Mis poemas favoritos.

Iniciado por Rufo, Octubre 14, 2013, 05:29:41 PM

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Rufo

Uno de ellos:

NANAS DE LA CEBOLLA (Miguel Hernández)

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus dí­as
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Rí­ete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
rí­ete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Rí­ete tanto
que mi alma al oí­rte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Rí­ete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes rí­es
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

Warm

Serí­a incapaz de hacer una selección.  Cuando pienso en uno, inmediatamente me viene otro a la mente, y otro y otro... Y ahí­ esta el hilo de poemas reloaded como testimonio.


Lacenaire


Rufo

Otro, y por hoy ya está bien.

LAS NUBES (José Hierro)

Inútilmente interrogas.
Tus ojos miran al cielo.
Buscas, mirando a las nubes,
huellas que se llevó el viento.
Buscas las manos calientes,
los rostros de los que fueron,
el cí­rculo donde yerran
tocando sus instrumentos.
Nubes que eran ritmo, canto
sin final y sin comienzo,
campanas de espumas pálidas
volteando su secreto,
palmas de mármol, criaturas
girando al compás del tiempo,
imitándole a la vida
su perpetuo movimiento.
Inútilmente interrogas
desde tus párpados ciegos.
¿Qué haces mirando a las nubes,
José Hierro?
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

Warm

Cita de: Doppelgí¤nger en Octubre 14, 2013, 05:41:29 PM
¿Por qué?

Porque la palabra selección, implica elección.  Y soy incapaz de decidirme por un poema favorito.

Rufo

El tí­tulo está en plural. Nadie pide "su poema favorito". Yo tampoco sabrí­a por cual decidirme si me pidieran solo uno.
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

Warm

Riechmann, uno de los poetas contemporáneos que se pueden leer. Bueno, la verdad es que es uno de mis favoritos.  Cuelgo un poema de Amarte sin Regreso, que por motivos personales me dejó profunda huella.

Es muy largo, por lo que en consideración, pongo spoiler.


Tanto dolor escrito en este cuerpo...

Para los médicos y médicas, enfermeros y enfermeras
que la atendieron; para las mujeres que cocinaron
y limpiaron para ella. *


"Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado
y las palabras no guarecen,  yo hablo."
                                                   Alejandra Pizarnik


1.
Tanto dolor escrito en este cuerpo.
Tanta luz anegada en estos ojos claros.
La rosa es sin porqué
                                             -ya lo sabí­as.
El dolor nunca tiene para qué.

2
En el hospital el tiempo es otro tiempo.
Sigue pautas distintas:
leche caliente a las cuatro y a las once,
desayuno a las nueve,
tantos medicamentos en vasitos de plástico,
tomar la tensión por la mañana y por la noche,
visita de los médicos a las diez más o menos,
la comida a la una, tan temprano...
Lo que desaparece es la impaciencia.
La habitación es un vagón de ferrocarril
y el tren no va a llegar a su destino
antes de tres semanas.
Una visita ha observado
que el Madrid que se ve desde este piso décimo
es un óleo de Antonio López.

3
Después de lamitoxantrona
orinas azul.
Cerca agoniza un muchacho
a quien han serrado la pierna en la cadera:
cercenada pesaba treinta y cinco kilos,
más peso que el resto de su cuerpo ahora.
Un mesmerizador lo hipnotiza
para que no quiera morir
aunque se muere.
Tú orinas un azul
contiguo a esa agoní­a.

4
Estas enfermedades se llevan muchas cosas.
Lo que queda
me atrevo a llamarlo esencial.
Por ejemplo: estás viva. Te amo.

5
El café con leche cuesta ochenta pesetas.
El zumo de naranja natural, doscientas.
Un litro y medio de agua
mineral Cuesta ciento veinticinco.
El tratamiento -que paga
la Seguridad Social- de seis a ocho millones.

6
A veces he pensado que ya estabas muerta
y yo viví­a alguna vida sin ti,
quizá con otra mujer.
La libertad de un duelo.
Me imagino releyendo los cuadernos de tu mano
escritos con esa letra que tú juzgabas tan fea.
Entonces me doy cuenta de que esa vida
es un pozo seco que en realidad no imagino
y no tendrí­a que ver conmigo nada,
nada.

