuentas del dí­a. Como la zona no era muy segura, se llevaba la recaudación tanto de la caja registradora, como de las tragaperras y la máquina del tabaco, pues ya habí­an asaltado el bar algunas veces.

Ése era mi premio, me dejaba acompañarle hasta su casa, apenas dos bloques más abajo y a veces  salí­amos de nuevo a tomar algo.

-”¿Me esperás? Tomo una ducha rápida y salimos ¿si?” -me dijo. Yo accedí­ pues me sentí­a cómodo a su lado, y esperé en la sala. Al cabo de un rato se abrió la puerta del baño -”Hose ¿podés ayudarme? Se me caxó un arete en la pileta.”

Cuando entré el baño estaba humedecido y cálido y Elena completamente desnuda, hice intención de salir, pero ella me cogió del brazo -”No. Pará. Esperá que me pongo algo.” Y se puso una toalla enrollada alrededor de la cabeza.

Tratando de no mirarla, me dirigí­ al plato de la ducha, la rejilla del desague era demasiado tupida como para que allí­ se hubiera colado nada, pero por vergí¼enza seguí­ hurgando para no tener que levantar la vista. Elena pasó junto a mi y se puso en la pared con las piernas abiertas apoyadas en los bordes del plato -“¿Ves algo?”.

“Mmnnn, nada” -Respondí­ yo todo sofocado. Entonces me cogió con sus manos por debajo del maxilar y me puso en pie. Sonreí­a divertida, tení­a una cara preciosa cuando sonreí­a. Me besó, cuando intentó meterme la lengua entre los labios me asusté.

Ella me miro curiosa -“¿Nunca habés estado con una muher?”
-“Eeehm” -vacilé- “No” -dije sinceramente..
-”Me alegro. Me alegro muxo” -me dijo mientras me acariciaba la cabeza. Me volvió a besar, con lengua, esta vez reaccione un poco mejor, al separarnos me pidió que me sacara la ropa. Apenas me quité la camisa de manga corta y desabroché los pantalones noté, con cierto apuro, que la entrepierna me hormigueaba y crecí­a. Me encogí­ un poco y la miré asustado por el desacato de mi pito. Elena sonreí­a guasona, se pegó a mi para bajarme los boxer y subir las manos acariciándome la espalda, mientras yo me apartaba todo el burruño de ropa y zapatillas a un lado.

Recuerdo que no sabí­a que hacer con las manos, así­ que decidí­ imitar sus movimientos. Se debió dar cuenta de la jugada porque se separó de mi y empezó a acariciarme el pecho. Yo me quede clavado, con los brazos en alto pensando -”¿La tengo que tocar ahí­?” Me cogió por las muñecas y me puso las manos justo ahí­. Eran dos masas suaves, dúctiles y agradables al tacto; con la vista fija en ellas, trataba de no apretujárselas pues parecí­an delicadas, pero las sobaba y sobaba viendo como cambiaban de forma cada una por su lado como si tuvieran vida propia. Su propietaria, siguió jugueteando por su cuenta con mi cuerpo y casi cogiéndome por el rabo que parecí­a a punto de reventarse me susurró enronquecida-”Vení­ que te haga hombre”.

Me llevó a su habitación que parecí­a frí­a en comparación con el baño, me empujó suavemente para sentarme en la cama y se arrodilló sobre mis piernas. Se lo introdujo y empezó a restregar sus nalgas contra mi entrepierna, cosa que hizo que el resto de mi cuerpo se pusiera tan rí­gido y tenso como el propio aparato. A saber por qué, se me ocurrió empezar a besarla y dado que estaba más alta que yo, la fuí­ cubriendo de besos el cuello y el torso hasta llegar al su pezón izquierdo al que cogí­ entre los dos labios y aspiré. Ella gimió. Levanté la vista y tení­a los ojos cerrados mientras seguí­a bailando sobre mi -”Seguí­â€ -me dijo. Y repetí­ la operación en el otro pecho mientras ella me poní­a de espaldas en la cama.

Intenté levantarme pero me puso las manos en los hombros, así­ que yo cogí­ de nuevo sus pechos que vistos desde abajo parecí­an aún más grandes, cuando se los sostení­a por debajo, daban botecitos, de tal modo que parecí­a los surcaban pequeñas olas. Pero para entonces, mi problema era otro.

Con tanto ajetreo mi cosita, que ya antes de que desapareciera de mi vista me parecí­a sorprendentemente gruesa, estaba empezando a latir y bombear como si quisiera descargarse, sin saber que decir ante tal imprevisto, decidí­ intentar aguantar todo lo que se pudiera hasta que le pasaran las ganas, mientras abrazaba con mis manos sus caderas en un vano intento de conseguir que no se movieran mucho.

Me incorporé cuando ya no podí­a más y Elena aprovecho para entrelazar sus piernas por detrás de mi espalda y dejar caer su cabeza sobre mis hombros mientras jadeaba a ritmo. El cambio de posición me hizo resistir un poco más pero acabé cerrando los ojos y exhalando aire en un gruñido gutural cuando no pude aguantar más y empecé a descargar en oleadas de chorros en el interior de ella, para cuando abrí­ los ojos la vi con la cabeza mirando al techo y la boca abierta y muda como si le faltara aire y  se ahogara. Seguí­a meneándose cada vez más lentamente bajando el ritmo a medida que parecí­a vaciarme.

Permanecimos así­ sentados y abrazados un rato, tení­a un olor acre y dulzón a la vez, una piel suave, yo veí­a su espalda y jugueteaba con las vértebras de su columna cuando, para mi pasmo, noté que me volví­a a crecer. La miré. Me sonreí­a, tení­a unos ojos brillantes y cantarines. Ésta vez la besé yo, me parecí­a caliente, acogedora, hermosí­sima con su carita soflamada...

Pero evidentemente el debut ya habí­a sucedido así­ que fin del comunicado.

La adelantada.

Yo, Doña Mencia Calderón, natural en Medellí­n, Extrema Dura, y desposada y viuda del hidalgo Dom. Juan de Sanabria, también extremeño, al que dí­ un hijo y tres hijas cristianamente educados, resolví­ ejecutar el adelantazgo  que la Corona proveyó a mi marido en el año de mil y quinientos y cuarenta y siete.

Tras tres años e habiendo empeñado mi hacienda en cumplir con las capitulaciones exigidas de fletar tres naos con doscientos y cincuenta hombres de guerra, cien familias de hidalgos para poblar la gobernación y ochenta donzellas casaderas de probada piedad christiana para atajar los muchos vicios en que incurren los españoles en Nuestra Señora de la Asunción, de los cuales hemos tenido nuevas por las declaraciones del anterior Adelantado Dom. Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que nos han llenado de aflicción viendo como se pierden tantas almas christianas.

Fuime obligada, amén de por la christiana piedad por la insolencia de los portugueses que habí­an despachado una flota hacia el Rí­o de la Plata, a hacerme a la mar con premura con tan grande infortunio que un pirata normando, a quién el demonio lleve, apresó nuestra expedición y llevose todo objeto de valor a modo de rescate. Cuando proseguimos la derrota era empezado el mal tiempo y mucho hobimos de sufrir entre tormentas antes de arribar a la isla de Santa Catalina, yo misma perdí­ a la mayor de mis hijas.

Ocho meses después de haber zarpado de San Lúcar de la Barrameda, cumpliendo las estipulaciones fundé en la isla la ciudad de San Francisco, pero los salvajes antropófagos que se hacen llamar tupí­es acosaban la expedición e hobimos de pedir ayuda a los christianos más cercanos que resultaron ser portugueses de la Capitaní­a de San Vicente. Éstos infames nos retuvieron encerradas durante un año en el plazo del cual tuve nuevas de que la segunda parte de la expedición al mando de mi hijo el Adenlantado habí­ase naufragado y mi hijo era muerto.

Maguer haber sido despojada mi familia del adelantazgo, resolví­ en cuanto los portugueses nos liberaron por ser personas de ningún valor, adentrarme en la selva que dicen de Guayrá junto con las muxeres casaderas entre ellas mis dos hijas. A tal fin construí­mos un bergantí­n en Tierra Firme, con objeto de remontar desde Mbiazá el rí­o de la Plata hasta Asunción, mientras las mujeres nos dispusimos a seguir la ruta terrestre que usan los indios de Pearibú saliendo del rí­o Ipocotu.

Non tengo palabras para iluminar el mucho sofrimiento que supuso la marcha infestadas de mosquitos, fieras salvajes e indios desconocidos bajo un calor de humedal que no sofocaban los gigantescos árboles. Solo contamos con la ayuda de los indios buenos guaraní­es, enconados enemigos de los tupí­es. Éllos fueron los primeros en hablarme de la Ciudad Encantada de la Patagonia.

Cuatro años desde que abandonamos las costas del Brasil, nos costó arribar a Asunción, donde nadie esperaba vernos ya con vida, pero en el año de gracia de Nuestro Señor de mil y quinientos y cincuenta y seis, cuarenta mujeres hambrientas, malvestidas y por demás demacradas fuimos recibidas entre aclamaciones en la capital de la Gobernación.

ENNAS

Sala Canciller.

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En tiempos de feliz memoria, cuando aún no tení­a más responsabilidades que pasar de curso y pensaba que la amistad era eterna, muchos de mis conocidos eran heavies de manual, con sus pantalones de pitillo, sus muñequeras de cuero tachonado, sus barrocas camisetas con carátulas de AC/DC, Iron Maiden e incluso Barón Rojo y unas melenas que en mi opinión les serví­an para pegar hebra con las chicas sobre si era mejor usar champú de huevo o a la cerveza, o con cuanta frecuencia se cepillaban el pelo o iban al peluquero porque se les abrí­an las puntas. Conversaciones todas ellas a las que asistí­a con cara de pasmo.

