Historias de la Lega / Kalziako Historiak

Iniciado por Bambi, Marzo 06, 2006, 11:53:35 AM

Tema anterior - Siguiente tema

Kamarasa GregorioSamsa

Cita de: alvaro en Septiembre 18, 2006, 02:21:50 PM
Goyo, confiesa, esa frase vení­a en el papel del caramelo que te acabas de jamar.

¿Es del Inter? Manda wevos. Yo soy del Napoli ad eternam, pero el Inter y la Roma me caen bien. La Juventus mal. El Milan es el mal en si mismo. La Sampdoria me la jugó cuando tu sabes y todos los demás son unos hijos de puta italianos de mierda spaghetti macarroni ma io no tengo auto señorina.

No, hombre, que me la inspiraste tú (como casi siempre). El caso es que parece que encaja bien en otros aspectos, así­ que tendré que exportarla alguna que otra vez antes de que Ictí­neo me la usurpe.

Era una forma torpe de "Upear"
el hilo sin que se notara mucho. Es imposible seguir todos los hilos, cagontó.

Beria

Cita de: alvaro en Septiembre 18, 2006, 02:51:27 PM
Simpatí­a por el Lazio y por todos los equipos cuyos aficionados boicotean el fichaje de jugadores de color también tengo. Eso no lo puedo negar porque hace bien al fútbol. Es bueno que haya barro, malos sentimientos, odio, miseria humana, etc... este deporte necesita esto, no pancartas de Unicef.

Y al creciente porcentaje de jubiladas y amas de casa que acuden a los estadios me remito.

Joder, qué mala persona eres... me imagino alegrándote el dí­a mientras los hooligans del Liverpool meaban sobre los cadáveres juventinos en Heysel.
El caso de Beria es distinto, él representa la faceta más desagradable de la personalidad madrileña, el chulo asqueroso, todos sus mensajes los enví­a por el colmillo con socarronerí­a altanera.

Bambi

pues hale beria, a sentarse ahí­ con las abuelas a comer pipas

cuidado con la apendicitis

Beria

Cita de: alvaro en Septiembre 18, 2006, 06:00:25 PM
pues hale beria, a sentarse ahí­ con las abuelas a comer pipas

cuidado con la apendicitis

Luego querrás que te haga un peti puá de esos, o un jersey, y te van a dar por culo.
El ganchillo que allí­ aprenda será sólo para mí­.
El caso de Beria es distinto, él representa la faceta más desagradable de la personalidad madrileña, el chulo asqueroso, todos sus mensajes los enví­a por el colmillo con socarronerí­a altanera.

Kamarasa GregorioSamsa

¿Alguno de vosotros conoce algo del italiano Stefano Okaka Chuka?

Gatinho

Hablando de comedores de pipas:


Está en la naturaleza humana valorar más las cosas en ausencia de éstas, de ahí­ que en estos tiempos de pertinaz sequí­a asistamos a la aparición de extrañas teorí­as sobre el agua. Según el eminente cientí­fico Masaru Emoto, este elemento posee sentimientos -como algunos de nosotros-, especialmente volubles en su relación con el comportamiento humano.
Es decir, que si usted sumerge dos granos de arroz en sendos vasos de agua y a uno lo insulta a diario mientras que al otro lo alaba constantemente, el primero se pudrirá y el segundo florecerá como una rosa.

No está clara ni demostrada la sabidurí­a del público del Bernabéu con respecto al lí­quido elemento, sólo es seguro que es menor allí­ que en el Manzanares o en Nervión, pero las teorí­as del profesor Emoto son inquietantes para los intereses de la Casa Blanca: si los seres humanos adultos, e incluso los futbolistas, estamos compuestos en un 60% de agua, ¿cuántos partidos podrán soportar los jugadores blancos el ambiente enrarecido de su propio estadio?

Ayer mismo, en el segundo partido oficial en casa (quedan, como mí­nimo, veinte más), negros nubarrones se cerní­an sobre el equipo hasta que un tiro libre de un hombre de secano como Reyes y un gol de otro más húmedo como Beckham los acabaron dispersando, por lo menos hasta dentro de diez dí­as, cuando visitará Chamartí­n el frí­o -pero seco- Dynamo de Kiev.

Aunque los resultados vayan acompañando, los madridistas ya han dictado sentencia en el caso de Emerson, representante de Fabio Capello en el campo, y al que sólo un Diluvio Universal en forma de bronca podrí­a apartar del once titular. Este cabeza de turco (o de brasileño, en este caso) representa, por el momento, una cortina de humo (¿o deberí­a decir de agua?) que no deja que se quemen otros elementos más sacralizados por la grada. Pero éstos tampoco deberí­an estar tranquilos, es tal la cantidad de borrascas que rodean a la institución en todos los frentes que cualquier brisa puede desencadenar una gota frí­a de consecuencias impredecibles.


