Hilo sobre multikulturalismo

Iniciado por Dionisio Aerofagita, Octubre 13, 2006, 02:50:35 PM

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Ií´ Merí¢

Las parcelas no son sí­mbolo de la postmodernidad; son las trincheras, primero simbólicas, sustentadas en creencias que por su reiteración útil se transforman en juicios de valor porque sirven para defender no la identidad, porque esta cambia de significado, sino para defenderse de grupos sociales más fuertes; tampoco son postmodernas, sino tan viejas como el feudalismo. Así­ perdió Roma su imperio. Estoy de acuerdo con que la cultura es un fenómeno humano, pero tiene distintas caracterí­sticas de acuerdo con las relaciones sociales de producción en determinado momento histórico. El cambio de actitud hacia la aceptación de grupos "minoritarios" o de emigrantes es individual, pero debe de estar reforzada por una legislación consistente e incluyente, donde se ofrezca las mismas oportunidades y que genere, precisamente, el cambio de actitud social. Por otra parte, no se deben desestimar los choques culturales originados por la explotación, ya que éstos generan entre los explotados la llamada "cultura de la resistencia", en el caso particular de los indí­genas mesoamericanos y en la secuela que esto originó en los mestizos ha influido de manera contundente en el desarrollo de sus procesos históricos, económicos y sociales; asimismo, en contraparte lo que este choque provocó en los explotadores en el mismo caso, ocasionó y lo sigue haciendo una profunda discriminación y la creación, ahora sí­, de mitos siempre peyorativos y el disimulo de la responsabilidad, lo cual también ha influí­do en los mismos procesos y en la perpetuidad del poder por parte de los llamados "criollos" (primero fueron llamados así­ los hijos de padres españoles; los mestizos son los hijos de español e indí­gena; actualmente ya son los descendientes de aquellos criollos, pero siguen actuando de la misma forma) Nada hay nuevo bajo el sol.

Ictí­neo

Cita de: Caverní­cola en Enero 07, 2007, 05:26:07 PM
Cita de: Ictí­neo en Enero 07, 2007, 02:34:27 PM
Yo que he vagado durante meses entre abertzales y entre rusos (en épocas distintas, ejem), que nopodí­an evitar bañarse con la opinión e influencia de otros seres culturales -básicamente griego-judaicos- puedo decir:

Existe una cosmovisión rusa y una cosmovisión boinoetarra. Y son la polla.
Lo siento por Caver, pero las parcelas existen -en el sentido simbólico de Dionisio- y él no debí­a dejarse bañar por el posmodernimo de negarlas.

La propia existencia de parcelas es la esencia de la postmodernidad: Los puntos de vista relativos. Para mí­, como girondino, sólo hay una cultura: la humana.

"Ser girondino" es adjudicarse una parcela. Eso sí­, muy poco posmoderna.

Por lo demás y como estalinista proclamo que no hay ni una sola cultura digna de apasionarse, solo la civilización lo es (y el capital no es civilizado).

Dionisio Aerofagita

Cita de: Caverní­cola en Enero 07, 2007, 05:26:07 PM
La propia existencia de parcelas es la esencia de la postmodernidad: Los puntos de vista relativos. Para mí­, como girondino, sólo hay una cultura: la humana.

Las "parcelas" existen, en primer lugar como representaciones culturales, realidades intersubjetivas, como tantas otras cosas; son creaciones sociales, pero no por ello menos efectivas, pueden desplegar fuertes efectos y creo que esto es lo que remarcaba Ictí­neo del sentido simbólico. Por ejemplo, si en Sudáfrica hacemos unas parcelas que implican distintos derechos pra los blancos, negros y de color, pues las parcelas despliegan significados sociales importantes y afectan claramente a la vida de las personas "existen" como representaciones culturales. Eso no implica que sean consistentes y precisas: por eso definí­an a un blanco como aquella que persona que es obviamente blanca en apariencia y no es generalmente aceptada como una persona de color o bien es generalmente aceptada como blanca y no es obviamente en apariencia no blanca.

En segundo lugar las parcelas son "estereotipos", es decir, generalizaciones que sirven para percibir una realidad compleja. En este sentido, no son la realidad, sino formas de descripción de la realidad. Estas categorí­as pueden ser más o menos precisas, pueden ser cientí­ficas (por ejemplo antropológicas) o categorí­as folk como las clasificaciones raciales, culturales o religiosas que aplicamos en la vida cotidiana, pero nunca son exactas; pueden utilizarse bien como herramientas o pueden utilizarse mal esencializándolas. Como he "esputado" "bastantemente" en el hilo mi opinión al respecto de los problemas del esencialismo cultural (xenófobo o relativista) y de las formas de imprecisión de las categorí­as culturales, callo entonces, remiténdome a máspatrás. Y también evito volver a hablar de la civilización, a la que también he dedicado largos esputos en este hilo.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Dionisio Aerofagita

Vuelvo a escribir sobre "multikulturalismo":
http://tiempos-interesantes.blogspot.com/2008/05/la-identidad-una-verdad-medias-iii.html

Alguna otra vez he dicho por aquí­ que me considero heredero del "multiculturalismo", pero sólo "a beneficio de inventario", esto es, acojo gustoso sus regalos pero no respondo por deudas que no son mí­as. Este "multiculturalismo" ha producido dos logros muy importantes: la asunción del hecho de la diversidad cultural y el respeto a los diferentes; sin embargo, si nos despistamos, también podemos arrastrar con él dos importantes lastres: el esencialismo cultural y un falso relativismo ético. Lo que yo entiendo como "multiculturalismo" es, a grandes rasgos, un proceso de exaltación de la diferencia atribuida a categorí­as grupales relativamente imaginarias, que no sólo afecta a los grupos migrantes, sino también a otras minorí­as subordinadas, e incluso a las mayorí­as, a los propios Estados-nación, a las autonomí­as "históricas" y regiones, etc.

Aparentemente, el "multiculturalismo" es una recuperación del pasado, de lo tradicional, del comunitarismo, de ideales premodernos, o bien una nueva visión "postmoderna" más allá de la modernidad, pero todo esto, una vez más, es una visión algo distorsionada de la realidad. Al igual que el "asimilacionismo", el "multiculturalismo" es un fenómeno netamente moderno, aunque también trabaje sobre materiales del pasado. Eso no sólo es así­ porque normalmente se parte de un grado de relativismo que prácticamente sólo puede desarrollarse en el mundo moderno, sino también porque, en su mayor parte, los propios grupos aparentemente "tradicionales" a los que se remite son en gran parte producto de la modernidad o reciclaje moderno de fragmentos de identidades arcaicas. Ya señalamos en la entrada anterior que gran parte de las "tribus" o "Estados primitivos" que encontraron los antropólogos habí­an evolucionado en interacción con Europa, que, posteriormente, el modo de producción capitalista ha reproducido un gran número de segmentaciones étnicas en función de la división del trabajo y que las propias estrategias personales y grupales de adaptación a los procesos migratorios han producido y reproducido todas estas identificaciones; al mismo tiempo, los medios de comunicación de masas y otros fenómenos estructurales están posibilitando e incentivando la generación de identidades globales transnacionales: por ejemplo, tengo la sospecha de que, por diversas razones, se está generando una cierta "identidad islámica" que anteriormente era mucho más tenue (por más que existiera previamente la noción teológica de umma).