Sin féminas de por medio, épicas eran las discusiones sobre el heavy-rock estadounidense, bandas de desustanciados desertores de la Única Verdad Jamás Habida en Materia Musical, que osaban incluir sintetizadores en sus actuaciones para escándalo de los puristas. Y que decir de los grupos pop, y demás patulea mercantilista habitual del Top 40 Principales. Ni de lejos se podí­an comparar con la independencia y rebeldí­a de mis jevis, que compraban la misma ropa, iban a las mismas tiendas de discos, e incluso viajaban a Londres para hacerse con las últimas novedades.

¡Viva la revolución! Sobre todo si está bien surtida, por mucho dinero que nos cueste.

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La sala Canciller está situada al otro lado de Las Ventas con respecto a la M-30, estación de subte de El Carmen en la lí­nea 5, Avenida Donostiarra, Capital de los Restos del Imperio Español. Era un local de cine -rara vez de estreno, pero sin programa doble- con discoteca en el subsuelo como era habitual en mucho barrios obreros matritenses. Con el tiempo el cine cerrarí­a pero la disco subsistió, con precios no precisamente módicos pero populares gracias a su selección especializada de música heavy.

Allá acudí­a yo con aspecto poco propicio: de mi peinado infantil con raya a la izquierda sobresalí­a un abundoso tupé que prácticamente se me caí­a sobre los ojos, cosa que recuerdo conmovido por la embriagadora emoción de la nostalgia en estos tiempos en que gasto frontispicio partenopeo y tonsura monacal. A ello se añadí­an unas generosas patillas Luis Candelas king size luxury dignas de pelí­cula de blaxplotation, o de episodio de "Curro Jiménez". Y poblado mostacho cosaco a lo Taras Bulba. Por no hablar del tono tostado de mi piel y el efecto que hací­a cuando lo combinaba con una camisa amarillo-maiz tostado con -según me dijo un fuma'o- unas ochocientas quince rosas rojas con su correspondiente tallo verde estampadas (apenas medí­an 2,5 cm. de largo por 5 mm. de alto).

Vamos que parecí­a yo el prí­ncipe de los gitanos. No se ni cómo me permití­an entrar en el antro.

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Por no hablar de como, envalentonado por el alcohol, me permití­a afirmar que a mi me gustaba (y me gusta) Bruce Springsteen, o alababa a la reciente sensación de la música comercial, el LP de unos irlandesitos "The Joshua Tree". Los heavies del garito impetraban al cielo paciencia o me volví­an la espalda con mansedumbre de corazón, creí­a yo que por buenrrollismo (no consintamos que un provocador nos agí¼e la fiesta) pero también pudiera ser por mi aspecto calorro-neardenthalense.

Justamente fue ésto... ¿Mi aspecto? No, hombre. Las mujeres. ¿Las mujeres? Si, espera y lee.

Justamente fue ésto, decí­a, lo que me llevó a cambiar radicalmente. No habí­a muchas ¿jevisas? y las amigas que tení­a eran bastas y zafias como éllas solas. No era solo el continente -si bien no habí­a ningún bellezón- era el contenido: el hablar a gritos, el que siempre tuvieran en la boca la expresión "me suda el culo". En fin, para que seguir.

En aquellos tiempos yo iba a academias del centro de Madrid, como formación complementaria, a aprender idiomas (inglés y francés), a tocar la guitarra, a informática -que en aquel entonces significaba algo de MS-Dos, Basic y sobre todo Cobol-. Ello me dió oportunidad de conocer a un género nuevo: las chicas-bien, más popularmente conocidas entre los ibéricos como pijas, para gran risa o desconcierto de los argentinos.

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Y yo las adoré, por su pelo Matutano, rubio y ondulado, sus tonos pastel en boca y ojos, su cuidado del cuerpo con el aerobic, su gusto por la ropa cara. Lo malo es que fui correspondido.

Siempre digo yo que lo peor no es que una tí­a te diga que no, que eso es lo habitual, que los hombres a éso es a lo que más estamos habituados (fuera de los por desgracia impresentables zampanones desubicados). Los problemas empiezan de veras cuando te dicen que si, que adelante. Ahí­ es donde te pierdes intentando complacerlas.

Me afeitaron patillas y bigote, me cambiaron a un peinado de erizo, me compraron colonias y relojes, amén de camisas color salmón o lila aduciendo que me iban con el tono de piel. ¿Y yo que las daba a cambio? Pues que tení­a coche, creí­a entonces, un Ford Fiesta de segunda mano.

Pero también es posible que mis hombros anchos, mis espaldas cargadas e incluso mi pecholobo (las gustaba juguetear con la mata de pelo pectoral) o mi sincera declaración de que trabajaba de obrero de la construcción -¡Uy, chicas, un obrero! ¿Un obrero?... decí­an como quien ve un astronauta. Es superfuerte, o sea-. Es posible, digo, que todo ello influyera en la sensación de que serí­an 'salvajemente tratadas'. Cosa que no dista mucho de mi habitual estilo entregado y voluntarioso en terreno erótico.

Cuando me da el bajón pienso en que los traicioné a todos. Que no estuve ni acá ni allá. Pero bien mirado...

Pero para nada (o sea).

Valentina Tereshkova, Europa. 1*

Phuong Anh Thanh se metió una pizca de bayas de goji en la boca y las bajó con un trago de yogur Gran Khan (el único cien por cien leche de búfala). Apenas tení­a más para desayunar, salvo envases plásticos de precocinados de la señora Wu (sus rollitos de primavera como recién hechos en casa). A ver si encontraba tiempo (y ganas) para hacer la compra. Se sonrí­o a si misma. Parecí­a mentira que fuese mujer siendo tan dejada y perezosa.

Puso la ventosa-interfaz de la compañí­a en su nuca y se dispuso a empezar la jornada. Las instrucciones del dí­a no invitaban al optimismo: seguir con la rutina de deshelar los pilares sobre los que se sustentaba la cúpula de la ciudad Valentina Tereshkova.

Labor tan vital como efí­mera pues las temperaturas del satélite galileano 'garantizaban' que la inmensa costra de hielo que encerraba al océano interior volverí­a a cerrarse antes de finalizar el turno. Con todo, acá de lo que se trataba era de aliviar la presión del hielo sobre los cimientos de la ciudad.

Anh Thanh manipuló mentalmente su Vehí­culo de Exploración Externa (VEE), semejante a un batiscafo terrestre para sacarlo del muelle de mantenimiento a la superficie de la luna. Como siempre echó un vistazo a los alrededores del exterior. El Sol era un puntito de luz lánguida que no transmití­a ningún calor, por suerte esta vez no estaba oculto por la imponente, cercana y amenazadora presencia del gigantesco planeta gaseoso Júpiter, a cuyo derredor orbitaban.

La labor es tan rutinaria, tan alejada de los sueños y expectativas que Anh Thanh se habí­a creado en Marte cuando aceptó el trabajo, que se permitió pensar en Dey.

La Valentina Tereshkova era uno de los más ambiciosos y avanzados proyectos de la humanidad. Una ciudad-factorí­a artificial con capacidad para 20.000 personas creada por la Compañí­a de Prospecciones Oceánicas, con sede en la Tierra, para la explotación de los recursos acuí­feros de la luna de Júpiter, Europa, con destino a todas las colonias humanas extraterrestres. En un puesto de avanzada -si exceptuamos la estación espacial Saturno I, bueno y las sondas enviadas más allá de la Nube de Oort, pero algunas de éllas datan de la época del pionerismo espacial- lo más admirable del conocimiento humano

Dicho así­ sonaba imponente. Y cuando oí­a a Dey, responsable de la logí­stica, de los embarques de agua hacia los planetas interiores o Saturno I, o de la recepción de las naves de pertrechos y ví­veres procedentes de la estación orbital Júpiter III, verdadero nudo de comunicaciones con Marte y la Tierra... Cuando oí­a a Dey, con su entusiasmo y su alegrí­a... cuando oí­a a Dey, casi se sentí­a feliz de haberse formado para la División de Mantenimiento Interno de Valentina Tereshkova.

Ahn Thanh sabí­a de los inmensos problemas técnicos que habí­a acarreado la instalación de la ciudad. La imposibilidad de llegar al oculto océano mediante perforaciones. La existencia de mareas que desplazaban la corteza de hielo y con ella la ciudad. La necesidad cada dos años jupiterinos de desenterrar la ciudad de entre los hielos para evitar que se hundiera por falta de tensión en la superficie, por causa de la propia explotación, y su difí­cil traslado como un gigantesco y torpe insecto hacia otro punto sin explotar del satélite. Todo eso estaba a punto de suceder y Ahn Thanh lo esperaba con ansia de demostrar su valí­a.

Dey también le habí­a hablado de los problemas ecológicos que se encontró la Compañí­a de Prospecciones Oceánicas. Al parecer, el hielo que a diario absorbí­an las mangas perforadoras contení­an microorganismos, bacterias autóctonas de Europa, cuya interacción con otros vivientes aún estaba en estudio, motivo por el cual el hielo se fundí­a y depuraba -al parecer sin daños evidentes para las bacterias europeas- para ser transportado como agua lí­quida pura al ser más fácil su almacenamiento.

Justamente el hielo era el mayor de los peligros y la base del trabajo de su división, pensaba Ahn Thanh mientras el VEE aplicaba radiaciones láser a uno de los setecientos cincuenta pilares de la Valentina Tereshkova. Sus fallas provocaban seí­smos, producto de la diferencia de temperatura entre el 'cálido' hielo interior y la superficie de apenas entre 50 a 100 grados Kelvin (en Europa es más alentador medir la temperatura en grados Kelvin que en Celsius, impresiona menos).