Daniel Montero (La Región de Ourense).
Hoy, mañana, y siempre... con el Barí§a... en el corazón.

Bambi

¿QUIÉN MATÓ A KENNEDY?
Enric González, 2-10-2006



Las teorí­as conspiratorias son edificantes porque, de alguna forma, enaltecen al ser humano. Contra la evidencia de que el hombre tiende sin remedio a la chapuza, la indiscreción y la soberbia, quienes creen en las verdades alternativas atribuyen a sus congéneres una capacidad suprema para planear, ejecutar y silenciar de manera perfecta formidables maniobras secretas que alteran el destino del mundo.
Abundan quienes creen que la llegada a la Luna fue un montaje, que el 11-S fue organizado desde Jerusalén y el Pentágono, que los socialistas españoles mantienen una relación perversa con unos polvos bóricos y que Elvis Presley sigue vivo. En Italia, el paí­s de la dietrologí­a (la ciencia de lo que está detrás, oculto), esa tendencia a la fabulación posee una gracia especial por la distancia entre lo real (el paí­s funciona de milagro) y lo fantástico (todo lo que ocurre forma parte de un plan maestro).

La última gran teorí­a dietrológica italiana explica bajo una nueva luz lo que ha ocurrido en el calcio. Pensábamos que el director general del Juventus, Luciano Moggi, habí­a creado una trama de relaciones con los poderes federativos y arbitrales que le permití­a manipular los resultados. Parecí­a que las conversaciones telefónicas intervenidas a Moggi y a otros dirigentes de su cuerda resultaban esclarecedoras: pedí­an un árbitro así­ o asá, que amonestara a tal jugador o a tal otro, que pitara un penalti a favor de éste o aquél..., y el domingo siguiente salí­a todo clavado. El asunto se perfilaba bastante claro, dentro de la turbiedad.

Miles de juventinos, entre ellos el actual técnico del equipo, Didier Deschamps, están convencidos de que las cosas no fueron así­. En realidad, ocurrió lo contrario. Se ha descubierto (y esa es la parte cierta: todas las teorí­as conspiratorias necesitan un punto al que agarrarse) que el jefe de seguridad de Telecom Italia formaba parte de una banda que espiaba ilegalmente a miles de ciudadanos más o menos poderosos. A partir de ahí­, las piezas encajan.

¿Quién era el presidente de Telecom? Marco Pronchetti Provera, vicepresidente del Inter. ¿Quién asumió las riendas del calcio tras descubrirse los manejos de Moggi? Guido Rossi, el nuevo presidente de Telecom y forofo interista. ¿Quién es el vicepresidente ejecutivo de Telecom? Carlo Buora, otro vicepresidente del Inter. ¿Qué hizo el propietario del Inter, Massimo Moratti, cuando antes de que estallara el escándalo recibió la confidencia de que el árbitro De Santis no era imparcial? Contrató a un detective para que averiguara si la acusación era cierta y el detective resultó ser socio del jefe de seguridad de Telecom. ¿Más pruebas? El patrocinador del calcio es Tim, sociedad filial de Telecom.

Según la verdad juventina, el Inter y Telecom manejaron durante años los hilos de la corrupción y echaron las culpas al pobre Moggi, pillado en un par de desahogos telefónicos. Moratti, el patrón interista, un tipo que en quince años de gestión no dio pie con bola, nos tuvo bien engañados. Mientras se hací­a el tonto, organizó un plan maquiavélico cuyos objetivos aparecen hoy claros: uno, jorobar a Moggi;
dos, que el Juventus ganara siempre y el Inter nunca (a este segundo objetivo aún no se le ha encontrado explicación dietrológica).

Moratti prestará hoy declaración voluntaria ante el fiscal especial del calcio. Habrá que preguntarle dónde estaba el dí­a en que mataron a Kennedy: éstos del Inter son capaces de cualquier cosa.


El caso del entrenador sin suerte


ENRIC GONZíLEZ
25-09-2006



No es amargo ni antipático, más bien todo lo contrario. Pero basta verle para comprender que este hombre carga con un peso, con algún tipo de fatalidad indefinible. Cuando su equipo pierde no brama contra los jugadores, ni patea el banquillo, ni da a entender con los ojos (los entrenadores saben que hay una cámara cerca, y actúan para ella) que a alguien se le caerá el pelo en el vestuario. No. Se afloja la corbata, absorbe la desgracia y la encaja entre las cejas, enarcadas como las de un payaso triste.

