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DSM-V

Iniciado por Kamarasa GregorioSamsa, Enero 07, 2009, 01:24:27 PM

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SrCualquiera

Cita de: CHE en Enero 07, 2009, 05:17:18 PM
Cita de: SrCualquiera en Enero 07, 2009, 05:13:52 PM
Cita de: CHE en Enero 07, 2009, 05:10:39 PM
Yo sí­ que creo. A alguien hay que echarle la culpa cuando algo no sale bien.

Yo la culpa se la hecho a mi hermano.

Yo eso lo hací­a cuando mis hermanas eran pequeñas. Ahora que ya no cuela, he optado por tirar más p'arriba.

Opción a la que es posible que me acoja cuando mi hermano ya no dé más de sí­.

Amalur

Cita de: SrCualquiera en Enero 07, 2009, 05:20:27 PM
Así­ es como yo me batí­a el cobre en los exámenes del instituto, la cosa no era estudiar, sino no caerse. Así­ me iba


Ya, Be water y tal

SrCualquiera


pssss, yo tampoco lo ennoblecerí­a tanto

Barbie

Cita de: SrCualquiera en Enero 07, 2009, 05:20:27 PM


Así­ es como yo me batí­a el cobre en los exámenes del instituto, la cosa no era estudiar, sino no caerse. Así­ me iba

¿Funambulismo en BUP era de las optativas? Porque no lo recuerdo.

Quercus Cistensis

Psiquiatras revisan el diagnóstico de los desórdenes mentales, DSM V


¡Por el culo te la hinco!

homenaje al chiste de romanos:
-oye, ¿tú sabes cuanto son palo-palo más palo-palo-palo?
-Uve.
-Pues... ¡por el culo te la hinco!
Pelazo nivel Boris Johnson

Kamarasa GregorioSamsa

Cita de: Musaraña en Enero 07, 2009, 02:56:45 PM
Gregorio, te recomiendo un libro que yo creo que disfrutarás, se llama "La invención de los trastornos mentales" de Héctor González Pardo y Marino Pérez ílvarez. Estoy empezándolo así­ que no puedo hacer una crí­tica objetiva, pero el libro entre varias cosas habla de cómo a dí­a de hoy existe un exceso de medicalización en la sociedad y especialmente a nivel de psicologí­a/psiquiatrí­a. Habla de los intereses múltiples que subyacen en ésto y de cómo ciertos problemas de la vida cotidiana se han elevado a la categorí­a de desórdenes, enfermedades psicológicas, etc.

Hace poco conocí­ a un grupo de psiquiatras que se mofaban de la pretensión de muchos psiquiatras de renombre (articulistas, más que gente "en activo") de encasillar y renombrar cada vez más cosas que o bien ya cuadran con anteriores cuadros clí­nicos (como la bulimia dentro del trastorno obsesivo-compulsivo) o bien de sacarse de la manga supuestos sindromes que ni siquiera cumplen el mí­nimo cientí­fico para catalogarse como tales (como el polémico e inexistente Sindrome de Alienación Parental).

Seguro que sí­. Encontré esto en la red al buscar referencias:

"La invención de los trastornos mentales": un libro polémico.

"Durante las últimas décadas han aumentado tanto el número de personas aquejadas de trastornos mentales como el número de terapias farmacológicas, psicológicas y de otra í­ndole para su tratamiento. ¿Nos encontramos ante una nueva epidemia debida a nuestro estilo de vida actual o existen otras razones que explican el aparente deterioro de nuestra salud mental?


En este libro, dos investigadores y profesores universitarios, expertos en Psicofarmacologí­a y Psicologí­a Clí­nica, proponen y justifican con todo rigor una provocativa, y seguramente polémica, teorí­a acerca de la invención de distintas categorí­as de trastornos mentales. La creación y propagación de éstas últimas tiene mucho que ver con los intereses comerciales de la industria farmacéutica y con la complacencia de profesionales y pacientes. Los autores han investigado a fondo la evidencia cientí­fica acerca de la naturaleza de los trastornos mentales y de sus tratamientos. La conclusión del análisis realizado pone de manifiesto que considerar los trastornos mentales como enfermedades es sencillamente una falacia. Frente al modelo rí­gido de «enfermedad mental», los autores proponen una visión más abierta de tipo contextual, centrada en las circunstancias personales, en la que se escucha a las personas en vez de a los fármacos."