Dey le habí­a hablado...

Dey por acá, Dey por allá... ¿Pero quién es Dey? Dey, por nombre completo Deyanira Bohórquez, era su pareja. No tení­a muchas expectativas, Dey le habí­a confesado que querí­a ser "reina", es decir tener un hijo, con algún "zángano", alguno de los pocos hombres existentes. Totalmente prescindibles en un mundo tecnificado, si no fuera por la necesidad de aportar variación genética a una población mayoritariamente femenina en razón de 33 a 1. Ahn Thanh no tení­a intención de dejar de ser "obrera".

Cuando todaví­a no se habí­a colonizado siquiera el satélite terrestre, cuando la era espacial estaba en mantillas, con apenas dos estaciones espaciales y unos pocos vuelos tripulados a la Luna, la superpoblada Humanidad descubrió la merma en la calidad de los espermatozoides masculinos y tras mucho elucubrarlo dilucidó que la especie se autorregulaba en base a una compleja ecuación no lineal cuyos parámetros principales eran las necesidades humanas y las capacidades del planeta.

Dada esta ecuación se convino en la supérflua intrascendencia de muchos de los hombres. De hecho entre aquellos tiempos ya abundaban los que hací­an voto de castidad o se volví­an homosexuales, sí­ntoma -revelado por la ecuación- de su comprensión interna de la inutilidad de su función reproductora. Un nuevo y más feliz mundo se construyó sobre la base de la selección del sexo de los zigotos, dando lugar a un espectacular aumento de recién nacidas, en lo que jocosamente se dió en llamar "el exterminio del macho". Alguno quedó, eh. Los más competentes y capaces de transmitir sus genes (los más musculosos y atractivos, vaya) por aquello de la variabilidad.


1* Por temor a sobrepasar los 30.000 caracteres permitidos por mensaje, ésta historia la dejo acá, comprometiéndome a continuarla cuando buenamente se pueda.

ENNAS

Subiendo a la Mala Vuelta.

Decidimos hacer algo de cicloturismo en las vacaciones de julio y qué mejor que ir a los Pirineos franceses a ver el Tour. Nos alojamos en el chalet de dos plantas de nuestros parientes de Pau y fuimos hasta Tarbes, famosa por sus festivales de danza, para nuestra suerte nos tocó el especial de cine con música de regetón; aunque la verdad, Darth Vader impresiona menos cuando habla en francés.



De allá subimos a Lourdes, el antepuerto del Parque Nacional de los Pirineos donde empieza lo duro. En el ascenso hasta Luz Saint-Sauveur dejamos atrás los caminos hacia Hautacam y Cauterets. Luz Saint-Sauveur es el pie de puerto para las estaciones de esquí­ de Luz Ardiden y el Tourmalet.

Por estas fechas la gente se desvive por el Tour. Pierden el estilo habitual de los franceses, que en cuanto te oyen destrozando el idioma, los jóvenes adoptan una pose burlona y los mayores te responden a gritos y gesticulando como piensan que hacemos los italianos y los españoles.

Durante el Tour es distinto. Son superamables cuando les preguntas algo, si te descuidas te invitan a comer con éllos, montan una auténtica romerí­a de autocaravanas -les chiflan semejantes armatostes e ir de cámping en cámping-. No tan amables, me dice un compi, no nos han ofrecido a sus hijas para que nos la chupen. Oye, los milagros, a Lourdes.

Las pasamos de todos los colores hasta ascender a Barí¨ges, el cámping del fin del mundo, de hecho hubo tramos enteros que los hací­amos a pie, no por estar derrengados sino por la incapacidad hasta con el desarrollo más corto de seguir dando pedales sin bambolearnos de lado a lado de la carretera. Peligrosa operación con tanto tráfico como hay, dado que con motivo de la carrera, se cortan todos los caminos el dí­a antes a primera hora.

Queda mucho para la cima, no estamos cerca ni de lejos, pero ahí­ termina el bosque, a partir de ese momento todo es pura hierbajos sobre roca. Los mapas en relieve te atemorizan. Muestran unas inmensas depresiones en ambas laderas de la ruta, en el norte no es una depresión, es un barranco, una inmensa cuchillada, como si álguien le hubiera dado un inmenso bocado al planeta. Por suerte, durante toda nuestra estancia estuvo nublado, pese a la caní­cula veraniega.

Allí­ entre la bruma seguimos haciendo amigos de todas partes, cicloturistas que subí­an con nosotros, caravaneros, grupos de extranjeros -como nosotros- arrejuntados. Visto el frí­o y la niebla no nos atrevimos a subir más. Si topamos con un grupo de gente enfiestada que hablaban español, hacia allá nos dirigimos pretendiendo unirnos al holgorio, pero no hubo lugar. Nos dijeron que aquello 'era' Euskal Herria (como unas veinte veces). Pese a ofrecernos a escotar los gastos, no nos dejaron pasar.

Bueno en la Feria de Abril pasa lo mismo, si no vas recomendado no entras en ninguna caseta. Ya, tí­o, pero es que nosotros estábamos dispuestos a pagar. A éllos no les interesa el dinero, son abertzales. Son gilipollas; además ¿cómo lo sabes? Recuerdas el puesto de la gendarmerie que vimos, el que estaba lleno de pancartas decomisadas de presoak kalera e independentzia, fijo que se las han quitado a éstos.

Ya, pero qué más les da dejarnos pasar. Verás, como soy el más viejo recuerdo cuando presumí­an de su militancia y se les miraba con comprensión. Recuerdo también que iban a aprender comunismo práctico a los Balcanes, pero no a la Yugoslavia de Tito, o la Rumania de Ceaucescu, sino a la Albania de Enver Hoxha. ¿Y? Su alternativa socialista es el maoismo, como Albania o Corea del Norte o Sendero Luminoso en el Perú; para éllos lo importante no es la independencia, éso es sólo el primer paso, lo importante es conseguir el estado socialista; por eso nunca quieren entregar las armas, las necesitan para meter en vereda al resto de los vascos.

Si, hombre, y los vascos van a comer hierbajos como los coreanos. Tiene su lógica, perversa, pero lógica; el pueblo vasco cerrado en torno a si mismo y completamente de espaldas al resto del mundo. Lo dicho, son gilipollas; ¿y de que piensan vivir? Pues de lo mismo que los albanokosovares, supongo (risas), aunque lo llamarán extender la revolución (más risas).

Los ciclistas ascendieron entre el gentí­o y la niebla. Nosotros lejos de las orillas de la calzada unos cinco quilómetros más arriba de Barí¨ges, en un promontorio sobre el lado izquierdo de la ruta en una pequeña curva esperamos hasta ver pasar al pelotón de sprinters. Esta vez no iba Freire escapado como hace dos años.



Bajar fue otra cosa, la gendarmerie no nos lo consintió hasta prácticamente el dí­a siguiente, tal era la muchedumbre acumulada. Hicimos ruta andando junto a otro grupo de cicloturistas holandeses con los que nos entendí­amos en inglés. Tipos majos que nos hablaban de Fraiahr (Freire) dado que su Rabobank es poco menos que la selección de Holanda e incluso de Ijniajstah (por contexto, puesto que hablábamos de fútbol debe ser Iniesta), claro que nosotros les mentábamos a "Cruiv" (Kroijf, según ellos).

Intercambiamos cervezas y fotos arrejuntados -si Felipe II lo viera- antes de llegar a sus autocaravanas desde donde tení­an previsto anticiparse al la llegadas del Tour.

Hacia el sur.

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Salto, Uruguay. 1901.

Zé Inácio, el negro Andrade, está sentado delante de su mucama embarazada, vigilando su respiración agitada, su dormitar sudoroso, su inmensa panza que bajo la sábana semeja una montaña. El es un preto velho huí­do del Brasil, hace tiempo que se gana la vida con sus conjuros y curaciones. Así­ ha obtenido lo poco que posée, sus mayores bienes están el la memoria. Entre otras cosas, la corte de seguidoras fieles que siempre ha tenido, entre éllas esta joven argentina de apenas veinticinco años, ahora encinta de un hijo cuya paternidad nadie duda.

Pero le causa asombro volver a ser padre a su avanzada edad. ¿Cuántos años tendrá? Ni se sabe. Casi un centenar. Sus primeros recuerdos son de cuando le desembarcaron en el puerto de Pernambuco y le llevaron al mercado de esclavos, o sea que posiblemente ni siquiera es americano. El capellán del puerto llevó a cabo su cristianí­sima labor bautizándole como José Inácio. Y fue adquirido por un fazendeiro llamado Andrade, que le llevó a su plantación en el sertí£o.

El sertí£o, el cruel y maligno desierto del nordeste del Brasil, allí­ donde solo hay alimañas y hierbas venenosas, donde hasta la misma tierra indómita hace saber a diario a los hombres que no se doblegará a sus infecundas labranzas, que permanecerá por siempre agraz. Sólo un olivo creció, estéril como la misma tierra, pero monstruoso en tamaño resquebrajando la pared norte de la hacienda de un Andrade cada dí­a más parecido a sus esclavos, no sólo por los vástagos que dejaban sus acometidas a las esclavas, sino por el aspecto descuidado y harrapiento del propio fazendeiro.

Allí­ aprendió Zé Inácio gran parte de sus artes de curandero. Las bastantes como para que el arruinado Andrade se lo llevara consigo cuando se enroló en el ejército del Reino Unido del Brasil, Portugal y el Algarve para conquistar la provincia cisplatina.