Su padre, tifoso interista, tení­a una pensión en Cesenatico, una localidad turí­stica de la costa oriental italiana. La pensión, para que no cupieran dudas, se llamaba Ambrosiana, el nombre del Inter en tiempos fascistas, cuando el internacionalismo no se toleraba ni en el fútbol. A los 13 años ingresó en el equipo juvenil de su pueblo, como lateral derecho. Era 1967 y el terzino, el lateral italiano, era el último mono, la carne de cañón del catenaccio: no debí­a pensar, no debí­a subir de medio campo, no debí­a intentar cosas bonitas. Su misión consistí­a en pegarse al extremo rival, correr con él, sudar con él y pegarle cuanto fuera posible. El modelo no era Facchetti, el apolí­neo lateral-goleador, sino Burgnich, el perfecto perro de presa. Ideal para un muchacho.

Intentó varias veces cambiar de equipo, sin éxito. Su carrera se limitó al rincón derecho del Cesenatico juvenil. Fue una carrera breve, finiquitada a los 18 años por una enfermedad pulmonar. Tras unos años como camarero en la pensión familiar y como agente de seguros, volvió al calcio como técnico del Cesenatico infantil. En 1984 alcanzó el cargo de entrenador del Cesenatico (Segunda Regional), pero una extraordinaria cadena de desgracias administrativas casi le devolvió a la pensión: tardó cuatro años en ser admitido en la escuela de entrenadores. Ya con el carné, ascendió al Venecia, que el año siguiente le despidió, le recontrató para salvar la categorí­a y una vez salvado le despidió de nuevo.

Tras un paso por el Bologna, estudió en Barcelona los métodos de Cruyff. En 1995 se hizo con el Udinese y lo llevó a Europa, lo máximo en la historia del club. Su 3-4-3 supuso una revolución en el calcio. Luego pasó al Milan (él, interista y de izquierdas) y logró el scudetto de 1999. En 2001 fue despedido. Pasó al Lazio y lo clasificó para la UEFA: fue despedido, porque la sociedad prefirió al glamuroso Mancini. La temporada siguiente sustituyó a Héctor Cúper en el Inter y consiguió clasificarlo para la Champions: fue despedido, porque también el Inter, el club de sus amores, prefirió a Mancini.

Este año se cumple el centenario del Torino, devuelto a la Serie A por la carambola del caso Moggi. El Torino tiene derecho a considerarse el club más desgraciado de todos los tiempos: nadie, ni el Manchester United (en el accidente de Múnich sobrevivieron Busby y Bobby Charlton), ha sufrido una tragedia tan grave como la del 4 de marzo de 1949, cuando el avión que llevaba al "gran Torino", uno de los mejores equipos de todos los tiempos, se estrelló contra la colina de Superga. No quedó nadie.



Gatinho

La maldición del 'grupo salvaje' 

ENRIC GONZíLEZ
EL PAíS 

Deportes - 16-10-2006


Giorgio Long John Chinaglia fue el corazón de aquel equipo de "locos, salvajes y sentimentales, simpatizantes fascistas, pistoleros y paracaidistas, jugadores de azar y bailarines de club nocturno;
era un equipo dividido en clanes, con dos vestuarios;
quien entraba en la habitación errónea corrí­a el riesgo de encontrarse con la amenaza de una botella rota bajo el cuello". La frase es de Guy Chiappaventi, periodista, tifoso laziale y autor de Pistolas y balones, un libro sobre aquel grupo salvaje que dio al Lazio, en 1974, un inolvidable tí­tulo de Liga.

Chinaglia, un ariete de fuerza descomunal, era jefe de un clan. El jefe de la otra facción era el lateral izquierdo, Gigi Martini, hoy diputado posfascista. "En aquel equipo", recuerda Felice Pulici, el portero, "llevábamos pistola más o menos todos". En las concentraciones disparaban contra las farolas, las lámparas del hotel o los tifosi del Roma. El interior Luciano Re Cecconi murió durante un atraco fingido: un joyero vio el arma, no cayó en la broma y disparó. Long John Chinaglia usaba una Mágnum del calibre 44, capaz de atravesar paredes.

