Otro descubridor de mediterráneos, aunque les cambia el nombre

Iniciado por Panzerfaust, Septiembre 12, 2007, 04:11:03 PM

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Panzerfaust

Este ilustre cientí­fico acaba de descubrir que es un cambio de mentalidad (entre otros factores) el que propicia la Revolución Industrial. Pero, como si de un gerente de consultorí­a se tratase, le cambia el nombre y lo tratan como "transmisión genética del capitalismo", tócate los cojones. Divertido también lo de la trampa malthusiana, más viejo que la tos. Lo mejor, la parte en que la proto-burguesí­a inglesa se nutre de las clases altas, porque átate los machos, el tí­o averigua que los pobres se morí­an que daba asco.

REPORTAJE
El origen de la Revolución Industrial
Una teorí­a da una explicación biológica al hito que cambió el mundo al principio del siglo XIX
NICHOLAS WADE - Nueva York - 12/09/2007


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Durante miles de años, la mayorí­a de los habitantes de la tierra vivió en la miseria, primero como cazadores y recolectores y luego como campesinos o jornaleros. Pero con la Revolución Industrial, al principio del siglo XIX, algunas sociedades cambiaron esta pobreza ancestral por una afluencia increí­ble.

La gente desarrolló las extrañas conductas necesarias para una economí­a moderna

Los genetistas están encontrando ejemplos de selección natural humana muy reciente
Historiadores y economistas han intentado comprender durante mucho tiempo cómo se produjo esta transición y por qué sólo se dio en determinados paí­ses. Un erudito que ha pasado los últimos 20 años estudiando archivos medievales ingleses ha propuesto respuestas asombrosas.

Gregory Clark, historiador de la economí­a en la Universidad de California en Davis, cree que la Revolución Industrial -el aumento del crecimiento económico que se produjo por primera vez en Inglaterra en torno a 1800- tuvo lugar debido a un cambio en la naturaleza de la población humana. En esa transformación, la gente desarrolló gradualmente las nuevas y extrañas conductas necesarias para hacer que funcione una economí­a moderna. Clark sostiene que los valores de clase media, como la no violencia, la alfabetización, unas jornadas laborales prolongadas y la voluntad de ahorro, no afloraron hasta recientemente.

Debido a que estos valores se volvieron más habituales en los siglos anteriores al XIX, ya fuera por transmisión cultural o por adaptación evolutiva, la población inglesa por fin fue lo bastante productiva como para escapar de la pobreza y pronto la siguieron otros paí­ses con un pasado agrí­cola igualmente dilatado.

Las ideas de Clark han circulado en artí­culos y manuscritos durante varios años, y ahora se plasman en el libro A Farewell to Alms (Princeton University Press)

[que se podrí­a traducir por Adiós a las limosnas]. Los historiadores de la economí­a han elogiado su tesis, aunque muchos discrepan en algunos aspectos. "Éste es un libro fantástico que merece atención", señala Philip Hoffman, historiador del California Institute of Technology. Lo describe como "maravillosamente provocador" y un "auténtico desafí­o" para la escuela de pensamiento predominante, según la cual, son las instituciones las que moldean la historia de la economí­a.

Samuel Bowles, que estudia la evolución cultural en el Santa Fe Institute, dice que el trabajo de Clark es "una excelente sociologí­a histórica y, a diferencia de la sociologí­a del pasado, se inspira en la teorí­a económica moderna".

La base del trabajo de Clark es recabar datos a partir de los cuales puede reconstruir numerosas caracterí­sticas de la economí­a inglesa del siglo XIII al XIX. Con estos datos, Clark demuestra, con mucha más claridad de lo que ha sido posible hasta la fecha, que la economí­a se encontraba encerrada en una trampa maltusiana: cada vez que una nueva tecnologí­a incrementaba un poco la eficiencia de la producción, la población crecí­a, esas bocas adicionales consumí­an los excedentes y los ingresos medios caí­an a su nivel anterior.