7
De pie detrás de ti
te rodeo la cintura con los brazos
mientras te inclinas para lavarte la cara
(esta mañana te desvaneciste
y volviste luego con un minuto de terror
sobre la lengua).
Te sostengo para que no caigas,
mi carne junto a tu carne.
Mientras estamos así­
pienso en todas las veces que estuvimos así­
pero mi carne dentro de tu carne
pero tu carne envolviendo mi carne.

Y de repente eres tú quien me estás sosteniendo
para que yo no caiga.

8
Sueñas
que queman por dentro a un caballo

y al dí­a siguiente empieza la fiebre.

9
El tónico facial y la crema hidratante
hasta con treinta y nueve grados.
Hasta cuando eso representa más trabajo
que el de la jornada en que más hayas trabajado en tu vida.
Todo ese trabajo
para salvar la tersura de la piel

salvar la vida y el mundo
que hoy dependen de la tersura de la piel.

10
Un archipiélago de pequeñas estrellas de sangre
sobre los muslos.
Tienes sólo doce mil plaquetas hoy.
Han bautizado a tus estrelIitas petequias.

11
Eres sagrada
Tu orina huele mal
eres sagrada
Se te cae el hermoso pelo negro
eres sagrada
Las piernas no te sostienen
eres sagrada
Las heridas no cicatrizan
eres sagrada
Sin morfina no aguantas las llagas de la boca
eres sagrada
eres sagrada
y por eso mañana baja la fiebre
baja la fiebre azul
empieza el dí­a de tu restitución.

12
Ya pasó, ya pasó, y sólo quedan
los chiquillos jineteando sus mountain-bikes en el baldí­o
-más allá del aparcamiento, diminutos
desde la planta décima-
y esa gota de sangre sobre los cubiertos de plástico.

*NB: el autotrasplante de médula ósea salió bien
y la paciente (con quien me habí­a casado en
diciembre de 1993 después de varios años de
convivencia) goza de buena salud. Lo indico
porque algún lector de estos poemas supuso-
para mi sorpresa- un desenlace fatal: yo creí­a
que el término restitución era suficientemente
explí­cito. Para que la cosa quede clara, añado
los dos poemas siguientes:

Otro comienzo más

Hoy
un dí­a de febrero
aterido de lumbre hasta los codos

has escapado
                         otra vez
al manto de ceniza
al restregón del cáncer

dispones
                  disponemos
de un dí­a más
una semana más un año
                                          un dí­a

pero no te equivoques: no se trata
de un último dí­a

nunca te dejes tutear por un tumor

este dí­a ganado es el primero.

(1995)


El esplendor de la metamorfosis

Has ganado la punta de maldad que necesitan los buenos para
     ser auténticamente buenos.

Has ganado la pizca de obscenidad que necesitan las mujeres
     para ser auténticamente misericordiosas.

Has ganado la docena de escaleras, recámaras y dobles fondos
     que necesitan los cerebros para ser auténticamente imaginati-
     vos y precisos.

Has ganado un par de kilos, pero te sientan como a una diosa
     anterior a la era de las liposucciones.

El cambio, de un dí­a a otro, es infinitesimal. Pero los dí­as se van
     endeudando con semanas, las semanas imponen normas a los
     meses, los meses profieren rigurosas últimas advertencias contra
     los años, imperceptiblemente y sin claudicaciones

han pasado cuatro años y eres otra
     la metamorfosis se ha cumplido.

Cuando te introduces en la cama a las seis de la mañana después
     de haber trabajado toda la noche y quieres hacer el amor
     
desearí­a matarte desde luego, pero deseo mucho más

aunque me halle confuso como pez arrojado a la luz desde lo
     más hondo del sueño submarino
hasta en tus pliegues más blancos y secretos follarte,
     amiga dulcí­sima, mientras va amaneciendo a trompicones
     en este barrio de cristianos bemeuves y glaciales céspedes ingleses
     que no hemos elegido y del que esperamos poder escapar pronto.