Aquel grupo indeseable, pero triunfal, estableció la ecuación que identifica al Lazio con el fascismo. Decenas de miles de seguidores laziales de todas las coloraciones polí­ticas querrí­an romper la ecuación a martillazos, pero es inútil porque existe en ella una verdad matemática: la ultraderecha domina la grada. Di Canio, el delantero con la efigie de Mussolini tatuada sobre la piel, abandonó el equipo tras la pasada temporada. Ya nadie en el césped saluda brazo en alto. La sombra fascista, sin embargo, emerge de nuevo.

Esta semana han sido detenidos Fabrizio Piscitelli, alias Diabolik, Fabrizio Toffolo, Yuri Alviti y Paolo Arcivieri, fundadores y jefes de Los Irreductibles, definidos por el fiscal como "el grupo más fascista, racista, homófobo y antisemita"
de entre todos los grupos fascistas que, del lado del Lazio y del lado del Roma, pueblan la grada del estadio Olí­mpico. Los cuatro son acusados de ejercer como mamporreros del mí­tico Long John Chinaglia, residente en Estados Unidos, sobre el que pesa una orden de arresto.

Según el fiscal, Chinaglia querí­a adueñarse de la sociedad e inventó una oferta de compra de un supuesto grupo inversor húngaro.

Mientras decí­a representar a los fantasmagóricos húngaros con papeles falsificados en Nápoles y agitaba la falsa oferta para especular en bolsa con las acciones del Lazio, Los Irreductibles amenazaban al actual presidente, Claudio Lotito, y al entrenador, Delio Rossi, con el fin de que uno vendiera a cualquier precio y el otro abandonara. Más concretamente, amenazaban a las esposas de ambos con llamadas telefónicas de contenido irreproducible. Los cuatro ultras, con un largo expediente judicial, ya se veí­an como directivos de la mano de Long John.

Chinaglia fue una vez presidente del Lazio, en 1983. Sólo consiguió el descenso a Segunda. Luego se dedicó a comprar y vender otras sociedades futbolí­sticas italianas y a organizar eventos deportivos desde Nueva York. Pero entre Chinaglia y el Lazio existe una atracción fatal, un ví­nculo indestructible y ruinoso para ambas partes. Chinaglia quiso volver. La grada se pasó meses vitoreando su oferta de compra y vituperando al presidente Lotito. Ahora Chinaglia es un fugitivo.

Buena parte de la grada, hija del mito del grupo salvaje de 1974, sigue estando, pese a todo, con Long John Chinaglia y con Los Irreductibles. Los cuatro ultras detenidos tienen entre 40 y 46 años de edad: eran niños cuando se ganó aquel scudetto de los balones y las pistolas. La maldita ecuación debió de quedárseles grabada en el alma.



Hoy, mañana, y siempre... con el Barí§a... en el corazón.

Bambi

Lo he leí­do esta mañana en el Talgo y me he partido el ní­spero a base de bien.

Gatinho

Hoy, mañana, y siempre... con el Barí§a... en el corazón.

problemaS

Reijkard fuma petas? Lo dices porque es holandés o qué? La verdad es que a veces se le ve con unos ojitos muy brillantes, pero al ser negro...
No vemos las cosas como son, sino como somos.

Bambi

Javi, un trozo de lo del dopaje, que viene con texto:



"Son demasiado poderosos" 
Los abanderados de la protesta por las secuelas fí­sicas no esperan nada de los juicios

A Karen Kí¶nig, ex nadadora pecosa de la antigua República Democrática Alemana, le da "vergí¼enza" que la confundan con un hombre cuando habla por teléfono. Cosa que, según dice, sucede "con frecuencia". Sin embargo, sentada sobre un pupitre alto de un café de moda del Berlí­n bohemio, cigarrillo planeando en cí­rculos sobre el cenicero, parece increí­ble. Nadie sospecharí­a que un elemento constante de su dieta desde los once años fueron las hormonas masculinas. Kí¶nig es la única deportista del Este que ha demandado al Comité Olí­mpico Alemán. Pero su denuncia, "como todas", está varada o, peor, en retroceso desde 2000. La ex nadadora argumenta que el organismo "heredó los bienes inmuebles del de la RDA". En consecuencia, también sus pecados. Nadie, dice, le hace mucho caso.

Kí¶nig, periodista local, ya no tiene muchas esperanzas. Ni le importa demasiado. Sigue la vida. No es la única. Algunos de los más significativos firmantes de la demanda colectiva contra Jenapharm, la farmacéutica que fabricaba el célebre Oral Turinabol se han descabalgado.

El asunto ha pasado, recientemente, de una corte penal a una administrativa. Además, según confesión a este periódico, uno de los principales abanderados de la causa, Andreas Krieger, ha pedido que quiten su nombre de los papeles. No quiere más juicios. Algunos deportistas empiezan a considerar que "es un asunto que ha pasado ya completamente a manos de los abogados". "Se han convertido en meros juicios de faltas", sentencia Kí¶nig.