Desde el punto de vista de la identidad, el "multiculturalismo" puede caer también en las tres ilusiones que la configuran: la del yo-aislado, la del yo-ahistórico y la del yo-etiquetado, aunque el peso recaiga sobre este último. Hay que reconocer que parece un poco forzado que se plantee la ilusión del yo-aislado en esta aparente respuesta frente al individualismo moderno; sucede, a mi juicio, que esta ilusión en este caso está muy en el fondo y frecuentemente no se hace explí­cita, dado su carácter claramente contradictorio (pero es que la construcción de nuestra identidad está sometida a contradicciones, como hemos visto); sin embargo, es muy importante tener esta ilusión en cuenta para enterarnos de lo que pasa. El "multiculturalismo" y el "totalitarismo" son ideologí­as totalmente opuestas en cuanto a los contenidos; pero, desde un punto de vista formal tienen una cosa en común: ambas son reacciones frente al individualismo moderno que, aún así­, operan con los patrones del pensamiento moderno, que divide la realidad en categorí­as muy marcadas, de fronteras rí­gidas y espesas (seguimos aquí­ el trabajo de Louis Dumont). El punto de partida es el individuo fragmentado, disociado de la realidad, alienado de los demás y de la naturaleza, que a la hora de buscar conexiones con el mundo bucea en las supuestas profundidades de su "identidad verdadera"; la realidad "externa" se convierte entonces en una proyección del yo-aislado y de su rí­gido sistema de categorí­as cognitivas.

Tal vez esto no suene tan extraño si intentamos concretar un poco más. En el individualista mundo moderno estamos obsesionados por la "identidad social", cuestión que no era tan recurrente para nuestros antepasados. Nos imaginamos al sujeto "descubriendo" su "verdadera identidad" en lo más profundo de su "alma" ("musulmán", "homosexual", "mujer", "afroamericano", "de izquierdas", "vasco"...) , identidad que quizás hasta entonces habí­a estado casi "dormida"; después el sujeto pasarí­a por un proceso de "conversión", en el que se esforzarí­a por emular esa imagen "verdadera" de sí­ mismo. Si esto es así­, cada incumplimiento, cada desviación del modelo, se percibirá como una "traición" a uno mismo y al "grupo" (imagen idealizada que opera como una proyección de la etiqueta que de nosotros mismos habí­amos sacado). Está muy bien que nos preguntemos quiénes somos; pero tenemos que tener cuidado de creernos a pies juntillas y de manera radical la respuesta que nos demos, pues, de lo contrario, podemos encontrarnos, una vez más, viviendo las vidas de otros, es decir, alienados

En gran medida, y a pesar del aroma determinista que destilan las representaciones sobre la "identidad verdadera", todo este proceso de identificación con un grupo imaginario se concibe como un acto cuasi-arbitrario de voluntad individual y "libre". Claro está, nadie se levanta un dí­a por la mañana y a la hora del desayuno decide de golpe y porrazo con arreglo a un proceso consciente y racional su adscripción religiosa o filosófica, su ideologí­a, su género, su nación, su clase social o su orientación sexual. A lo mejor la libertad no es tanto la indeterminación del como sino simplemente que nos dejen ser quienes somos. Y lo que somos es producto de nuestra historia, de todo lo que nos ha ido pasando, lo que por supuesto, también comprende -pero no sólo- nuestras decisiones conscientes. Esto nos lleva a la segunda ilusión, la del yo-ahistórico; esa especie de "alma imaginaria" de "identidad verdadera" se percibe a veces como una especie de espí­ritu intemporal y eterno, alejado del devenir de los tiempos. Es entonces cuando nuestra identidad imaginaria choca con nosotros mismos y con el resto de la realidad, al oponerse a la complejidad que somos y a nuestra situación y posición social real. Así­ es como se reconstruyen, por ejemplo, identidades nacionales que no tienen nada que ver con la vida real en el entorno geográfico o histórico recreado, o identidades religiosas "fundamentalistas" alejadas de la existencia real y sobre las que se proyectan las contradicciones personales y sociales como en un capitel plagado de demonios. Personalmente, las versiones más patológicas de esta identificación son una agresión a nuestra libertad, pues no nos dejamos (o no nos dejan) ser quienes somos; socialmente es una reclusión en las desquiciadas proyecciones de nuestro yo-aislado, que nos aleja de los demás y de la naturaleza. Reclusión que dificulta nuestra adaptación a los problemas reales que se plantean en nuestra vida.

Este proceso funciona a través de un sistema de etiquetas cerradas con las que nos miramos a nosotros mismos y a los demás. Es por eso que en este caso la ilusión más patente en este caso es la del yo-etiquetado que nos puede fracturar de dos maneras diferentes: de un lado, a través de la mencionada alienación consistente en vivir la vida de un personaje imaginario que no se corresponde con nuestra realidad cotidiana; de otro lado, reduciéndonos a una simple etiqueta. Esto último opera de manera muy intensa cuando nos referimos a los "otros", a los que adscribimos un grupo ajeno y minoritario en términos de poder, incluso aunque valoremos la diferencia positivamente. En efecto, los migrantes no son sólo "inmigrantes", o "extranjeros", o "rumanos" o "chinos" o "musulmanes"; también son otras cosas. Son padres o madres o hijos o hermanos o abuelos, son trabajadores o autónomos o empresarios, son aficionados a la música o hinchas de fútbol o amigos del cine; son más bien conservadores o liberales o socialistas o apolí­ticos; son tí­midos o extrovertidos, alegres o melancólicos, rí­gidos o flexibles, ceremoniosos o campechanos, despistados o espabilados, insí­pidos o graciosos, nerviosos o tranquilos; son buenos o malos cocineros o bailarines o fotógrafos o deportistas. Son personas, más allá de todas las etiquetas, estereotipos y simplificaciones, más allá de todos los sambenitos, los uniformes y las marcas de ganado, personas hechas de nuestra propia pasta y que comparten por tanto un fondo común de miedos, grandezas, vilezas y amores en el que siempre terminamos por reconocernos. Intelectualmente, sabemos esto perfectamente, pero a menudo se nos olvida cuando se nos llena la boca de choques de civilizaciones o cuando nos planteamos si es posible el diálogo entre "culturas" o si las "culturas" son incompatibles, como si los entes que dialogaran o entraran en conflicto fueran una especie de ánimas platónicas supraindividuales y no personas de carne y hueso, o si las "culturas" pueden fusionarse o si la "cultura occidental" (sea lo que sea eso) es o no "superior" o si hay que respetar a las "culturas". No hay que respetar a las "culturas". Hay que respetar a las personas, lo que pasa es que éstas no son individuos aislados y ahistóricos, sino seres marcados por su historia, por sus experiencias y por tanto, por su contexto socio-cultural, que es algo mucho más fluido que nuestra imagen monolí­tica de las "culturas". Cuando llegamos a respetar y a apreciar a las personas más allá de las fronteras imaginarias de las "culturas", entonces nos hacemos capaces de respetar y de apreciar el "mundo de vida" que les da sentido, pero esto pone en su sitio al relativismo ético de salón que a veces sacan algunos y que se pone por encima de las personas mismas (lo que resulta convenientemente exagerado para reforzar retóricamente las posiciones xenófobas).