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Desdichada empresa fue aquella pues tras el triunfo inicial frente a los desorganizados secesionistas de las Provincias Unidas del Rí­o de la Plata, éstos se revolvieron primero por mar, donde el almirante Guillermo Brown, al frente de su goleta "Veinticinco de mayo" con un sólo cañón en proa, fue capaz de tener en jaque y hacer retroceder a toda la Armada Real Brasileña. En una de esas escaramuzas, cuando el hado de la guerra habí­a ya cambiado, el propio Brown le perdonó la vida al mercenario italiano Giuseppe Garibaldi -que formaba parte de las fuerzas brasileñas-, por su valentí­a.

Privados del mar, todo iban de mal en peor en tierra por el alzamiento de los Treinta y Tres Orientales. Zé Inácio tuvo la suerte de que su amo le prestara para auxiliar al herido Garibaldi. Más tarde sabrí­a que Andrade habrí­a sido dado por muerto en la batalla de Tacuarembó.

Oficialmente sin amo, pero aún esclavo, entró al servicio del militar italiano durante la desastrosa retirada. Cuando llegó, Brasil era un imperio.

Pronto comprendió que Garibaldi era un personaje especial, miembro de los masones y simpatizante del Partido Liberal, participó en la sublevación que llevó a la guerra de los farrapos contra el gobierno imperial de Brasil, dando origen a la República de Rio Grande do Sul que apenas duró dos años.

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No cejó por ello Garibaldi, que atravesó las fronteras para unirse a las fuerzas de los unitarios del partido colorado en su lucha contra los federales del partido blanco en la llamada Guerra Grande. Estaban apoyados por tres imperios, el brasileño, el francés y el británico. Amén de los mercenarios italianos también habí­a españoles. Pese a ello, el caudillo colorado Manuel Oribe, con el sólo apoyo del dictador unitario argentino Juan Manuel de Rosas, fue capaz de mantener la situación en una situación de empate.

Garibaldi se hizo cargo de la armada colorada, pero para su desgracia, enfrente estaba la flota de su viejo enemigo Guillermo Brown. Muchas fueron las batallas y variada la suerte. Como todo en esta guerra absurda e interminable, el enfrentamiento terminó en tablas. Mientras tanto, el italiano se habí­a casado con su gran amor la valerosa Anita Garibaldi, por nombre verdadero Ana Maria de Jesus Ribeiro da Silva.

Precisamente Zé Inácio pudo sentir la nostalgia del héroe por su patria, su hartazgo por una guerra empantanada. Allá le habló el libertador de sus temas de siempre, la república y la abolición de la esclavitud, pero lo hizo en todo momento refiriéndose a Italia. Le comentó cosas sobre la sublevación de 1831 contra los austrí­acos liderada por el patriota Ciro Menotti, en cuyo honor habí­a decidido dar a su hijo -si es que nací­a varón- el nombre de Domenico Menotti Garibaldi.

Dí­as después Garibaldi le presentó al caudillo unitario argentino Juan Galo de Lavalle. Héroe de la independencia del subcontinente, pese a ser descendiente directo de Hernán Cortés, le dijo. Ha luchado en Chile, el Perú y el Ecuador contra los españoles, siguió. Abreviemos la perorata, quiero que pases a su servicio, él como yo repudia la esclavitud... y necesita un curandero.

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Y allá se fue Zé Inácio por devoción hacia Garibaldi, en el ejército del general Lavalle que intentó arrancar el puerto de Buenos Aires de las garras del infame De Rosas. Pero nada era como le habí­an contado. El gran héroe libertador, el General José de San Martí­n, antiguo superior de Lavalle, rehusaba tener tratos con él. Lavalle destacaba por su crueldad y su deseperación, hasta el punto de que las gentes de Buenos Aires, si bien unitarias, le dieron la espalda cuando entró en la ciudad.

Lavalle hizo ejecutar al gobernador Dorrego, ganándose con ello la enemistad eterna del caudillo oriental Oribe y lo que es peor el desprecio de su adorado San Martí­n que al respecto escribió:

"Serí­a un loco si me mezclase con estos calaveras. Entre ellos hay alguno, y Lavalle es uno de ellos, a quien no he fusilado de lástima cuanto estaban a mis órdenes en Chile y en Perú…son muchachos sin juicio, hombres desalmados..."


Deprimido, confuso, desesperanzado, Lavalle emprendió una cabalgata de muerte hacia a ninguna parte. De derrota en derrota por el interior del paí­s rumbo a la cordillera andina, aún le darí­a tiempo a escribir a su esposa:

"Esta carta te va a hacer derramar lágrimas. No he encontrado sino hordas de esclavos, tan envilecidos como cobardes y muy contentos con sus cadenas. Es preciso que sepas que la situación de este ejército es muy crí­tica. En medio de territorios sublevados e indiferentes, sin base, sin punto de apoyo, la moral empieza a resentirse, y es el enemigo que más tengo que combatir. Es preciso que tengas un gran disimulo, principalmente con los franceses, pues todaví­a tengo esperanzas.

Tú no concibes muchas esperanzas porque el hecho es que los triunfos de este ejército no hacen conquistas sino entre la gente que habla: la que no habla y pelea nos es contraria, y nos hostiliza como puede. Este es el secreto origen de tantas y tantas engañosas ilusiones sobre el poder de Rosas, que nadie conoce hoy como yo.
"


Pero no hubo caso, todos sus planes se desvanecieron como aire. Acosado pretendió llegar a Bolivia, pero era el caso que en la columna de Lavalle viajaba una sola mujer, su amante, que además era hija y hermana de dos hombres a los que el propio general habí­a hecho fusilar. Élla fue quien le descerrajó el pecho de un tiro en Jujuy terminando con su vida. Sus menguados fieles encomendaron al negro Zé Inácio descarnar el cadáver del general para preservar su cabeza, su corazón y el esqueleto.

Zé Inácio regresó al Brasil y vivió oculto practicando sus artes hasta que el buen emperador Pedro II abolió la esclavitud. Nunca lo hubiera hecho, fazendeiros y coloneles se sublevaron y lo obligaron a abdicar. Fue entonces cuando el negro Andrade volvió a Uruguay y desde entonces hasta ahora, sólo buscó envejecer en paz.

Hasta ahora, que tiene frente a él a la joven argentina embarazada de su hijo. ¿Durante cuanto tiempo podrá verle crecer?

ENNAS

Todo el poder y la gloria. 1*

Nuestra empresa de grabación contrata gente en dos turnos, si bien se pueden echar horas, e incluso doblar turno, todo ello queda en manos del jefe de tarde, que obviamente reparte el puesto entre su tropa al tiempo que les hace ver lo estupendo que él es por darles más trabajo. Pero todo tiene su contraparte, cuando echas horas en la nómina te suben las retenciones del IRPF hasta el 20% para seguir pagándote alrededor de los mil euros netos (si no haces horas o son muy pocas la retención está en torno al 5%)

Así­mismo, solo se permite coger vacaciones partidas en dos turnos de quince dí­as, las únicas excepciones se hace con el personal sudamericano, al que se permite coger el mes completo por aquello de los viajes al otro continente.

Ambas cosas generan la habitual maledicencia entre empleadas. Las del turno de mañana se quejan de que vengan las del turno de tarde a echar horas. ¿Quieren hacer horas éllas? La verdad es que no, que muchas de éllas escogen ese turno para poder estar con sus peques cuando salgan del cole, pero la cosa es protestar. Como también se refunfuña por las "privilegiadas" sudacas que tienen un mes segido de vacaciones en vez de dos semanas.

Aquí­ empieza nuestra historia, Silvana lo tení­a todo para ser colocada en el grupo de las privilegiadas. Argentina, trabajadora del turno de tarde que doblaba turno por las mañanas, la salvaba de cara a las demás ser una chica sociable y desenvuelta; de cara a las demás, excepto como es obvio, a las amargadas de siempre que nada les viene bien.

Y justamente fue el asunto de las retenciones en la nómina lo que desencadenó esta historia que ahora leéis. Silvana opinaba que puesto que a élla lo que le interesaba era acumular dinero para volverse a Argentina, qué necesidad tení­a de cotizar tanto si no pensaba jubilarse en España; de modo que fue a negociar el tema con la jefa de Recursos Humanos, que se limitó poner excusas y darle largas. Aprovechando que estaba en la zona noble, vió que se hallaba el director y propietario de la empresa en su despacho y allí­ se coló a exponerle sus cuitas.

El jefe la atendió con afable educación, según contaba élla misma orgullosa de su gestión, e incluso le pidió amablemente que llamara a la jefa de recursos humanos y al superior de Silvana, el jefe del turno de tarde. Algo menos amable debió de mostrarse el gran jefe con los dos cargos intermedios, porque salieron pálidos de la reunión, esto lo se yo que estaba allí­ y oí­ al jefe de tarde susurrar a la de recursos humanos: "Lo que pasa es que esta tí­a es una lista. Pero tranquila, que a ésta la pongo yo en su sitio. A partir de ahora, no le paso ni una." Era marzo del 2005.

En los siguientes dí­as, Silvana empezó por perder el nombre y pasar a ser "tú" en el mejor de los casos, a espaldas suyas el jefe se referí­a a élla como "la gallega" o "la primita" delante de los demás empleados. Junto a los otros jefes de sala comentaba el bajo rendimiento que daba por sus excesivos fallos producidos por las muchas horas de dejarse las pestañas frente a la pantalla del ordenador y los dedos en los teclados. Cuando llegaba a solicitar una nueva remesa de trabajo, el jefe con expresión de hastí­o cojí­a el fajo de documentos y literalmente se lo tiraba sobre la mesa. Ante cualquier duda que élla tuviera, empezaba por no responderla y si insistí­a, le pedí­a que le repitiera la pregunta porque no la habí­a entendido, finalmente y a la tercera le respondí­a con un "tú sabrás" que al parecer valí­a para todo, pero que en puridad lo único que conseguí­a era poner a Silvana de los nervios.

