Libros 2010 Una Odisea en el Tiempo, o, ¿a qué huelen los libros?

Iniciado por El_Desaprensivo, Enero 02, 2010, 07:51:37 PM

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Rufo

¿Tan pequeña y enseñándole a trampear? ¿Qué quieres, que se dedique a la polí­tica?
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

Dee Dee

Que no, cullons, que es para que lo lea "después" de su traducción.

Son of a beach

Terminando


Vida sexual de Catherine M, de Catherine Millet..

Leerlo es como introducirte un frigodedo por el culo; si, es sexi, puede que demuestre cierta sofisticacion, pero te deja un poco frio. No obstante, me ha gustado (el libro) y creo que, pese al tono desangelado que flota sobre todo este compendio de chupadas y mamadas y folladas y enculamientos poliedricos, el libro tiene algo. Aunque solo sea ese atinado aforismo sobre la masturbacion que deja caer y que resulta tan acertado: ningun desenlace es mas cierto que el que busco en solitario.




Vida de Motel, de Willy Vlautin.

Este es uno de esos libros que compro por la portada, yo hago esas gilipolleces, que pasa.






Lo cierto es que las ilustraciones (que son de Ned Beaty*, no del propio Vlautin, que en realidad creo no se llama asi, y que es el frontman de un grupo que se llama Richmond Fontaine, que tiene alguna cosa que otra bastante bonica**), todas de rotulos de dinners, restaurantes y cafeterias y salpicaderos de Dodge Dart del 70 son cojonudas, pero el texto no desmerece. Es una historieta de estas cotidianas rollo white trash, ambientada en Nevada, de un par de hermanos losers, que viven rodeados de otros losers, y que se montan una cortocircuitada road movie cuando uno de los hermanos losers, cojo, atropella a otro loser que anda por ahi en camiseta montado en una bici en pleno invierno, y el hermano loser coge y se da un tiro de pistola en la patachula porque no tiene lo que hay que tener para volarse la tapa de los sesos y bueno, todos beben cerveza en packs de seis y toman jim bean en el interior de los garitos esos que tienen esos rotulos tan cojonudos, y el hermano pequeño loser del loser de la pata chula le cuenta a este historias que se va inventando, que suelen ser todas muy bonicas o de un grande descojone como en la que se enrolan en un barco pirata junto a Willy Nelson, y todo esto contado con cierto rollito a lo Sam Shepard de cuando Sham Shepard recien se empezaba a follar a Jessica Lange y escribia aquellos relatos cortos tan guapos, sobre moteles y losers.







*
Esto es tener lo que hay que tener, y ademas saber como usarlo

http://natebeaty.com/illustration





**

http://www.youtube.com/v/o36gt8t2Mxw
los niggas de guetto son bastante parecidos a los gitanos, que ninguno es comunista porque en la bandera salen herramientas.

Carson_

#2463
Oswald, Norman Mailer.

Recreación de los últimos cuatro años de la vida de Lee Harvey Oswald. Desconozco cuánto tiempo empleó Mailer en redactar la novela, ni el que utilizó en la recopilación de datos y documentación; el hecho  es que resulta una obra imponente.

El libro se divide en dos grandes bloques: “Oswald en Minsk con Marina” y “Oswald en Estados Unidos”. Por ponerle una pequeñí­sima pega, la parte dedicada a la etapa rusa prolifera en detalles a veces tangenciales al tema. Me explico, para llegar a Marina â€"quien se convertirí­a en esposa de Oswald-, repasa, por ejemplo, la biografí­a completa de Valia (que si la cicatriz de infancia en la mejilla la acomplejó de joven, que si no se sentí­a plenamente a gusto con su familia polí­tica…), una tí­a con quien Marina convivió unos años antes de trasladarse a E.E.U.U. pero con la que apenas vuelve a tener contacto. En esta primera parte Mailer tira de oficio, recreando a un Oswald bastante anodino y solitario. Los informes del seguimiento que de él hace la KGB resultan incluso graciosos por la poca chicha que contienen: te imaginas a un funcionario terrorí­fico con el sombrero negro calado y un periódico a la altura de los ojos, anotando en un bloc: sale del trabajo, va a comer solo, visita un museo, se acuesta. Así­, dí­a tras dí­a.