Desde la potente farmacéutica también se cita a los letrados. El señor Christian Koof es el encargado de hablar de los temas legales en la empresa. Es un hombre amable que no muestra ninguna preocupación por el asunto. "El proceso sigue su curso y los que realmente saben las cosas son los abogados", concede Koof. En resumen, el desafí­o de las ví­ctimas ha pasado a convertirse en un combate de esgrima legal del que cada vez se sienten más distanciados y desesperanzados los deportistas: "Jenapharm es demasiado poderosa", resumen. Ni siquiera la animosa Ines Geipel, cabecilla, habla ya con mucho entusiasmo del caso.

Empiezan a imponerse las tesis de Kristin Otto, ex compañera en las pruebas de relevos de Kí¶nig, y actual presentadora de televisión. Tesis que hablan de desmemoria. De pasar página. Kí¶nig sabe que Otto, seis veces medalla de oro en los Juegos de Seúl, también consumí­a pastillas azules. Lo sabe, porque la vio. "Pero nunca hablábamos de eso, era como lavarse los dientes. Nadie habla con los demás de que se lava la cara por las mañanas, ¿no? Se da por hecho". Kí¶nig no reprocha nada a la gente como Otto, que representa más del 90% de los medallistas de la RDA. "No quieren echar tierra sobre lo único de lo que esa sociedad estaba orgullosa". Con los costurones de la reunificación sin resolver y un creciente aumento de los movimientos neonazis en las deprimidas ciudades del este, "la mayorí­a prefiere recordar lo que le interesa, en lo que éramos mejores que el oeste".

El miércoles pasado el Parlamento Alemán discutió sobre las viejas fichas de la Stasi, la policí­a polí­tica de la Alemania del este. El propósito era derogar la ley que impide a quienes estuvieron relacionados directamente con el espionaje acceder a puestos de trabajo público. Se calcula que dos millones de personas participaron en un modo u otro en la siniestra red policial. Al final, la cámara alemana resolvió tomar una decisión intermedia: sólo se podrá seguir usando esa información para vetar a jueces y altos funcionarios. Los entrenadores deportivos no son altos funcionarios.

La propia Kí¶nig, cuando pasea cerca del colegio en el que empezaron a moldearla, dice que "no siente nada" porque "ya no están los que estaban".

javi

Esto lo pegas para hacer descabalgar el proceso de paz a cuenta del caso Gurpegi, que ha sido una de las exigencias de la banda armada. Que se van a segunda (no digo "nos vamos", porque cada vez me la pela más el asunto)
Running is life. Anything before or after is just waiting

Bambi


Y hay suerte, a continuación, para paladares exquisitos, los tres últimos Historias del Calcio:

Francé
Enric González, El Pais, 13-11-2006



El fútbol, como la vida, está lleno de tiempo-basura. Como la vida, el fútbol se descompone al final en un puñado de momentos brillantes. El resto es un vago malestar: fenómenos metabólicos, estadí­sticas, humo. Y, sin embargo, ni el fútbol ni la vida son mal negocio. Hay momentos que duran para siempre. El sábado, poco después de las diez de la noche, uno de esos momentos iluminó el calcio. El Milan y el Roma empataban a uno en un encuentro importante para ambos. El Milan, un viejo acorazado con la cubierta llena de cañones y un montón de ví­as de agua en la sentina, necesitaba demostrar que aún podí­a ganar una gran batalla. Ya habí­a perdido en casa con el Inter y el Palermo, los dos jefes de la clasificación, y no podí­a permitirse otra derrota. El Roma, que no querí­a alejarse de los lí­deres, sentí­a menos urgencia porque pensaba en la historia: llevaba 20 años sin triunfar en casa del Diablo y le faltaba una victoria, que podí­a ser esa, para alcanzar las mil en la Serie A. El Milan se jugaba la vida. El Roma se jugaba la gloria.

El Milan habí­a salido con rabia tras el descanso y los romanistas se refugiaban atrás, contra las cuerdas, confiando en sacar un golpe que noqueara al rival. Pero todos los golpes los daba el Milan. Hacia el minuto 15 del segundo tiempo, cualquier apostador sabí­a dónde poner su dinero. El mí­ster del Roma, Spalletti, comprobó que era suicida exponerse a la potencia de fuego del acorazado milanista y retiró a Perrotta, la pieza central del tridente, para introducir a un chaval de 20 años llamado Aquilani. Delante, como falso ariete, siguió Francesco Totti, Francé (léase Franché), 30 años, cerebro rápido y trote lento, un genio con el peroné lleno de clavos y arandelas.