He de reconocer que la configuración "defensiva" de grupos minoritarios o subordinados puede tener algunos efectos socialmente saludables (eso que llaman "empoderamiento"), pero los tiene en tanto en cuanto esta categorización no sea un fin en sí­ mismo, sino un instrumento para restablecer la dignidad de los seres humanos, sea cual sea su pelaje, subordinándose radicalmente a este objetivo. Si se pierde este enfoque, se pierde el norte: entonces el grupo imaginario se concibe implí­cita o explí­citamente como un espacio cerrado y sacralizado de fronteras densas, que no deja espacio a las personas para respirar en su interior. De la misma manera que algunas medidas de acción positiva mal enfocadas pueden terminar cristalizando los estereotipos que mantienen la desigualdad, las definiciones estrechas del grupo social, las que consideran a este grupo como la realidad misma y no como una mera representación que nos hacemos de la realidad, terminan reproduciendo las relaciones de poder y subordinación entre las personas.

Aquí­ es donde se unen el último movimiento del asimilacionismo y el del multiculturalismo; así­, por ejemplo, la ideologí­a del melting pot puede contemplarse como asimilacionista o multicultural, según el matiz que se incorpore. El matiz es la valoración de la diferencia, pero esta valoración superficial no lo es todo en un mundo de relaciones de poder desiguales. No olvidemos que el hipócrita lema sobre el que se sostení­a la segregación racial estadounidense era "separados, pero iguales". No podemos ser iguales (en dignidad) si nos separan, si no compartimos el mismo espacio ni respiramos el mismo aire.

[El contexto de las referencias anteriores sobre la triple ilusión de la identidad es:
http://tiempos-interesantes.blogspot.com/2008/04/la-identidad-una-verdad-medias-i.html
http://tiempos-interesantes.blogspot.com/2008/05/la-identidad-una-verdad-medias-ii.html]
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

ENNAS

Salud,

Los medios de comunicación son tendenciosos y como lector de El Paí­s, le he visto pasar de una alabanza sin tasa a los extranjeros que acudí­an a España, a la sugerencia de que, no habiendo oportunidades para ellos, quizá debieran volver a sus paí­ses.

Tal era así­ que les recuerdo un reportaje buenrrollista en uno de los últimos domingos del 2007 en el que pretendí­an desmontar tópicos sobre los emigrantes, a saber: qué trabajan por menos dinero, que acaparan los servicios sociales, que se hacinan en viviendas, que aumenta la delincuencia donde se instalan... en fin, lo de siempre en estos casos. El artí­culo era tan malo, que terminaba reconociendo que todos esos tópicos eran ciertos, pero que la culpa no era de los emigrantes, sino de los españoles por no darles trabajo legal con alta en la seguridad social, o alquilarles pisos a precios imposibles.

Y ésa es la primera en la frente, a veces las percepciones a nivel de calle no engañan. Mi barrio obrero de Ciudad Lineal tení­a un pudridero en el antiguo poblado chabolista de Los Focos. Los delitos mayores y menores relacionados con la drogadicción estaban a la orden del dí­a. Reubicados que fueron los del poblado, el barrio prosperó; hasta que la llegada masiva de sudaméricanos nos ha vuelto a situar en el candelero. No hay fin de semana que no se organice alguna reyerta que suelen producirse entre mestizos del altiplano andino y mulatos de las costas del Caribe, que vaya usted a saber porqué, no se tragan. Espero no ser tildado de racista por señalar ésto.

Pero yendo a un plano más genérico y actual, encuentro que en el plazo de dos dí­as consecutivos El Paí­s saca sendos artí­culos con un denominador común, la xenofobia. Uno lo colgó Doppelgí¤nger en ¡Al rico chivo expiatorio!: Condenada a ser condenada. El otro lo he visto hoy buscando fotos sobre el hallazgo de los restos del HMS Victory: Huelga xenófoba en Reino Unido.

En dos situaciones muy distintas es el periodismo el que tira por el camino de las frases hechas. Los sucesos de Nápoles pueden explicarse de otro modo, a la gente le molesta los pedigí¼eños y éstos son tanto más numerosos cuanta más pobreza haya. No digo que no haya populismo en las medidas polí­ticas napolitanas, pero a ver cómo controlamos a un contingente de personas que no vienen a precisamente a trabajar, que no es que quieran quitarte tus tierras o tu trabajo -ninguna de las dos cosas les interesan- sólo quieren vivir de la caridad. En el caso de las centrales nucleares británicas, los trabajadores están pidiendo que no entre capital extranjero ni se contraten emigrantes habiendo trabajadores en paro: llamar a eso xenofobia es excederse un poco, es proteccionismo del de toda la vida, el que ha defendido la izquierda hasta finales del siglo XX.

En resumen creo que en gran parte el racismo y la xenofobia no existen más que en el ojo de quienes los ven. Que quien recurre a esos argumentos lo hace para ahorrarse las explicaciones, para eludir enfrentarse a una realidad más compleja. Mejor tirar de definiciones de manual por muy desfasadas que estén, parece ser su lema. Y esas simplificaciones son las verdaderamente peligrosas, porque no son erratas aisladas que caen en el olvido, se repiten diariamente hasta convencernos de que exite un problema; un problema que en realidad no es tal problema, pero en el cuál se incluyen los sucesos más diversos y distantes, sin nexo en común salvo la etiqueta que les colocamos desde fuera.

"Racismo" y "xenofobia" -entre otras- son una especie de 'agujero negro' mental. Una singularidad que absorbe la realidad que pasa cercana a ella, que altera nuestras perspectivas y nos impide reaccionar con sensatez al colocarnos en permanente estado de emergencia.