En la parte destinada a la etapa americana, es donde Mailer parece disfrutar plenamente de la narración. Se despliega toda la complejidad de la personalidad de Oswald, de su relación con Marina (para mí­ uno de los personajes más desubicado, no sólo en términos geográficos o de nacionalidad, sino también en lo personal: una mujer temerosa que la noche de bodas “prepara” una virginidad inexistente, maltratada por su marido â€"de quien se apunta una homosexualidad encubierta-, con un bebé de meses, sin amigos); las ausencias inexplicables de él, el coqueteo con el castrismo (a todo esto, resulta casi inverosí­mil que Castro siga vivito y coleando), etc., etc., hasta el dí­a 22 de noviembre de 1963 en que se produce el asesinato de Kennedy y, cuarenta y ocho horas después, el de Oswald a manos de Jack Ruby, otro de los personajes que más me han atraí­do por esa especie de destino trágico que a él también le acompaña.

Mailer elude en todo momento ceñirse en exclusiva a una de las dos hipótesis: si Oswald actuó solo o fue el chivo expiatorio de una conspiración. Es verdad que a veces la realidad supera la imaginación, pero también vale lo de que la realidad a veces resulta bien simple. Las lagunas, Mailer las suple con hipótesis incluso contrarias entre sí­, abre ví­as de interpretación, luego recula, hasta que los datos vuelven a contradecirse, y de nuevo conjetura posibilidades esclarecedoras de la situación. Como cualquier realidad abierta, más que resolver incógnitas, las plantea.

En fin, un cinco estrellas, que dirí­a Bic. Vale la pena leerlo siquiera sea por los retratos que compone, a través de las transcripciones de la Comisión Warren, de la madre “dickensiana” (en palabras de Mailer, de quien añade: “Pocas personas buscarán su compañí­a durante mucho tiempo, pero un novelista sabe estimar a Marguerite. Ella hace todo el trabajo por él”), o de la “cuáquera” Mrs. Paine. O de la desesperación humillante de Robert Oswald, cuando se encuentra ante el ataúd de su hermano sin que nadie, absolutamente nadie, quiera oficiar la ceremonia.

California

Cita de: Pleonasmo de Rotterdam en Noviembre 20, 2010, 10:11:47 AM


Vida de Motel, de Willy Vlautin.

Este es uno de esos libros que compro por la portada, yo hago esas gilipolleces, que pasa.






Lo cierto es que las ilustraciones (que son de Ned Beaty*, no del propio Vlautin, que en realidad creo no se llama asi, y que es el frontman de un grupo que se llama Richmond Fontaine, que tiene alguna cosa que otra bastante bonica**), todas de rotulos de dinners, restaurantes y cafeterias y salpicaderos de Dodge Dart del 70 son cojonudas, pero el texto no desmerece. Es una historieta de estas cotidianas rollo white trash, ambientada en Nevada, de un par de hermanos losers, que viven rodeados de otros losers, y que se montan una cortocircuitada road movie cuando uno de los hermanos losers, cojo, atropella a otro loser que anda por ahi en camiseta montado en una bici en pleno invierno, y el hermano loser coge y se da un tiro de pistola en la patachula porque no tiene lo que hay que tener para volarse la tapa de los sesos y bueno, todos beben cerveza en packs de seis y toman jim bean en el interior de los garitos esos que tienen esos rotulos tan cojonudos, y el hermano pequeño loser del loser de la pata chula le cuenta a este historias que se va inventando, que suelen ser todas muy bonicas o de un grande descojone como en la que se enrolan en un barco pirata junto a Willy Nelson, y todo esto contado con cierto rollito a lo Sam Shepard de cuando Sham Shepard recien se empezaba a follar a Jessica Lange y escribia aquellos relatos cortos tan guapos, sobre moteles y losers.


Coño, así­ que ha sacado otra novela. Porque yo leí­ una en la que tampoco pasaba nada, pero no tení­a ese tí­tulo. El caso es que me gustó.