Francé ya habí­a marcado el gol de su equipo. Con Aquilani, que salió dispuesto a hacer el partido de su vida, La Mágica se echó encima del Milan. Faltaban siete minutos para el final cuando ocurrió lo que ocurrió. Seedorf perdió la pelota no muy lejos de su área. El balón se aproximó a Aquilani, quien, rodeado de dos contrarios, probó una cosa absurda: un centro de rabona dirigido a su espalda, hacia el extremo izquierdo, donde debí­a estar Mancini. La rabona salió perfecta, Mancini apareció por la banda y tocó hacia el área. A Totti, ariete inverosí­mil, le bastó poner la cabeza. Apenas cinco segundos para fabricar un gol maravilloso. Y una victoria histórica.

Un momento mágico es una puerta abierta al sueño. En cuanto terminó el partido, Totti y los suyos empezaron a pensar en el scudetto. ¿Por qué no? El portero, Domi, está en forma. Los dos centrales, Mexes y Chivu, son hoy los mejores del campeonato. La pareja de medios centro, De Rossi y Pizarro, no desmerece frente a cualquier cosa que puedan alinear el Inter, el Milan o el sorprendente Palermo. Los extremos brasileños, Taddei y Mancini, no pertenecen a la categorí­a del centrocampista reciclado: son de verdad. Y luego está Totti.

Lo normal es que este scudetto acabe cosido en la camiseta del Inter porque, con el ogro Juventus encerrado, por poco tiempo, en la Serie B y con el Milan achacoso, La Bienamada más potente del último decenio carece de excusas. Pero la magia, ese material invisible que se pega a la memoria, está del lado de la banda de veinteañeros que dirige Totti. Como los adolescentes enamorados, hacen cosas imposibles. Lo cual, en romano, se dice en dos palabras: Ahó, Francé. El resto se expresa con los ojos y las manos.

* * *

El ángel en el infierno 
ENRIC GONZíLEZ  06-11-2006

Hay equipos que, por razones variopintas, se visten con una bandera remota: el Boca va de sueco, el Barcelona va de suizo y el Lazio va de griego. Otros llevan los colores de su ciudad, como el Roma. O los de un club más antiguo, como el Juventus, que recibió camisetas del Notts County. Casi todos los colores del fútbol nacieron de la casualidad. Pero no los del Milan. El Milan eligió las rayas negras y rojas porque buscaba una combinación cromática infernal, capaz de infundir temor en los rivales. Es decir, el Milan tení­a un plan. Desde el principio.

Al Milan se le llama, como es normal, El Diablo. Eso es lo que buscaba. Hablamos de una sociedad con un punto narcisista, reflejado incluso en el atuendo de los técnicos: Ancelotti y su ayudante, Tassotti, se sientan en el banquillo con traje oscuro y camisa y corbata burdeos. Se trata, se supone, de una elegancia diabólica que entona, se supone, con los ojos frí­os de Maldini, los labios apretados de Pirlo y los rugidos de Gattuso.

Pero el Diablo renquea con una defensa anciana, un centro del campo al que le pesa todaví­a el Mundial y una delantera huérfana de Shevchenko. Ayer perdió de mala manera con el Atalanta, que no sólo es vecino (Bérgamo está a dos pasos), sino que luce los colores del Inter. Ancelotti se defendió culpando al árbitro, la excusa mefistofélica por excelencia. La verdad, sin embargo, aparece cruda y el primero en verla es el propio Berlusconi, que, sin perder de vista a Ronaldinho, ha enviado una expedición a Brasil para buscar un futbolista barato, desconocido y maravilloso.

¿Por qué no? El truco de la expedición ya funcionó una vez. Un tipo del Milan se fue a Sí£o Paulo y se trajo a un tal Ricardo, llamado Cacá como muchos Ricardos brasileños, pero con el rasgo de coqueterí­a de firmar Kaká. El chaval costó seis millones de dólares. Nadie sabe cuánto costarí­a ahora. Tiene el primer paso de Platini, ese paso falsamente exagerado que deja atrás al contrario; tiene la velocidad de un extremo, la parsimonia de un mediocentro, el pie de un ángel y el disparo de un demonio. Kaká es el tesoro del Diablo y su única esperanza en una temporada que comenzó mal, con una sanción de ocho puntos negativos, y prosigue mal. Sólo Kaká mantiene vivos los sueños milanistas. El scudetto queda muy lejos, pero en Europa, a veces, basta el talento de un genio para saltar una eliminatoria, y otra, y otra.