Al cabo de un mes, los demás jefes de sala se habí­an unido a la cacerí­a. Contabilizaban cada uno de sus errores, o cronometraban -es un decir- el tiempo que se pasaba fumando, a una de las jefas llegué a oí­rle decir "luego se mete en el lavabo y se pasa ahí­ media hora llorando". Era la comidilla del puesto de mando al punto que el encargado general, harto de la cantinela, le dijo al jefe de tarde que si no le gustaba su trabajo que no la llamase para hacer horas y asunto resuelto.

Esto motivo un cambio en el jefe de tarde. Evidentemente se dió cuenta de que tiraba piedras contra su porpio tejado, el privilegio de decidir quién viene a echar horas y quién no. Así­ que de mayo de 2005 en adelante, iba soltando a quién quisiera escucharle una frasecita envenenada que llegó a hacerse célebre: "lo que pasa es que soy un buenazo y esta tí­a se ha aprovechado de mí­".

Por increí­ble que parezca, este soniquete fue entendido de la peor manera posible. Increí­ble porque Silvana estaba en la oficina de ocho de la mañana a diez de la noche, su vida se reducí­a a ir desde su casa en Villaverde al trabajo en Arganzuela y del trabajo a casa. Pero la gente entendió (o quiso entender) por la bragueta y dió por supuesto que Silvana era la querida del jefe del turno de tarde, casado, dos hijas pequeñas.

No ayudaba desde luego, que el jefe cada vez que se juntaba con los pocos empleados de la oficina fuera ponderando las bonitas piernas y mejor culo de "la gallega" y haciéndonos saber que "a la primita le gustan mucho los hombres". Delante de las empleadas, las hací­a notar cada vez que Silvana se paraba a hablar con alguno de los chicos. En una ocasión en que una empleada trajo a su recién nacido -costumbre esta que tienen en mi empresa las jóvenes mamás, de pasarse por la oficina durante la baja por maternidad a presentarnos a sus peques- el jefe de tarde viendo a Silvana entre el corrillo de chicas arremolinadas entorno al bebé la soltó un "ten cuidado con lo que haces, no vayas a volverte a Argentina con uno de éstos."

Era julio del 2005 y aquella fué la única vez que protesté. Y tampoco fue mucho. "ya vale ¿no?" dije a la sonrisa perdonavidas del jefe. Ya vale ¿no?, seguro que fue así­ como Leónidas paró a los persas en las Termópilas. O como Alejandro Magno se adentró en Asia, con un ya vale ¿no?.


1* Continuará...


Valentina Tereshkova, Europa. 2*

Dey miraba con curiosidad desconfiada las bandejas de comida liofilizada, finalmente se decidió por una que parecí­a una caja de bombones abierta, con pequeños compartimentos en los que habí­a cubos de distintos colores. Comida japonesa. Gyoza, 4 nori maki, 8 sushi (4 niguiri y 4 maki) Ebi tempura y Moriawase de shusimi variado. Para beber cogió un envase congelado de te verde. Se fue a la cola formada frente a los aparatos hidratador y descongelador, introdujo la tarjeta de pago y se fue con su comida a la mesa donde ya le esperaba su ayudante Roswitha Stenmark.

Stenmark ya era ayudante de la anterior jefa de logí­stica portuaria, Arundhati Kallanagowdar, destituida a raiz de la Crisis de la Tribecca Williams. Dey debí­a su ascenso a un descubrimiento casi casual que llevó a cabo con la ayuda de su amante Anh Thanh, procedente de Marte y por lo tanto versada en la más larga guerra en que jamás se hubiera visto envuelta la Humanidad.

Así­ que hasta cierto punto podí­a decirse que Dey habí­a pasado por encima de Stenmark en el escalafón por una cuestión de suerte. Sus relaciones eran cordiales y fructí­feras, pero Dey sentí­a la necesidad de reforzar esa cooperación y entendimiento con su segunda, no fuera Roswitha a jugársela como todas opinaban que la controladora de seguridad Bohórquez -élla misma- se la habí­a jugado a Kallanagowdar cuando una nave procedente de Júpiter I infectada con algas criptófitas marcianas fue puesta en cuarentena por cuenta y riesgo de Dey sin avisar a su superiora.

Pero Dey habí­a obrado bien, pese a las crí­ticas por saltarse la cadena de transmisión. Conocí­a por Ahn Thanh como las primeras mundociudades marcianas trataron de terraformizar el Valle Marineris con lí­quenes y cianobacterias que de consuno con el albelo marciano deberí­an empezar a fijar la radiación solar sobre la superficie de Marte y permitir la condesación de vapor de agua. Se conocí­a de antiguo la existencia de nanobios y bacterias anaeróbicas y extremófilas en el planeta rojo, surpervivientes de cuando Marte poseí­a un océano boreal tan extenso como la sudamérica terrestre. Lo que no se sospechaba era que el albelo del Valle Marineris era, en realidad, esporas de algas unicelulares, que al recuperar el contacto con el agua, atacaron virulentamente no sólo a los microorganismos terrestres, sino que llegaron a introducirse en los circuitos de refrigeración de las mundociudades marcianas obligando a las humanas a abandonarlas.

Llegó un punto en que sólo las cúpulas construidas sobre los cráteres apagados de los dos grandes colosos de la zona volcánica de Tharsis -Alba Patera y Monte Olympus- pudieron sobrevivir a la Gran Plaga Ficótica. Desde entonces, las humanas se habí­a expandido por los casquetes polares marcianos, pero Valle Marineris -que ocupa prácticamente todo el ecuador del planeta- seguí­a desarrolando vida por su cuenta refractario a la presencia humana. Los intentos de recuperar mundociudades en la zona se saldaban con fracasos frente a la resistencia y diversidad de las algas unicelulares marcianas, aparentemente inmunes a todo organismo vivo, natural o genéticamente alterado, o a todo componente quí­mico usado por las humanas para combatirlas.

Y así­ llevaban siglos, porque con organismos unicelulares es imposible llegar a pactos, treguas, armisticios o acuerdos. La zona más apta para la vida en Marte, que de hecho contaba ya con rí­os propios, no estaba en manos humanas... hasta ahora. Por que lo que Dey habí­a descubierto el la Crisis de la Tribecca Williams -una nave carguero que llevaba el nombre de la presidenta estadounidense que reconquistó su paí­s de la invasión china en el siglo II de la Era espacial- al intentar aislar a las algas marcianas en un contenedor de hielo recién extraí­do de Europa, era que los microorganismos europeos presentes en el hielo habí­an atacado a las algas marcianas, destruyéndose mutuamente en el proceso, al menos esa impresión daba.

La rápida y sorprendente solución de la crisis le habí­a valido el ascenso a Deyanira Bohórquez, pero también su exposición ante las grandes corporaciones. Se habí­a convenido en recoger otro cargamento de algas marcianas y transportarles a Europa para probar la eficiencia de los microorganismos europeos; de funcionar, la Valentina Tereshkova exportarí­a no solo agua congelada, sino también el nuevo arma definitiva para terminar de una vez por todas con la larguí­sima Guerra Ficótica en Marte.


2* Continuará...


ENNAS

Todo el poder y la gloria. 2*

No se puede decir que el jefe de turno hiciera nada particularmente grave. No la insultaba ni la agredí­a. Solo insinuaba cosas a espaldas de élla, la poní­a motes o la ignoraba cuando Silvana le hablaba. Nada especialmente llamativo, salvo que te fijaras en que lo hací­a de contí­nuo.

A medida que llegó el otoño supongo que la situación nos afectó a todos en mayor o menor medida. Las que únicamente eran compañeras de trabajo creí­an lo que decí­a el jefe, cuando el rí­o suena, ya se sabe. Qué fácil es ponerse de parte del que manda. Y qué difí­cil preguntar a tu compañera, por si te estás metiendo donde no te llaman, o por si élla no se ha enterado o en habiéndose dado cuenta prefiere no tocar el tema. En fin, los cobardes tenemos mil excusas.

Más raro fué que sus amigas y amigos dieran pábulo a la maledicencia y barruntaran que algo podrí­a haber. "También tú, cómo eres". Eso fue lo que dejó más tocada a Silvana. No pareció darse cuenta de dónde procedí­a el mal rollito. O mejor dicho, algo supo pero creyó que con hablar se arreglarí­an las cosas. Pilló en un aparte al jefe de personal y le dijo "oxe, a ver que vas diciendo, que la gente se crée que me acuesto contigo". Ignoro si él respondió. Pero hablar en este caso, no sirvió de mucho. La situación continuó.

Porque Silvana, como es obvio, era a estas alturas la más afectada. De ser la tí­pica chica a la que le encanta hablar de si misma y sólo está esperando a que le preguntes, pasó a ser suspicaz y desconfiada. Cada vez qué le hací­as una pregunta, se tensaba, poní­a una mirada asesina y te espetaba de malas maneras o bien un "¿qué querés decir?", o bien un "¿por qué preguntás éso?" Y como es normal, con esas formas, tuvo encontronazos con otras trabajadoras.

Y bueno, los pocos hombres de la oficina, que usamos de tontear, gastar bromitas y ser superamables con nuestras compañeritas, pasamos a mostrarnos lacónicos e indiferentes cada vez que Silvana intentaba hablar con nosotros. Y si élla no daba el primer paso, la ignorábamos como  fuera invisible o bien la rehuhí­amos como si tuviera alguna enfermedad contagiosa. Y qué decir cuando, a la vista de todas y a voz en grito, nos burlábamos de élla para hacer reir a las demás chicas. "Eh, uruguaya". Risas.

Qué valientes somos los tí­os para cebarnos con quién ha caí­do en desgracia. No los tenemos tan bien puestos cuando hay que plantar cara a un superior, ahí­ nos quedamos con un hilillo de voz y nos arrugamos.