California

Cita de: Carson_ en Noviembre 20, 2010, 02:13:39 PM
Oswald, Norman Mailer.

Recreación de los últimos cuatro años de la vida de Lee Harvey Oswald. Desconozco cuánto tiempo empleó Mailer en redactar la novela, ni el que utilizó en la recopilación de datos y documentación; el hecho  es que resulta una obra imponente.

El libro se divide en dos grandes bloques: “Oswald en Minsk con Marina” y “Oswald en Estados Unidos”. Por ponerle una pequeñí­sima pega, la parte dedicada a la etapa rusa prolifera en detalles a veces tangenciales al tema. Me explico, para llegar a Marina â€"quien se convertirí­a en esposa de Oswald-, repasa, por ejemplo, la biografí­a completa de Valia (que si la cicatriz de infancia en la mejilla la acomplejó de joven, que si no se sentí­a plenamente a gusto con su familia polí­tica…), una tí­a con quien Marina convivió unos años antes de trasladarse a E.E.U.U. pero con la que apenas vuelve a tener contacto. En esta primera parte Mailer tira de oficio, recreando a un Oswald bastante anodino y solitario. Los informes del seguimiento que de él hace la KGB resultan incluso graciosos por la poca chicha que contienen: te imaginas a un funcionario terrorí­fico con el sombrero negro calado y un periódico a la altura de los ojos, anotando en un bloc: sale del trabajo, va a comer solo, visita un museo, se acuesta. Así­, dí­a tras dí­a.

En la parte destinada a la etapa americana, es donde Mailer parece disfrutar plenamente de la narración. Se despliega toda la complejidad de la personalidad de Oswald, de su relación con Marina (para mí­ uno de los personajes más desubicado, no sólo en términos geográficos o de nacionalidad, sino también en lo personal: una mujer temerosa que la noche de bodas “prepara” una virginidad inexistente, maltratada por su marido â€"de quien se apunta una homosexualidad encubierta-, con un bebé de meses, sin amigos); las ausencias inexplicables de él, el coqueteo con el castrismo (a todo esto, resulta casi inverosí­mil que Castro siga vivito y coleando), etc., etc., hasta el dí­a 22 de noviembre de 1963 en que se produce el asesinato de Kennedy y, cuarenta y ocho horas después, el de Oswald a manos de Jack Ruby, otro de los personajes que más me han atraí­do por esa especie de destino trágico que a él también le acompaña.

Mailer elude en todo momento ceñirse en exclusiva a una de las dos hipótesis: si Oswald actuó solo o fue el chivo expiatorio de una conspiración. Es verdad que a veces la realidad supera la imaginación, pero también vale lo de que la realidad a veces resulta bien simple. Las lagunas, Mailer las suple con hipótesis incluso contrarias entre sí­, abre ví­as de interpretación, luego recula, hasta que los datos vuelven a contradecirse, y de nuevo conjetura posibilidades esclarecedoras de la situación. Como cualquier realidad abierta, más que resolver incógnitas, las plantea.

En fin, un cinco estrellas, que dirí­a Bic. Vale la pena leerlo siquiera sea por los retratos que compone, a través de las transcripciones de la Comisión Warren, de la madre “dickensiana” (en palabras de Mailer, de quien añade: “Pocas personas buscarán su compañí­a durante mucho tiempo, pero un novelista sabe estimar a Marguerite. Ella hace todo el trabajo por él”), o de la “cuáquera” Mrs. Paine. O de la desesperación humillante de Robert Oswald, cuando se encuentra ante el ataúd de su hermano sin que nadie, absolutamente nadie, quiera oficiar la ceremonia.


Me han entrado ganas de leerlo.
Hace mucho que no leo nada de este hombre.

Szalai

Cita de: Carson_ en Noviembre 20, 2010, 02:13:39 PM
Oswald, Norman Mailer.

Recreación de los últimos cuatro años de la vida de Lee Harvey Oswald. Desconozco cuánto tiempo empleó Mailer en redactar la novela, ni el que utilizó en la recopilación de datos y documentación; el hecho  es que resulta una obra imponente.