Kaká forma parte de una estirpe bastante rara, la del genio sin tormentos interiores. Muchos grandes del balón, como Garrincha, Best o Maradona, sufrieron por sus demonios personales. Quienes no pagaron ese peaje tení­an, al menos, algún defectillo que ayudaba a los demás a soportar su talento: Cruyff era vago, fumador y mandón, Di Stefano era seco de carácter, Beckenbauer era arrogante. Entre los de hoy, Ronaldo es glotón y Ronaldinho no es Adonis. Pelé carecí­a de defectos y encima tocaba la guitarra, pero era inculto.

Kaká es guapo, alto, veloz, resistente a las lesiones. Es simpático y disciplinado. No fuma, no bebe, no trasnocha y reza con frecuencia. Por si todo eso fuera poco, lee ensayos. Y juega como los ángeles.Tanta perfección tiene algo de diabólico.



* * *

Elogio de la locura
Enric González 30-10-2006



Los manuales de Derecho Procesal deberí­an incorporar con urgencia los mecanismos de la justicia deportiva italiana. A estas alturas del siglo XXI parece desabrido, incluso un poco grosero, emitir una sentencia y darla por válida, dejando al pobre reo, que al fin y al cabo es quien más sabe del caso, con la palabra en la boca y el corazón encogido. ¿Es eso civilización? No, eso es autoritarismo retrógrado.

Lo moderno es lo que ha ocurrido esta semana en el calcio: jueces y reos (Juventus, Milan, Lazio, Florentina y, en sumario aparte, Reggina) se han sentado a discutir las sentencias ya pronunciadas y han llegado a un acuerdo para rebajarlas. Es hermoso, ¿no? Los tribunales deberí­an funcionar así­ en todas partes. "¿Cómo? ¿Cadena perpetua por 20 atracos con violencia y tres homicidios? Seamos hombres de mundo, señor juez, no nos dejemos llevar por un arrebato". El juez acaba comprendiendo y dejando la cosa en seis meses de arresto domiciliario, porque el reo es en el fondo simpático y, además, bastante disgusto se ha llevado con todo el lí­o del proceso. Que le sirva de lección y que no vuelva a portarse mal.

El sistema se llama "arbitraje" y ha permitido al Juventus recuperar de golpe ocho de los 17 puntos de penalización con que, de forma adicional al descenso, la sociedad habí­a sido penalizada. El Lazio también ha sabido negociar con los "árbitros" judiciales: de menos 11 a menos tres. Al Fiorentina le ha salido peor: de menos 19 a menos 15. Y el Milan no ha ganado nada y se queda en menos 8.

Pese a toda su elegancia social, el "arbitraje" puede confundir un poco al aficionado. Especialmente si no maneja con soltura los conceptos de "responsabilidad objetiva" y "responsabilidad subjetiva", que hoy, en el calcio, han sustituido al fuera de juego posicional como cumbre teórica de la discusión de bar. Para quienes se pierden con esas sutilezas, la única esperanza es el fútbol. Que a veces es capaz de redimir cualquier miseria.

Al Milan y al Inter habrá que agradecerles durante mucho tiempo lo que hicieron el sábado en San Siro. Al Inter un poco menos, porque hizo lo que se esperaba de él: pegar y encajar, como un púgil demasiado joven y demasiado fuerte, ansioso por ganar y alzar el tí­tulo. Lo del Milan tuvo especial mérito, porque con un 1-4 en contra y con la alineación cargada de años (Seedorf, Maldini, Cafú, todos cercanos a los 35) arremetió contra el Inter y estuvo a punto de comérselo. Un derby que concluye 3-4 permite olvidar un montón de asquerosidades, tanto objetivas como subjetivas.

Los goles y el juego no lo fueron todo. Lo más importante, esta vez, fue la locura. Tras marcar su gol, Stankovic se lanzó sobre el entrenador, Mancini, y le zarandeó como a un muñeco gritando "¿Lo ves?, ¿lo ves?". El primoroso flequillo de Mancini quedó seriamente dañado. Más tarde, durante los últimos minutos, con el Milan enloquecido al ataque, Vieira se lastimó el tobillo, pero Maldini prefirió sustituir a Ibrahimovic. Vieira siguió sobre el césped, cojo y furioso, hasta el silbido final. Entonces se lanzó sobre Mihailovic, el "segundo" de Mancini, le dijo de todo y le pegó unos cuantos empujones, por no pegárselos directamente a Mancini.