 

A continuación se reproducen la réplica de la Sociedad Asturiana de Psiquiatrí­a y la contrarréplica de Héctor González Pardo y Marino Pérez ílvarez, autores del libro. 

 

­

Los psiquiatras cargan contra el libro «La invención de trastornos mentales»

La Sociedad Asturiana de Psiquiatrí­a tilda de inmorales a los dos profesores de Psicologí­a autores de la obra.

Lne.es 2 de diciembre de 2007


Oviedo, A. VILLACORTA
«Hablar de la invención de las enfermedades mentales en un paí­s donde hay más de 400.000 personas que sufren esquizofrenia no sólo es frí­volo, es inmoral. Seguramente es una mezcla de ignorancia -se trata de personas que no tienen contacto alguno con los miles de afectados que en Asturias sufren un trastorno mental severo- y de intereses espurios, bien personales o corporativos».
Ésta es una de las cargas de profundidad con las que la Sociedad Asturiana de Psiquiatrí­a, a través del psiquiatra Marcos Huerta, miembro de su junta directiva, se defendió ayer de las crí­ticas vertidas hacia los profesionales de esta disciplina por Marino Pérez y Héctor González Pardo, catedrático y profesor titular, respectivamente, de la Facultad de Psicologí­a de la Universidad de Oviedo, en su libro «La invención de trastornos mentales», que acaba de ser publicado por Alianza Editorial.

En la obra, que ha tenido una gran repercusión en todo el paí­s, estos dos profesores universitarios, expertos en psicofarmacologí­a y Psicologí­a Clí­nica, denuncian que «la escalada de desórdenes psiquiátricos que vivimos tiene mucho que ver con los intereses comerciales de la industria farmacéutica y con la complacencia de profesionales y pacientes». O lo que es lo mismo: que enfermedades como la depresión que las generaciones precedentes no habrí­an considerado más que problemas de la vida cotidiana han sido creadas por las multinacionales para vender medicamentos con la connivencia de los psiquiatras.

La Sociedad Asturiana de Psiquiatrí­a remarca la «total coincidencia» de los argumentos desgranados por estos autores en el libro «con la iglesia de la Cienciologí­a» y explica la «situación peculiar en la que se encuentran los médicos». «Por un lado», explican, «todo el mundo quiere ser médico: colegios profesionales de psicologí­a y enfermerí­a reclaman poder prescribir fármacos, los farmacéuticos demandan participar oficialmente en la atención y se multiplican las series televisivas con émulos de Sherlock en hospitales de ensueño». Mientras que, por otro, afirman los psiquiatras, «existe una presión mediática a favor de las "terapias alternativas", de parir en casa o bajo el agua, se insiste desde agrupaciones culturales altamente ideologizadas sobre la "medicalización" de la sociedad, sin que se profundice en la crí­tica global, ya innecesaria, una vez señalados determinados "cocos" del imaginario propio». En esta encrucijada, argumentan, «cualquiera, sin el menor conocimiento, o que tenga una visión sesgada, por incompleta, de las cosas, se atreve a hacer crí­ticas globales».

Ahora bien, contraataca la Sociedad Asturiana de Psiquiatrí­a, «no puede haber crí­tica sin autocrí­tica». Y así­, dicen, «sorprende que nadie hable, ya que probablemente es ideológicamente más aceptable, de la psicologización absurda de lo cotidiano. De suerte que, por ejemplo, en la desgracia, en vez de sufrir el dolor í­ntimo de la pérdida, podemos vernos asaltados por un comando de psicólogos enviado a la sazón por nuestros gestores para curarnos de la pena y "apoyarnos" en nuestros momentos de zozobra». A esta tendencia observada en las administraciones públicas se suma «una presión social formidable para que se den carta de naturaleza a patologí­as de más que dudoso rigor»: «Son otros los interesados en que se consideren diagnósticos válidos el "mobbing", el "sí­ndrome de alienación parental" o las llamadas "nuevas adicciones"».