El libro se divide en dos grandes bloques: “Oswald en Minsk con Marina” y “Oswald en Estados Unidos”. Por ponerle una pequeñí­sima pega, la parte dedicada a la etapa rusa prolifera en detalles a veces tangenciales al tema. Me explico, para llegar a Marina â€"quien se convertirí­a en esposa de Oswald-, repasa, por ejemplo, la biografí­a completa de Valia (que si la cicatriz de infancia en la mejilla la acomplejó de joven, que si no se sentí­a plenamente a gusto con su familia polí­tica…), una tí­a con quien Marina convivió unos años antes de trasladarse a E.E.U.U. pero con la que apenas vuelve a tener contacto. En esta primera parte Mailer tira de oficio, recreando a un Oswald bastante anodino y solitario. Los informes del seguimiento que de él hace la KGB resultan incluso graciosos por la poca chicha que contienen: te imaginas a un funcionario terrorí­fico con el sombrero negro calado y un periódico a la altura de los ojos, anotando en un bloc: sale del trabajo, va a comer solo, visita un museo, se acuesta. Así­, dí­a tras dí­a.

En la parte destinada a la etapa americana, es donde Mailer parece disfrutar plenamente de la narración. Se despliega toda la complejidad de la personalidad de Oswald, de su relación con Marina (para mí­ uno de los personajes más desubicado, no sólo en términos geográficos o de nacionalidad, sino también en lo personal: una mujer temerosa que la noche de bodas “prepara” una virginidad inexistente, maltratada por su marido â€"de quien se apunta una homosexualidad encubierta-, con un bebé de meses, sin amigos); las ausencias inexplicables de él, el coqueteo con el castrismo (a todo esto, resulta casi inverosí­mil que Castro siga vivito y coleando), etc., etc., hasta el dí­a 22 de noviembre de 1963 en que se produce el asesinato de Kennedy y, cuarenta y ocho horas después, el de Oswald a manos de Jack Ruby, otro de los personajes que más me han atraí­do por esa especie de destino trágico que a él también le acompaña.

Mailer elude en todo momento ceñirse en exclusiva a una de las dos hipótesis: si Oswald actuó solo o fue el chivo expiatorio de una conspiración. Es verdad que a veces la realidad supera la imaginación, pero también vale lo de que la realidad a veces resulta bien simple. Las lagunas, Mailer las suple con hipótesis incluso contrarias entre sí­, abre ví­as de interpretación, luego recula, hasta que los datos vuelven a contradecirse, y de nuevo conjetura posibilidades esclarecedoras de la situación. Como cualquier realidad abierta, más que resolver incógnitas, las plantea.

En fin, un cinco estrellas, que dirí­a Bic. Vale la pena leerlo siquiera sea por los retratos que compone, a través de las transcripciones de la Comisión Warren, de la madre “dickensiana” (en palabras de Mailer, de quien añade: “Pocas personas buscarán su compañí­a durante mucho tiempo, pero un novelista sabe estimar a Marguerite. Ella hace todo el trabajo por él”), o de la “cuáquera” Mrs. Paine. O de la desesperación humillante de Robert Oswald, cuando se encuentra ante el ataúd de su hermano sin que nadie, absolutamente nadie, quiera oficiar la ceremonia.


Lo leí­ cuando salió, así­ que no lo tengo fresco. Se me hizo largo de tres cuartas partes para adelante, por saturación. Las conclusiones son un poco así­, también. Mucha mimbre para tan poco cesto. La verdad es que el JFK affair, cuanto más te documentas (en la medida que alguien de aquí­ y ahora puede hacerlo) más parece obra de un dios tal y como lo entienden los creacionistas que quiera divertirse con sus criaturas o de un mal guionista pasado de vueltas al que la suspensión de la incredulidad se la sude, que vendrí­a a ser lo mismo.