Yo me convertí­ en su paño de lágrimas. Más que nada porque intuyó que soy de los que no suelta prenda. Así­ que conmigo tras su habitual tono seco y cortante cuando la empezabas a hablar se relajaba y procedí­a a contarme todas sus penas. Sabí­a que no las utilizarí­a para hacer burla de élla a sus espaldas como si hicieron incluso sus mejores amigas -y eso era lo que más le dolí­a, más incluso que la constancia de que el jefe iba a machacarla-.

Pero fue justa, siempre procuró reconciliarse con sus amigas y siempre supo incluso a dí­a de hoy de que su ya ex-jefe es un cabrón. Bien está que tengas claro quién es tu enemigo aunque te lleves mal con todos.

El mismo sentido de la omertá por el que no hablaba mal de Silvana a sus espaldas, me llevaba a ocultarle todo lo que hasta acá habéis leido. Le ofrecí­ palabras de consuelo y poco más. Nada hice por aliviarla salvo escucharla. Ni me encaré con el jefe al que sabí­a responsable, ni conversé con los compañeros para explicarles la situación.

Me equivoqué, no afronté el problema, supuse o más bien preferí­ suponer que las cosas se arreglarí­an por si mismas.

Nada se arregló.

2* Continuará.

Merry England. 1*

Zacharias Conrad von Uffenbach, hombre adinerado y desocupado y por ende viajero inquieto, llegosé a Londres en la segunda década del Siglo de las Luces, con el ánimo de recabar para su voluminosa biblioteca los más novedosos libros de la erudición en las islas. Pero también, hombre de mundo, para pulsar las cuerdas necesarias para captar en su alma el espí­ritu de la inquieta nación británica.

Siendo así­ que conoció a James Figg, conocido promotor de "prizefights", peleas y subsiguientes apuestas que si bien se consideran antecesoras del actual boxeo, distaban mucho de estar tan reglamentadas. Grande fue el interés del gentilhombre de Francfort del Main por esta brutal actividad, mayor si cabe cuando supo, al principio con el lógico espanto que cabe esperar de una persona educada, pero después también con una intriga nada inocente y casi dirí­amos que secreta lascivia, que en dichos combates también participaban mujeres.

Contábale Mr. Figg que él no reclutaba gente, le bastaba con pasearse por los barrios bajos y aprovechando pendencias ya existentes entre la gente humilde, convencer a dos individuos para que aceptaran pelearse a cambio de una participación en las apuestas. Tan desdichada era la condición de la servidumbre inglesa, que a veces ese magro porcentaje de los beneficios, les suponí­a una auténtica fortuna. Que se gastaban en fí­sicos, porque solí­an terminar horriblemente desfigurados.

Solicitó Herr Uffenbach, poder asistir a uno de esos espectáculos. Y cómo no, precisamente tengo preparado un evento entre dos mozos de cuerda del puerto, uno de éllos irlandés, dijo Mr. Figg con gesto cómplice. Al ver la cara interrogativa del alemán, Mr. Figg le aclaró que no habí­a peleas más polulares que las que involucraban a un inglés contra un irlandés. Que esa rivalidad calentaba a la  audiencia. Aún dubitativo, Her Uffenbach hizó una discreta confidencia acerca del tipo de combate que querí­a presenciar, lo que hizo sonreí­r no precisamente para sus adentros al inglés. Y no se preocupe, precisamente esta noche iba a concertar uno, y no hemos de tomar un carruaje, pues vamos a los bajos fondos, allá he de provocarlo y por éllo ha de contemplarse in situ.

Ninguno de éstos incovenientes, pareció molestar al alemán, máxime cuando supo que fácilemente podí­an ir andando desde el coqueto palacete en el West End donde residí­a hasta el justamente malfamado y cercano barrio de Saint Gilles. Mientras hací­an camino seguidos por tres fornidos bigardos, peligrosa jaurí­a que no obstante mostraban con los dos caballeros una docilidad y una mansedumbre propia de perros bien entrenados, el promotor le contó la historia de Mary Patricia, una robusta mujer de seis pies de estatura que se ganaba la vida vendiendo la clandestina y mortal bebida holandesa que era, bien lo decí­an los puritanos, el único alimento de las clases bajas: Lady Ginebra. Le explicó que era madre de seis arrapiezos asilvestrados y malvestidos, si bien sorprendentemente todos parecí­an hijos del mismo padre, más sorprendente aún, dicho padre era el esposo de Mary Patricia, Wilbur Blacksmith, un porteador de mercado que se sacaba un sobresueldo como prizefighter. Justamente el no haberse recuperado de su último combate y la acuciante necesidad de dinero de la humilde familia, habí­an llevado al matrimonio Blacksmith a solicitar la ayuda de Mr. Figg. No era ajena la mujer a este tipo de luchas, tení­a varias en su haber y el ladino entreperneur la convenció para fuera por los locales de despacho de bebidas, amén de para hacer entrega del prohibido licor, para provocar pendencia con alguna prostituta, las mujeres que más fácilmente aceptaban intervenir en una prizefight.

Pero la fama de Mary Patricia o bien su imponente presencia, su frí­os ojos azules enmarcadas por una cabellera negra como el carbón y unos pómulos marcados, su boca permanentemente cerrada con las mandí­bulas apretadas (rictus que poní­a porque la avergonzaba que la gente supiera que estaba medio desdentada), hací­an que muchas de las increpadas huyeran atemorizadas.

Pero es posible que la situación cambie una de estas noches, informaba con pí­cara mirada Mr. Figg a su acompañante, puede que esta, quién sabe. Hay una linda joven que se desempeña en los muelles, puede Vd. imaginar en qué; se llama Molly no-sé-qué, pero todos la llaman "Bonita", es una palabra española o italiana, un nom-de-guerre que le colocaron los marineros agradecidos por sus servicios. Son muchas las mujerzuelas que están hartas de las insolencias de nuestra Mary Patricia, pero por lo que me ha contado Wilbur, sólo está ramera no se ha cohibido ante élla y se ha atrevido a plantarle cara. Al parecer también es bastante alta y ya le digo que las chicas del gremio la azuzan pues temen que nuestra campeona les siga espantando la clientela.

Hoy podemos ver un hermoso espectáculo, concluyó jovial Mr. Figg, captando el azoramiento de su interlocutor.

1* Continuará.

ENNAS

Las sombras del héroe del pueblo.

http://www.youtube.com/watch?v=UqTXXOqIPts

Treinta y tres años ha que en la localidad de Ensenada vino al mundo Adrián Quinteros.

Adriancito, de joven, desarrolló intensa pasión por el equipo de fútbol de su pueblo, el Defensores de Cambaceres, equipo chico, club modesto de las divisiones inferiores de la Argentina. Con el tiempo su afición creció y se hizo un seguidor de rompe y rasga, de esos que intercambian trozos de graderí­a con la afición rival en cruentas pedreas, o se dedica a jugar al juego de la bandera, consistente en quitarle los trapos a los seguidores del otro equipo y procurar que no te quiten los tuyos. Todas esas actividades recreativas de dí­a de partido que hacen de los argentinos dignos herederos del Imperio Romano, cuyas trifulcas en los alrededores de coliseos y anfiteatros aún hoy ponen los pelos como escarpias.

Si bien los sinsustancia de guardia le tildan de barrabrava, forzoso es precisar que Adrián no era un patotero cualquiera, era el lí­der de la barra de Defensores de Cambaceres, una de las más activas y malfamadas de toda la Argentina y eso, queridos lectores, es mucho decir, habida cuenta la modestia del equipo y la brutalidad innerente a estás agrupaciones, que se dedican no solo a propiciar pendencia con aficiones rivales sino también al célebre apriete, palabra con la que designan a las extorsiones a jugadores, técnicos y directivos de su propio club, a costa del cual viven en la mayorí­a de los casos.

Pero llegó un momento en que nuestro homenajeado pensó que ya iba siendo hora de asentar la cabeza. Tal inspiración le advino hace cuatro años, durante el traslado del cadáver del General Juan Domingo Perón a su antigua quinta de recreo y actual mausoleo familiar de San Vicente. Allá en medio del numeroso cortejo que acompaño los restos del admirado prócer, suscitáronse encontronazos entre el sindicato de camioneros dirigido por Hugo Moyano mandamás de la CGT y el sindicato de obreros de la construcción de su acérrimo rival Juan Pablo Medina, para el que nuestro Adrián Quinteros y su barra de Defensores de Cambaceres actuaron de fuerzas de choque auxiliares. Increible pedrea, tremendo quilombo, el inadaptado de siempre abriendo fuego con una pistola, carreras y demás montaron entre camioneros y albañiles a las puertas del recinto al paso del ataud con el occiso Padre de la Patria, mientras que los destacamentos asignados de la federal para cubrir la seguridad del evento se decí­an "Uh, el proletariado en armas. No se rí­an muy fuerte, no sea que la emprendan con nosotros." Un veterano senador de la República, con un discurso tan ajado como él mismo declamaba "acá está el pueblo de Perón, el pueblo, sólo el pueblo" y el pueblo mientras tanto a pedradas.

Lindo, lindí­simo. Y edificante. Si a eso le añades las locas aventuras superdivertidas del cadáver de Evita, que vió más mundo muerta que en vida, se entenderá porque en Argentina hay tantos psicólogos. Falta les hace.