Gracias por su atención.

Dionisio Aerofagita

Cita de: ENNAS en Febrero 02, 2009, 10:49:59 PM
Salud,

Los medios de comunicación son tendenciosos y como lector de El Paí­s, le he visto pasar de una alabanza sin tasa a los extranjeros que acudí­an a España, a la sugerencia de que, no habiendo oportunidades para ellos, quizá debieran volver a sus paí­ses.

Tal era así­ que les recuerdo un reportaje buenrrollista en uno de los últimos domingos del 2007 en el que pretendí­an desmontar tópicos sobre los emigrantes, a saber: qué trabajan por menos dinero, que acaparan los servicios sociales, que se hacinan en viviendas, que aumenta la delincuencia donde se instalan... en fin, lo de siempre en estos casos. El artí­culo era tan malo, que terminaba reconociendo que todos esos tópicos eran ciertos, pero que la culpa no era de los emigrantes, sino de los españoles por no darles trabajo legal con alta en la seguridad social, o alquilarles pisos a precios imposibles.

Y ésa es la primera en la frente, a veces las percepciones a nivel de calle no engañan. Mi barrio obrero de Ciudad Lineal tení­a un pudridero en el antiguo poblado chabolista de Los Focos. Los delitos mayores y menores relacionados con la drogadicción estaban a la orden del dí­a. Reubicados que fueron los del poblado, el barrio prosperó; hasta que la llegada masiva de sudaméricanos nos ha vuelto a situar en el candelero. No hay fin de semana que no se organice alguna reyerta que suelen producirse entre mestizos del altiplano andino y mulatos de las costas del Caribe, que vaya usted a saber porqué, no se tragan. Espero no ser tildado de racista por señalar ésto.

Pero yendo a un plano más genérico y actual, encuentro que en el plazo de dos dí­as consecutivos El Paí­s saca sendos artí­culos con un denominador común, la xenofobia. Uno lo colgó Doppelgí¤nger en ¡Al rico chivo expiatorio!: Condenada a ser condenada. El otro lo he visto hoy buscando fotos sobre el hallazgo de los restos del HMS Victory: Huelga xenófoba en Reino Unido.

En dos situaciones muy distintas es el periodismo el que tira por el camino de las frases hechas. Los sucesos de Nápoles pueden explicarse de otro modo, a la gente le molesta los pedigí¼eños y éstos son tanto más numerosos cuanta más pobreza haya. No digo que no haya populismo en las medidas polí­ticas napolitanas, pero a ver cómo controlamos a un contingente de personas que no vienen a precisamente a trabajar, que no es que quieran quitarte tus tierras o tu trabajo -ninguna de las dos cosas les interesan- sólo quieren vivir de la caridad. En el caso de las centrales nucleares británicas, los trabajadores están pidiendo que no entre capital extranjero ni se contraten emigrantes habiendo trabajadores en paro: llamar a eso xenofobia es excederse un poco, es proteccionismo del de toda la vida, el que ha defendido la izquierda hasta finales del siglo XX.

En resumen creo que en gran parte el racismo y la xenofobia no existen más que en el ojo de quienes los ven. Que quien recurre a esos argumentos lo hace para ahorrarse las explicaciones, para eludir enfrentarse a una realidad más compleja. Mejor tirar de definiciones de manual por muy desfasadas que estén, parece ser su lema. Y esas simplificaciones son las verdaderamente peligrosas, porque no son erratas aisladas que caen en el olvido, se repiten diariamente hasta convencernos de que exite un problema; un problema que en realidad no es tal problema, pero en el cuál se incluyen los sucesos más diversos y distantes, sin nexo en común salvo la etiqueta que les colocamos desde fuera.

"Racismo" y "xenofobia" -entre otras- son una especie de 'agujero negro' mental. Una singularidad que absorbe la realidad que pasa cercana a ella, que altera nuestras perspectivas y nos impide reaccionar con sensatez al colocarnos en permanente estado de emergencia.

Gracias por su atención.

Puede ser, pero yo no lo veo exactamente así­. El problema existe y es muy real, lo que hacemos es distorsionarlo. No es raro en el ser humano hacer proyecciones imaginarias donde pintamos visiones deformadas de nuestra realidad donde pretendemos enviar nuestras ansiedades; las batallas que tenemos las proyectamos a ese mundo imaginario y creemos que se libran allí­, donde solemos aparecer más guapos. Igual que se exageran en la "integración" los factores "culturales", se exagera en la discriminación el componente ideológico, una ideologí­a que cosificamos, que llamamos "racismo" o "xenofobia" como si fuera una esencia independiente de nuestra realidad. A partir de esta imagen, conseguimos justificarnos moralmente a nosotros mismos y el sistema de división del trabajo social se ve legitimado en sus aspectos de exclusión y explotación. Me explico como un libro cerrado, vamos a ver.

Para empezar, desde una perspectiva exageradamente individualista tendemos a plantear el racismo o la xenofobia como actitudes personales o individuales; en segundo lugar, demonizamos estas actitudes para convertirlas entonces en defectos de carácter y tiramos rápidamente para eso de la obsesión por la culpa. Los malos siempre son racistas y lo son porque son malos; los buenos nunca somos racistas y eso es porque somos buenas personas. Los racistas siempre son los otros. Para huir de nuestra propia catalogación, de nuestra propia percepción deformada, demonizada y cosificada del racismo y alejar la culpa tendemos a buscar justificaciones que nos permitan legitimar lo que verdaderamente hacemos: "esto no es xenofobia, es proteccionismo", "esto no es xenofobia, es inseguridad ciudadana". Lo que nos importa es la etiqueta, si es o no xenofobia, si es o no racismo, si podemos tener la etiqueta de gente guay o tenemos que tragarnos la estigmatización de ser racistas. Así­, quedamos adormecidos y no nos preguntamos por las relaciones de explotación y exclusión, todo es un tema puramente moral, individual y basado en si Ellos o Nosotros somos malos o buenos. Y yo digo. A mí­ me importa bien poco que una conducta se pueda calificar de racista o de xenófoba o no (más me interesa, desde un punto de vista jurí­dico, si es discriminatoris). Lo que importa son sus causas y sus consecuencias.