Estos ingresos eran lamentablemente bajos en lo que respecta a la cantidad de trigo que podí­an costear. En 1790, el consumo medio por persona en Inglaterra todaví­a era de 2.322 kilocalorí­as diarias, y los pobres ingerí­an sólo 1.508. Las sociedades cazadoras-recolectoras vivientes llevan dietas de 2.300 kilocalorí­as o más. "El hombre primitivo comí­a bien en comparación con una de las sociedades más ricas del mundo en el siglo XIX", observa Clark.

La tendencia de la población a crecer con más rapidez que el suministro alimentario, lo cual mantiene a la mayorí­a al borde de la inanición, fue descrita por Thomas Malthus en su libro Ensayo sobre el principio de la población, de 1798. Esta trampa maltusiana, según demuestran los datos de Clark, gobernó la economí­a inglesa desde el siglo XIII hasta la Revolución Industrial y, a su parecer, probablemente haya constreñido a la humanidad durante toda su existencia. La única tregua llegó con desastres como la peste negra, cuando la población cayó en picado y durante varias generaciones los supervivientes tuvieron más para comer.

El libro de Malthus es célebre porque dio a Darwin la idea de la selección natural. Tras leer acerca de la lucha por la existencia que pronosticaba Malthus, Darwin escribió en su autobiografí­a: "Me di cuenta de que, en estas circunstancias, las variaciones favorables tenderí­an a preservarse y las adversas a ser destruidas... Aquí­ tení­a por fin una teorí­a con la que trabajar".

Dado que la economí­a inglesa funcionaba según las limitaciones maltusianas, ¿no habrí­a respondido de algún modo a las fuerzas de la selección natural que Darwin habí­a vaticinado que aflorarí­an en esas condiciones? Clark empezó a preguntarse si la selección natural realmente habí­a transformado la naturaleza de la población en algún sentido y, de ser así­, si esto podí­a constituir la explicación faltante para la Revolución Industrial.

La Revolución Industrial, la primera huida de la trampa maltusiana, se produjo cuando la eficiencia de producción aceleró por fin, y creció lo suficientemente rápido como para superar al desarrollo de la población y permitir que aumentaran los ingresos medios. Se han ofrecido numerosas explicaciones para este brote de eficiencia, algunas económicas y otras polí­ticas, pero ninguna es del todo satisfactoria, según los historiadores.

La primera idea de Clark era que la población tal vez habí­a desarrollado una mayor resistencia a las enfermedades. La idea provení­a del libro de Jared Diamond Armas, gérmenes y acero, en el que afirma que los europeos pudieron conquistar otras naciones en parte debido a su mayor inmunidad a las enfermedades. En apoyo a la idea de la resistencia, ciudades como Londres eran tan mugrientas y estaban tan azotadas por enfermedades que morí­a un tercio de la población de cada generación, y las pérdidas eran compensadas por inmigrantes del campo. Eso indicó a Clark que la población superviviente de Inglaterra podí­a ser descendiente de campesinos.

Reparó en que una manera de probar la idea era mediante el análisis de testamentos antiguos, que tal vez revelarí­an una conexión entre la salud y el número de la progenie. Así­ ocurrió, pero en la dirección opuesta a la que esperaba.

Generación tras generación, los ricos tení­an más hijos supervivientes que los pobres, según demostró su estudio. Eso significaba que debió de producirse una movilidad social descendente de forma continua mientras los pobres no lograban reproducirse y la progenie de los ricos asumí­a sus ocupaciones. "Buena parte de la población moderna de Inglaterra desciende de las clases altas de la Edad Media", concluye.

Debido a que la progenie de los ricos dominaba todos los niveles de la sociedad, considera Clark, las conductas que contribuí­an a la riqueza tal vez se propagaron con ellos. Clark ha documentado que varios aspectos de lo que ahora podrí­a denominarse los valores de la clase media, cambiaron significativamente desde los tiempos de las sociedades cazadoras-recolectoras hasta el siglo XIX. Aumentaron las jornadas laborales, crecieron la alfabetización y las nociones elementales de cálculo, y el nivel de violencia interpersonal disminuyó.

Otro cambio importante en la conducta, aduce Clark, fue un incremento de la preferencia de la gente por el ahorro en lugar del consumo instantáneo, que él ve reflejado en el declive permanente de los tipos de interés del siglo XIII al XIX.