Nuestro Adrianzote decidió abandonar su antigua vida de correrí­as y luchas para apoyar una candidatura a la presidencia del humilde Defensores de Cambaceres a cambio de una vicepresidencia. No es preciso ser muy espabilado para intuir por qué la terna que le incluí­a ganó dichas elecciones. Algo más extraño, pero visto lo visto entendible, fue que el presidente y su vicepresidente primero pidieran la excedencia y dejaran a Adrián Quinteros a los mandos de la nave. Y su gestión en primer año, a fuer de ser sincero, fue ejemplar, en la junta de exposición del balance de cuentas presentaron superávit. Su-per-á-vit, palabro que la mayorí­a de los dirigentes del ruinoso fútbol argentino hubo de ir deprisa y corriendo a buscar en el diccionario para saber qué significa.

Pero -ay- abundosa es la mezquindad y mucha la suspicacia, siendo así­ que la Justicia Federal no creyéndose ni por pienso tales proezas contables empezó una investigación contra el buenazo de Adrián. Y -ayayayayay- halló que el novato dirigente financiaba al club de sus amores vendiendo electrodomésticos a bajo precio, tanto más baratos cuanto que los obtení­a en atracos a mano armada. Fue detenido y acusado de robo agravado por el uso de arma en forma reiterada. Impresionante. Lo nunca visto en muchí­simos años. Un dirigente del fútbol argentino que en vez de robar a su equipo, roba para su club. Dí­gase lo que se diga, un héroe.



Valentina Tereshkova, Europa. 3*

-"Buen partido, Phuong."

La jefa de planificación, sonriose Anh Thanh, siempre tan envarada aunque estemos todas en bolas en las duchas.

-"Señoras"- continuó ésta- "les recuerdo que tras la hora de esparcimiento intelectual hemos sido convocadas por el Consejo Administrador de la Valentina Tereshkova en el restaurante de la cúpula para una cena informal. No fallen. Se tratarán temas de interés."

-"¿El traslado de la ciudad?"- Preguntó ilusionada Anh Thanh.

-"No puedo adelantar nada, pero..." -Una inusual expresión de alegrí­a asomó al rostro de la veterana jefa de planificación- "...creo que sí­. Se han hallado géisers de hielo cálido en la zona de exploración designada y se necesitan perforaciones previas para evaluar la potencial amenaza antes del traslado."

-"¿Vamos hacia la región de Conamara Chaos? ¿Afecta el campo magnético? ¿Tiene que ver con el oxí­geno de la atmosfera?" Las preguntas se agolpaban entre las inquietas tripulantes de V.E.E.

"Señoras, señoras" -imploraba la jefa- "No piensen en ello, relájense, ocupen sus mentes con otras actividades, y lleguen frescas y puntuales al restaurante de la cúpula. Allá recibiremos todas cumplida respuesta."

Va a ser difí­cil, pensó para si la piloto Phuong, pero se dirigió a la biblioteca virtual a continuar su lectura de "Historia antigua de la región terráquea de Indochina". Habí­a solicitado esa actividad por curiosidad, recordando que sus padres le habí­an comentado que su familia procedí­a de ésa zona del planeta origen de la humanidad.

Anh Thanh descendió de su aereodeslizador y penetró en el edificio. Solicitó una hora para una de las cámaras de representación tridimensional. Introdujo su tarjeta de pago. "Saludos, señorita Phuong" -dijo la máquina- "su última lectura fue Historia de Indochina, 1.900 años antes de la Era Espacial. ¿Desea continuar esta lectura? ¿Quiere un resumen de lo leí­do?" "Continuar."

La pantalla se abrió y la voz locutora fue explicando en imágenes la rebelión de las hermanas Tru´ng:

Aproximadamente mil novecientos años antes del lanzamiento del Sputnik, en occidente Roma conquistaba la isla de Britania y era ejecutado el fundador de la desaparecida creencia llamada Cristianismo. Las hermanas Tru´ng Trac y Tru´ng Nhi, hijas de un pequeño dirigente local, acaudillaron una rebelión contra los administradores chinos. La hermana mayor, Tru`ng Trac, ante el asesinato de su marido por las fuerzas de ocupación chinas, se rebeló contra el dignatario imperial y con ayuda de su hermana menor, lo expulsaron de su aldea natal.

No se contentaron con expulsarlos de su aldea y formaron un ejército compuesto exclusivamente por mujeres, derrotarando a los invasores del norte y retomando una a una sesenta y cinco ciudadelas en poder del ejército chino. Tru´ng Trac se hizo proclamar reina del Nam Viet.

El Celeste Imperio no podí­a tolerar tamaña insolencia y preparó un expedición punitiva que superaba en mucho el número y pertrechos del ejército de mujeres de las hermanas Tru´ng. Ambas fuerzas chocaron el la decisiva batalla del Rí­o Day, un afluente del Rí­o Rojo.

Pese a ser conscientes las mujeres desde los primeros compases de la batalla de su más que previsible derrota, siguieron combatiendo sin retroceder hasta ser totalmente aniquiladas, sus dos comandantes Tru´ng Trac y Tru´ng Nhi, ante las últimas supervivientes de la masacre decidieron suicidarse para evitar el deshonor.



3* Continuará.

ENNAS

Todo el poder y la gloria. y 3.

Para noviembre de 2005, Silvana pidió la baja por depresión en la empresa. No llegó a abandonarse del todo, fuera de un primer momento en el que apenas salí­a de la habitación de su piso de alquiler compartido. Yo la llamaba a diario e incluso, cuando podí­a, iba a visitarla. Todo por que no se hundiera. La hablaba de salir -no querí­a-, de hacer deporte -fumadora como es, no se veí­a-, de aunque sólo fuera ponerse a bailar élla sola sin que nadie la viera en la habitación -risas dolidas, pero lo hizo-.

No se si acertadamente nos propusimos buscarla otro trabajo, visto el mal ambiente existente; algo encontramos, tan mal pagado como suelen ser los trabajos de grabadores de datos y encima sin el beneficio de la antigí¼edad en la empresa. Todo por rehuir el conflicto, pienso ahora. ¿Hubiera sido mejor, sino tirar de la manta, llegar a un acuerdo de convivencia en mi empresa? ¿Hubiera sido posible?

Preguntas sin respuesta. Silvana volvió en invierno sólo para pedir la cuenta al cabo de medio año de aislamiento, incomprensiones y más peleas con sus compañeras. Tení­a otro trabajo de machaca, una birria, de hecho se vió obligada a cambiar de piso compartido en alquiler a otro más modesto, casi un piso-patera para inmigrantes.

Concluí­mos en que lo mejor era que regresara a Buenos Aires. No fue alegre, ni fácil, ni dichoso, pero nos llevábamos bien, en medio del sentimiento de derrota. Casi hablaba yo más que élla, cosa sorprendente. La animaba diciendo que la crisis económica en España era inminentenota y que para estar así­, mejor volverse.

En septiembre de 2006nota conseguí­ reservarle pasaje a Buenos Aires con Aerolí­neas Argentinas. Solo ida, 532 â,¬. Una minucia, dirán algunos; más de medio mes de sueldo, un imposible, responderéles yo.

La extraño.

La extraño mucho.


Nota: He alterado las fechas. Lo que cuento sucedió casi dos años después, en 2007.

Merry England. 2*

"La Taberna del Culpable" acogió, no sin asombro, a los dos gentilhombres y a su pequeña cohorte. Ninguno hizo honores a los licores del lugar, contentándose con dejar caer su vista por sobre encima de la patulea que lo poblaba. Ah, dijo Mr. Figg, ahí­ tenéis a Mary Patricia. Véis, Mr. Von Uffenbach, al otro lado de la cristalera, en la calle, a aquella larguirucha de pelo rubio, ojos azules y labios carnosos, preguntó Mr. Figg y sin esperar respuesta añadió, ésa es Bonita; quizá convendrí­a que la invitáramos a una ginebra. ¿No es ilegal? Solo si te descubren. ¿Querrá entrar? Y cómo iba a rechazar esa desgraciada la oportunidad de obtener dinero de unos gentilhombres.

Satisfecho Mr. Figg, llamó al tabernero y pidióle seis pintas. ¿Ale para vos? No, por favor, me agrada la stout. Seis pintas de stout, pues y añadid una frasca de ginebra por cuenta de nuestro invitado para el matrimonio Blacksmith; precisádselo. Al punto envio a un lacayo con una guinea para atraer a nuestra ví­ctima, si por un casual otras perdidas se interpusieran, no dudes en invitarlas también, pues somos varios y no conviene que élla desconfí­e de una encerrona. Disculpe si le hago partí­cipe de los gastos, es dinero bien invertido, créame, si se entabla la reyerta, nuestras ganancias en las apuestas, simplemente como tenientes del monto, pueden llegar a ser del veinte por uno con respecto al gasto que precisemos hacer en bebida para embrutecer a las contendientes.

No se sienta obligado a disculparse, colaboraré gustoso pues ha tenido a bien prepararme este espectáculo; entonces, ¿no hemos de apostar nosotros? Yo desde luego, no lo haré pues seré el fiador de las apuestas; Mr. Blacksmith, que está al tanto, colaborará con nuestros lacayos en ser árbitro. Mas si deséais apostar por vuestra cuenta, cosa que no os recomiendo, no sabrí­a deciros; Mary Patricia, quizá, por ser de mi confianza, pero algunas de mis pesquisiciones me hacen sospechar que Bonita no va a ser una pieza fácil de cobrar, apostar por élla os puede traer jugosas dividendos...

Éntrose el lacayo de vuelta con cuatro mujerzuelas, Bonita entre éllas, Mrs. Blacksmith se tensó, apuró de un trago el vaso e hizo una seña afirmativa a los caballeros. Desplegaron vanamente sus encantos las mujeres de la calle, si exceptuamos la frasca de ginebra que se aprestaron a consumir con alborozo.