Has esquivado la baba de la muerte prendida a un hilo de risa
     y de miedo deslumbrante,

te has ganado la vida los dí­as en que la vida era tormento
     y también aquellos en que era juego,

estás aquí­, intacta y recreada, inconcebible e inconfundible,
     espejeante en la fuerza algebraica del deseo, en el exacto
     esplendor de la metamorfosis.

¡Pero qué guapas sois las chicas morenas con los ojos claros!

Eres
mi
mujer

y estoy tan orgulloso que tení­a que escribir este mensaje para
regalártelo, fax mediante, el 17 de diciembre de 1994.

Ignacio

No puedo creerlo

Ayer me besaste

Hoy estás muerta

Esta noche dormiremos

En ataúdes separados

Rufo

DESESPERADAMENTE BUSCO (Blas de Otero)

y busco un algo, qué se yo qué, misterioso,
capaz de comprender esta agoní­a que me hiela no sé con qué, los ojos.
Desesperadamente, despertando sombras que yacen,
muertos que conozco, simas de sueño,
busco y busco un algo, qué sé yo dónde, si supieseis cómo.
A veces me figuro que ya siento,
Qué se yo qué, que lo alzo ya y lo toco,
que tiene corazón y que está vivo, no sé en qué sangre o red,
como un pez rojo.
Desesperadamente, le retengo, cierro el puño, apretado el aire solo…
Desesperadamente sigo y sigo buscando, sin saber por qué, en lo hondo.
He levantado piedras frí­as, faldas tibias, rosas, azules, de otros tonos,
y allí­ no habí­a más que sombra y miedo, no sé de qué, y un hueco silencioso.
Desesperadamente, esa es la cosa.
Cada vez más sin causa y más absorto qué sé yo en qué, oh Dios,
buscando lo mismo, igual, oh hombres, que vosotros.                     
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

Bic

Godzilla en México, Roberto Bolaño

Atiende esto, hijo mí­o: las bombas caí­an
sobre la ciudad de México
pero nadie se daba cuenta.
El aire se llevó el veneno a través
de las calles y las ventanas abiertas.
Tú acababas de comer y veí­as en la tele
los dibujos animados.
Yo leí­a en la habitación de al lado
cuando supe que í­bamos a morir.
Pese al mareo y las náuseas me arrastré
hasta el comedor y te encontré en el suelo.
Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba
y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte
sino que í­bamos a iniciar un viaje,
uno más, juntos, y que no tuvieras miedo.
Al marcharse, la muerte ni siquiera
nos cerró los ojos.
¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,
¿hormigas, abejas, cifras equivocadas
en la gran sopa podrida del azar?
Somos seres humanos, hijo mí­o, casi pájaros,
héroes públicos y secretos.
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

Sergiostropovich


Rufo tiene buen gusto para las poesí­as.

Cita de: Ignacio en Octubre 14, 2013, 08:36:45 PM
No puedo creerlo...

¿De quién es, Ignacio?

Ignacio

Cita de: Sergiostropovich en Octubre 15, 2013, 11:51:56 AM

Rufo tiene buen gusto para las poesí­as.

Cita de: Ignacio en Octubre 14, 2013, 08:36:45 PM
No puedo creerlo...

¿De quién es, Ignacio?

De un amiguete.

Rufo

Cita de: CHE en Octubre 15, 2013, 11:52:40 AM
De algún alegrí­as, seguro.

O de alguien que está a régimen.
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

Rufo

EL VIAJE DEFINITIVO (Juan Ramón Jiménez)

…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado.
mi espí­ritu errará, nostálgico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

yo



¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estí­o desde esta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí­ nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los dí­as azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombrí­a, en la Montaña.
Después... ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo rí­o que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!

Sin embargo...
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca...
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí­ me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me rí­o mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un dí­a se puso mala,
muy mala,
y otro dí­a doblaron por ella a muerto las campanas.

Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca...
En una caja
muy blanca
que tení­a un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veí­a la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana...
¡Y la muerte también pasa!

¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!