Lo máximo en materia de locura pasional no correspondió, sin embargo, a Stankovic o a Vieira, sino, como de costumbre, a Materazzi. El futbolista más detestado del mundo marcó un gol de cabeza, el 1-4, y se levantó la camiseta para mostrar la inscripción que llevaba debajo: "Felicidades, Davide". Su hijo Davide, forofo del Milan (es lo que pasa con padres así­), cumplí­a años. A Materazzi le expulsaron por ese gesto y su ausencia dio alas al Milan. Los franceses dirán lo que quieran. Entre la responsabilidad objetiva, la responsabilidad subjetiva y Materazzi, uno se queda con Materazzi y con la locura, toda la vida.

* * *


El emperador triste
ENRIC GONZíLEZ 23-10-2006



Óscar Alberto Dertycia no siempre fue calvo. Lució una hermosa melena hasta 1990. Aquel año, en un invierno, perdió todo el cabello. Dertycia, joven delantero del Argentinos Juniors, habí­a sido fichado por el Fiorentina para componer con Baggio una fenomenal pareja de ataque. Pero no hubo manera: por más balones que recibí­a, Dertycia no marcaba. Lo fallaba todo. Se lesionó gravemente, se deprimió y empezaron a caérsele mechones de pelo. Todos los médicos coincidieron en el diagnóstico: alopecia nerviosa. Dertycia se marchó de Florencia y de Italia a final de temporada, calvo y triste.

Adriano, por el momento, es calvo porque se afeita el cráneo. Su cuero cabelludo resiste. Lo demás goza de poca salud: las piernas, los pies, la cabeza. Adriano no marca un gol para el Inter desde el 29 de marzo (fue un gol que no sirvió de nada porque el Villarreal superó la eliminatoria) y, lo que es más grave, no parece en condiciones de marcar. Hace sólo un año se le llamaba El Emperador y se le comparaba con los más grandes delanteros de la historia. Ahora es un alma en pena, un tarugo, un jugador que no juega.

En el Inter atribuyen el desplome de Adriano a la fatiga psicofí­sica acumulada en las últimas dos temporadas. Lo cual resulta plausible, aunque pueda extrañar en un joven de 24 años: Dertycia también tení­a 24 años cuando sufrió su año negro en Florencia. En Adriano, sin embargo, la impotencia goleadora reverdece ciertas sospechas que asomaron ya en los buenos tiempos. Algunos viejos catadores de fútbol, como el napolitano Giorgio Galeone, hoy técnico del Udinese, le negaron desde el principio la condición de fenómeno: fuerte, sí­; espectacular, también; pero Adriano, decí­an los Galeone, carecí­a de esa inteligencia especial e indefinible que permite a los realmente grandes adivinar los movimientos de los demás jugadores sobre el campo.

Esa limitación constituí­a, hasta cierto punto, el atractivo de Adriano. Tení­a que correr más que el contrario porque no utilizaba la astucia; tení­a que disparar más fuerte que nadie porque le costaba colocar el balón; sus exhibiciones fí­sicas eran tan portentosas que deslumbraban. Cuando las fuerzas empezaron a fallarle y se sucedieron las pequeñas lesiones, Adriano se convirtió en un futbolista vulgar, de los que se marcan solos porque embisten contra el bulto.

Acabó la temporada jugando mal, jugó poco y mal en el Mundial de Alemania y regresó mal tras las vacaciones. Roberto Mancini, el técnico interista, le ofreció la posibilidad de reincorporarse más tarde para que disfrutara de un descanso adicional. Pero Adriano no quiso: estaba ansioso por recuperarse a sí­ mismo y demostrar lo antes posible que el bache estaba superado.

Se entrenó con voluntad y sin provecho perceptible. En los partidillos con los compañeros le salí­a a veces lo que antes le salí­a siempre. En los partidos de verdad, en cambio, continuaba negado. Se convirtió en un habitual del banquillo y no cejó: siguió entrenándose fuerte. Hasta el lunes pasado. Dejó caer los brazos y anunció que se sentí­a incapaz de hacer nada.

El Inter le ha concedido unas vacaciones sin fecha de retorno. Adriano volará hoy o mañana hacia Rí­o de Janeiro para estar en Brasil diez dí­as, quizá más. Mancini ha renunciado a contar con Adriano para el derby con el Milan de esta semana porque en las actuales condiciones no hace ninguna falta. Algún dí­a, se supone, volverá el Adriano de antes. O eso o el Adriano de hoy se irá para siempre.




el de la 13

Sus voy a hacer una pubricidad mala.