«¿Veremos, próximamente, algún otro imprescindible libro sobre estos temas?», se preguntan. Porque la realidad es, según estos facultativos, «que en la misma cultura en la que vale todo, porque todo es opinable, nadie quiere ser responsable de su biografí­a».

«Ahora bien, mantener que la depresión como patologí­a médica es un invento de médicos y empresas farmacéuticas sólo se puede entender desde la estulticia o la mala fe», concluyen con datos de la Organización Mundial de la Salud, que sostiene que «los trastornos depresivos son la causa principal de años perdidos por discapacidades en todas las edades, por encima de los accidentes de tráfico, las enfermedades cerebrovasculares, la diabetes o el sida». Y apelan a «las ví­ctimas de la ceremonia de confusión que algunos sacerdotes preconciliares, ordenados en los tiempos de la antipsiquiatrí­a, montan desde sus púlpitos»: «Son los enfermos y sus familias, que no sólo a través de esta promoción de la ignorancia ven aumentado el estigma que sufren, sino que, al no cumplir con el tratamiento, pueden tener nuevas recaí­das».

 

Sobre la invención de trastornos mentales

Lne.es 9 de diciembre de 2007


HÉCTOR GONZíLEZ PARDO Y MARINO PÉREZ íLVAREZ

Ciertamente, nos ha sorprendido la carga que hacen los psiquiatras contra nuestro libro «La invención de trastornos mentales» (La Nueva España, domingo 2 de diciembre). Nos ha sorprendido el tono bruto y agresivo, máxime al venir en nombre de una muy digna sociedad cientí­fica y profesional como es la Sociedad Asturiana de Psiquiatrí­a. De todos modos, nuestra respuesta va dirigida en particular a Marcos Huerta, si bien nos mantendremos en un nivel por encima del suelo.

Nos da la impresión de que la suya es una reacción al tí­tulo del libro, pero no a su argumento. Probablemente, nuestro crí­tico no ha leí­do el libro y, en su caso, no lo ha entendido, porque de otra manera no se explica el exabrupto. Para empezar, el libro no va contra los psiquiatras, sino contra la concepción que hace pasar los trastornos mentales como si fueran una «enfermedad más cualquiera», sea ello defendido por psiquiatras o por psicólogos. Por otra parte, no faltan psiquiatras que ven y denuncian esta tendenciosa tendencia. De hecho, libros similares al nuestro han sido escritos por psiquiatras recientemente. Bastarí­a echar una ojeada al í­ndice de nuestro libro para ver que una de sus tres partes se titula «Desenmascaramiento de la psiquiatrí­a y la Psicologí­a Clí­nica».
¿Qué quiere decir «invención»? Nosotros llamamos «invención» a esa concepción que hace pasar los trastornos mentales como si fueran una «enfermedad más cualquiera». Está muy claro en el libro que esta invención no la hacen los profesionales, no es una invención de la nada y una vez hecha la invención no deja de ser algo real.

La invención de supuestas «enfermedades mentales» no la hacen los profesionales en la práctica clí­nica, sino que es un fenómeno a escala cultural que, entre otros factores, incluye la cultura clí­nica de la gente y la formación facultativa de los propios clí­nicos, en cuyo proceso sin duda es importante la industria farmacéutica con su marketing dirigido expresamente a la sensibilización de la población y de los profesionales so pretexto de información. En este sentido, los profesionales son a menudo ellos mismos más unos «mandados» y «ví­ctimas» del sistema que propiamente inventores de nada. Como muchos psiquiatras han denunciado, la psiquiatrí­a está hoy en buena medida en manos de la industria farmacéutica.