Yo prefiero considerar al racismo y a la xenofobia de manera más amplia y con independencia de la valoración moral posterior de cada conducta concreta (no se trata de huir de la moral sino de no ser esclavos de ella en el análisis). De una manera más amplia que nos permita detectar como forman parte de nuestra naturaleza humana: la preferencia por el endogrupo, los sesgos cognitivos con las categorí­as sociales, el miedo a lo extraño, los estereotipos etc. Lo que pasa es que estas aptitudes humanas evolucionadas son muy abstracto y la clave es cómo se manifiestan, de qué maneras y qué consecuencias tienen. Desde la perspeciva moral y jurí­dica, lo que me interesa no es cuándo hay xenofobia sino cuándo sus consecuencias constituyen "discriminación" o cuando esta forma de xenofobia es peligrosa porque puede producir discriminación en el futuro. Desde la perspectiva del análisis, lo que me interesa es detectar cómo estos factores cognitivos toman forma en sociedades humanas concretas al hilo de la división del trabajo social (producción/reproducción/consumo) reproduciendo relaciones sociales de dominación/explotación o de exclusión y cuáles son sus consecuencias.

El "proteccionismo" tiene indudablemente una dimensión de preferencia endogrupal, xenofóbica, etnicista, pero es un elemento de momento inherente a nuestra estructura de estados-nación y de mercados parcialmente separados. La preferencia en la contratación de trabajadores que están ya en un mercado protegido determinado respecto a los que puedan venir de fuera puede ser una especie de discriminación, pero es una discriminación que seguramente es estructural a nuestro sistema y que está admitida por él (y es jurí­dicamente posible). Tal vez dentro de 50 o 70 años la miren con desprecio, como hoy miramos con desprecio la esclavitud, pero hoy por hoy está firmemente asentada. En todo caso, esta forma de preferencia endogrupal (primero los españoles) tiene sus matices porque no vivimos en un mercado imaginario de individuos que quieren ser contratados, sino que los inmigrantes vienen mayormente por procesos estructurales de movilización de la fuerza de trabajo, como los que permitieron la industrialización al expulsar gente del campo a la ciudad y que pueden ser criticables en sí­ mismos en la medida en que ya están reproduciendo determinadas relaciones de dominación.

Ahora bien, la historia esta de UK no era ese proteccionismo que impide la entrada de nueva fuerza de trabajo en el mercado, aunque no estoy seguro porque no he podido estar atento al tema. Parece que más bien que se defendí­a una preferencia de los INGLESES por los trabajadores inmigrados QUE YA ESTABAN ALLí. Eso no es una configuración del mercado nacional sino una consecuencia disfuncional de la reducción del ser humano a fuerza de trabajo abstracta para la máquina. Los procesos de acumulación de capital "llaman" inmigrantes, utilizándolos como fuerza de trabajo bruta con independencia de sus consecuencias sobre las personas objeto de esa movilización, que se sitúan en una posición subordinada en la división de trabajo social Y ESTO ES LO QUE REALMENTE CONFIGURA AL GRUPO ÉTNICO; posteriormente, cuando la máquina se contrae, expulsa fuerza de trabajo sobrante como si se tratara de basura y expulsa primero a los que se encuentran en una posición más subordinada y débil. Y los explotados se convierten en excluidos, en cualquier caso, objeto manipulable, materia prima antes que ser humano. Las identidades étnicas y nacionales que hacen uso de esas tendencias psicológicas a la preferencia endogrupal cumplen la función social de reproducir esta estructura de dominación. Por supuesto que es xenofobia. Pero no importa que sea xenofobia o no. Al mandar el problema a la xenofobia estamos ocultándolo, estamos poniendo una cortina de humo ideológico que esconde la estructura real de relaciones sociales.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Lacenaire

CitarAhora bien, la historia esta de UK no era ese proteccionismo que impide la entrada de nueva fuerza de trabajo en el mercado, aunque no estoy seguro porque no he podido estar atento al tema. Parece que más bien que se defendí­a una preferencia de los INGLESES por los trabajadores inmigrados QUE YA ESTABAN ALLí. Eso no es una configuración del mercado nacional sino una consecuencia disfuncional de la reducción del ser humano a fuerza de trabajo abstracta para la máquina. Los procesos de acumulación de capital "llaman" inmigrantes, utilizándolos como fuerza de trabajo bruta con independencia de sus consecuencias sobre las personas objeto de esa movilización, que se sitúan en una posición subordinada en la división de trabajo social Y ESTO ES LO QUE REALMENTE CONFIGURA AL GRUPO ÉTNICO; posteriormente, cuando la máquina se contrae, expulsa fuerza de trabajo sobrante como si se tratara de basura y expulsa primero a los que se encuentran en una posición más subordinada y débil. Y los explotados se convierten en excluidos, en cualquier caso, objeto manipulable, materia prima antes que ser humano. Las identidades étnicas y nacionales que hacen uso de esas tendencias psicológicas a la preferencia endogrupal cumplen la función social de reproducir esta estructura de dominación. Por supuesto que es xenofobia. Pero no importa que sea xenofobia o no. Al mandar el problema a la xenofobia estamos ocultándolo, estamos poniendo una cortina de humo ideológico que esconde la estructura real de relaciones sociales.




Hay muchos puntos en tu discurso sobre el racismo/xenofobia que encuentro la mar de oscuros. En este caso creo que ENNAS tiene algunos gramos de razón al separar los discursos xenófobos tradicionales de aquellos que son meramente coyunturales.
Como tú bien dices hay una serie de principios de ingenierí­a social que hacen balance de réditos obtenidos por "la marea inmigrante" y el punto a partir del cual la mano de obra extranjera pasa de escasear a sobrar. En estos momentos - todos esos momentos en los que la situación económica hace que los inmigrantes sean un lastre, no sólamente la crisis económica actual- los que antes eran aceptados con candidez se convierten de repente en enemigos y rivales, pero no podemos reducir todo a un análisis de tipo psicológico o sociologista-posicional en el que haya que rastrear los problemas de base a lo largo de una genealogí­a moral. Yo tampoco me explico.

Cito a ENNAS

CitarEn dos situaciones muy distintas es el periodismo el que tira por el camino de las frases hechas. Los sucesos de Nápoles pueden explicarse de otro modo, a la gente le molesta los pedigí¼eños y éstos son tanto más numerosos cuanta más pobreza haya. No digo que no haya populismo en las medidas polí­ticas napolitanas, pero a ver cómo controlamos a un contingente de personas que no vienen a precisamente a trabajar, que no es que quieran quitarte tus tierras o tu trabajo -ninguna de las dos cosas les interesan- sólo quieren vivir de la caridad. En el caso de las centrales nucleares británicas, los trabajadores están pidiendo que no entre capital extranjero ni se contraten emigrantes habiendo trabajadores en paro: llamar a eso xenofobia es excederse un poco, es proteccionismo del de toda la vida, el que ha defendido la izquierda hasta finales del siglo XX.