Carson_

#2467

Lo leí­ cuando salió, así­ que no lo tengo fresco. Se me hizo largo de tres cuartas partes para adelante, por saturación. Las conclusiones son un poco así­, también. Mucha mimbre para tan poco cesto. La verdad es que el JFK affair, cuanto más te documentas (en la medida que alguien de aquí­ y ahora puede hacerlo) más parece obra de un dios tal y como lo entienden los creacionistas que quiera divertirse con sus criaturas o de un mal guionista pasado de vueltas al que la suspensión de la incredulidad se la sude, que vendrí­a a ser lo mismo.
[/quote]

De Mailer, algo parecido me pasó con Los desnudos y los muertes. Los personajes cojonudos, buenos diálogos, situaciones de barracón, de camaraderí­a (o no), bien escogidas, pero, me resultó cansino. En cambio con Oswald, no, y mira que me lo temí­a.

(Madre mí­a, qué mal cito).

Carson_

ícido sulfúrico, Amélie Nothomb.

Concentración, un reality show llevado a las últimas consecuencias. En él, a la manera de los campos de exterminación judí­os, unos concursantes ejercen de ví­ctimas y otros de verdugos.

La idea, la verdad, no me parece especialmente buena, sin embargo, he de reconocer que el desarrollo tiene su punto. Al final uno se pregunta si la naturaleza humana no es indefectiblemente morbosa. Si no hay algo de atracción hacia el horror aunque verbalmente expresemos la repulsa. El final, flojí­simo; o a lo mejor soy yo quien no ha sabido interpretar el happy end precipitado.

El estilo de frase corta y concisa no es muy de agrado. Para entendernos, saque y volea.

De momento, no creo que repita con la Nothomb.

(Auleen, ya hice los deberes).



zocas

Hola, yo acabo de leer este



Seis años después de la muy elogiada colección de relatos Animales tristes, Jordi Puntí­ demuestra su talento para la ficción de largo alcance con esta particular «novela de carretera»: una historia conmovedora, descarnada y cargada de un humor sutil, que ahonda en las vidas de un pequeño grupo de personajes en una Barcelona sofocada por el manto gris de la dictadura y deseosa de incorporarse a la modernidad europea.
Cuando el escurridizo barcelonés Gabriel Delacruz â€"huérfano, transportista y jugador empedernidoâ€" desaparece del mapa, sus cuatro hijos «cristóbales», que viven repartidos por Europa e ignoran la existencia de sus hermanos, se conocen y empiezan a atar los cabos de la historia de su padre. A medida que avanza la narración, el complejo retablo de una vida adquiere progresivamente profundidad, produciendo en el lector la misma fascinación que el propio Gabriel ejerce en quienes han tenido trato con él, en las mujeres que lo han amado y en los hijos que llevan esperándolo toda una vida.
Maletas perdidas es un fiel espejo de los 60 y 70, años en los que España viví­a aislada de una Europa que disfrutaba de plena efervescencia cultural, social y polí­tica. Con este vivo retrato de una figura elusiva y compleja, compuesto de sabias pinceladas de humor, ternura y tragedia, Puntí­ se consolida como una de las voces más interesantes de la ficción literaria de este paí­s.
Encontrarás más información en http://www.maletas-perdidas.blogspot.com


Keith Richards con suerte me lo traen los majos de oriente


garbancita

Cita de: al bundy en Noviembre 03, 2010, 02:08:28 AM
Cita de: garvey en Noviembre 02, 2010, 12:37:29 AM
ostris, lo que acabo de descubrir!



Tí­tulo: "The Wire"
Autor:  Varios: David Simon, George Pelecanos, Rodrigo Fresán, Nick Hornby, Jorge Carrión, Iván de los Rí­os, Marc Pastor, Margaret Talbot, Marc Caellas y Sophie Fuggle.
Editorial: Errata Naturae

La editorial española independiente Errata Naturae publicó el pasado mes de mayo un volumen indispensable para los amantes del show: “The Wire, 10 dosis de la mejor serie de televisión”. El volumen, que constituye un recopilatorio de artí­culos-ensayo en el que han participado escritores como Nick Hornby, Jorge Carrión y Rodrigo Fresán entre otros, cuenta con una introducción firmada por David Simon, uno de los creadores de la serie.