La invención de supuestas «enfermedades mentales» no se realiza a partir de la nada, de hecho los trastornos mentales existen. La invención como enfermedades se hace a partir de los problemas que tiene la gente, por los que va a consulta. La tesis que nosotros defendemos es que la invención de supuestas enfermedades deriva de los problemas de la vida (conflictos, decepciones, pérdidas, agobios, dificultades, fracasos, etcétera). Es una tesis polémica y discutible, pero clara, decidida y fundada. Esta tesis no excluye posibles factores neurobiológicos, pero tampoco los pone por delante como causas. Por cierto, no hay todaví­a al dí­a de hoy establecida ninguna causa biológica de ningún trastorno psicológico por muy «enfermedad mental» que se diga. Es más, posibles factores biológicos concomitantes a un trastorno puede que sean más consecuencias del trastorno que supuestas causas del mismo. Por el contrario, lo que sí­ está establecido es que los factores psicológicos están implicados en el desarrollo de los trastornos mentales. Esta tesis es lo que habrí­a que discutir y no reaccionar sin más al tí­tulo del libro.

La invención de supuestas «enfermedades mentales», una vez hecha, no deja de dar lugar a productos reales. El paciente que «sale» con un diagnóstico, valga por caso, de «fobia social» y la correspondiente medicación, por citar uno de los últimos inventos, acaso tenga una «enfermedad mental»: así­ se lo han dicho o dado a entender y así­ probablemente viva y entienda su problema, de no ser así­ ¿por qué recibe medicación? Llegados a este punto, nosotros no negarí­amos que esa supuesta «enfermedad mental» sea un hecho real, lo que planteamos es cómo se ha hecho real.
Cuestión ontológica. En el libro mostramos cómo ciertos problemas de la vida y a veces ni siquiera problemas, por ejemplo, simples estilos de comportamiento o maneras de ser como la timidez se han convertido en trastornos mentales que a menudo se hacen pasar por enfermedades de supuesta base neurobiológica (los tan socorridos desequilibrios neuroquí­micos). Pero nuestro argumento no queda en la mera denuncia de esa patologización (psiquiatrización o psicologización, que nos da igual) de la vida cotidiana, por lo demás conocido. Otros libros ya lo han hecho. Lo que hace a nuestro libro único, permí­tase decirlo, es que plantea cómo es posible que algo que es un problema de la vida o incluso ni siquiera un problema llega a ser todo un trastorno y aun una «enfermedad mental». Ésta es una cuestión ontológica acerca de cuál es la naturaleza y el modo de ser de los trastornos mentales.

La conclusión a la que llegamos es que ello es posible porque los trastornos mentales, sin dejar de ser reales y algunos suponer un enorme sufrimiento, lejos de ser entidades naturales como, por ejemplo, la diabetes, la hepatitis o el alzheimer (éstas sí­ son enfermedades) son entidades interactivas (en el sentido de Ian Hacking), susceptibles de ser influidas (modeladas y reconstruidas) por el conocimiento que se tenga de ellas, incluyendo la cultura clí­nica de la gente, la sensibilización de la población y las prácticas clí­nicas (teorí­as, diagnósticos, técnicas, etcétera). Por eso pueden terminar como supuestas enfermedades, pero no porque estuvieran ahí­ dadas esperando a ser descubiertas (diagnosticadas), sino por una serie de factores y actores implicados en una escala cultural, como se decí­a. Nuestro psiquiatra crí­tico reconocerá que la suya es la única especialidad médica que no trata propiamente con enfermedades, sino con sí­ndromes, conjuntos de sí­ntomas que pueden y suelen reorganizarse de una manera práctica, y ahí­ habrá que preguntarse ahora ¿práctica para qué y para quién? (¿para recetar?, ¿para entender el problema?, ¿para hacer estadí­sticas?, etcétera).
¿Por qué contra la consideración de «enfermedad»? Pero ¿cuál es el caso contra las supuestas «enfermedades mentales», si es una manera práctica de entenderse y de dar solución a los problemas de la gente? Ésta serí­a una buena cuestión para el crí­tico, si entrara en el libro. Por lo que a nosotros respecta, diremos que es una mala y tendenciosa solución, por las siguientes razones, dejando aparte, lo que es mucho dejar, que no serí­an enfermedades más que por analogí­a.