En medio del bullicio de "La Taberna del Culpable", un vozarrón femenino empezó a clamar contra la presencia de prostitutas en el establecimiento. Qué vergí¼enza, tronaba Mary Patricia, dónde vamos a llegar. Acalláronse las voces barruntando la tormenta, nada dijeron las aludidas intentando evitar el conflicto en ciernes. Mary Patricia seguí­a despotricando cuan activista del Ejército de Salvación. ¿Consentiréis ésto? preguntó maliciosamente, metido en su papel, Herr Conrad a Bonita viéndola con sus ojos azules fijos en su vaso de ginebra y los labios apretados. Es una indecencia que se tolere la presencia de rameras, continuaba su arenga Mary Patricia. Lo que es una indecencia, chilló con más fuerza otra voz femenina, es que halla aquí­ madres emborrachándose mientras sus hijos se mueren de hambre en casa.

Durante un breve instante, un tiempo precioso, lo más parecido a un silencio espeso cubrió "La Taberna del Culpable", tintineo de vasos, respiraciones agitadas, ahogadas exclamaciones. ¿Qué has dicho, perra?, masculló amenazante Mary Patricia, rompiendo el instante, que no el silencio de los comensales. Que se preocupe de sus hijos, en vez de estar aquí­, borrachuza; respondióle a puro grito Bonita.

2* Continuará.



ENNAS

Los cantares del Prí­ncipe Proscrito. 1*

La editorial Stafeto, de Kaliningrado, está especializada en publicar textos en esperanto. No hay muchos esperantistas por el mundo, apenas el Número de los Justos que serán Salvos, 144.000, así­ que, no es mucha su demanda y por ende siempre trabajan de encargo previo pago. Es por esto que muchos de los libros clásicos de la literatura que publican, lo hacen en modestas cantidades y a pedido del consumidor.

Sin embargo, fue esta humilde editorial la que escogió el catedrático Morton B. Money-Coutts III, para publicar su ya descatalogado libro, en esperanto por descontado, "La kantorj el la Proskrititon Principon", cuya traducción aún siéndome difucultosa en extremo os ofrezco:

0 Prólogo

Hippies, postmodernos y guerreros de las tinieblas.

En 1967 se celebró en la Unión Soviética el Primer Congreso Mundial de Parapsicologí­a. Miles de personas de todo el mundo, en su mayorí­a estadounidenses (yo entre éllos), acudimos a Moscú. Allá presenciamos hechos extraordiarios[...]

Durante dos semanas pudimos ir a todas partes, hablar con quien quisiéramos, las autoridades soviéticas no nos poní­an trabas, ni impedimentos. ¿Qué era ésto? [...] Una gran fiesta[...]

Los convocantes mostraron sus avances en telepatí­a, telekinesia, psicotrónica, bilocación, mesmerismo, chamanismo, espiritismo...  Estábamos maravillados. Volvimos a nuestros paí­ses con una idea fija. ¡Despertad! Era tiempo de abrise a una nueva conciencia cósmica, de abandonar los prejuicios formados por la rí­gida y arcaizante metodologí­a cientí­fica, abramos nuestras mentes a lo esotérico y lo exotérico.

No por casualidad apenas un año después estalló la Revolución de Mayo del 68[...]

Todo fue una farsa.

Los experimentos mostrados por la URSS, simples trucos de prestidigitación. Pero occidente se habí­a tragado el anzuelo hasta las entrañas[...] Tan solo buscaban desestabilizar al capitalismo a través del triunfo de la magia y la supercherí­a[...] Porque esta reacción acientí­fica y antiintelectual obedecí­a a un plan ominoso[...]

Capí­tulo 1

Operación Morgenrí¶te.

El RR Prinzen Vogelfrei es, como su propio acrónimo indica -Reichliche Raumschiff-, el primer naví­o tripulado que la humanidad envió al espacio. Sucedió el primero de mayo de 1941, y fue su primer cosmonauta el piloto de pruebas de la Luftwaffe, capitán Torsten Buchwald[...]

El Prinzen Vogelfrei cumplimentó con éxito sus cometidos. No sólo probó la posibilidad de enviar naves al espacio exterior, el capitán Buchwald aterrizó con fotos de la cara oculta de la Luna ¡cuando según los aparatos de medición no habí­a abandonado el cielo antártico! ¿Cómo era éso posible?[...]

Capí­tulo 1

Fundamentos cientí­ficos del vuelo estelar.

El RR Prinzen Vogelfrei era por así­ decirlo un helicóptero puesto del revés, la cabina arriba y las paletas abajo; pero no tres, cuatro u ocho paletas de propulsión, sino cerca de un centenar, hasta cubrir casi toda la base del vehí­culo[...]

Mediante la rotación se conseguí­a la ionización de las partí­culas gaseosas formando un plasma que alimentaba la propulsión de la nave[...] Era esta hidromagnética una fuente de energí­a potencialmente ilimitada[...]

Pese al éxodo de afamados cientí­ficos, los que permanecieron al servicio del III Reich dedujeron el postulado teórico de que se podí­a superar la velocidad de la luz sin violar la Teorí­a General de la Relatividad. ¡Y lo hicieron sesenta años antes de que lo descubriera la Universidad de Princeton!

Justamente éso fue lo que probó el capitán Torsten Buchwald al volver con fotos de la cara oculta de nuesto satélite. Por asombroso que nos pueda parecer, el Prinzen Vogelfrei voló desde la ionosfera hasta la Luna y regresó ¡antes! de que los radioscopios tuvieran constacia de su no-presencia sobre el cielo antártico[...]

1* Continuará.

Para saber más:

http://www.atp.com.ar/post/Info/173154/La_guerra_secreta_de_los_magufos.html
http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:gRmWzLo33ewJ:www.iaea.org/Publications/Magazines/Bulletin/Bull096/Spanish/09601102227_es.pdf+hidromagnetica&cd=6&hl=es&ct=clnk&gl=es
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/EINSTEIN/_ALBERT/rayo/supera/310/veces/velocidad/luz/experimento/EE/UU/elpepisoc/20000720elpepisoc_16/Tes
http://www.malaciencia.info/2005/09/superar-la-velocidad-de-la-luz.html




Merry England 3*






Yo, Zacharias Conrad von Uffenbach, fui en Londres testigo de una brutal reyerta acaecida a las puertas de una expendidurí­a de licores llamada "La Taberna del Culpable", sita en el barrio de Saint-Gilles.

Quiera el lector avisado disculpar las atrocidades que presencié y sepa que tan solo el afán de dar testimonio ví­vido de lo acaecido me mueve a escribir tan escabroso relato; cosa que anticipo para poner sobre guardia a las almas sensibles.

Aconteció que dos mujeronas enardecidas por el alcohol de la ginebra, que pese a las prohibiciones los británicos consumen en grados inauditos, entablaron pendencia por unos dichos entre éllas. Aunque en primera instacia pudo parecer que los parroquianos intentaban sofocar la disputa, la últimisima y verdadera intención de los presentes era conducirlas a salir a la calle a dirimir sus diferencias fí­sicamente.

Lejos de apaciguar el odio manifiesto que las litigantes se profesaban, los hombres presentes exacerbaron sus ánimos proponiéndoles no ya unas reglas de combate sino incluso una golosa retribución en metálico de cinco guineas para la ganadora, insólita cantidad de dinero para estas féminas de baja condición. Fue así­ que encorajinadas por su enfrentamiento, motivadas por el dinero, encendidas por las sendas botellas de gin que los parroquianos pusieron a su disposición; dejaron de lado toda vergí¼enza y decoro y salieron a Drury Lane, para solventar su pendencia bajo el encapotado cielo de una desapacible noche otoñal.

Por recomendacion de los varones, ambas mujeres se desvistieron hasta la cintura, so capa de evitar que las posibles heridas que se inflingieran se les infestaran con jirones de sus ropajes. Era un espectáculo tan sórdido como chabacano contemplar las miradas lascivas y los comentarios rijosos de los presentes ante la vista de los atributos de femeinidad de las combatientes. Éstas, por su parte, lejos de sentir el natural pudor que la desnudez pública provoca en toda mujer, completamente enrojecidas, tanto por la ira como por el alcohol, sólo parecí­an tener ojos la una para con la otra sin preocuparse de los circunstantes.

Su baja extracción las llevaba a vituperarse, cosa que excitaba el ánimo de la muchedumbre reunida en su rededor. Sumándose al empeño de los bigardos en abrir un cí­rculo para el combate, la prostituta rubia increpó a su rival -"Abran paso, si, abran paso; para que esta cerda irlandesa pueda ir arrastrándose desangrada hasta su pocilga". "Ahorra aliento," -respondiole con proterva sonrisa su morena antagonista- "lo vas a necesitar para escupir tus dientes".

Aturdidas, sofocadas, con sus desnudos y pesados pechos bamboleantes agitándose con dificultad, pluga al Altí­simo saber como se enteraron de las instrucciones de la lucha. Ambas debí­an portar media corona en su puño derecho y la primera que perdiera la moneda serí­a la perdedora.

Un último instante de raciocinio pareció recorrer sus embotadas inteligencias, cuando con las normas establecidas y los árbitros dispuestos, las apuestas realizadas y los espectadores -como es propio de su condición y la propia palabra indica- espectantes, ambas mujeres parecieron tomar conciencia de su rí­dicula posición y se limitaron a medirse en la distancia sin entablar combate.

Miedo, sensatez. Quién sabe. Más la chusma no estaba dispuesta a privarse de un espectáculo aún mayor del ya ofrecido. "¿Habéis salido a bailar o a pegaros?"- Les increparon. La suerte de ambas desdichadas estaba echada. El enojo mutuo que se habí­an manifestado, la embriaguez, la humillación de su semidesnudez, y los maliciosos gritos de aliento, borraron cualquier minúsculo resto cordura que pudieran tener para parlamentar una salida honrosa y las llevaron a enzarzarse en la brutal lucha que describo a continuación.


3* Continuará.