En resumen creo que en gran parte el racismo y la xenofobia no existen más que en el ojo de quienes los ven. Que quien recurre a esos argumentos lo hace para ahorrarse las explicaciones, para eludir enfrentarse a una realidad más compleja. Mejor tirar de definiciones de manual por muy desfasadas que estén, parece ser su lema. Y esas simplificaciones son las verdaderamente peligrosas, porque no son erratas aisladas que caen en el olvido, se repiten diariamente hasta convencernos de que exite un problema; un problema que en realidad no es tal problema, pero en el cuál se incluyen los sucesos más diversos y distantes, sin nexo en común salvo la etiqueta que les colocamos desde fuera.


Y es que gran parte del problema es económico y polí­tico. Las situaciones de exclusión y marginación se pueden producir con independencia de la etnia y origen del marginado y excluido. El caso es que el estado no ha hecho los deberes en lo que respecta a polí­tica de integración, y lo que es más grave, ha incurrido en una salvaje negligencia - en realidad ha claudicado bajo la presión de bancos y patronales- a la hora de regular relaciones laborales y salariales. Yo lo veo como un proveedor de servicios que no ha ofrecido un servicio de buena calidad, y lo ha hecho de tres maneras:

-No previendo los efectos de la deflagración de una crisis económica que era casi segura. Toda crisis conlleva movimientos de exlusión y de autoafirmación étnica que pueden darse en base a los matices más absurdos. Podemos verlo, por ejemplo, en la vieja retórica de los nacionalismos ( para los cuales los obreros andaluces son bienvenidos hasta que dejan de serlo, perdón por el patinazo), o en los odios interterritoriales de miembros de culturas que ni tan siquiera se consideran "distintas" como pueda suceder en el caso de estos últimos, sino a diferencias de clase o procedencia dentro de un territorio unificado. Aquí­ podemos pensar en las tremendas migraciones que se produjeron hacia la costa Oeste durante la crisis de los años 30 en EEUU, donde los "inmigrantes" procedentes de regiones del sur profundo (Oklahoma, Arkansas, Nebraska...) eran ví­ctimas del mismo rechazo que los italianos o españoles pueden prodigar hacia gitanos y rumanos. El okie era el equivalente sureño de nuestro "moromierda".

-Al no instaurar mecanismos de absorción de la inmigración adecuados y ajustados a las necesidades económicas del paí­s. Esto viene de la mano de los motivos de la cirsis económica - desmedido afán por la obtención de réditos inmediatos, ausencia de control de la actividad bancaria, falta de restricciones en la subcontratación, ligereza en la contratación en origen- y acaba ensamblándose con lo que acabo de decir: a perro flaco todo son pulgas.



-No asegurando condiciones laborales y salariales que respondiesen a la riqueza y las caracterí­sticas del paí­s. No hay que engañarse, hay un porcentaje de inmigrantes que trabajan bajo mano o por debajo del convenio muy superior al de españoles en las mismas circunstancias. No es racismo, xenofobia ni aplicación de una caracterí­stica individual a un constructo grupal: es la ley de la gravedad tendiendo puentes con la lógica de la economí­a de mercado. Sin posibilidad de recurrir a instancias superiores el trabajador queda desprotegido. Y no hay trabajador más desprotegido que el inmigrante. **Inc- Cabrí­a preguntarse si el odio al inmigrante es un buen pretexto para tirar balones fuera cuando la incompetencia es manifiesta, tal está haciendo mi idolatrado Silvio, aunque también entraña cierto componente paranoico planificador de desastres a la Crixto**



Concluyo: no se pueden solventar los problemas de tipo discriminatorio de manera directa y de una sola vez, ni siquiera a través de un largo proceso de transformación de instituciones educativas y mediáticas, porque ante todo los sentimientos de grupo se elevan y endurecen ante la sensación de amenaza, sea esta justificada o no, acertada o no. Los pueblos más civilizados y cultivados en este sentido pierden las formas y las maneras en periodos de crisis o recesión - no es el caso de España, que nunca ha terminado de construir un sistema de protección social todo lo fuerte que debiera, ni de desarrollar una cultura de la integración adaptada a los tiempos que corren- , de la misma manera que los sentimientos de identidad colectiva aparecen o se refuerzan cuando las relaciones Ego-Alter se ponen tirantes. En el caso que nos ocupa, la única manera que veo de cortar las actitudes racistas-xenófobas es quitándoles fuerza a base de dejarlas sin puntos de apoyo en el plano material y económico. Ojo, esto depende de todos los grupos sociales, tanto del estado de acogida y de sus ciudadanos como de los grupos que se integran, intentan integrarse o se integran a regañadientes.

ENNAS

The potlacht of the Wild Valdeoleans.

Como cada verano al llegar al pueblo de mis padres, tengo que soportar las puyas motivadas por ser yo de la capital. No soy el único. En realidad mi pueblo solo tiene cinco habitantes en invierno, en verano llegamos los emigrantes hasta juntar más de doscientos. Es entonces cuando los mozos y no tan mozos del lugar aprovechan cualquier circunstancia para quejarse de 'los de fuera que solo vení­s aquí­ unos dí­as y pretendéis mandar en todo'.

No es nuevo, ni es justo. Es en verano cuando estamos todos cuando se sacan adelante obras, proyectos, etc... en base a llamar a concejo a todos los voluntarios posibles. Pero esto los locales no lo ven o no lo quieren ver. Argumentan inconsistentemente que el gobierno no hace nada o que solo estamos allá de turismo, cuando es la acción de Protección Civil, que por falta de personal solicita ayuda voluntaria, la que hace mejorar al pueblo cada verano.

Sucede que de un tiempo a esta parte los jóvenes del municipio (en el caso de los de Cuena, conocidos mí­os) mantienen una estructura cerrada, casi sectaria hacia los de fuera. No es exclusiva de los chavales quiero insistir. Sus mayores, ante todo intento de la Comunidad Autónoma de Cantabria de mejorar y acondicionar el municipio, responden destrozando todo lo que pueden. Obsérvese la incongrí¼encia, se quejan de que no se les hace caso y ante cualquier inversión en la zona reaccionan destruyéndola.

El caso es que los zagales aprovechan cualquier posibilidad de hacerse notar, arrancan los cables de la conexión a internet, rompen los caños de las fuentes y -lo que me llevo a escribir este post- se dedican a arrojar alpacas de paja a las parrillas de barbacoa. Recriminados por su actitud, pues no se pueden encender fuegos en verano, soltaron un 'tu no eres de aquí­, así­ que no me vas a decir lo que tengo que hacer en mi casa'. Así­, como suena. Me pregunto si en su casa hacen lo mismo. Pese a lo dicho, rara vez expresan el desafí­o públicamente, se amparan en la nocturnidad para cometer sus desafueros; con lo cual quizá sea de agradecer que al menos en el caso de este 'potlacht' buscaran la provocación.