En primer lugar, la adopción casi ya convencional de los trastornos mentales como enfermedades no ha reducido el estigma, según se pensaba iba a suceder, supuesto que la noción de «enfermedad» no implica valoraciones personales. Sin embargo, estudios recientes muestran que el estigma ha aumentado tanto en la población como en los propios clí­nicos, ya que unos y otros ven a los «enfermos mentales» como siendo imprevisibles e incontrolados y los tratan con distancia, sin considerar el significado de sus sí­ntomas al suponer que derivan de algún desequilibrio neuroquí­mico.

En segundo lugar, los propios pacientes adoptan el papel pasivo de paciente, quedando a expensas de que la medicación solucione su problema. Nuestra concepción es que las personas, en vez de pacientes, pueden y deben ser agentes autosanadores activos. Las intervenciones psicológicas van por este lado. En tercer lugar, la noción de enfermedad desví­a la atención de las verdaderas condiciones de las que dependen los trastornos mentales, que a nuestro juicio se encuentran en los problemas de la vida y en las maneras que tienen las personas de tratar con ellos.

En cuarto lugar, pero no menos importante, la concepción de enfermedad está funcionando en realidad como justificación de la medicación masiva a la que hemos llegado. Sin tener nada en contra de la medicación, por principio, lo cierto es que se usa abusivamente. Aparte de sus posibles efectos nocivos (entre ellos efectos secundarios y adicciones), la medicación está suponiendo un enorme gasto sanitario (y por su lado un enorme negocio), sin ser la mejor solución posible, a juzgar por la escalada de consumo, indicativa de que las cosas van a peor, porque, si no, no serí­a necesario más y más remedio de lo mismo. Es interesante recordar aquí­ una propuesta inglesa, con base en criterios económicos y de eficacia terapéutica, según la cual no se deberí­a aplicar medicación para la depresión antes de diez sesiones de terapia psicológica, sabido que ésta es la solución por la que se debiera empezar.

En fin, siendo éste el tema de nuestro libro, se comprenderá que nos haya sorprendido la reacción sin duda inapropiada de M. H. Por un momento hemos creí­do en la medicación como primera lí­nea de actuación, pero aún creemos más en que la explicación adecuada es lo que hace a la gente más juiciosa.


Héctor González Pardo y Marino Pérez ílvarez son psicólogos y autores del libro «La invención de trastornos mentales».

Vinatea

#51
Al final, tení­a que pasar.

Vinatea

Cita de: § en Enero 07, 2009, 05:14:37 PM
Cita de: SrCualquiera en Enero 07, 2009, 05:09:02 PM
Yo en dios así­ en abstracto no creo, pero luego voy por la calle, veo un bote de coca cola tirado en el suelo, y me digo: si consiga darle 3 toques sin que caiga me va a salir un dí­a que te cagas. Cosas así­...también soy mucho de andar por los bordillos, y los objetivos a conseguir con muy variados.


Wow, y yo toda la vida pensando que era la única pánfila maniática que trataba de andar sin pisar la lí­nea que separa dos baldosas...


Tú, Jack Nicholson y el perrito del mariquita.

Kamarasa GregorioSamsa

Oye, CHE, que no estoy al tanto de "lo tuyo". ¿Qué es exactamente lo que te pasa en la espalda?

Vinatea

Los años, que no NOS perdonan.

Kamarasa GregorioSamsa

Bueno, en mi caso más que los años son las malas posturas y los 'pasones' con una estructura fundamentalmente débil.

Porfirio

Mon, cuando hablo de oscurantismo no me refiero a que hubiese una sala tipo Doctor Mengele, sino a que los tratamientos usados en psiquiatrí­a se apartan/apartaban muy mucho de una lí­nea, podemos llamarla ortodoxa, de medicación. 