"El ahorro, la prudencia, la negociación y el trabajo duro estaban convirtiéndose en valores para unas comunidades que antes habí­an sido derrochadoras, impulsivas, violentas y amantes del ocio", escribe Clark.

Resulta desconcertante que la Revolución Industrial no se produjera primero en las poblaciones mucho más numerosas de China o Japón. Clark ha hallado datos que demuestran que sus clases más ricas, los samuráis en Japón y la dinastí­a Qing en China, eran sorprendentemente estériles y, por tanto, no habrí­an generado la movilidad social descendente que propagó los valores en Inglaterra.

Tras la Revolución Industrial, el desfase en el nivel de vida entre los paí­ses más ricos y más pobres empezó a acelerarse y pasó de una disparidad de 4 a 1 en el siglo XVIII a más de 50 a 1 en la actualidad. Al igual que no existe una explicación consensuada sobre la Revolución Industrial, los economistas no pueden dilucidar la divergencia entre paí­ses ricos y pobres; de lo contrario, tendrí­an mejores remedios que ofrecer.

Muchos analistas apuntan a un fracaso de las instituciones polí­ticas y sociales como el motivo por el que los paí­ses pobres siguen siendo pobres. Pero la medicina propuesta de la reforma institucional "no ha conseguido curar al paciente", escribe Clark. Compara "centros de culto" como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional con los médicos precientí­ficos que recetaban sangrí­as para afecciones que no comprendí­an.

Los historiadores solí­an aceptar las transformaciones en la conducta de la gente como explicación para acontecimientos económicos, como la teorí­a de Max Weber que relacionaba el auge del capitalismo con el protestantismo, pero muchos se adhieren ahora a la idea de los economistas de que todo el mundo se parece y responderá igual a los mismos incentivos. De ahí­ que pretendan explicar sucesos como la Revolución Industrial en relación con cambios en las instituciones y no en la gente. Para Clark, las instituciones y los incentivos han sido prácticamente los mismos en todo momento y no explican gran cosa.

Gran parte de los historiadores ha dado por sentado que el cambio evolutivo es demasiado gradual como para haber afectado a las poblaciones humanas en el periodo histórico. Sin embargo, los genetistas, que ahora cuentan con información del genoma humano, han empezado a detectar ejemplos cada vez más recientes de transformación evolutiva en el ser humano, como la propagación de la tolerancia a la lactosa en los pueblos ganaderos del norte de Europa hace sólo 5.000 años. Un estudio publicado en la última edición de The American Journal of Human Genetics ha hallado pruebas de selección natural activa en la población de Puerto Rico desde 1513.

Bowles, el economista de Santa Fe, no es "contrario a la idea" de que la transmisión genética de los valores capitalistas es importante, pero cree que todaví­a no se dispone de pruebas de ello. "Simplemente, no tenemos ni idea de qué es, y todo lo que estudiamos acaba siendo tremendamente pequeño", asegura. Las pruebas sobre la mayorí­a de las conductas sociales demuestran que son escasamente hereditarias.

Bilán

de que la transmisión genética de los valores capitalistas es importante,

Joder, joder, joder, a qué extremos está llegando la tonteria genetista.

Panzerfaust

Esta perla también es divertida:

Los historiadores solí­an aceptar las transformaciones en la conducta de la gente como explicación para acontecimientos económicos, como la teorí­a de Max Weber que relacionaba el auge del capitalismo con el protestantismo, pero muchos se adhieren ahora a la idea de los economistas de que todo el mundo se parece y responderá igual a los mismos incentivos

Hala, ahí­ queda eso.

Kalifa

Basura y poco más, nada nuevo, revisionismo envuelto en palabras grandilocuentes carentes de sentido. La Revolución Industrial esta más que explicada y teorizada, gracias a entre otros, el gran trabajo de ese gran de historiador que es Eric Hobsbawm. Quien quiera saber que, como, cuando, pq, donde, y las consecuencias de la RI que lea sus libros.
No mos fareu calamars, volem polp!

Eleutheria i thanatos!