Ahora bien, quizá la cuestión sea otra, por estas cosas de la vida me he enterado que también se han metido en problemas fuera del municipio, en fiestas en otros lugares también han tenido broncas. Y allí­ no pueden decir que 'juegan de local', han ido a armarla y lo han conseguido.

Moraleja, moraleja, ¿dónde está la moraleja, ENNAS? Pues no lo se. He puesto una situación en la que siendo todos españoles hay una disfunción. No obstante, si hay un partidismo entre los que se quedaron el el terruño y los que emigramos, mal que nos pese, huyendo de la pobreza local. Lo que no quita para que a nivel personal e individual los del valle y los de fuera nos llevemos bien, colaboremos en tareas comunes, nos invitemos en los bares... Pero siempre sale esa apreciación, hecha en la confianza de las muchas libaciones, de que yo soy de capital y no tengo derecho a opinar. Para trabajar en pro del pueblo si, para participar en las decisiones no.

Quiero sugerir que el problema no es extranjeros si o extranjeros no -en este caso inmigrantes si o inmigrantes no- sino algo que nos impele a cerrar filas en torno a unos conocidos aunque éstos en ocasiones se comporten como unos impresentables, y no abrirnos 'a los de fuera' salvo que sea necesario su concurso.

Gracias por vuestra atención.

Dionisio Aerofagita

Cita de: ENNAS en Septiembre 20, 2009, 01:20:43 PM
Quiero sugerir que el problema no es extranjeros si o extranjeros no -en este caso inmigrantes si o inmigrantes no- sino algo que nos impele a cerrar filas en torno a unos conocidos aunque éstos en ocasiones se comporten como unos impresentables, y no abrirnos 'a los de fuera' salvo que sea necesario su concurso.

Ese "algo" "existe". Pero ese "algo" compele a cerrar filas o a abrirlas, o a cerrar filas en uno u otro sitio y es un algo que tiene explicación. Por aquí­ intento expresarlo:

http://tiempos-interesantes.blogspot.com/2009/07/los-otros-i-solidaridad-excluyente-e.html

La forma concreta que adopta ese "algo" depende del contexto real de las relaciones sociales. Porque no hay ninguna "esencia" que determine "en abstracto" o platónicamente quiénes son "los de dentro" y quiénes son "los de fuera". Depende del contexto. Este contexto es el de la división social del trabajo, entendido trabajo del modo más amplio posible.

Por eso quiero insistir en que el tema de la "xenofobia" no es básicamente una cuestión mental o psicológica o una tendencia biológica. Por supuesto que hay una tendencia biológica y procesos mentales. Pero estos elementos abstractos se hacen carne en una realidad social determinada. Lo que hay por debajo de la xenofobia como representación o sentimiento es una diferencia social. Que, en el caso de los inmigrantes se vincula globalmente a unas relaciones de dominación o exclusión. El Ku Klux Klan y el racismo agresivo contra los negros estadounidenses se generaron con la desaparición de la esclavitud, cuando antes dominaba un racismo paternalista.

El tema que presentas del pueblo es diferente al de los inmigrantes y muy interesante desde un punto de vista antropológico. Pero no se podrí­a responder a él diciendo que "los pueblerinos destrozan las inversiones de la comunidad porque rechazan todo lo que venga de fuera". Esto no es una explicación. Puede que sea verdad en un sentido superficial, pero no es una explicación. ¿Por qué ese modo concreto de mostrar ese rechazo? Porque estoy seguro de que hay montones de pueblos donde se muestran recelosos con los de fuera pero no cometen esos destrozos. Esto es un ejemplo de cómo las falsas explicaciones "mentalistas" o "culturalistas" operan como "cajas negras" que nos impiden ir un poco más hondo.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Lacenaire

Es curioso, porque en el pueblo de mi señora madre, en el Orense profundo, han pasado por una fase de transición del estado del que habla ENNAS al nacionalismo etnocéntrico. La población joven, que en principio ha recibido mayor instrucción que la pléyade de abueletes al borde del ocaso que pueblan la aldea. Hipóstasis del fenómeno particular en categorí­a universal. Del cabreo "contigo" al teorema ideológico. El cí­rculo se cierra. Viva España y todo eso.

ENNAS

República Chiuampi.

Son las gentes de las américas ardorosas defensoras de la libertad de equivocarse. Nada detestan más que el gusto ese -tan español- por el papeleo y la burocracia. Laméntanse de que para todo hay que pedir permisos.

Así­ acometen obras en sus moradas tales como la acaecida en cierta finca de Vicálvaro. Un propio, ecuatoriano por más señas, aprovechando que tení­a un bajo, se puso a excavar para hacer más amplio el habitáculo. Un manitas, un tipo apañado. Por desgracia, en su labor tocó uno de los pilares del edificio y hubo que desalojar a los veinticuatro pisos del inmueble por amenaza de derrumbamiento. Una gracia, vamos.

Este caso, si bien grave, no es distinto del de otros muchos que parcelan el patio común como si fuera suyo. Nada les solivianta más que ésa puta maní­a española de pedir permisos y licencias de obra.

Porque a éllos, como buenos americanos, nadie les dice lo que tienen que hacer en su casa, ¡hasta ahí­ podí­amos llegar! Y si quisieren organizar una 'reuniosita' de cumbia metalera hasta altas horas de la madrugada, quién son los vecinos -salvo un hatajo de racistas- para llamar a la Policí­a.

Se apropian de las canchas y parques municipales y pretenden cobrarte por su uso como si las hubieran construido éllos. Una muestra más de iniciativa empresarial de la buena. De aquella con las que pontifica la derechuza mediática.

Si tienes conocidos (yo, muchos), te invitan a hacer botellón con ellos. No lo recomiendo. Compran litronas de cerveza y ofrecen una poca en vasos de plástico para las mujeres. Acto seguido rellenan la botella con alcohol de quemar, del que venden en las farmacias.

Cuando les adviertes de que el alcohol de farmacia es tóxico te dicen que éso es solo para el que no sabe beber. Si les mencionas las intoxicaciones etí­licas, con un fatalismo digno de un ruso, se encogen de hombros y te dicen que también hay accidentes de tráfico y no por eso vamos a prohibir manejar autos. Que el que es torpe, es torpe.

"¿Y no quiere un shorritico ahí­ en su servesa, m-hiho?"
"No, no. Gracias."
"Aaaaaah, maaricón." respóndenme mientras me abrazan con cariño.

No tanta risa, en verdad ninguna, produce escuchar sus cuitas sobre los permisos de trabajo y residencia. Es imposible aclararse con el batiburillo. Incluso los más veteranos, los que más años llevan afincados en España, lo primero que preguntan a los que les solicitan consejo es en que año, e incluso en que mes llegaron.