Hostias, Garvey.

Lo vi hace unos dí­as en el suplemento de libros de no-se-qué periódico (La Vanguardia, supongo) y pensé en ti. Luego, al llegar a casa, se me olvido por completo. Si lo veo por ahí­ me lo pillo, y si no, desiderata al canto (Dan os lo explicará mejor)


Sí, Sí, Sí!! lo tengo en mis manos! orgasmatrón!

zocas

Buenas noticias


Ana Marí­a Matute, premio Cervantes
Es la tercera mujer distinguida con este galardón en los 35 años de vida del premio


http://www.publico.es/culturas/348352/ana-maria-matute-premio-cervantes


Carson_

Cita de: zocas en Noviembre 24, 2010, 08:23:50 PM
Buenas noticias


Ana Marí­a Matute, premio Cervantes
Es la tercera mujer distinguida con este galardón en los 35 años de vida del premio


http://www.publico.es/culturas/348352/ana-maria-matute-premio-cervantes



Esta tarde la veí­a y escuchaba en la rueda de prensa y era una mujer feliz. Se lo merecí­a de todas todas. Bien por ella.

zocas

#2474
Es bien linda, esto lo "contó" cuando ingresó en la Real Academia de la Lengua, ya leeremos lo que prepare ahora.

"En el bosque"Defensa de la fantasí­a
Por Ana Marí­a Matute

Discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua

Tengo que pronunciar un discurso y yo no sé pronunciar discursos. Apelo, pues, a vuestra benevolencia y os ruego que aceptéis estas palabras mí­as como la expresión de lo único que soy capaz de hacer y de la única razón por la que he llegado hasta aquí­: yo soy una contadora de historias.Por ello, desearí­a aprovechar esta ocasión tan extraordinaria para hacer un elogio, y acaso también una defensa, de la fantasí­a y la imaginación en la literatura, que son para mí­ algo tan vital como el comer y el dormir, y que opongo a la aridez de la actitud que tan a menudo nos rodea, que se niega a ver la dimensión espiritual de lo material.

Así­, es mi intención invitaros, en este discurso mí­o tan poco erudito y tan poco formal, a ensayar una incursión en el mundo que ha sido mi gran obsesión literaria, el mundo que me ha fascinado desde lo más temprano de la infancia, que desde niña me ha mantenido atrapada en sus redes: el «bosque» que es para mí­ el mundo de la imaginación, de la fantasí­a, del ensueño, pero también de la propia literatura y, a fin de cuentas, de la palabra.

Y desearí­a hacerlo bajo la invocación de «Alicia en el paí­s de las maravillas», con los siguientes versos: «Recibe, Alicia, el cuento y deposí­talo / donde el sueño de la Infancia / abraza a la Memoria en lazo mí­stico, / como ajada guirnalda / que ofrece a su regreso el peregrino / de una tierra lejana».

El momento en que Alicia atraviesa la cristalina barrera del espejo, que de pronto se transforma en una clara bruma plateada que se disuelve invitando al contacto con las manitas de la niña, siempre me ha parecido uno de los más mágicos de la historia de la literatura, quizá el que ofrece un mito más maravilloso y espontáneo: el deseo de conocer otro mundo, de ingresar en el reino de la fantasí­a a través, precisamente, de nosotros mismos.

Porque no debemos olvidar que lo que el espejo nos ofrece no es otra cosa que la imagen más fiel y al mismo tiempo más extraña de nuestra propia realidad. Desearí­a, pues, exhortaros a participar, durante el breve tiempo de este atí­pico discurso, de la fascinación que sin duda constituye la cifra de mi obra, y acaso también de mi vida: la posibilidad de cruzar el espejo e internarse en el bosque de lo misterioso y de lo fantástico, pero también del pasado, del deseo y del sueño.No pretendo que abandonemos este mundo, nuestro mundo, sino tan sólo que nos aventuremos por unos instantes en los otros mundos que hay en éste.
(...)
http://www.aragonesasi.com/casal/matute/matute02.htm