Estuve en una clí­nica privada pero, también conocí­ el psiquiátrico de Ciempozuelos más o menos a fondo. 

La terapeútica de los medicamentos en psiquiatrí­a es relativamente reciente.  Empezó a asomar tí­midamente quizás por los 50 más o menos.  Aunque aún en esa época lo que fardaba eran los tratamientos de choque y la psicoterapia.

Me causan especial horror los denominados tratamientos de choque.  A lo largo de la historia se han usado jugando a la gallinita ciega para "ver que pasaba".  Así­ recuerdo a bote pronto: los choques cardiazólicos, insulí­nicos, eléctricos, térmicos.  Recordemos también las lobotomí­as, las topectomí­as, las impaludaciones... etc.

Vale que con los años los neurolépticos, los tranquilizantes y los hipnóticos se han hecho con el trozo más grande de pastel de la ciencia psiquiátrica, pero incluso así­, se han seguido usando en terapias de choque: chalecos quí­micos y curas de sueño.  Es más a finales de los 80 aún se usaba el electroshock.  La psiquiatrí­a, gracias a Dios, se ha ido acercando con el paso de los años a una concepción bioquí­mica de la psicosis, a una especie de quimioterapia de las enfermedades mentales y yo me alegro, pero esto es muy reciente hablando en perspectiva y no contradice que la historia de esta pseudociencia está salpicada por máquinas de torturas y conjuros.

Amalur

Cita de: Vinatea en Enero 07, 2009, 06:24:20 PM
Cita de: § en Enero 07, 2009, 05:14:37 PM
Tú, Jack Nicholson y el perrito del mariquita.


Muahuhauahuahuahau

Algo me habí­an comentado de Mejor Imposible y no sabí­a si sentirme halagada o devastada por parecerme a semejante genio, o loco.


Kamarasa GregorioSamsa

Cita de: CHE en Enero 08, 2009, 09:22:22 AM
De lo de mi espalda, como siempre, tienen la culpa "otros"! Esa genética que tan bien me está viniendo para no tener que echarle las culpas de todo a Dios. Una escoliosis dorso-lumbar, mal que comparto con el 100% de mi familia paterna. Nada exagerado pero sí­ lo suficientemente tocacojones como para producirme dolores de espalda joputescos unas 4 veces al año. Hasta que, siguiendo los sabios consejos (esta vez, sí­!) de una sabia doctora, me puse en manos de un osteópata, hará un par de años. Se acabaron los dolores, de momento. Yo aún no sé si casarme con la doctora (como decí­a no sé quién) o pensar que esto es, simplemente, la calma antes de la tormenta. Sólo sé que llevo dos años sin probar el myolastán y similares y no sabes lo que te cambia la vida cuando se acaban los dolores.
Y sí­, a eso súmale malas posturas, abusos y los años acumulados.

¿No te han recomendado, además, nadar?

Kamarasa GregorioSamsa

Bueno, pero mal no te puede venir. Serí­a como un complemento del ostiópata. ;D

Te lo pregunté porque en verano me diagnosticaron una incipiente hernia discal que, si no la cuido, derivará en una segura intervención, y tras dos meses bastante jodido fui a un médico alópata chino que practica acupuntura y me dejó como nuevo. Repetí­ hace un mes cuando, tras regresar a mi grupo de nado-a-lo-bestia, pensé que aquello estaba superado y cogí­ una pesada tele que me quebró de nuevo. Esta vez tuve la mala fortuna de que el chino se iba de vacaciones y sólo pudo tratarme tres dí­as, suficientes para paliar bastante los dolorcitos. Eso sin contar las dos operaciones (con implantación de una hermosí­sima estructura metálica) y más de tres años de calvario que ha tenido (y tendrá) que soportar mi mujer por la misma hernia, pero en grado mayúsculo. Comprenderás ahora la especial sensibilidad que tengo ante esos temas.