Pues parece ser que dependiendo del momento de su arribo los requisistos cambian y lo que para unos es válido, no lo es para otros. Un guirigay. Así­ que todos éllos, indefectiblemente, te terminan dirigiendo a su abogado -generalmente un español- para aclarar dudas.

Es este sector, digo el de las gestorí­as, quién más parece haberse beneficiado con la llegada de inmigrantes que tratan de regularizar su situación en España. O al menos mientras están acá. El sueño de muchos de ellos es ahorrar dinerillos para montar una pulquerí­a -una tienda de licores creo entender, pero quizá sea un bar- en su tierra natal.

A mi me caen bien, que remedio son mis vecinos. Más allá de las noticias truculentas que protagonizan. Total mi barrio siempre tuvo mala fama desde que yo recuerde, allá a principios de la transición. Y entonces no habí­a extranjeros, solo quinquis, gitanos y drogadictos patrios.

Y si destaco ese gusto suyo por la libertad individual, la pestes que echan del burocratismo europeo, todo desde su experiencia propia, sin pontificar con autores liberales extranjeros.

Cuanto mejor éso que la empanada de lecturas mal digeridad de los derechistas españoles con los que tantos valores comparten.

Dee Dee

He leí­do a Ennas sobre el problema que se da en su pueblo en cuanto a destrozos de los habitantes permanentes de todo aquello que huela a modernidad.

Creo que la cosa es mucho más simple.  Es gamberrismo.  No le busquemos un trasfondo de protesta kultural, cuando lo único que hacen estos grupos de jóvenes es el destrozo por el destrozo en sí­.  Sin objetivos, sin fines, sin reivindicaciones.

Es normal que las personas que viven en la localidad vean como una "amenaza" a los habitantes ocasionales, al entender que, de alguna forma y al ser mayorí­a, les minusvaloran.  Quizás sea cuestión de inmovilismo, de miedo al cambio, de endogamia, de pérdida de control, pero en ningún caso creo que está relacionado con el vandalismo que se da en todas partes, pueblos y ciudades, y que no tiene un fin último más allá del de la trasgresión de la norma.


Dionisio Aerofagita

Entre los bulos que circulan actualmente sobre inmigrantes y refugiados en este resurgir del racismo que padecemos, me llama la atención un "tópico" o "tema mítico" que podríamos llamar "el rechazo de la ayuda". La narración consiste básicamente en un relato increíble en el que los Otros rechazan la ayuda que se les presta y además lo hacen de un modo especialmente irrespetuoso y violento. Mujeres musulmanas acuden a Cáritas a pedir comida y luego la tiran a la basura sin abrir la caja; refugiados asaltan el hotel en el que se les ha alojado gratuitamente; rescatados en el mar tiran a los contenedores la ropa que les han traído de Cruz Roja, etc.

El relato no es increíble porque los inmigrantes sean santos irreprochables (no son ni santos ni demonios, son seres humanos como nosotros). Es increíble porque la conducta que se les atribuye carece de toda racionalidad, salvo que se añada alguna circunstancia que la explique y que en la narración no se aporta. No tiene ningún sentido que "mujeres musulmanas" hagan cola en Cáritas para recoger comida que tirar inmediatamente a la basura.

Casi invariablemente, el relato increíble se hace creíble a través de un testimonio gráfico, una foto o vídeo que están sacados de otro sitio (por ejemplo, un altercado en Sudáfrica en 2015). La presencia de la Imagen proporciona de manera falaz un valor de verdad a cualquier historia que se cuente sobre ella.

En segundo lugar, el relato se hace creíble porque apela a determinadas emociones no verbalizadas que tenemos guardadas y las alimenta. Si estamos preocupados por la inmigración (ya sea porque aumenta o simplemente, como sucede ahora, porque mediáticamente se crea el acontecimiento sobre algo que ya sucedía desde hace años), podemos esconder sentimientos de odio, rechazo o miedo, que para cimentarse necesitan algún tipo de construcción ideológica verbal. La historia nos cuenta lo que emocionalmente queremos oir y, por lo tanto, no la cuestionamos racionalmente.

En este caso, el rechazo del regalo implica una ruptura violenta de la reciprocidad. Mauss nos habla de cómo las comunidades humanas vivimos con la "obligación de dar", la "obligación de recibir" y la "obligación de devolver". Negarse a estas cosas "equivale a declarar la guerra, pues es necesario el vínculo de alianza y comunión". El rechazo que se atribuye a los inmigrantes es como una declaración de guerra (como si envías emisarios a una tribu vecina con regalos y ellos matan a a los emisarios y destruyen los regalos). La clave es que esta declaración de guerra implica una ruptura de la reciprocidad, que nos exime de la obligación de dar. La historia funciona porque permite justificar el rechazo de la obligación "antropológica" de hospitalidad.

Por último, la historia se hace creíble porque juega con el mecanismo mental de la despersonalización de los Otros (que tiene una base psicológica: sesgo de homogeneidad del exogrupo). Los miembros de la mayoría social podemos vernos a nosotros mismos como individuos diferenciados y diversos. En cambio, los Otros solo pueden ser una masa informe a la que atribuir conductas arquetípicas. La conducta de un inmigrante es la conducta de todos los inmigrantes. Desde el racismo podemos verlos como demonios, desde el buenismo podemos verlos como santos o como receptores pasivos de una ayuda que nos hace superiores. Pero hay que hacer un esfuerzo mental para verlos como personas únicas que no representan a ningún colectivo.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

PP2000

No obstante algo lleva el agua de Aguas de Sevilla que ha posibilitado un hermano cofrade como aquel general y todas y cada una de las malas experiencias que he tenido con sevillanos (cuando en mi casa es que no conocen al primero)... Dioni como es de Caí puede argumentar que el dicho Sevilla y Jeré la misma mierda é" solo es un vivo ejemplo de lo arriba expuesto.

;D

Lacenaire

El mensaje en B que leo yo en esas noticias es el arrancarte el brazo cuando les das la mano. Ofreces un jergón y exigen un colchón viscolastic y una mulata abanicando. Les das arroz y naranjas y piden navajas y vinos de aguja. Un relato que armoniza bien con historias más antiguas como la de los gitanos desmantelando la instalación eléctrica de los pisos de protección oficial para sacar cobre y volverse a la chabola, o el de los inmigrantes que no quieren quedarse en Grecia o Bulgaria y no aceptan nada por debajo de Suecia y Dinamarca. Que no están tan mal allí en sus países de origen, vaya, tienen mucho morro y quieren no sobrevivir sino vivir de putifa (a costa de ---- el braso industrioso del catalán pagando el PER) y todo lo que se haga para facilitar su venida caerá en saco-container roto.